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Epistolar.
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9-Septiembre-2024

Entre 1987 y 1989, Mario Levrero, el genio maldito de la literatura uruguaya, le escribió una carta prácticamente cada dos días a Alicia Hoppe, la que acabaría siendo su mujer y su doctora. Hasta entonces, Hoppe había sido la pareja de Juan José Fernández, un amigo de infancia del escritor. De hecho, el volantazo en su relación, puramente protocolaria al principio, luego pasional y dependiente, aparece en la enfebrecidamente novelística correspondencia inédita publicada recientemente, ‘Cartas a la princesa’, testimonio de una inigualable historia de amor.

El término “novela epistolar” se refiere a las obras de ficción que están escritas en forma de cartas o de otros documentos. "Epistolar" es simplemente la forma adjetival del nombre epístola, del griego latinizado para carta. La carta como género escrito, por supuesto, precede a la misma novela. Así que a medida que emergía la novela en Europa en los siglos XVI y XVII, no era poco común entre los autores incluir cartas como partes de su narrativa general. Éstas daban a los lectores la oportunidad de ver cómo se expresan los propios personajes, añadiendo realismo y percepción psicológica, y normalmente avanza el argumento también. La primera novela en inglés que se considera estar compuesta completamente de cartas es "Cartas de amor entre un noble y su hermana," publicada en 1684 y atribuida al versátil autor y dramaturgo Aphra Behn. Aunque los personajes de Behn son ficticios, se basaban en similitudes con la vida real. Al poner la narrativa en forma de, cartas, Behn aumentaba el realismo, haciendo que los lectores sientan estar al tanto de correspondencia secreta y privada. Pero la novela epistolar realmente llegó a su madurez con las novelas enormemente populares de Samuel Richardson de mediados del s. XVIII: Pamela en 1740 y todavía más popular Clarissa de 1748. El título completo de Pamela deja claro tanto las intenciones de Richardson como el sistema formal de la novela: "Pamela, o la virtud recompensada, en una serie de cartas familiares de una hermosa joven damisela a sus padres".

La hermosa joven damisela ya era un cliché en los tiempos de Richardson. Pero es el adjetivo "familiar" lo que es importante aquí, porque señala a los lectores que lo que lo que viene a continuación es una serie de cartas sobre una familia y sus detalles domésticos íntimos. Así que las cartas de Pamela no son familiares porque alguien las haya leído antes (Richardson se las inventó, al fin y al cabo) sino porque fueron compuestas en un estilo libre e informal característico de una hija escribiendo a sus padres.

Mientras que esa novela contiene cartas casi exclusivamente de Pamela, la novela Clarissa incluye no solo su correspondencia sino también la del caballero vividor Lovelace, quien intenta cautivarla, dando a los lectores dos perspectivas principales en la acción de la narrativa. En estas novelas, Richardson perfeccionó un estilo al que llamó "escribir en el momento," en el cual sus personajes anotan sus pensamientos y acciones en lo que parece ser tiempo real, y así añadiendo mayor realismo, inmediatez e incluso suspense al género. Las novelas de Richardson eran tan populares que crearon una gran moda para la novela epistolar. Como prueba de su popularidad, ten en cuenta que tanto la primera novela escrita en Canadá-- "La historia de Emily Montague", de Francis Brooke en 1769, como la primera novela americana, "El poder de la simpatía", de William Hill Brown, en 1789, estaban escritas de forma epistolar. La mayoría de las novelas epistolares del s. XVIII contiene solo uno o dos escritores de cartas como los de Richardson. Aunque una excepción destacable es una novela publicada en 1776 de Tobias Smollett: "La expedición de Humphrey Clinker". En esta novela epistolar, leemos cartas escritas por una gran gama de personajes que están viajando por Gran Bretaña juntos. El escritor principal es el patriarca de la familia, un caballero galés llamado Matthew Bramble, pero también leemos cartas de su hermana, su sobrina, su sobrino, y la sirvienta de su hermana. Sus puntos de vista sobre los mismos sitios y actividades son a menudo extremadamente diferentes. A Bamble le da asco el agua del balneario de Bath, por ejemplo, mientras que a su sobrina Lydia le parecen fascinantes. Y está en manos del lector decidir dónde queda la verdad al comparar y yuxtaponer cuidadosamente sus perspectivas.

Más de 600 cartas del autor británico Roald Dahl, al que nuestra bibliotecaria dedica unas lineas en la selección de autores. a su madre, escritas durante cuatro décadas, componen 'Te quiere, Boy': un relato íntimo sobre su infancia en diversos internados y sus años como piloto y combatiente durante la Segunda Guerra Mundial.

Al final esta familia disciplente se cura solo cuando dejan Inglaterra de una vez por todas por los sitios más hospitalarios y auténticos de Escocia que componen la última parte de su expedición. En este punto, las perspectivas epistolares se vuelven más harmoniosas y la familia regresa a su propiedad en Gales mucho más felices que cuando empezaron su viaje. Así, de la correspondencia privada escrita entre miembros de la familia, Smollett convierte la novela epistolar en un tipo de tecnología al unir a toda una nación. La novela epistolar dejó de estar de moda a principios del siglo XIX, pero hay otro famoso ejemplo de una que verdaderamente lleva al límite cómo utilizar esa forma: Drácula de Bram Stoker de 1897. La novela está compuesta de una gran variedad de documentos y grabaciones diferentes, incluyendo no solo cartas de personajes, sino también recortes de periódicos, entradas de diarios, cilindros de dictado, y telégrafos, los dos últimos representando las últimas tecnologías en los tiempos de Stoker.

