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Lumen publica La marca del agua, la primera novela de Montserrat
Iglesias, una nueva voz en la literatura nacional que sitúa su historia
en la localidad burgalesa de La Vid, población que se creó para
dar cobijo a los habitantes de la segoviana Linares del Arroyo ante
su desaparición al ser anegada por el embalse de Linares, en el
río Riaza. Esta publicación habla de la memoria y la pérdida, la
necesidad de arraigo, lo inexorable del progreso y el poder de la
naturaleza.
Una carretera con silueta de serpiente desciende hasta el pie de
una laguna en calma. Allá abajo, la Peña del Reloj, que informa
con su sombra del paso de las horas, preside un paisaje líquido
silencioso y reverberante. Junto al borde de la tierra de óxido
y ocre asoma el único vestigio que corrobora que esta belleza no
es natural: una construcción tubular coronada de matojos donde antaño
tañía la campana de la iglesia románica. Aplastado por miles de
toneladas de agua descansa junto a ella Linares del Arroyo, un pueblo
centenario cuyos orígenes se remontan al siglo X que, en los años
cincuenta, quedó anegado bajo la colosal presa del embalse del Riaza.
En nombre del progreso, que en la segunda mitad del siglo XX arrasó
500 localidades como esta por toda España (y muchas otras en el
mundo), reposan allí los esqueletos de las casas, los enseres y
los muertos que a lo largo del tiempo hicieron su hogar de este
dominio de los buitres en Segovia.
Descendiente de sus últimos moradores —su padre salió de allí con
ocho años—, la profesora de instituto Montserrat Iglesias ha hilado
las historias escuchadas a lo largo de su niñez y juventud buscando
“dar voz” a esos vecinos —más de 200 en Linares, 50.000 en el conjunto
del país— que no solo sufrieron un traslado forzoso y con él la
pérdida de su modo de vida, sino, sobre todo, la amputación irreversible
de un pedazo de su memoria. Su novela La marca del agua (Lumen),
surgida de un máster de escritura creativa, recrea el camino que
sus antepasados recorrieron durante años entre Linares y La Vid,
en Burgos, uno de los 300 pueblos de colonización de edificaciones
blancas e idénticas que el régimen de Franco levantó para albergar
—aquí a unos 20 kilómetros, pero a una incalculable distancia mental—
a los exiliados del regadío. Con un pie en el nuevo asentamiento
y el corazón en el antiguo, iban y venían para fertilizar las tierras
que se les habían asignado. Como lamenta Iglesias, aunque tuvieron
que pagarlas religiosamente, fueron calificados de “advenedizos”.
Al cierre de las compuertas, esas gentes perdieron su lugar en la
Tierra.
No es ni mucho menos la primera vez que se vuelve la vista a la
España sumergida, aunque apenas existe un puñado de libros que la
tratan desde la literatura. Después de Juan Benet, arte y parte
en este asunto como autor de la mítica Región e ingeniero del embalse
del Porma; de El río, de Ana María Matute, y la Mequinenza evocada
en catalán por Jesús Moncada, un referente fundamental se halla
en Distintas formas de mirar el agua (Alfaguara, 2015), de Julio
Llamazares. Nacido en el pueblo leonés de Vegamián, condenado por
el pantano de Benet, el escritor firmó con ella “la novela de su
vida”, un regreso a los orígenes y a una de las “muchas Atlántidas”
de España que, desde diferente prisma, coincide en un buen número
de temáticas —la familia y la muerte, pero también el desarraigo,
la identidad y el olvido— con la de Montserrat Iglesias. “La de
los pantanos es en sí una historia sumergida”, afirma en un restaurante
donde comparte conversación con la autora. “En el franquismo se
publicitaba mucho la inauguración del pantano, pero no así el drama
humano que había detrás”.
El desgarro de la Guerra Civil y la agonía de la posguerra aún
perviven en lo hondo de aquellos pantanos que florecieron en la
dictadura, aunque ya se habían imaginado décadas antes. Sus estampas
de dolor, traición y sumisión atraviesan La marca del agua, que
invoca a los siete muertos que aún yacen en una fosa perdida en
Linares. También acaparan parte del relato de Detendrán mi río (Libros
del K.O.; se publica el 15 de noviembre), una crónica de Virginia
Mendoza sobre Caspe, en Zaragoza, y una huerta cercana, Cauvaca,
hundida por el pantano de Mequinenza. Además del medio millar de
pueblos que se suponen sumergidos, existe un número indeterminado
de huertas habitadas que perecieron ahogadas y que, como subraya
Mendoza, no computan en el cálculo de damnificados. “Tenemos que
ser conscientes de que cosas básicas como ducharnos o encender la
luz se las debemos al sacrificio de personas que no cuentan”, recalca
la autora, que basa su texto —marcado también por la idea de la
arbitrariedad que sentenció la suerte de estos enclaves— en entrevistas
con supervivientes de la época.
Con ramificaciones económicas, sociales, geográficas y antropológicas,
lo sucedido con la construcción de los pantanos en España puede
no haber resonado en el grueso de la sociedad. Pero, irremediablemente,
ha tocado y a veces hundido a aquellos que fueron extirpados de
su territorio. Como señala Mendoza, en esos pueblos suele haber
“como mínimo una persona” que se ha dedicado a recopilar testimonios,
fotos y palabras. Iglesias habla de la “mitificación” de esos lugares,
transformados por la tradición oral en espacios de ensoñación que
solo existen en el imaginario de hombres y mujeres que nunca han
dejado de añorarlos. “El hecho de no poder volver va creando ese
mito, y la nostalgia engrandece el lugar”, resume Iglesias, que,
aunque ha novelado una ficción, se ha apoyado en anécdotas y nombres
reales. “Con el traslado, unos ganaron y otros perdieron”, matiza.
“Y también hubo quien decidió olvidarse”.
Si bien la desmemoria de este trozo de historia tiene mucho que
ver, como incide Llamazares, con la desmemoria de la guerra en un
país “que siempre se ha llevado muy mal con su pasado”, lo cierto
es que sucesos más recientes como la construcción del embalse de
Riaño en 1987 (y otros posteriores, como el de Lindoso en 1992,
documentado en la película de 2015 Os días afogados), tampoco encontraron
altavoz en los medios de la democracia. “Hubo grandes protestas
y se suicidaron dos personas en Riaño”, rememora el escritor, que
estrena en el Teatro Español La lluvia amarilla, otro canto rural,
“pero la noticia no aparecía hasta el final de los telediarios”.
En unos enclaves condenados a desvanecerse, en vez de pasar visita,
la muerte prefirió asentarse. Ahí sigue en estos libros. Como escribe
Mendoza, el destino de aquellos lugares quedó sellado con hormigón:
el que erigió pantanos y pueblos de colonización y el que cubrió
los cementerios para impedir que los muertos salieran a flote. “Dejarlos
atrás y saber que no podrían enterrarse con sus padres”, considera,
“fue la pena que más pesó a esos habitantes”.
Pásate por Paisajismo >> Bajo el agua.
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Yukio Mishima nació en Tokio en 1925. Era descendiente de una familia
emparentada con los samuráis. Al crecer, no pudo ingresar en el
ejército como piloto debido a la tuberculosis lo que provocó en
él una profunda frustración que decidió paliar con el ejercicio
y la literatura. Está considerado como el principal escritor de
la posguerra japonesa junto con su amigo Yasunari Kawabata. Escribió
40 novelas, 18 obras de teatro, 20 libros de relatos y otros 20
ensayos entre las que destacamos 'Confesiones de una máscara', 'El
rumor del oleaje' o la tetralogía 'El mar de la fertilidad'. Mishima
murió en 1970 cometiendo el seppuku, un suicidio ritual de herencia
samurái, mediante la decapitación. 'El rumor del oleaje' se publicó
en 1954 y está considerada como una de las historias de amor más
bellas de la literatura. Es delicada, hermosa y nos muestra una
cultura y una forma de ver el mundo sorprendente.
