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Una prueba o ensayo nuclear es la detonación de un arma nuclear
con fines experimentales (determinar el rendimiento de un
arma, los efectos destructivos de la misma, etc.) o de desarrollo
de armamento nuclear. Algunas detonaciones han tenido lugar
con fines pacíficos. Por ejemplo, cerca de 27 detonaciones
se han realizado para cavar pozos o construir canales o puertos
artificiales, o bien para extraer combustible o gas subterráneo.
Por otra parte, la detonación más potente de la historia,
la "Bomba del Zar" se realizó con objetivos puramente propagandísticos,
ya que un arma de tal tamaño y potencia sería muy difícil
de utilizar contra el enemigo, debido, entre otras razones,
a la necesidad de utilizar un bombardero modificado. Dos o
más detonaciones realizadas a menos de 2 km unas de otras
y con un intervalo de tiempo no superior a 0,1 segundo se
consideran como una sola prueba (llamada "salvo").
Las pruebas nucleares se clasifican como atmosféricas (cuando
la explosión tiene lugar dentro de la atmósfera), estratosféricas
(en las que el arma nuclear usualmente es transportada en
un cohete fuera de la atmósfera), subterráneas y submarinas.
Las atmosféricas producen una contaminación mayor, mientras
en los otros tipos la lluvia radiactiva es más limitada. Las
pruebas exoatmosféricas pueden generar un pulso electromagnético.
Asimismo, las pruebas nucleares pueden realizarse mediante
lanzamientos desde aeronaves (airdrop), o bien situando al
arma nuclear en la cima de una torre, en un contenedor impermeable
bajo el agua, encima de una embarcación, bajo tierra, o en
el espacio exterior mediante el uso de un cohete (prueba nuclear
de gran altitud).

La primera bomba atómica fue detonada por Estados Unidos
el 16 de julio de 1945, con un rendimiento equivalente a 20
kt. Esta prueba, realizada bajo el Proyecto Manhattan, tenía
como objetivo probar la viabilidad de la bomba de fisión nuclear,
usada más tarde contra Japón. La primera bomba de hidrógeno,
nombre código Mike, fue probada en el atolón de Enewetak en
las Islas Marshall, el 1 de noviembre de 1952, también por
Estados Unidos. La detonación nuclear más poderosa de la historia
fue realizada por la Unión Soviética: la "Bomba del Zar",
o "Tsar Bomba", con un rendimiento de aproximadamente 50 Mt.
El 5 de agosto de 1963, se firmó un tratado para limitar
la cantidad de pruebas nucleares. El tratado permitió únicamente
pruebas subterráneas, aunque las detonaciones atmosféricas
continuaron. Francia continuó sus pruebas nucleares atmosféricas
hasta 1974, mientras China continuó hasta 1980. La última
detonación nuclear realizada por Estados Unidos (subterránea)
tuvo lugar en 1992; la Unión Soviética continuó hasta 1990,
el Reino Unido hasta 1991, y Francia y China hasta 1996. Posteriormente,
sólo India y Pakistán, que no forman parte del acuerdo de
prohibición de pruebas nucleares, detonaron bombas atómicas
hasta 1998.
Por lo general, la lluvia radiactiva no ha causado graves
consecuencias a los seres humanos, a excepción de las bombas
lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki y la prueba Castle Bravo.
Después de estos dos ataques nucleares, se realizaron dos
detonaciones durante la Operación Crossroads (donde se utilizó
cerca del 20% del arsenal de armas nucleares de la época)
que tuvo lugar en el atolón de Bikini. Estados Unidos realizó
un total de seis detonaciones antes de que la Unión Soviética
detonase su primera bomba nuclear, Joe-1, el 29 de agosto
de 1949.
Mientras los norteamericanos realizan sus pruebas en el Área
de Pruebas de Nevada y en las Islas Marshall, los soviéticos
efectuaron las pruebas principalmente en Kazajistán. Durante
la Guerra Fría tuvo lugar la gran mayoría de detonaciones
nucleares. Durante la explosión termonuclear Castle Bravo,
realizada en las Islas Marshall en 1954, se materializó una
lluvia radiactiva, lo cual causó la contaminación de miles
de kilómetros de océanos e islas deshabitadas. Se trataba
de un nuevo diseño de bomba termonuclear, pero el rendimiento
del arma (de 15 Mt) fue del doble de lo proyectado. La radiación
afectó también a islas habitadas, donde, aunque se evacuó
a la población, se registró una larga exposición a la lluvia
radiactiva, y posiblemente con el tiempo aumentaron los casos
de cáncer en los habitantes de esta zona del Pacífico. Asimismo,
la radiación afectó a la tripulación de un bote pesquero japonés
llamado Lucky Dragon 5 (Daigo Fukuryu Maru) que se encontraba
en las cercanías, donde el tripulante jefe Operador de radio
Sr. Aikichi Kuboyama, muere por la lluvia ácida 7 meses después,
con 40 años de edad. El Sr. Aikichi Dejó estas palabras: "Ruego
ser la última víctima de una bomba atómica o de hidrógeno"
éste fue el primer caso de muerte por una bomba de hidrógeno.
El barco aún se conserva y está en exhibición en Tokio.