Bram Stoker, dentro de la selección de autores de nuestra bibliotecaria.

El resultado no es solo polivocal y multimedia, sino también eficazmente intrigante, ya que el lector, teniendo acceso a todos los materiales de la novela, suele saber más que cualquier otro personaje y puede ver lo que está sucediendo o va a suceder de manera más clara que ellos. Stoker, en otras palabras, usa la forma epistolar para maximizar el terror y el suspense gótico. Hoy en día, relativamente pocas novelas están escritas solo con cartas, aunque hay algunas excepciones destacables. "Cartas del diablo a su sobrino" de C.S. Lewis de 1942, por ejemplo, y "El diario de Bridget Jones" de Helen Fielding, de 1996, que usa muchos tropos epistolares para hacer que las desventuras de su heroína cobren vida. Todavía más reciente, los emails y los mensajes de texto han empezado a llegar a las novelas. La sátira académica "Queridos miembros del comité" de Julie Schumacher, por ejemplo, usa cartas de recomendación, emails, y otras formas de comunicación moderna para pintar una imagen divertida de un departamento de Literatura Inglesa disfuncional. Y la galardonada del premio Pulitzer de Jennifer Egan, "El tiempo es un canalla" incluye un capítulo escrito completamente con diapositivas de PowerPoint. Por último, hay que añadir que las versiones de la forma epistolar han llegado a las películas también. Cuando una película se presenta en términos de "grabación encontrada" y presenta lo que parece ser una grabación hecha por los mismos personajes--"El proyecto de la bruja de Blair" es probablemente el ejemplo reciente más conocido--o captada por cámaras que forman parte de la misma película, como los vídeos caseros de la franquicia "Actividad paranormal". Muchas películas usan estas tácticas temporalmente incluso cuando la película entera no está grabada así. Una imagen rápida que haga parecer que fue grabada por una cámara de seguridad, por ejemplo, a menudo se usa para añadir realismo, inmediatez y suspense a nuestra experiencia como espectadores. O piensa en todas las veces que los personajes aparecen mandando mensajes o emails en tiempo real, todas se lo deben—tanto si son conscientes como si no—a Richardson y su técnica de "escribir en el momento."

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Estas cartas con Michael Fraenkel con Hamlet como excusa, escritas entre 1935 y 1938, constituyen uno de los destellos de inteligencia más deslumbrantes del autor de’Sexus’. Como resalta Michael Hargraves en el prólogo «La belleza del libro no radica en el examen de Hamlet (si bien estoy seguro de que un erudito shakespeareano podría disfrutar enormemente con el libro), sino en la forma como los autores se van por las ramas para revelarse.

Esas desviaciones son las que les permiten fluir, lanzarse a debates sobre muchas cosas caras a su corazón y sobre el mundo en general» y «contiene algunas de las páginas mejores de Miller, algunos de sus pensamientos más libres […] publicados e imbuidos del estilo sarcástico y maravillosamente vulgar del Miller que yo ya había leído.»

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Octubre de 1921. Angelina Beloff, pintora rusa exiliada en París, envía una carta tras otra a su amado Diego Rivera, su compañero desde hace diez años, que la ha dejado abandonada y se ha marchado a México sin ella. Angelina, a quien Diego se dirige con el diminutivo de Quiela, fue la primera esposa del muralista mexicano y una excelente pintora, eclipsada por el genio de su marido. Su relación, marcada por la pobreza y por la tiranía de Rivera, fue tormentosa, y la adoración de Quiela, incondicional. Brutal, ególatra, irresistible, Rivera se nos dibuja como un monstruo que hace su voluntad en el arte y el amor. «Ella me dio todo lo que una mujer puede dar a un hombre», diría Rivera. «En cambio, recibió de mí todo el dolor en el corazón y la miseria que un hombre puede causarle a una mujer.»

Otra maravilla de ...

En noviembre de 1914, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Stefan Zweig anotó en sus Diarios: «He tenido que escribir a Romain Rolland, necesitaba desahogarme con un amigo. Aquí nadie me entiende: carecen de la voluntad firme de ser justos». Y precisamente ese elevado sentido de la justicia, así como su fervorosa defensa del pacifismo y de los ideales humanistas, unió al futuro Nobel francés con su más fiel discípulo austríaco. Ambos se pronunciaron públicamente contra la contienda, denunciando en sus cartas las noticias falsas, el odio entre naciones y el egoísmo de los que guardan silencio. Esta correspondencia, escrita por dos espíritus afines desde dos países enfrentados, es un testimonio excepcional de la catástrofe de la Gran Guerra y del ferviente deseo de dos de los escritores más lúcidos de la primera mitad del siglo XX de construir una Europa unida basada en la fraternidad entre los pueblos.

En Napoleón y Josefina, a partir de estas cartas, por primera vez traducidas y compiladas de forma íntegra en español, Ángeles Caso reconstruye la historia de los encuentros y desencuentros de estos dos amantes, de sus confidencias y deseos, de sus desengaños y sus celos, de su pasión y sus traiciones, unidos durante años por una correspondencia que, en correos a caballo, atravesó toda Europa, de España a Rusia, de Italia a Alemania, sorteando el fragor de todas las batallas en las que Napoleón luchó por su gloria, por Francia y por su Imperio.