'El rumor del oleaje' es tan rigurosa y bien estructurada como
todas las obras de Mishima pero con un lirismo que, junto a su ingenuidad
y sencillez argumentales, le presta cierto aire de fábula. Esto,
unido al tópico del amor prohibido, recuerda a textos de hace muchos
siglos. La naturaleza es el personaje principal. Esa isla primitiva
e idílica, su costa, el cambiante océano, los amaneceres y puestas
de sol, el faro que sirve de apoyo. Pero hay otro personaje no humano:
la mentalidad y forma de vida del Japón tradicional encarnado en
un grupo de pescadores, prácticamente autosuficientes recluidos
para siempre en su terruño y sus aguas.
Se propone defender a toda costa los valores del Japón más tradicional,
denigrando para ello cualquier elemento que suene a moderno o extranjerizante
y que suponen claramente una amenaza. Pero lo hace con calma y sutileza
orientales, sumergiéndonos en un mundo tan exquisito que, unido
a la facilidad de su lectura y a su corta extensión, siempre apetece
visitar.
Yukio Mishima: Escribir hasta la muerte.
La acción tiene lugar poco después de la Segunda Guerra Mundial.
Las huellas –vegetación costera calcinada, cazas en prácticas que
atruenan el aire, tráfico infernal de vehículos bélicos –contrastan
con la paz de Utajima y hacen resaltar todavía más, si cabe, su
incuestionable encanto ampliamente descrito. 'El rumor del oleaje'
puede ser, según Alberto Piernas, la más apropiada para introducirse
en el universo de Mishima. Narra el nacimiento y consumación del
idilio entre dos adolescentes situados en un mundo arcádico, primitivo
y elemental: una minúscula isla japonesa en la que sobrevive una
comunidad de pescadores apartada de la civilización y donde se percibe
por doquier el olor salobre del mar, la fragancia de las cuerdas
de cáñamo, el humo invisible de las hogueras y el rumor de un oleaje
azul intenso que todo lo circunda y donde la tecnología, los teatros
y el bullicio de la "civilización" son simplemente rumores lejanos.
Cuenta Juan Gómez-Pintado que Yukio Mishima, después de viajar
a Grecia y quedar muy impresionado por su cultura clásica, se inspiró
en la obra pastoril 'Dafnis y Cloe' de Longo de Lesbos, del siglo
II, para escribir 'El rumor del oleaje'. Mishima invoca a la naturaleza
y a la creencia en sus antiguos dioses como fórmula para una vida
de plenitud. El personaje de Yosuo le sirve a Mishima para mostrar
el adecuado contraste entre los oportunistas sin valores que prosperan
al amparo de la familia y el dinero y esa gente valiente y fuerte
que son la norma en la isla. Shinji es un hombre con "empuje", valeroso,
que nunca es presa de la duda ni la desesperación, por mucho que
se le tuerzan las cosas. En él parece querer reflejarse Mishima
como superación de sus propias angustias y complejidades.
6 curiosidades de Yukio Mishima.
Señala el blog The lord of the books que 'El rumor del oleaje'
no puede leerse sin recrearla en imágenes: el color gris del cielo,
la marea alta y violenta de la noche, el rumor de las olas, el olor
a sal que acompaña el aire. Es un libro muy descriptivo cuyas definiciones
tienen sentido para el conjunto global de la historia de amor: la
historia de Hatsue y Shinji es especial porque transcurre donde
transcurre, en este ambiente pescadero, en esta isla donde la gente
todavía vive de un modo casi primitivo. Una isla cuyos colores,
sonidos y olores dan el toque especial a la historia, nos indican
cuáles son las emociones de este amor. Y es muy importante esta
sincronización, esta manera de integrar el paisaje con la historia
de amor.
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En la abundante literatura de la Segunda Guerra Mundial no escasea
la referida a experiencias personales. Pero Hasta que nos volvamos
a ver se sale de la norma. No se centra en soldados, ni espías ni
víctimas del Holocausto. Trata de una aristócrata alemana cuya única
falta fue cargar con el peso de lo que los nazis llamaban Sippenhaft,
o “responsabilidad familiar”. Consistía en que si alguien cometía
un delito, lo pagaban, además del culpable, sus allegados. Nieta
del almirante que construyó la gran armada del káiser e hija de
un exembajador de Alemania en Roma, Fey von Hassell atravesó los
primeros compases de la contienda de manera cómoda en el Friuli.
Su marido, el conde antifascista Detalmo Pirzio-Biroli, pasó a la
clandestinidad tras la caída de Mussolini para conspirar contra
la ocupación nazi.
Ella se quedó sola con sus dos hijos, Corrado y Roberto, rodeada
de los oficiales alemanes instalados en sus propiedades. Pero eso
eran nimiedades. Hasta que la Operación Valquiria catapultó sus
penalidades a una nueva dimensión.
Como la bomba que casi mató a Hitler en ese atentado de 1944, toda
normalidad saltó por los aires en la vida de la aristócrata. Las
autoridades implicaron en la intentona a su padre, el viejo diplomático,
un conocido antinazi. Aparte de ejecutarlo, aplicaron el sociópata
método del Sippenhaft. Fey y sus niños, de tres y dos años, comenzaron
un vía crucis de reclusiones, con traslados constantes por Alemania
y Austria. Para mayor dramatismo, en el Tirol la separaron de sus
pequeños. Su recuperación se convertirá en una gesta desesperada,
que excederá la contienda en una Europa donde todavía en 1948 “42.000
padres y madres seguían buscando a sus hijos”, recuerda Bailey.
Fey von Hassell (1918-2010) en sus últimos años.
Exitosa escritora de no ficción y productora de documentales,
la autora londinense presenta una inmersión inusual en la barbarie
nazi. Hasta que nos volvamos a ver trata del fenómeno de los Sippenhäftlinge,
con víctimas de la resistencia alemana de clase alta. Fey von Hassell
sufre cautiverio tanto en preciosos hoteles alpinos como en los
espeluznantes campos de concentración de Stutthof, Buchenwald y
Dachau, aunque en condiciones más civilizadas que las tristemente
famosas. Lo mismo sucedería con los Von Stauffenberg, familia del
máximo artífice de Valquiria, compañeros de desgracia y uno de ellos,
incluso, un amor prohibido de Fey. Fuentes de primera mano (diarios,
entrevistas, cartas) imprimen una veracidad y emotividad de novela
a este ensayo, repleto, además, de subtemas de interés (los magnicidios
ensayados contra Hitler, los refugiados, las marchas de la muerte...).
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El exilio es una máquina trituradora que llevó a Raúl Rivero hasta
un rincón de Miami en el que ha muerto a los 75 años, 16 años después
de salir de Cuba, desterrado por la dictadura de Fidel Castro, por
algunos de los que fueron sus compañeros de idealismos. Por entonces,
Rivero, poeta, periodista y disidente, ganador de los premios de
la Libertad de Prensa de la Unesco, Periodistas de EL MUNDO y Ortega
y Gasset, llevaba varios años entrando y saliendo de la cárcel,
perseguido por haber fundado la primera agencia de noticias independiente
en Cuba después de la Revolución de 1959. El Estado lo había acusado
de estar a sueldo de los enemigos de la isla; ningún cubano, ni
más ni menos cercano al Gobierno de Fidel Castro, se tomó siquiera
en serio aquellos cargos. Curiosamente, en España, el primer país
que lo acogió en 2005 y que le dio su segunda nacionalidad, hubo
quien sí que siguió ese juego.