Tipos de prueba nuclear: 1. atmosférica, 2.
subterránea, 3. estratosférica, 4. submarina.
Asimismo, existen naciones que disponen de un arsenal nuclear,
pero nunca han realizado pruebas atómicas, como es el caso
de Israel. Se han realizado más de 2000 detonaciones nucleares,
incluidos los dos ataques nucleares que corresponden a los
únicos usos de armas nucleares contra población civil.
- Estados Unidos ha realizado, entre el 16 de julio de 1945
y el 23 de septiembre de 1992, un total de 1054 pruebas nucleares
y dos ataques nucleares contra Japón. La mayor parte tuvo
lugar en el Emplazamiento de Pruebas de Nevada y en las Islas
Marshall, así como en otros diez lugares, entre los que se
encuentran Alaska, Colorado, Mississipi y Nuevo México.
- La Unión Soviética realizó entre 715 y 969 detonaciones,
la mayor parte en Semipalatinsk y en Novaya Zemlya, y en varios
otros sitios en Rusia, Kazajistán, Turkmenistán y Ucrania.
- Francia ha efectuado 210 detonaciones, principalmente en
Reggane y Ekker en Argelia, y en Fangataufa y Mururoa en la
Polinesia francesa.
- Gran Bretaña realizó 45 explosiones nucleares (21 en territorio
australiano, incluyendo nueve en el sur de Australia, en Maralinga
y Emu Field, además de detonaciones realizadas conjuntamente
con Estados Unidos).
- China realizó 45 detonaciones (23 atmosféricas y 22 subterráneas,
todas ellas efectuadas en Lop Nur, en Malan, Xinjiang).
- Corea del Norte ha realizado 4 pruebas subterráneas en
su territorio nacional. India ha efectuado 5 o 6 detonaciones,
en Pokhran.
- Pakistán, realizó entre 3 y 6 detonaciones, en Chagai Hills.
Nota de prensa, Octubre 2024:
Los hibakusha, sobrevivientes de las bombas atómicas en Japón,
ganan el Premio Nobel de la Paz.

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La escritora Doris Lessing participó en campañas contra las
armas nucleares.

"La gente pensó que era el fin del mundo": las víctimas olvidadas
de la explosión en la prueba de la primera bomba atómica en
Nuevo México.