El descubrimiento de estas veintitrés cartas enviadas a una dama cuya existencia ignorábamos conforma una deliciosa novela epistolar. Marcel Proust ya sufría el incordio del ruido entre las paredes forradas de corcho de su dormitorio cuando el doctor Charles D. Williams, dentista estadounidense, trasladó su próspera consulta al piso de arriba, en el número 102 del boulevard Haussmann. Proust y Marie Williams, la esposa del doctor, una mujer culta y sensible de temperamento artístico, pronto se convertirían en asiduos corresponsales, rivalizando en cortesía y estilo. Las cartas tratan, ante todo, del ruido de las obras en el piso de los Williams, que torturan a Proust durante las horas de sueño y trabajo; pero también de música, pues la señora Williams es una apasionada melómana y toca el arpa, de rosas, naturales y metafóricas, intercambiadas con las cartas, de la enfermedad –la suya y la de su vecina– y de la soledad. Desgraciadamente no tenemos las cartas de la señora Williams, pero por las de Proust podemos apreciar el refinamiento con el que se expresaba en ellas. En sus respuestas despliega todas sus artes de seducción, hace brillar su humor, su cultura y el característico genio proustiano para iluminar el dolor. El escritor no sólo desea complacer a una vecina que posee la llave del silencio, sino que siente también por esa otra reclusa auténtica simpatía, una forma de afecto.

El doctor Williams y su esposa dejarán el boulevard Haussmann al mismo tiempo que Proust, que, obligado a mudarse como consecuencia de la venta del inmueble, lo abandonará el 31 de mayo de 1919. Sus últimas cartas se han perdido, no sabemos si contenían una despedida apasionada o viraron al tono convencional de las relaciones formales. Él y la señora Williams se vieron en persona como mínimo una vez, pero jamás habló de ella con nadie.

Henry James está considerado como uno de los grandes narradores que ha dado la literatura estadounidense del siglo XIX. Su prolífica producción literaria, con títulos tan emblemáticos como «Otra vuelta de tuerca» o «Retrato de una dama», sigue ganando numerosos lectores aún hoy en todo el mundo. Sin embargo, el enigma es el propio James, su misma biografía, la de un hombre que quiso saltarse las exigentes normas de su tiempo. Su extenso y rico epistolario nos permite conocer más de cerca al hombre detrás de la obra literaria. Eso es lo que aparece en un estupendo y delicioso libro publicado por Elba titulado «Amado muchacho» donde se recoge las 77 cartas conservadas que el ya maduro escritor dirigió al joven escultor Hendrik Christian Andersen de quien se enamoró perdidamente.

Se recoge en este volumen una amplia selección de la producción epistolar lorquiana en la que están representados la mayoría de sus destinatarios, con lo que se ha intentado ofrecer al lector una imagen completa de Lorca no sólo como oerta sino también, y sobre todo, como hombre que, a través de sus cartas, deja vislumbrar su alegría, su afán creador, sus inquietudes y sus miedos. Fundamental instrumento de conocimiento y de interpretación crítica, el texto ha sido depurado de toda anotación que pudiera entorpecer su lectura.

Si las cartas europeas cuentan una novela de iniciación, estas cartas americanas ensayan otras formas de narración. La correspondencia enviada a su familia desde Nueva York presenta a un Manuel Puig que ya se siente seguro de su escritura. Los años de residencia en Río de Janeiro, en cambio, muestran el trabajo de un autor consagrado que reparte su tiempo entre nuevas obras, el armado de su extensa videoteca, su rol de conferencista internacional y la revisión de traducciones y adaptaciones teatrales y cinematográficas de sus libros. Todas las cartas de este volumen tienen un rasgo en común: revelan el genio íntimo de Puig, uno de los escritores mas importantes de la literatura hispnoamericana del siglo XX.

Libros del Zorro Rojo publica las Cartas a Ophélia de Fernando Pessoa en un volumen prologado por Antonio Tabucchi e ilustrado por Antonio Seguí, una de las mayores figuras del arte contemporáneo. La reedición de este epistolario (publicado por LZR en 2011) recupera una correspondencia forjada en los años decisivos de la producción literaria de Fernando Pessoa, el mayor poeta portugués del siglo XX. El libro se divide en dos partes; en la primera, «Cartas a Ophélia – Primera etapa 1920», descubrimos un amor puro, inocente y sublime, que roza lo juvenil, que hace que cada carta sea inolvidable. La segunda parte corresponde a la «Segunda etapa 1929 – 1930»; ya para esta época Álvaro de Campos domina completamente la relación entre ambos y la cordura de Pessoa está casi por completo en manos de su heterónimo más complejo y exaltado.

Alejandra Pizarnik, habitual de juezyverdugo.es, inició una terapia psicoanalítica con León Ostrov a los 18 años. El tratamiento se interrumpió transcurrido poco más de un año, pero el profundo interés de ambos por la filosofía y la literatura derivó en una relación de amistad que se afianza durante los años en que Alejandra residió en Francia (1960-1964). De este período data la mayor parte de las cartas reunidas en ste libro, hasta el momento inéditas. En ellas, la poeta relata su experiencia de vida parisina, las nuevas relaciones que establece (con Simone de Beauvoir, Julio Cortázar, Marguerite Duras, Octavio Paz, André Pieyre de Mandiargues, Eduardo Jonquières), la precariedad económica de los primeros tiempos, el vínculo ambivalente con su familia, los desafíos, logros y dificultades de su proceso creador, pero fundamentalmente los profundos terrores y angustias que la atraviesan en los momentos de depresión más devastadores.

La confianza depositada en su ex-analista y el esfuerzo de éste por sostenerla a pesar de la distancia otorgan a estas cartas una particularidad que las distingue de muchas de las dirigidas a otros destinatarios. La presente edición incluye un Estudio Preliminar de Andrea Ostrov y un Dossier con reproducciones facsimilares de los originales de esta correspondencia.