La vida de Raúl Rivero es una especie de síntesis de la historia
de Cuba en la segunda mitad del siglo XX, un viaje del idealismo
del desencanto y, después, al inconformismo. Nació en Morón, en
provincias, hijo o nieto (nunca estuvo muy claro) de emigrantes
canarios, a tiempo para recordar la Cuba de antes de la Revolución
y para registrar la euforia de la caída de Batista. Rivero se trasladó
por esos años a La Habana para entrar en las primeras promociones
de la Escuela Oficial de Periodismo y para participar en un mundo
que hoy parece soñado: Cabrera Infante, Virgilio Piñera, Nicolás
Guillén, Lezama Lima y Eliseo Diego representaban las distintas
generaciones de una edad de oro de la literatura cubana a la que
Rivero tuvo acceso muy pronto. Los maestros recibían en sus casas,
bebían (bebían mucho) con cualquier admirador y compartían cotilleos
como si fueran hermanos mayores.
Fue radiante el recuerdo de aquellos primeros y efímeros años en
los que el castrismo tenía más que ver con lo que habría de ser
el mayo del 68 que con el totalitarismo soviético. En los cines
se proyectaban las películas de Elvis Presley y se bailaba con el
rock'n'roll del enemigo del norte, el amor era casi libre y los
extranjeros llegaban a la isla y participaban en una especie de
gran carnaval socialista y cosmopolita.
Pero la isla era pequeña y pronto se conocieron los presagios del
giro que habría de dar la historia, accesibles para cualquier aprendiz
de periodista como Rivero, que pronto entró en la redacción del
diario El Mundo de La Habana: historias de caídos en desgracia,
de represalias brutales, de corrupciones... Rivero recordaba a menudo
a un compañero de armas de Fidel Castro que inocentemente advirtió
al comandante de que los comunistas se estaban queriendo adueñar
de la Revolución.
No había llegado aún el momento clave en la vida de Rivero. Por
entonces, Raúl lo tenía todo para recibir las gracias de la dictadura:
poeta temprano y eternamente juvenil, casi un beat caribeño; escritor
de talento para convertir el aire de optimismo y despreocupación
que lo rodeaba en poesía; periodista culto y lleno de habilidades
sociales; intérprete atento y generoso de la cultura popular de
América Latina, desde el bolero hasta las radionovelas; hombre nuevo,
ajeno a las viejas élites de la isla... Rivero construyó con esos
atributos una prometedora carrera de escritor dentro de la oficialidad
cubana. Conoció a todo el mundo, a todos los escritores que pasaron
por Cuba en aquella época, desde Vargas Llosa y Jorge Edwards hasta
García Márquez y Roque Dalton. Los entusiastas y los escépticos,
los cínicos y los ingenuos. Fue testigo también de la manera en
que el Estado destruyó a Cabrera Infante, Carlos Franqui, Belkis
Cuza Malé y Heberto Padilla, los primeros miembros de la fraternidad
revolucionaria expulsados del santuario. El caso de Padilla, un
poeta casi ajeno a la realidad, un hombre inofensivo para cualquiera
que no fuese él mismo, fue una primera grieta en la manera en la
que Rivero se adhería a la Cuba oficial.
Un joven Guillermo Cabrera Infante.
Aquello ocurrió en 1971. A Rivero le quedaba aún una década y media
para larvar su desapego y su tristeza, para encontrar las fuerzas
necesarias para enfrentarse a los que aún eran sus amigos personales.
Su carrera como periodista no se detuvo. Fue corresponsal en Moscú,
viajó a China, a Corea del Norte y por toda la Europa socialista
y volvió descorazonado a Cuba. Informó desde la Guerra de Angola,
el Vietnam de Cuba, y la experiencia lo llevó al borde del cinismo.
Se encontró, a la vuelta, con la caída del Muro, con el fin de la
ayuda sociética y con el Periodo Especial, los años del hambre y
los apagones. Con todo perdido, en medio de un mundo en el que sólo
cabía la supervivencia, Rivero tuvo el gesto que lo convirtió en
un héroe para muchos. Desafió a la dictadura.
Su plante también tuvo fases: primero fue una oposición pasiva,
un dejarse caer de la carrera de méritos dentro del sistema. Renunció
al oficio de periodista, encabezó una nueva generación de cartas
de protesta a Fidel en defensa de los presos de conciencia, se convirtió
en un intocable, desoyó a mil amigos que le explicaron que estaba
arruinando su vida... En 1995, pasó a la acción y fundó la agencia
de noticias Cuba Press, un mito del periodismo libre cuya infraestructura
provoca hoy una sonrisa. Una mesa, una máquina de escribir y algo
de equipo fotográfico que siempre había que rescatar de las manos
de algún colaborador no del todo leal. En eso consistía Cuba Press.
Rivero no estaba solo: por esos años, su vida se ligó a la de Blanca
Reyes, su tercera mujer, líder de otra familia disidente en Cuba,
la de las Damas de Blanco, la persona que lo ha acompañado hasta
sus últimos meses en Florida y la que movilizó al mundo cada vez
que la dictadura hizo encarcelar al periodista. Al final, la persecución
fue tan cruel (hubo una condena inconcebible a 20 años) y el estupor
internacional tan contraproducente para Cuba que los gobiernos de
Castro y José Luis Rodríguez Zapatero acordaron la evacuación de
Reyes y Rivero a Madrid. Es difícil saber si la palabra adecuada
fue expulsión, exilio o destierro. ¿Fue dura la cárcel? Debió de
serla, pero el relato que hacía Rivero de aquella experiencia parecía
cosa de un filósofo guasón: la cárcel no lo había llenado de resentimiento
sino de una comprensión llena de buen humor. Cuando se refería a
los viejos amigos que nunca rompieron con la Revolución, Rivero
fue siempre afectuoso y dulce. Cuando se exilió en Madrid y empezó
a escribir en el diario EL MUNDO (de nuevo, un periódico llamado
EL MUNDO), estuvo siempre dispuesto a recibir a los cubanos que
pasaran por España, fuera cual fuera su posición política.
Durante sus años en Madrid, Rivero quiso construir el después de
Fidel desde la reconciliación de las dos cubas. Imaginaba para su
isla un futuro como el de la España de la Transición, una democracia
liberal en la que él sólo aspiraba a volver a hacer periodismo.
Se veía a sí mismo como un socialdemócrata y la prueba de ello es
que a duras penas pudo conectar con la línea dura del exilio cubano.
En España, país al que llegó invitado por un Gobierno del PSOE,
logró que el anhelo de democracia en Cuba fuese una política de
Estado compartida por los dos principales partidos políticos. La
quiebra del 15-M puso en parte en crisis ese consenso, como se demostró
en la respuesta española a las protestas de este mismo año. No fue
eso lo que rompió por última vez el corazón de Rivero. Lo que de
verdad marcó sus últimos años fue la intuición primero y la certeza
después de que no iba a haber un "después de Fidel" en Cuba, ni
siquiera un "después de Raúl Castro", que la dictadura iba a mutar
lo mínimo para mantener el poder. Ese desengaño fue en paralelo
a la crisis de 2008 y al deterioro de las empresas periodísticas,
una especie de fatalidad profesional que fue en paralelo a la política.
De aquellos años es una entrevista de su colega Leonardo Padura
en la que el novelista explicaba que el exilio mataba todo, mataba
hasta la vocación literaria y que por eso él no se había ido de
la isla pese a la dictadura y la miseria. Rivero había sido ya una
víctima de esa maldición. Sólo le quedó replegarse en su familia,
en sus hijas mayores y en su yerno, que desde hacía años vivían
en Estados Unidos. Es difícil saber si España lo trató como se merecía
o no. Le dio un refugio, le dio premios y le dio algunos años de
buen trabajo. Pero el día en el que que se fue de Madrid todos sabíamos
que Raúl Rivero se sentía muy huérfano.
La invención de la imprenta moderna en la segunda mitad del siglo
XV, de la mano de Guttenberg, posibilitó la publicación en pocos
años de las primeras obras impresas en un puñado de lenguas. El
primer libro impreso en inglés fue el incunable The Recuyell of
Histories of Troye, en 1464, mientras que el primero en español
fue Sinodal de Aguilafuente, en 1472. Dos años después apareció
el primero en catalán: Les obres e trobes en llahors de la Verge
Maria. Las primeras obras impresas en otras lenguas como el ruso
tardaron casi un siglo más. En el caso del euskera, la primera fue
Linguae vasconum primitiae, de Bernat Etxepare, en 1545. Se conocía,
no obstante, que algunas obras impresas previamente contenían palabras
en lengua vasca. Ahora, la editorial Mintzoa ha dado en Italia con
una de ellas.