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La crónica sobre seis supervivientes de Hiroshima que
se convirtió en un gran clásico del periodismo.
Lectura imprescindible.
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| Este es un libro claro y terrible. La historia moral
y política de los científicos atómicos y lo que aconteció
entre los bastidores de los laboratorios mientras se llevaba
a cabo el hallazgo atómico y la construcción de las grandes
bombas nucleares. Un galería humana impresionante con
los nombres de Rutheford, Max Born, Niels Bohr, Dirac,
Heinsenberg, Joliot-Curie, Kapitza, Fuchs, Fermi, Oppenheimer,
Szilard, Teller, Weizsäcker, Otto Hahn, aparece a las
luces de la época y en sus relaciones con los políticos,
cuyas decisiones dependió su trabajo, desde Hitler a Roosevelt
y Truman. |
 |
| Análisis del politólogo Graham T. Allison de la crisis
de los misiles cubanos de 1962. Allison utilizó la crisis
como un estudio de caso para futuros estudios sobre la
toma de decisiones gubernamentales. El libro se convirtió
en el estudio fundador de la Escuela de Gobierno John
F. Kennedy, y al hacerlo revolucionó el campo de las relaciones
internacionales. Allison publicó originalmente el libro
en 1971. En 1999, debido a los nuevos materiales disponibles
(incluyendo grabaciones en cinta de los procedimientos
del gobierno de los Estados Unidos), reescribió el libro
con Philip Zelikow. El título se basa en un discurso de
John F. Kennedy , en el que dijo: " La esencia de la decisión
final sigue siendo impenetrable para el observador, a
menudo, de hecho, para el propio decisor ". |
 |
| Relata historias de personas y animales que viven cerca
de instalaciones de armas nucleares, almacenes de residuos
nucleares, plantas de procesamiento de uranio y reactores
de energía nuclear. |
 |
| Ensayo sobre el efecto de la lluvia radiactiva en personas
y ganado a causa de las pruebas nucleares en el Emplazamiento
de pruebas de Nevada durante los años 1950. |
 |
| A partir de su participación como investigador especial
enviado por el Gobierno soviético tras el accidente de
Chernóbil, Medvedev ofrece testimonios de primera mano
que describen qué se hizo y qué no se hizo antes y después
de la explosión. |
 |
| Detalla la historia del programa israelí de armas nucleares
y sus efectos en las relaciones entre Estados Unidos e
Israel. |
 |
| Versión impresa de las cinco conferencias sobre los
principios de las armas nucleares dados a los recién llegados
al Laboratorio Nacional Los Álamos durante el Proyecto
Manhattan. Si bien su información ha quedado obsoleta,
se le considera un documento histórico fundamental para
la historia de las armas nucleares. |
 |
| Relata la tragedia psicológica del accidente de Chernóbil,
explora las experiencias de los individuos y cómo les
afectó en sus vidas. |
 |
| La primera historia detallada del movimiento antinuclear
en los Estados Unidos. |
 |
| Manual sobre energía nuclear y discusión sobre las armas
nucleares y los posibles caminos para su reducción, con
información detallada sobre los reactores nucleares en
Estados Unidos y Francia. |
 |
| Una historia de los experimentos de radiación en estadounidenses
llevados a cabo por el Gobierno de Estados Unidos sin
el consentimiento de los participantes. |
 |
| El autor sugiere que una característica esencial del
siglo XX fue el desarrollo de la capacidad de autodestrucción
de la humanidad, con el surgimiento de muchas formas de
"políticas de exterminio". Schell continúa sugiriendo
que el mundo ahora enfrenta una elección clara entre la
abolición de todas las armas nucleares y la nuclearización
total, ya que la tecnología y los materiales necesarios
se difunden en todo el mundo. |
 |
| Una historia académica del accidente de Three Mile Island,
escrita por J. Samuel Walker y publicada en 2004. Walker
es el historiador de la Comisión Reguladora Nuclear y
su libro es el primer análisis histórico detallado desde
el accidente. El accidente de 1979 en la estación de energía
nuclear Three Mile Island en Pensilvania fue "el evento
más importante en los cincuenta años de historia de la
regulación de la energía nuclear en los Estados Unidos",
según Walker. Muchos comentaristas han visto el evento
como un punto de inflexión para la industria de la energía
nuclear en los Estados Unidos. |
.jpg) |
| Reseña el accidente nuclear de Three Mile Island en
Pensilvania y sus causas, así como el proceso de limpieza
que duró más de una década. |
 |
| Utiliza material desclasificado sobre las operaciones
de limpieza en el centro de pruebas nucleares en Maralinga,
Australia, y los efectos en la salud de los participantes. |
 |
| Examen de un polémico proyecto nuclear: la Central Nuclear
Diablo Canyon, construida en una zona con diversidad biológica
y paisajística en la costa central de California. |
 |
| Trata sobre la limpieza de las pruebas nucleares británicas
en Maralinga, llevadas a cabo en Woomera, Australia Meridional. |
 |
| Explica por qué la energía nuclear no se desarrolló
en la forma como esperaban sus planificadores y explora
la relación de la energía nuclear, tanto por civiles como
por militares. |
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La marca que dejó la bomba atómica en nuestros
cuerpos.