El presente libro, que recoge las cartas que Rosa Luxemburg escribió desde la cárcel a sus amigos y compañeros de lucha, es capaz de condensar su pensamiento más profundo sobre la situación política del momento y las perspectivas futuras del socialismo. En ellas muestra su espíritu independiente, lógico y penetrante, así como su deseo de conocer y teorizar más allá de la doctrina marxista que inspiró su obra y sus acciones. Pese a su situación y represión, Rosa Luxemburg nunca dejó atrás sus ideas, sino que siguió escribiendo incansablemente para defender sus convicciones, manifestando, aun estando presa, un conocimiento del momento político sorprendente. Cartas de la prisión es, por tanto, una muestra más de la brillantez de una mujer cuyo pensamiento sigue siendo capaz de remover en la actualidad muchas conciencias.

Estas cartas, en las que se entretejen el amor y la complicidad, lejos de reducirse al apoyo frente a la adversidad que acompaña los días de Rosa, constituyen un espacio de construcción política. El colonialismo, el imperialismo, las desigualdades entre varones y mujeres son algunas de las preocupaciones que se entrelazan en las cartas con aspectos menos conocidos de Luxemburgo: su placer por la lectura, sus habilidades con el dibujo, su amor por los vivientes no humanos, en especial por las flores, los pájaros y por su adorada gata Mimi. Escritas con el pulso propio de las huidas, los arrestos y el frenesí de la militancia cotidiana, en estos textos se lee una ética del cuidado que abre una dimensión afectiva de la vida política.Esta edición presenta materiales inéditos en español, documentos, manuscritos e ilustraciones, así como extractos de su herbario personal. Con prólogo de Esther Díaz, las cartas -cuidadosamente traducidas y anotadas- son presentadas por capítulos que permiten contextualizar los acontecimientos históricos y biográficos en curso. Además de acercarnos a la vida personal de una de las figuras más interesantes e influyentes de la historia política, y al escenario de ebullición cultural y política de la Europa de entre siglos, en estas cartas encontramos aportes relevantes para pensar los debates feministas y de la izquierda actuales.

Un documento fundamental para entender no sólo la obra y la vida de la gran pensadora alemana sino también la biografía moral, política e intelectual de la segunda mitad del siglo XX. La correspondencia que la autora de Los orígenes del totalitarismo mantuvo a lo largo de veinticinco años con Mary McCarthy, una de las novelistas y ensayistas norteamericanas más brillantes del pasado siglo, constituye, en efecto, un diálogo inteligentísimo, edificante, ameno e iluminador sobre la historia y la cultura de Europa y Estados Unidos desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta las secuelas de los movimientos del 68, además del emotivo testimonio de una amistad entre dos de las mujeres más lúcidas de su tiempo.

Entre 1873 y 1917, Rosa Luxemburgo mantuvo una extensa correspondencia con cuatro destinatarios: Leo Jogiches, Kostja Zetkin, Paul Levi y Hans Diefenbach, amores públicos o clandestinos con quienes compartió los debates de la coyuntura internacional, los pormenores de la militancia, el incremento de su presencia pública, el desastre de la guerra y el agobio del presidio. En estas cartas, en su mayoría inéditas en nuestra lengua, la urgencia del presente aparece desde un punto de vista íntimo, atravesado por el permanente deseo de conquistar una vida «honesta y plena» y por el encuentro de su amplia sensibilidad estética con su incursión en la pintura, la literatura y la botánica. Esta correspondencia permite acceder a las capas biográficas de una de las mujeres más importantes de su época, cuyo asesinato político en 1919 fue decisivo para el curso del socialismo durante el siglo XX. Dime cuándo vienes es una selección que puede ser leída con la intensidad de una novela de formación.

«Ya no soy Modersohn y tampoco soy ya Paula Becker. Soy Yo, y espero ser cada vez más Yo», escribió la pintora Paula Modersohn-Becker al poeta Rainer Maria Rilke en una carta en febrero de 1906. En el umbral del siglo XX, la artista lo apostó todo para ser «alguien». Y se convirtió en la más audaz innovadora, desafiando siglos de representación del cuerpo femenino y de la vida doméstica en el arte. Antes de ella, ninguna pintora se había retratado desnuda, ni embarazada, ni había representado a madres desnudas con sus bebés, dando el pecho. A medida que su arte evoluciona, Paula se debate entre París y su hogar en la colonia de artistas de Worpswede, en el norte de Alemania. En París puede concentrarse en su trabajo, ir a exposiciones y conocer a artistas como Rodin y Monet. Pero Alemania es su hogar, donde vive su marido, el pintor Otto Modersohn. Exigente, obstinada y certera en lo que respecta a su arte, también era alegre, divertida y sensual; estaba llena de vida y, por tanto, igualmente de dudas e incoherencias, de intrépidos saltos hacia adelante o de inesperados pasos atrás. Le encantaban el arroz con leche, la compota de manzana, pasear por la landa, Cézanne, bañarse en el mar, estar desnuda al sol, prefería leer a ganarse la vida y adoraba París.

No acababa de gustarle estar casada. Tal vez quería ser madre; sobre este punto, sus diarios y cartas son ambiguos. A pesar de que murió a los treinta y un años, unos días después de dar a luz, su vida fue una celebración, una breve e intensa celebración. «Estar aquí es espléndido» es un hermoso y conmovedor relato de la vida de esta gran pintora. Marie Darrieussecq muestra, con vivacidad y empatía, la lucha de Paula M. Becker entre los hombres y artistas de su tiempo, sus amistades, su intenso deseo de expresión e independencia. Y arroja luz sobre la extrema dificultad a la que se han enfrentado las mujeres para proseguir carreras artísticas y alcanzar el reconocimiento.