La obra en cuestión es De rebus Hispaniae memorabilibus (De las
cosas memorables de España), escrita por el historiador y humanista
italiano Lucio Marineo Sículo. Este trabajo, el más importante que
publicó, cuenta con tres ediciones. La primera es de 1496, la segunda
de 1530, la tercera de 1533 y, finalmente, la cuarta es de 1539.
La editorial Mintzoa, según explica el editor Aritz Otazu, ha adquirido
un ejemplar correspondiente a la tercera edición, es decir, un libro
impreso en 1533. “Los expertos sabían que existían referencias en
euskera en esta obra. Otra cosa es encontrar el libro, comprarlo
y traerlo. Es lo que hemos hecho”, explica. La importancia de este
hallazgo para la comunidad vasca estriba en que se trataría de las
primeras palabras en euskera en un libro impreso. Lógicamente, son
muy anteriores a esta obra las inscripciones en euskera arcaico
encontradas en estelas situadas en un amplio territorio a ambos
lados del Pirineo o, ya varios siglos después, los manuscritos medievales
en los que aparece la lengua vasca (son conocidas las Glosas Emilianenses,
de gran importancia en el estudio del español medieval y en las
que también aparece el euskera).
Sin embargo, las palabras recogidas en esta obra serían las primeras
impresas gracias a la gran aportación de Guttenberg. El hallazgo
antecede a la primera obra del sacerdote bajonavarro Bernat Etxepare,
que escribió su Linguae vasconum primitiae siendo consciente de
que se trataba de la primera obra completa en lengua vasca y, de
hecho, dedicó parte de la obra a hacer una conocida apología de
la lengua vasca. En el caso del libro adquirido por la editorial
Mintzoa, el euskera aparece en el capítulo 5 de De rebus Hispaniae
memorabilibus, donde dedica un apartado a “la lengua de los vascos
y cántabros”. En ese punto, recoge un pequeño diccionario de palabras
y expresiones en lengua vasca, así como lo números en euskera, con
sus correspondientes traducciones al latín. Las palabras, a pesar
de que lógicamente no se utiliza la grafía estandarizada (no existía),
son totalmente entendibles para cualquier vascohablante actual.
La tercera edición de esta obra de Lucio Marineo Sículo fue impresa
por el navarro Miguel de Eguía, uno de los principales editores
de su época, en Alcalá de Henares.
La editorial Mintzoa, especializada en este tipo de hallazgos,
cuenta con una amplia red de anticuarios y libreros en todo el mundo,
y gracias a uno de ellos consiguió este ejemplar. Un anticuario
francés dio con un particular italiano que poseía este ejemplar
de De rebus Hispaniae memorabilibus y la editorial navarra apostó
por hacerse con el mismo. La obra en sí ofrece una amplia descripción
de la Península Ibérica (incluye Portugal), generosa en elogios
hacia los Reyes Católicos, trata el origen de la palabra España,
explica la geografía del territorio y se adentra en la historia
de los reyes de Aragón. Y es dentro de ese trabajo divulgativo donde
Lucio Marineo Sículo tuvo el interés de detenerse en lo que denomina
“la lengua de los vascos y cántabros”. A pesar de que pueda parecer
sorprendente que sigan descubriéndose publicaciones de este tipo
en torno al euskera en pleno siglo XXI, lo cierto es que en las
últimas décadas se está convirtiendo en algo recurrente. El hallazgo
del manuscrito de Lazarraga en Madrid en 2004, la aparición en 2015
en Dinarmarca del primer libro escrito en euskera literario clásico
(labortano clásico) o la adquisición, el año pasado y de la mano
de Mintzoa, de un curioso diccionario euskera-latín elaborado por
un teólogo suizo e impreso en 1610, hacen pensar que seguirán apareciendo
este tipo de tesoros editoriales.
La uruguaya Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) se ha convertido
en la sexta mujer en obtener el Premio Cervantes, el máximo galardón
de las letras en español. Afincada desde 1972 en Barcelona a donde
se exilió debido a la dictadura militar de su país. Su obra, de
alto contenido político, erótico, identitario y lésbico, abarca
desde la poesía y el relato a la novela y el ensayo.
Empezó su carrera literaria como cuentista obteniendo una gran
relevancia. Sin embargo, su militancia en la izquierda radical hizo
que en los años setenta fuera censurada por la dictadura uruguaya,
lo que le llevó a hacer las maletas hacia España, con previo paso
por París en 1974 junto a Julio Cortázar, ya que todavía existía
la dictadura de Franco. En Barcelona conoció todo el movimiento
de la 'gauche divine' con figuras como Oscar y Esther Tusquets o
Ana María Moix.
En sus primeros textos los personajes e historias femeninas están
presentes, pero la temática del lesbianismo es más sutil. Irá adquiriendo
cada vez una mayor presencia con los años como, por ejemplo, en
la colección de poesía 'Evohe'. O en 'Fantasías eróticas'. Y aunque
la condición sexual asome en muchos de sus textos -por ejemplo,
la presencia de familias que no son heterosexuales-, el lesbianismo
no caracteriza toda su obra.
Otro aspecto muy importante es el exilio. En su obra emergen los
procesos de extrañamiento, alienación, la disidencia y la transgresión.
De estilo sentimental, con un componente cercano, juguetea con el
verso libre y la rima, con los diferentes puntos de vista, los saltos
temporales y voz polifónica. Bebe de Rimbaud, de Borges, de Cortázar.
Y sus libros, al contrario de lo que sucede con otros premiados,
se puede encontrar en las librerías. Han sido publicados fundamentalmente
por Visor (poesía) y Menoscuarto (relatos), Cálamo y Cátedra.
El galardón, que es el más prestigioso de las letras en español,
está dotado con 125.000 euros. La primera edición se celebró en
1976 siendo galardonado el poeta Jorge Guillén. Solo en 1979 fue
concedido ex aequo a Jorge Luis Borges y Gerardo Diego. Después
se cambiaron las normas para que el premio nunca pudiera dividirse.
Una regla no escrita es que suelen alternarse los ganadores españoles
y los latinoamericanos si bien en los últimos años no se ha cumplido
al ser galardonados el nicaragüense Sergio Ramírez (2017), la uruguaya
Ida Vitale (2018) y seguidamente los españoles Joan Margarit (2019)
y Francisco Brines (2020). El país con más premiados es España (24)
con abrumadora distancia con respecto al resto de países. México,
que le sigue, tiene seis galardonados y Argentina cuatro. Los novelistas
han sido los más agraciados y después los poetas. En este asunto
de estadísticas las mujeres siguen siendo las gran perjudicadas.
Hasta la fecha sólo cinco mujeres lo habían conseguido: María Zambrano
(1988), Dulce María Loynaz (1992), Ana María Matute (2010), Elena
Poniatowska (2013) e Ida Vitale (2018).
15 libros de ganadores del Nobel de Literatura que deberías leer.
Desde 1901 lleva entregando la Academia Sueca el Premio Nobel de
Literatura. Nada más y nada menos que 120 años reconociendo -palabras
textuales de la institución- "a los escritores que sobresalen por
sus contribuciones en el campo de la literatura".
El escritor Ken Follett regresa al thriller con su
nueva novela, Nunca, la historia de una crisis global que amenaza
con conducir al estallido de una nueva guerra mundial y que llega
hoy a las librerías. Publicada en español tanto en España como en
América Latina por Plaza&Janés, la novela del autor británico está
ambientada en la actualidad y viaja desde el desierto del Sáhara
hasta los corredores del poder en las grandes capitales del mundo,
explica la editorial en un comunicado.