Emocionantes, inteligentes, desternillantes, sobrecogedoras, irónicas, combativas, sibilinas... de todo hay entre las 125 misivas aquí reunidas, escritas por exploradores, novelistas, científicos, políticos, humoristas, asesinos, cantantes, actores, niños... Una celebración del poder de la correspondencia escrita. En estos tiempos de rápidos y breves mensajes enviados y recibidos a través de pantallas frías e impersonales, las cartas se han revalorizado. Su formato, que durante siglos apenas cambió, hoy nos parece un prodigio de eficiencia comunicativa, de una jugosa riqueza visual y una asombrosa capacidad para revelarnos en detalle la intimidad de sus redactores, ya fueran personajes históricos o ciudadanos de a pie. Desde la desgarradora carta que escribe Virginia Woolf antes de suicidarse hasta la receta de los scones de la reina Isabel II, que envía al presidente Eisenhower; del primer uso del acrónimo O.M.G. del que se tiene constancia en una carta a Winston Churchill al llamamiento a mantener la paz que Gandhi dirige a Hitler; y de la bonita carta en la que Iggy Pop da consejos a una atribulada y joven admiradora a la extraordinaria misiva en la que Leonardo da Vinci solicita empleo,Cartas memorables es una celebración del poder de la correspondencia escrita que capta el humor, la seriedad, la tristeza y la genialidad que forman parte de nuestra vida.

El volumen da cuenta del intercambio epistolar que ambos personajes mantuvieron entre 1937 y 1955. Se trata de un proyecto conjunto de tres editoriales publicado el año del centenario del nacimiento del autor. 67 cartas entre dos personalidades tan distintas como las de Juan Carlos Onetti y Julio E. Payró.

Marguerite Yourcenar, reconocida escritora, mantuvo una intensa correspondencia con numerosos literatos. Su pasión epistolar es evidente en sus más de 2000 cartas, legadas a la Biblioteca Houghton de Harvard. Destacan sus cartas cruzadas con Silvia Baron Supervielle, donde se revela una faceta más íntima y personal de la autora.

Poeta en Nueva York es ya un icono de la lírica española. Casi todos sus poemas fueron escritos durante el año (1929-1930) que García Lorca pasó en Nueva York y La Habana, y este libro -el más completo sobre ese período de su vida-reúne una amplísima gama de textos biográficos: desde las animadas cartas en que cuenta sus entusiasmos y desengaños neoyorquinos hasta las que recibió él, publicadas aquí por primera vez. Cuidadosamente editado y anotado, el epistolario se complementa con un fascinante álbum de recuerdos, viñetas, entrevistas y retratos, muchos de ellos inéditos o desconocidos, donde las personas que trataron más cercanamente a Lorca evocan -desde múltiples perspectivas- su vida en el Nuevo Mundo. Se ofrece también una generosa selección de fotografías históricas del poeta, de sus amigos, y del ambiente cultural de dos ciudades donde pasó uno de los períodos más intensos de su vida.

Aunque la Fundación Federico García Lorca ha publicado todas las cartas conservadas por los herederos que el poeta envió a su madre y al resto de miembros de su familia, poco se sabía de las escritas por doña Vicenta a su hijo. Sólo se conocían algunos fragmentos publicados por Mario Hernández, Andrew A. Anderson y Christopher Maurer en sus ediciones del epistolario lorquiano.Hoy, este riquísimo aunque breve epistolario, que se inicia en 1920, consigue transmitir la entrañable relación que mantenían madre e hijo, la importancia del papel de Vicenta en su carrera literaria, el apoyo incondicional de una madre cariñosa y exigente, y las circunstancias por las que cada uno de ellos pasaba.Queda aquí reflejada la pasión de una madre que se desvivía por ver reconocida la obra de su hijo.

Primer volumen de la compilación de la correspondencia del autor de Rayuela y que nuestra bibliotecaria recomienda en la sección ad-hoc. Unas cartas que pueden leerse como diario personal, autobiografía o cuaderno de bitácora de sus libros.

Con curiosidad permanente, Cortázar da cuenta de todos los aspectos de su actividad como escritor, de sus desvelos políticos y sus vaivenes personales, hace el balance del día, opina sobre lo que lee, lo que escucha y lo que ve, relata sus andanzas como traductor, como militante revolucionario o como defensor de los derechos humanos. Nada queda afuera: la Argentina de provincias, Buenos Aires, París, Cuba, Nicaragua, el boom de la literatura latinoamericana, la amistad, el amor, la muerte. El autor no cesa de asombrarnos con su humor, su lucidez y una inusual coherencia entre vida y obra. Organizada en cinco volúmenes que abarcan un período comprendido entre 1937 y 1984, la presente edición de la correspondencia cortazariana presenta más de mil cartas inéditas, recupera los fragmentos suprimidos en ediciones anteriores e incluye índices de obras del autor y de personas citadas. Una colección que parece estar escribiendo ahora, a nuestro lado un hombre que jamás se aburrió un solo segundo a lo largo de toda su vida.

En el volumen Las cartas del Boom, publicado por Alfaguara en 2023, se recoge la correspondencia que mantuvieron entre 1955 y 2012 Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. A día de hoy todos han fallecido. Publicamos dos de estas misivas, la que Vargas Llosa le envió a Carlos Fuentes -tuvieron una estrecha amistad aquellos primeros años- hablándole de cómo su novela La ciudad y los perros no había pasado la censura en España (era 1963), y la que García Márquez le envío a Vargas Llosa en 1966 alabando su narrativa. Eran grandes amigos entonces... mucho antes del famoso puñetazo.

El hallazgo de unas cartas separadas con una banda elástica fue el inicio de un proyecto que se convirtió, después de arduo trabajo, en el libro Ya te llegará que la editorial Eterna Cadencia publicó el pasado año. El volumen contiene la correspondencia que la escritora mexicana Margo Glanz le envió a su amiga y colega argentina Tamara Kamenszain entre 1984 (año del retorno a la democracia en Argentina) y 1997.

La presente colección de cartas representa la amistad de tres mujeres excepcionales a lo largo de cinco décadas. Comienza poco después de los primeros encuentros de sus protagonistas en el Madrid de la Segunda República y termina en 1979 con la muerte de Ocampo. Las autoras del epistolario son Gabriela Mistral (1889-1957), Victoria Ocampo (1890-1979) y Victoria Kent (1882-1987). Proceden de tres distintos países, pero encarnan un mismo interés común en el desarrollo político y social de las sociedades que transitaron. La correspondencia supera las barreras del tiempo y del espacio debido a la distancia física sufrida como resultado de guerras, enfermedades, exilio y encarcelamiento. La relación de amistad transatlántica evidenciada a lo largo de las cartas abarca un amplio recorrido. Un libro imprescindible para establecer la historia LGBTQ y revelar cómo el género y las identidades sociales se entretejieron en las redes humanitarias durante la Guerra Civil española y el posterior franquismo.

Victoria Ocampo y Virginia Woolf se conocieron en Londres a fines de 1934, en una muestra del fotógrafo Man Ray. Woolf era ya una autora consagrada internacionalmente y Ocampo buscaba hacerse un lugar en el muy masculino campo intelectual argentino. Victoria narrará este encuentro recurrentemente y en distintas versiones, dándole forma a su propio mito acerca del origen de esa amistad: "Yo la miré con admiración. Ella me miró con curiosidad. Tanta curiosidad por una parte y admiración por la otra, que enseguida me invitó a su casa". A partir de entonces, comenzó entre ellas un vínculo a la vez cultural y afectivo que se fue construyendo sobre un nutrido intercambio epistolar: Virginia y Victoria se vieron en persona tan solo tres veces. Sus cartas, reunidas por primera vez en este libro, no solo nos dejan entrever cómo se imaginan estas dos escritoras, la una a la otra, a través de las múltiples distancias que las separan o cómo se vive la incertidumbre de la guerra. Estas cartas nos permiten, además, conocer su trabajo como editoras y agentes culturales: entre otras cosas, podemos rastrear en ellas la decisión de publicar en español, ya en 1936, un texto tan significativo para la historia del feminismo como lo es "Una habitación propia".

Mi querida Virginia: Hace bastante tiempo que no tengo noticias suyas y bastante tiempo también que no le escribo, lo que no me ha impedido pensar continuamente en usted. Pero esta vez no me he contentado en pensar en usted solamente: he obligado a mucha gente a acompañarme. He aquí cómo: he dado una conferencia sobre usted, sobre sus libros. Esta conferencia ha durado una hora y cuarenta minutos... Como ve, no anduve con rodeos. Con gran sorpresa, los he leído... ¡El público se interesó en lo que yo le contaba durante una hora y cuarenta minutos! Hay que creer en los milagros. No se escucharon crujidos de sillas ni de otros ruidos siniestros que testimonian la impaciencia de un auditorio. En fin: las cosas se desarrollaron de la mejor manera posible. Al día siguiente de esta jornada memorable recibí seis o siete invitaciones para repetir seis o siete veces la conferencia en distintos lugares y 400 ejemplares de Orlando que por fin acababa de aparecer han sido vendidos. Mi conferencia tiene, más o menos, 60 páginas. Hay dos que están bien y con las cuales estoy contenta. Es enorme, ¿no es cierto? ¿Tiene ganas de leerla? Si “sí”, le haré llegar algunos fragmentos (aquellos de los cuales no estoy demasiado insatisfecha) en francés. Mientras, envíeme alguna línea. Iré a París en el mes de octubre. Stravisnky quiere que yo haga Perséphone (el poema de André Gide al que él le ha puesto música) en concierto con él en el nuevo teatro del Trocadero. Si hubiera manera de repetir Perséphone en Londres eso sería cuestión mía. Pero aún sin Perséphone iré a Londres, sobre todo si usted estará allí y si usted me permite ir a tocar el timbre del 52 de Tavistock Square. He vivido zambullida en sus libros estas últimas semanas. Es como decirle cuánto usted vive en mí en este momento y cuánto la admiro.

Con amor Victoria.

Milena Jesenska fue una periodista liberal checa, casada con Ernst Pollak, un filósofo vienés, amigo de Hermann Broch y Franz Werfel. Milena y Kafka se conocieron en el café Arco de Praga, que solía ser frecuentado por intelectuales de la época. Los visitantes al café incluían a Felix Weltsch, Oskar Baum, Willy Haas, Egon Erwin Kisch, Franz Werfel, Paul Kornfeld o František Langer, denominados arconautas por Karl Kraus. Johannes Urzidil inmortalizó al Arco en su cuento Noche de terror. Más tarde se les unieron los escritores Max Brod, Anton Kuh, Else Lasker-Schüler, Kurt Tucholsky y Ernst Weiß. No sólo venían escritores. Mientras los checos y los jóvenes checos se reunían en el Café Unión, la intelectualidad alemana y judía se reunía en el Arco. Milena describió la atmósfera del lugar de la forma siguiente: “En la cafetería, la gente escribe, corrige, habla. Las escenas familiares se desarrollan en la cafetería, en la cafetería la gente llora y regaña por la vida y la vida. En la cafetería comes a crédito, en la cafetería vives, holgazaneas, matas el tiempo."