"Cuando me documentaba para La caída de los gigantes
me impactó darme cuenta de que la Primera Guerra Mundial fue una
guerra que nadie quería. Ningún líder europeo de ninguno de los
dos bandos tenía intención de que sucediera", recuerda el autor.
Pero, uno por uno, los dirigentes "tomaron decisiones
-decisiones lógicas y moderadas- que nos acercaron un pasito más
a uno de los conflictos más terribles que el mundo ha conocido.
Llegué a creer que todo fue un trágico accidente. El espantoso pensamiento
que se me ocurrió fue: ¿podría volver a ocurrir?", recuerda. Nunca,
más que un thriller, es la historia de una crisis global "con personajes
que se mueven por Estados Unidos, el norte de África y el este de
Asia luchando por evitar el estallido de una Tercera Guerra Mundial",
indica el escritor galés, que asegura que cuando comenzó a escribir
no sabía cómo iba a acabar y que el lector tampoco lo sabrá hasta
la última página.
"Que otros tengan el Nobel; yo me quedo con el Maserati".
Follet, que ha vendido en todo el mundo 178 millones
de ejemplares de sus 36 libros, publicados en más de 80 países y
en 33 idiomas, ha visitado los escenarios de la novela para documentarse
y se ha reunido con políticos, embajadores, militares y otras personas
en primera línea de la política mundial, asegura la editorial.
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Colón, Cortés, Pizarro…. fueron glorificados como
aventureros heroicos que evangelizaron y construyeron un imperio
como nunca se había visto. Hoy son condenados por su afán de riqueza
y por masacrar a los aztecas y los incas. Basándose en fuentes primarias
hasta ahora inexploradas, como diarios, cartas, crónicas y tratados
polémicos, Fernando Cervantes replantea la historia de la conquista
española del Nuevo Mundo, dentro del contexto político e intelectual
del que surgieron sus principales actores.
“Vivo, complejo, convincente […]. Las atrocidades
acompañaron a los conquistadores allá donde fueron, y Cervantes
rara vez se abstiene de detallarlas y condenarlas […]. Este libro
es una lectura increíble… No podía soltarlo”
Matthew Restall, Literary Review.
"Es absurdo hablar de genocidio en el contexto de
la conquista de América":
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Edward Rutherfurd ha cautivado a millones de lectores
con su grandeza narrativa, sagas históricas profundas que nos cuentan
la historia de alguna ciudad famosa a lo largo de múltiples generaciones.
Ahora, en China, el autor lleva a sus lectores a la riqueza del
entorno fascinante del Reino Medio.
La historia comienza en 1839, en el alba de la Primera
Guerra del Opio, y continúa con la historia de China a través de
la Revolución Cultural de Mao hasta nuestros días. Rutherfurd relata
el ascenso y la caída de las fortunas de distintos miembros de familias
chinas, británicas y americanas, mientras negocian el devenir de
la historia. Por el camino, fiel a su estilo, Rutherfurd nos regala
un minucioso y profundo retrato de la historia y de la sociedad
china, de sus tradiciones ancestrales, de sus grandes reveses y
de la aparición de China como una gran potencia global en ascenso.
Y al igual que en sus novelas anteriores, encontraremos romance,
aventuras, heroínas y sinvergüenzas, luchas abrumadoras y fortunas
increíbles.
China da vida al rico terreno de este vasto país que
ha vivido bajo una constante evolución. De Shangai a Nankín y a
través de la Gran Muralla, Rutherfurd relata el turbulento ascenso
y la caída de imperios, mientras el colonial Oeste colisiona con
el opulento y complejo Este en una batalla épica entre sus culturas
y su gente. Profundamente documentada y majestuosamente narrada,
Edward Rutherfurd pinta un apasionante retrato de uno de los países
más singulares y extraordinarios del mundo entero.
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El benefactor, primer libro y primera novela de Susan
Sontag, publicado en 1963, presentó al mundo a una escritora única.
Con la estructura de unas memorias firmadas por Hippolyte, un Candide
de nuestros días, El benefactor nos conduce a través de un Grand
Tour psicológico en el que los sueños de su protagonista, violentamente
imaginativos, se convierten en algo indistinguible de sus experiencias,
sorprendentes, en el «mundo real». La novela de Susan Sontag no
solo nos ofrece un retrato amargo de cierto tipo de demi-mondebohemio
que floreció en Francia hasta nohace mucho, sino que es, principalmente,
una novela de ideas como ninguna otra: divertida, acrobática, perturbadora
y profunda.
Susan Sontag (1933-2004) inició su carrera literaria
en 1963, con la publicación de la novela El benefactor, pero fue
a partir del reconocimiento internacional de sus ensayos reunidos
en Contra la interpretación cuando se consolidó como una de las
principales figuras de los movimientos intelectuales de los años
sesenta. Desde entonces su prestigio no ha hecho más que aumentar,
tanto por sus obras como por su implicación en la denuncia de los
grandes problemas sociales y políticos contemporáneos. En 2000,
su novela En América fue galardonada con el National Book Award.
En 2001 recibió el Premio Jerusalén por el conjunto de su obra,
y en 2003 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Premio
de la Paz, concedido por los libreros alemanes. A partir de 2007
se publicó en esta misma colección su obra póstuma: Al mismo tiempo
(2007, una colección de ensayos sobre cuestiones políticas, literarias,
intelectuales y morales), Renacida. Diarios tempranos 1947-1964
(2011), La conciencia uncida a la carne. Diarios de madurez 1964-1980
(2014) y Declaración (2018). Susan Sontag falleció en Nueva York
en 2004.
Sontag. Vida y obra (Ed. Anagrama) tiene más de 800
páginas, pesa un kilogramo y se presentó en 2019, en su edición
en inglés, con ese halo de autoridad que emiten las semblanzas que
aspiran a ser definitivas, tanto es así que ganó el premio Pulitzer
de biografía. Pero su autor, Benjamin Moser, indica -y no es una
provocación-, que le parece «un libro cortito» para lo que pudiera
haber sido, si la prudencia -y la paciencia del lector- no le hubieran
impuesto límites.
Y es que nunca antes se le había permitido a un investigador
acceder a la totalidad de las fuentes primarias de Susan Sontag
-entre ellas, los 100 volúmenes de sus diarios, casi todos inéditos-,
ni entrevistar a tantas personas que conocieron a «la reina coronada
de nuestra cultura». Tras una década de trabajo, Moser ha conseguido
dar con una síntesis explosiva de una vida no menos abrumadora en
la que Sontag aparece con todas su luces intelectuales y sus miserias
personales.
Susan Sontag no puede resumirse a una idea, era tan
desbordante como inspiradora, y tan corrosiva como errática. Fue
una estrella en vida, una polemista feroz y, a día de hoy, más de
15 años después de su muerte, una figura intelectual que aún irradia
influencia. «Predijo nuestro mundo de manera espantosa», explica
Moser. «Yo me dije que nunca más haría una biografía después de
la que escribí sobre Clarice Lispector [Por qué este mundo, editada
por Siruela], pero cuando me hicieron la propuesta y vi el nombre
de Sontag... Era como un sueño». La primera biografía oficial de
Susan Sontag era un caramelo porque todavía sigue siendo recordada,
citada, odiada y admirada en los círculos intelectuales más nobles.
Hoy, más incluso que cuando estaba en la cúspide de su fama -cuando
avasallaba con su cultura desbordante a los popes de las universidades
por las que pasó y los críticos literarios de la posguerra-, Sontag
es un referente para articular un comentario sobre la cultura de
nuestro tiempo: las tesis del feminismo, el rechazo de la masa al
principio de autoridad, la degradación del debate público mediante
las redes sociales, la ausencia de un centro moral en la posmodernidad
fragmentada.