Su apasionado interés por la literatura moderna llevó a Milena a pedirle autorización a Kafka para traducir alguno de sus escritos. En abril de 1920 Kafka viajó a Merano por tres meses y desde la pensión Ottoburg le escribió las primeras cartas a Milena. Cuando comenzó la correspondencia, Kafka ya estaba enfermo de tuberculosis desde 1917, y en proceso de separarse de su segunda prometida, Julie Wohryzek. En ese momento, el matrimonio de Milena estaba en una etapa crítica: Polak mantenía -entre otras- una relación con Mia Weiss, casada con un banquero; pasaba el tiempo en diversos cafés discutiendo sobre literatura y no se ocupaba de su situación económica. Todo ello contribuyó a la ruptura del matrimonio. Ambos se mudaron a Praga en 1925.

Se considera que la Primavera de Praga se inició el 5 de enero de 1968, cuando Alexander Dubcek, líder del movimiento reformista, fue nombrado secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia (KSC), si bien ciertas tendencias aperturistas habían comenzado unos años antes. En la imagen, un grupo de personas escucha la radio en busca de noticias de la ocupación soviétca de Praga, en 1968.

Kafka ya había mantenido una intensa correspondencia durante cinco años con su primera prometida, Felice Bauer. Se trataba para él de un momento de profundo abatimiento, y la mayor parte de sus cartas a Milena están cargadas de desesperación, que se expresó en su deseo de ver toda su obra olvidada y destruida. Al mismo tiempo formuló en frases asombrosas su deseo de pureza y su anhelo de redención. Las cartas también contienen algunas de las más graves acusaciones que Kafka haya pronunciado contra sí mismo, sus orígenes y su educación, así como aforismos tan claros y profundos como las Reflexiones sobre el pecado y la secuencia Él. Dado que sus diarios de 1920 y 1921 son extremadamente escasos -se los entregó a Milena, y faltan las páginas relativas a ella-, estas cartas presentan un material de fondo invaluable, especialmente para las últimas partes de El castillo. La relación terminó en 1921. Tan egocéntrico era el amor de Kafka que el carácter de Milena no toma forma en sus cartas.

Las cartas sobrevivieron porque Milena Jesenská se las entregó a Willy Haas antes de que la Gestapo la arrestara en noviembre 1939 por participar en un movimiento de resistencia clandestino y ayudar a muchos refugiados judíos y políticos a emigrar. Sus cartas a Kafka fueron destruidas luego de su arresto. Fue encarcelada primero en el Pankrác de Praga y luego en Dresde. En octubre de 1940 fue deportada al campo de concentración de Ravensbrück en Alemania, donde murió durante una operación renal el 17 de mayo 1944. Las cartas se publicaron originalmente en alemán en 1952 como Briefe an Milena, editadas por Willy Haas, quien decidió eliminar ciertos pasajes que pensó que podrían herir a las personas que aún estaban vivas en ese momento. Luego de la publicación la destinataria se hizo famosa de la noche a la mañana, pero ni siquiera su apellido fue mencionado en la primera edición del libro. Pasarían años antes de que se conociera su biografía. La colección fue publicada por primera vez en inglés por Schocken Books en 1953, traducida por Tania y James Stern. En 1986 se publicó una nueva edición en alemán, que restauró los pasajes que Haas había eliminado, seguida de una nueva traducción al inglés de Philip Boehm en 1990. Esta edición incluye algunas de las cartas de Milena a Max Brod, así como cuatro ensayos suyos y un obituario de Kafka.

Las ruinas de Dresde resultado de los bombardeos.

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En el transcurso de su correspondencia, Kafka y Milena se encontraron solo dos veces. La primera reunión fue en Viena, como puede deducirse de las cartas, entre el 29 de junio y el 4 de julio de 1920, cuando Kafka regresaba a Praga desde Merano. Se volvieron a encontrar el 14 y 15 de agosto del mismo año en Gmünd, hoy Ceské Velenice. Estos encuentros fueron vistos por Kafka como intervalos en un amorío eminentemente epistolar. En enero de 1921 Kafka le pidió a Milena que renunciaran a la correspondencia y dejaran de verse. En octubre de 1920 le dio sus diarios de 1910 a 1920. En noviembre de ese año Milena lo visitó en la casa de sus padres, así como en abril y mayo de 1922. Su último encuentro fue en junio de 1923.

Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada, indiscutidos referentes culturales y literarios del círculo intelectual argentino, mantuvieron una “amistad encantada”, fundamentalmente epistolar y sazonada por alguna que otra tirantez, producto de sus diferencias ideológicas y de las inestabilidades políticas argentinas. Fueron aliados, con tendencia a la gratitud y la adoración. Esta reunión de cartas y documentos inéditos, cuidadosamente editados y seleccionados por Christian Ferrer, abarca desde 1945 hasta 1969 y pretende ser un homenaje a un vínculo poco conocido hasta ahora, pero esencial para comprender la literatura argentina del siglo pasado. Pese a sus diferencias irreconciliables –él, empleado de correos e hijo de inmigrantes, y ella, descendiente de Juan de Garay y oriunda de una casa con veinticuatro balcones–, prevalecieron las muchas y muy pronunciadas afinidades. Cada uno a su manera, y según su suerte, se dieron forja a sí mismos. Y el herraje, inalterable y siempre vivo, constituye un patrimonio sustancial en la historia nacional.'

Como quedó registrado en sus páginas testimoniales y en sus diversos epistolarios, Victoria Ocampo (1890-1979) tuvo un amplio abanico de relaciones intelectuales, que van, entre otros nombres, de Virginia Woolf y Gabriela Mistral a Albert Camus y Roger Caillois. En ese amplio espectro toca poner de relieve los intercambios de la directora de Sur con el español José Ortega y Gasset (1883-1955), figura clave de la filosofía, autor de La rebelión de las masas y creador de aquella célebre admonición que nunca pierde vigencia: “Argentinos, ¡a las cosas!”.

Emma Stebbins (Nueva York, 1 de septiembre de 1815 – Nueva York, 25 de octubre de 1882) fue una escultora estadounidense. Una de sus obras más conocidas es “The Angel of the Waters” (“El Ángel de las Aguas”) de 1873, también llamada “La fuente Bethesda”, localizada en la zona de Bethesda Terrace, en Central Park de Nueva York.

Stebbins nació en la ciudad de Nueva York, en el seno de una familia adinerada que le animó a estudiar arte desde pequeña. En 1857, su hermano Henry G. Stebbins (director de la Bolsa de Nueva York) le ayudó económicamente para viajar a Roma, a donde se mudó con la escultora Harriet Hosmer. Durante esa etapa, Stebbins fue alumna de John Gibson, un estudioso neoclasicista inglés. En Roma, Stebbins se implicó en el movimiento bohemio y feminista. Allí se declaró abiertamente lesbiana, algo que por entonces estaba peor aceptado en Nueva York que en Roma. Se enamoró de la actriz Charlotte Cushman, con quien inició una relación después de que esta rompiera con la actriz Matilda Hays. Por entonces, Stebbins y Cushman comenzaron a pasar tiempo con un grupo de artistas, entre las que se encontraban las también escultoras Edmonia Lewis y Harriet Hosmer. En 1869, Cushman tuvo que ser tratada por un cáncer de pecho. Stebbins dedicó todo su tiempo a cuidarla, dejando de lado su trabajo durante los dos años siguientes. Tras la muerte de Cushman, en 1876, Stebbins no volvió a crear ninguna escultura nueva. Se dedicó hasta su muerte a editar la correspondencia de su pareja fallecida en la obra "Charlotte Cushman: sus cartas y recuerdos de su vida", en 1878. Stebbins murió en Nueva York en 1882, con 67 años.

Como una ventana indiscreta, las cartas de Jane Austen a su hermana Cassandra proporcionan una mirada fascinante sobre la vida de la autora. Relaciones amorosas, ocasiones mundanas, visitas a vecinos, salidas al teatro: minúsculos detalles cotidianos que nos desvelan la faceta más íntima del mundo de Austen y nos ayudan a reconstruir la persona- lidad de una de las autoras más impor- tantes de la historia de la literatura. En esta original selección epistolar, el lector encuentra una valiosa llave de acceso a la vida privada de Austen y al mismo tiempo un destello de su abrumador talento literario, aplicado aquí al delicado arte de escribir cartas, que, en palabras de la misma escritora, «consiste en saber expresar en el papel exactamente lo mismo que uno diría a la persona si estuviera hablando con ella».

A pesar de afirmar que «no sabía escribir cartas», estas resultan en realidad una aventura tan fascinante y creativa como sus deslumbrantes novelas, cuentos y crónicas, ya que Lispector también hace gala en ellas de su infalible inspiración, humor y lirismo. Todas las cartas, que reúne la correspondencia escrita por la autora brasileña a lo largo de toda su vida, constituye un corpus fundamental para comprender su trayectoria personal y literaria. El material, organizado por décadas, de 1940 a 1970, va acompañado de notas que lo contextualizan en términos de tiempo y lugar, que además incluyen sustanciosas referencias culturales. Con gran cantidad de material inédito, fruto de una minuciosa investigación, este volumen ofrece una visión panorámica tanto de la persona como de la escritora.

Nuestra bibliotecaria incluye a la autora dentro del monógrafico dedicado al cuento.

En 1969, la pintora Emma Reyes envió a un amigo historiador, Germán Arciniegas, la primera de las veintitrés cartas en las que le revelaba las duras circunstancias en las que había transcurrido su infancia. Su amigo quedó conmocionado por los dolorosos recuerdos de la artista y decidió mostrarle los textos a Gabriel García Márquez, quien animó a Reyes a seguir escribiendo. La correspondencia se mantendría hasta 1997; durante ese tiempo Arciniegas había conseguido el permiso de Emma Reyes para publicar las cartas tras su muerte. Con una escritura que brilla por su honestidad y por su alejamiento de lo pretencioso, Reyes describe las adversidades que vivió durante su infancia en Colombia a comienzos del siglo XX, cuando fue abandonada junto a su hermana en un convento. Relata sin autocompasión, con inteligencia de adulta pero con ojos de niña, y logra transmitir al lector con exactitud aquello que sintió. Publicado por primera vez en Colombia en 2012, Memoria por correspondencia se convirtió en uno de los libros del año en ese país, y desde entonces sigue emocionando a cuantos se acercan a él.

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