«En la actualidad», señala Moser, «no hay una figura
como ella, capaz de decir tantas cosas importantes sobre tantos
asuntos esenciales y para tanta gente». Fue, en su opinión, la guardiana
de una idea hoy en crisis: la legitimidad de un canon de obras de
arte y pensamiento que nos expliquen quiénes somos y cuáles son
los cimientos de nuestra civilización, todo ello sin dejar de comprometerse
nunca con un firme pensamiento progresista y humanista centrado
en conceptos como «la igualdad entre hombre y mujer, la tolerancia
religiosa, el valor de la palabra, de la investigación científica
y de la vida». De ahí sus textos sobre el dolor, la enfermedad,
el liberalismo y la guerra.
En su biografía, Moser narra la vida de Sontag de
manera cronológica y construye una imagen poliédrica -amén de caótica-
de la intelectual que mejor reflexionó sobre la fotografía y la
idea de alta cultura. En sus primeros años se dieron varias circunstancias
importantes: creció sin un padre, estaba enfrentada a su madre frívola
y se refugió en los libros. A los 14 años había devorado colecciones
de clásicos y había leído más que su profesora de literatura. Esto
incrustó en ella la idea de que el canon era algo serio, el cimiento
de una idea noble para escalar en cotas de progreso e inteligencia.
«Hay un hecho interesante en su vida», indica Moser.
«Tuvo alguna clase de relación con todas las personas clave de la
cultura de su tiempo. Conoció a Thomas Mann de adolescente en Los
Ángeles, a Sartre cuando vivió en Francia, a Bergman cuando fue
a Suecia...». Todas esas mentes explicaban el mundo a través de
la alta cultura y sus ramales: la política, la ciencia... Sontag
aspiraba a lo mismo y saltó un muro por entonces casi infranqueable,
el que obstaculizaba el paso, en los 60, de las mujeres al mundo
académico y editorial. Con menos de 30 años ya daba clases en Columbia,
escribía en revistas como Partisan Review o New York Review of Books,
y se convirtió en una estrella -expresión que su biógrafo cree pertinente-
con su ensayo Notas sobre lo camp.
Otra opción para acercarse a Susan Sontag.
Moser equipara a Sontag con las grandes divas de su
tiempo: Jackie Kennedy, Maria Callas... Era ese perfil de personaje
público, de un atractivo magnético, de una gran autoridad que intimidaba,
de una modernidad que todavía hoy colea. Y, como todas las divas,
tenía sus aspectos geniales y todo tipo de ángulos espinosos en
su personalidad que configuran la parte negativa de cómo se le percibía
en sus años gloriosos. Moser no ha querido escribir una hagiografía
de Susan Sontag, sino un retrato ponderado en el que también se
da cuenta de su dificultad para devolver el amor que le dedicó su
última pareja estable, la fotógrafa Annie Leibovitz, su rol controlador
y traumatizante como madre de su hijo David, que tuvo a los 19 años
con el profesor Philip Rieff durante un matrimonio fallido, o su
dependencia durante años del tabaco y las anfetaminas. Por no hablar
de su pobre higiene personal y su cobardía para salir públicamente
del armario y luchar en favor de los derechos de gais y lesbianas.
Sin embargo, muchos de sus escritos transformaron
el mundo. Sobre la fotografía y Contra la interpretación ayudaron
a elevar el arte gay, la imagen fija y el cine al estatus de alta
cultura -«en una época en la que la alta cultura era Dante o Shakespeare,
pero no Godard»-, y sobre todo se convirtió en una interlocutora
atendida por la clase media que, aun sin una fuerte formación cultural,
tenía la aspiración de crecer en referentes y encontraba en Sontag
una presencia carismática que frecuentaba fiestas y óperas -de ahí
su estatus de estrella y diva-, además de una divulgadora que también
iba a la guerra del Vietnam o asistía a la caída in situ del muro
de Berlín.
El interés por Sontag se mantiene porque sus logros
se han fortalecido -«ahora las mujeres están en todo el ámbito intelectual,
antes era ella sola»-, a la vez que sus miedos, sobre todo la pérdida
de autoridad de nuestra tradición cultural para otorgar un marco
moral al mundo, se van haciendo realidad cuando las masas hablan
sin formación, se extiende la mentira y se degrada el debate público.
Por eso, las 800 páginas de Moser, que con otras vidas serían una
extensión suficiente para agotarlas, en este caso sólo rascan la
superficie de una mujer genial, caótica, actualísima e irrepetible.
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Durante la guerra fría los escritores y los artistas
se enfrentaron a un gran reto. En la esfera soviética, se esperaba
que produjeran obras que exaltaran la militancia, la lucha y un
optimismo sin límites. En Occidente, la libertad de expresión era
la virtud más preciada de las democracias liberales. Pero esa libertad
tenía un precio. Este libro documenta el extraordinario vigor de
una campaña secreta en la que algunos de los defensores más ardientes
de la libertad de pensamiento en Occidente (entre otros, George
Orwell, Bertrand Russell, Jean-Paul Sartre y Arthur Schlesinger,
Jr.) fueron, lo supieran o no, instrumentos del servicio secreto
estadounidense.
Pablo Neruda: la historia oculta tras la obtención
del Nobel:
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En los años de entreguerras, un transatlántico, el
Virginian, recorría las rutas entre Europa y América, con su carga
de millonarios, de turistas, de emigrantes ... En el Virginian tocaba
cada noche un pianista extraordinario, llamado Novecento, con una
técnica maravillosa, capaz de arrancar notas mágicas, inauditas.
Se hablaba de su inusitado duelo pianístico nada menos que con Jelly
Roll Morton, el inventor del jazz ... Se decía que el melancólico
pianista había nacido en el barco, del que jamás habría descendido.
Se decía que nadie sabía la razón. Un monólogo teatral, llevado
al cine por Giuseppe Tornatore con el título La leyenda del pianista
en el océano, del que Alessandro Baricco ha afirmado: «Más que un
texto teatral, lo considero una novela corta o un relato largo,
surgido tras la estela de Océano mar, como si en esta novela no
hubiera podido contar todas las historias que quería.»
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He aquí el hombre: hediondo, borracho, brutalmente
sanguinario. Henry Drax es el principal arponero del Volunteer,
un barco ballenero que zarpa desde Yorkshire para dirigirse a las
ricas aguas de caza del Círculo Polar Ártico. A bordo del barco
está el joven e inexperto Patrick Sumner; un cirujano y antiguo
miembro del ejército que no tiene otra alternativa que embarcarse
como médico en lo que será un violento, sucio y nefasto viaje. En
su época como soldado en la India, durante el asedio de Delhi, Sumner
llegó a creer que había experimentado en su totalidad las profundidades
del mal, y que el viaje en este ballenero podía ser el salvoconducto
hacia una vida en libertad. Lo que no sabe Sumner es que en el barco
ballenero con el que cruzan el invierno ártico se esconde un sangriento
asesino.
Uno de los 10 mejores libros del 2016 según The New
York Times.Finalista del Man Booker Prize 2016.
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Ediciones del Subsuelo celebra su 10º Aniversario
con un ensayo para conocer más de cerca a Dostoievski.
El escandaloso saqueo del Antiguo Egipto es un retablo
histórico de codicia, vanidad y entrega en la investigación arqueológica.
Es un cuento intensamente habitado por una gran diversidad de personajes:
el antiguo historiador Herodoto; los tebanos desvalijadores de tumbas;
los romanos ladrones de obeliscos; los cristianos coptos decididos
a borrar el pasado hereje; los traficantes de momias; anticuarios
acomodados; grandes museos europeos, etcetera.... Esta es la primera
edición totalmente registrada de El saqueo del Nilo, el relato clásico
de Brian Fagan sobre el desfile de arqueólogos, ladrones y turistas
que se han congregado en el valle del Nilo desde la Antigüedad.
Considerado durante mucho tiempo como una referencia en la narrativa
arqueológica, esta edición actualiza la epopeya con nuevos pormenores
de asombrosos descubrimientos recientes -entre los que cabe incluir
las Tumbas Reales de Tanis, el Valle de las Momias de Oro de Bahariya,
la Tumba de los Hijos de Rameses, y la ciudad perdida de Alejandría
(cuyo faro era una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo)-.
Fagan culmina su obra con una lúcida valoración del impacto ejercido
por el moderno turismo de masas en los yacimientos y los enseres
arqueológicos.
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Decenas de historias que relatan los patrones de violencia
que viven las mujeres en los conflictos armados. Fotografías que
reivindican las historias de las víctimas civiles en las guerras
y muestran que los conflictos no acaban cuando estas finalizan.
Historias que ponen de relieve que la consecución de la paz y el
fin de la violencia pasa necesariamente por aplicar perspectiva
de género en la búsqueda de soluciones a los conflictos internacionales
y por la igualdad entre mujeres y hombres. Las mujeres y niñas sufren
graves desigualdades a lo largo y ancho del planeta, que se agravan
en situaciones de conflicto armado.
Las guerras dejan a las mujeres en una situación muy
vulnerable ante la pobreza y el acceso a los recursos económicos.
Los servicios básicos de salud y de atención materno-infantil se
desmoronan, la violación es utilizada como arma y agresión entre
contendientes y la violencia de género, la trata de seres humanos
y el matrimonio infantil se exacerban durante el conflicto. Al mismo
tiempo, casi la mitad de las personas desplazadas por la violencia
en el mundo son mujeres y a menudo atraviesan mayores dificultades
por motivos de género en estas situaciones.
Pásate por JyV >> Fotografía
>> Autores.
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Este libro ilustrado está compuesto por relatos brevísimos,
impregnados de amor, ternura, conciencia social, compasión y aflicción
por el dolor ajeno. Están acompañados de hermosas acuarelas: Rostros
bellísimos o doloridos, detalles, semblantes jóvenes o envejecidos
que desean añadir en imágenes lo que las palabras nos harán imaginar.
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Durante los últimos años, los nombres de escritoras latinoamericanas
están ganando presencia en el panorama literario internacional:
Fernanda Trías, Mónica Ojeda, Samanta Schweblin, Fernanda Melchor,
Camila Sosa Villada, Mariana Enríquez, Valeria Luiselli, Jazmina
Barrera, Paulina Flores, Giovanna Rivero, Gabriela Wiener... Algunas
han cosechado importantes premios, todas son alabadas por la crítica
y sus obras se difunden a ambos lados del océano tanto en editoriales
independientes como en grandes sellos.
La escritora uruguaya Fernanda Trías.
La épica biografía de uno de los grandes protagonistas
de las cruzadas. 1187. Por primera vez en casi cien años, Jerusalén
ha caído en manos musulmanas, un hecho histórico que supone la culminación
de la fascinante vida del sultán Saladino. Admirado y abominado
a partes iguales, su captura de la Ciudad Santa conmocionó a la
cristiandad europea y Oriente Próximo. La vida de Saladino estuvo
llena de aventuras, desafíos y contradicciones, pero, a lo largo
de toda ella, la fortuna le sonrió. Desde su nacimiento y su llegada
al poder en Egipto, este incansable guerrero y diplomático luchó
por la yihad al tiempo que construía un vasto imperio que se extendía
desde el norte de África hasta Iraq; y, al frente de una turbulenta
coalición, prendió la llama de la Tercera Cruzada, donde protagonizó
un enfrentamiento legendario con su mayor adversario: Ricardo Corazón
de León. A partir de fuentes árabes y europeas, Jonathan Phillips,
especialista en las cruzadas, ofrece un retrato vívido e intimista
sobre el hombre y la leyenda tras el sultán, un acérrimo defensor
de la fe generoso y justo, pero también humano, capaz de una crueldad
terrible y de cometer errores, y analiza cómo su leyenda ha sido
manipulada desde la Edad Media hasta la actualidad para servir a
diversos fines. Esta es la biografía definitiva de uno de los mayores
líderes de la historia. Ganador del premio Slightly Foxed a la mejor
primera biografía
Jonathan Phillips es profesor de Historia de las Cruzadas
en el college Royal Holloway de la Universidad de Londres. Es autor
de Holy Warriors: A Modern History of the Crusades: The Second Crusade:
Extending the Frontiers of Christianity; The Fourth Crusade and
the Sack of Constantinople; The Crusades. 1095–1197, y coeditor
de tres colecciones de ensayos académicos sobre las cruzadas. Además,
Phillips es coeditor de la revista académica Crusades, escribe para
BBC History y History Today, y ha colaborado en numerosos programas
de radio y televisión.
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La homeohistoria se extiende por nuestro tiempo. El
sensacionalismo y los placeres del click causan estragos en cómo
entendemos nuestro pasado. Películas, libros o redes sociales, cualquier
medio puede ser susceptible de contener trazas de inexactitudes
o interpretaciones erróneas. Pero ¿cómo combatirlas? Ad Absurdum
conocen bien este tipo de bulos, amplificados y retransmitidos hasta
la saciedad por distintos canales. Este colectivo de historiadores
murcianos lleva entregado desde hace años a la divulgación histórica
a través de libros, charlas y programas de radio. Ahora lo hacen
como asesores históricos y coordinadores de contenidos en Condensador
de Fluzo, el programa de divulgación de La 2.
Ahora con Homo Historicus (La esfera de los libros)
ofrecen puertas y herramientas para entender cómo funciona la historia.
Un libro que pretende derribar mitos, ofreciendo una puerta hacia
una mejor praxis, con el objetivo de aproximarnos a la historia
desde una perspectiva cargada de humor y crítica.
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El escritor Antonio Prieto, ganador de uno de los
primeros Planeta en el año 1955, y hombre de grandes honduras y
erudiciones, ha fallecido en Madrid, tal y como ha confirmado la
Fundación José Manuel Lara, de cuyo patronato era miembro. ”Lamentamos
el fallecimiento de Antonio Prieto, escritor, investigador y patrono
de esta institución, en cuya puesta en marcha trabajó muy activamente.
Mandamos nuestro sentido pésame a la familia y amigos de este gran
hombre de letras”, ha señalado la fundación en redes sociales. Antonio
Prieto nació en Águilas, Murcia, en1929, ciudad que lo tenía como
uno de sus grandes personajes, y cursó estudios de Medicina, Filología
Románica y Filología Italiana en la Universidad Complutense de Madrid,
donde alcanzó la cátedra de Literatura Española. A lo largo de su
trayectoria se internó por los aleros de distintos géneros siempre
con enorme éxito. Fue ensayista, filólogo, novelista y responsable
de importantes proyectos editoriales, entre ellos la Historia de
Andalucía, que, precisamente, preparó la Fundación José Manuel Lara.
En 1955, con tan solo 24 años, recibió el Premio Planeta
con su novela ‘Tres pisadas de hombre’, una obra urdida con una
gran fuerza expresiva y dominio de la lengua. Contaba la aventura
de una terna de personajes que se mueven en el contrabando de esmeraldas.
De fondo, el escenario impresionante de una gran ciudad americana
y la selva del Amazonas, que es un territorio de mil imaginaciones
y utopías. A este título siguieron otros, siempre trabados con un
profundo control del idioma, una gran capacidad léxica y un cuidadoso
trato del estilo. Ahí están ‘La plaza de la memoria’ (Premio Andalucía
de Novela), ‘Una y todas las guerras’ (Premio Andalucía de la Crítica),
‘Prólogo a una muerte’, ‘Vuelve atrás’ y ‘Elegía por una esperanza’,
entre otras. Toda su obra está marcada por una clara propensión
hacia el culturalismo y en ella permanecen voces y huellas del pasado,
sobre todo del Siglo de Oro. Aquellos escritores fueron una fuente
de ideas y de inspiraciones para Antonio Prieto y dejaron una huella
clara en sus trabajos. Hombre de grandes entusiasmos, sintió predilección
por nombres como Diego Hurtado de Mendoza y Garcilaso, tuvo en mente
siempre la cantada Troya de Homero y la Roma antigua. Aunque, entre
los autores contemporáneos que tuvo en mente siempre estaría Álvaro
Cunqueiro.
En su carrera exploró diferentes asuntos. Entre ellos
estaba la memoria, un asunto al que regresó en varias ocasiones,
y el paso del tiempo, un aspecto que no solo ceñía a los recuerdos
o los efectos que tiene en las personas, sino como materia literaria.
Ha destacado por su obra novelística y de ensayo.
Como narrador, se encuadraba en la Generación del medio siglo, formando
parte de la corriente que fue llamada realismo metafísico, realismo
trascendente o novela existencial.
Lo creía, lo dijo y lo probó: "La literatura es vida
de más". Almudena Grandes apostó por entender la vida escribiéndola,
mirando hacia los lados y hacia atrás, viviendo, como sucede en
sus novelas, desde la realidad y la imaginación para reconocer emociones
que de otro modo no alcanzaría. La escritora madrileña ha fallecido
en su casa de Madrid a los 61 años después de dos resistiendo los
embates de un cáncer.
Nació en Madrid el 7 de mayo de 1960, en el barrio
de Chamartín. Estudió Geografía e Historia. Se licenció de lo mismo.
Los primeros pasos en el oficio los dio escribiendo textos para
enciclopedias, a la vez armaba relatos breves. Desde la adolescencia
mostró un apetito extremo por la literatura. Lo mantuvo durante
40 años de novelas, de cuentos, de artículos en El País, de compromiso
político y cívico en favor de quienes no tienen sitio en la historia.
O en la memoria.
Vivió con intensidad los años 80, aquel recodo festivo
del underground hispánico que se denomina Movida madrileña. Malasaña
fue la gabarra de un tiempo en el que Almudena Grandes fijó su primera
astronomía literaria, llena de ímpetu y estímulos nuevos. De lo
gozado y aprendido en aquellos días extrajo su primera novela, Las
edades de Lulú. Era 1989. Una historia con la que ganó el XI Premio
La Sonrisa Vertical y que vinculó desde entonces toda su obra a
la editorial Tusquets, impulsora del galardón. Una escritura fuerte,
cargada de erotismo, de desenfreno, de personajes zarandeados por
el deseo. Fue su primer éxito. La novela se tradujo a 20 idiomas.
Y, a partir de ahí, comenzó su expedición. Bigas Luna adaptó la
historia al cine. "Las edades... me regaló la posibilidad de vivir
la vida que yo quería. Jamás podré saldar esa deuda", comentaba
años después.
En su segunda novela, Te llamaré Viernes (1991), trazó
el itinerario (aún por hacer) de lo que sería su obra narrativa.
Gerardo Herrero la adaptó al cine en 1996. Es una historia de amor
en un Madrid desangelado. Es una historia de dos seres desconcertados.
Es una historia de pulsión y desconsuelo. Pero es con la tercera
de sus novelas, Malena no es un nombre de tango (1994) cuando asienta
ya su territorio en la escritura. El de su vida lo desplegó en un
libro de relatos, Modelos de mujer (1991). El Madrid de los últimos
compases del siglo XX es, de nuevo, el espacio en el que sucede
todo. Volverá a estar en otras novelas. Vinieron después Atlas de
geografía humana (1998) -transformada en película esta vez por Azucena
Rodríguez-, Los aires difíciles (2002) y Castillos de cartón (2004).
La España del siglo XX y del XXI es el lugar donde concreta ya en
adelante el volumen de su obra literaria, de un realismo propio
donde la introspección psicológica impulsa a los personajes y sus
tramas.
En esto sigue la senda de algunos escritores con los
que siempre mantuvo el vínculo: Galdós y Pardo Bazán, entre otros.
Y también con un afán de reconstrucción de la realidad de las mujeres
después de siglos de opresión. En el prólogo de Modelos de mujer
escribió esto: "Como en el mundo literario prevalece un principio
de discriminación sexual que obliga a las escritoras a pronunciarse
a cada paso acerca del género de los personajes de sus libros, mientras
que los escritores se ven privilegiados y envidiablemente libres
de hacerlo, me gustaría aclarar, de una vez por todas, que ... creo
que no existe en absoluto ninguna clase de literatura femenina...".
Pero sí una conciencia de batalla en la escritura.
Almudena Grandes desarrolló una mirada crítica y atenta
a las convulsiones de este tiempo. Muchas veces fue a partir de
su propia biografía. Desde muy pronto desarrolla y ondea un compromiso
político por el margen de la izquierda. La extinta Izquierda Unida
fue su cobijo contra la tormenta. Y desde ahí parte también la construcción
de su ideario intelectual. De esto hizo también oficio a través
de sus artículos en prensa, que son la extensión y, a veces, el
laboratorio de su costado literario. La memoria también pertenece
a la gente anónima y es a ellos a quienes de algún modo se suma
y presta voz en los periódicos. Aquellos y aquellas que no tienen
sitio en la gran épica del siglo XX son quienes le interesan. Los
asuntos ciudadanos que le importan se proyectan hacia los otros.
Su mensaje implica a los 'acallados', a los sin sitio, a los huéspedes
de la periferia del poder.
Una joven Almudena Grandes trabajando con las editoras
Ana Estevan e Iris Menéndez el texto de su libro «Te llamaré viernes».
Otra parte del germen de lo que va a ser su última
etapa narrativa está en un extenso y complejo relato de 919 páginas,
Los aires difíciles, donde expone la historia de dos familias españolas
a lo ancho de buena parte del siglo XX. Una de filiación falangista
y la otra declaradamente republicana. Las dos vinculadas por un
matrimonio entre sus hijos. De algún modo, esta novela es el principio
del último de sus proyectos literarios, la serie de novelas titulada
Episodios de una guerra interminable: seis novelas independientes
que narran momentos significativos de la resistencia antifranquista
en un periodo comprendido entre 1939 y 1964. Hasta ahora ha publicado
cinco: Inés y la alegría (2010), El lector de Julio Verne (2012),
Las tres bodas de Manolita (2014), Los pacientes del doctor García
(2017) y La madre de Frankenstein (2020) -ese año fue nombrada doctora
honoris causa por la UNED-. Póstuma saldrá la última de la saga,
Mariano en el Bidasoa, que ha dejado terminada y que fija el argumento
en 1964, cuando se cumplen los 25 años de Paz. Este conjunto es
su gran legado, el que atraviesa parte de nuestra historia reciente
y sus daños. Con la enfermedad a pleno rendimiento tampoco dejó
de escribir. El pasado 21 de octubre hizo saber de su enfermedad
en su artículo de El País Semanal. Lo tituló Tirar una valla: "Seguiré
estando aquí, escribiendo un artículo en esta misma página cada
dos semanas, y en la contraportada del diario todos los lunes. Ese
espacio, sagrado para mí, porque me permite mantener el contacto
con mis lectores en cualquier circunstancia, nos permitirá encontrarnos,
saber de nosotros, permanecer juntos".
"La memoria a sido el tema más importante
de mi vida y de mi generación".
De todo lo que tuvo alrededor hizo también materia
de escritura: de su barrio, Malasaña; de su devoción por el Atlético
de Madrid -pertenecía a la Peña de los 50-, de los veranos en Rota
(junto a su marido, el poeta y director del Instituto Cervantes,
Luis García Montero, y los amigos de siempre: Joaquín Sabina, Felipe
Benítez Reyes, Benjamín Prado, Juan José Téllez, el editor Chus
Visor, Miguel Ríos, Javier Ruibal, la editora Ángeles Aguilera...).
Las casas de Almudena y Luis han sido durante años un lugar de encuentro,
algo así como una plaza abierta de gentes de la cultura, de la política,
de la calle. Ella presumía de hacer el mejor cocido de esta ciudad
(Madrid). Puede que lo fuera. Alrededor de una mesa con comensales
las tardes pasaban entre versos, y risas, y anécdotas, como una
plataforma de la felicidad. Hace pocos meses se estrenó como abuela.
Deja una poderosa obra donde reflexiona sobre buena
parte de la historia social y política de España del siglo XX y
XXI
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