En Nagasaki, como en Hiroshima, en los 5 años
posteriores a los bombardeos atómicos, hubo un aumento significativo
en los casos de leucemia entre los sobrevivientes. Los efectos
de la radiación de las bombas fueron devastadores, causando
una serie de enfermedades, incluyendo leucemia, tumores malignos
y cataratas.
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En plena Guerra Fría, cuando Estados Unidos
y la Unión Soviética vivían bajo la amenaza constante de una
guerra nuclear, una niña de diez años decidió hacer algo que
los diplomáticos no habían logrado: escribir una carta. Su
nombre era Samantha Reed Smith, y vivía en Maine. En 1982,
tras ver en la revista TIME la imagen del líder soviético
Yuri Andrópov, le preguntó a su madre por qué nadie le pedía
directamente que evitara la guerra. Su madre, sin imaginarlo,
le dijo: “¿Por qué no se lo preguntas tú?”. Samantha tomó
papel y lápiz y escribió: “Estimado Sr. Andrópov: ¿Usted quiere
hacer una guerra o no? Por favor, dígame por qué quiere conquistar
el mundo o no quiere hacerlo”. Cinco meses después, para sorpresa
del mundo, Andrópov le respondió personalmente. No solo elogió
su valentía, sino que la invitó a visitar la Unión Soviética
y conocer a niños de su edad.

En julio de 1983, Samantha llegó a Moscú. Fue
recibida como una heroína, símbolo de la paz. Visitó escuelas,
museos y el campamento infantil de Artek, donde hizo amigos
soviéticos y descubrió que, a pesar de las fronteras, los
niños de ambos lados soñaban con lo mismo. Al volver a su
país, se convirtió en un símbolo de esperanza. Dio entrevistas,
escribió un libro y participó en campañas por la paz. Tenía
apenas 13 años cuando, el 25 de agosto de 1985, murió junto
a su padre en un accidente aéreo. La Unión Soviética la despidió
con honores: se emitieron sellos con su rostro, se bautizó
con su nombre un diamante, una compañía teatral infantil y
una variedad de tulipanes. Samantha Smith fue una niña que
no tuvo poder, ejército ni rango diplomático, pero sí algo
mucho más grande: la convicción de que una carta podía cambiar
el rumbo del mundo.
Pásate por Ser humano >> Activistas
>> Estados Unidos.
En septiembre de 1983 el mundo estaba al borde
de la aniquilación. Las tensiones entre el United States Department
of Defense y la Soviet Armed Forces estaban en su punto más
alto: la Guerra Fría había convertido al planeta en un barril
de pólvora, a una chispa de la destrucción total. Bajo tierra,
en un centro de mando soviético ultrasecreto, el teniente
coronel Stanislav Petrov se encontraba frente a una pared
de pantallas, vigilando el cielo en busca de cualquier señal
de un ataque nuclear. Los sistemas estaban en alerta máxima.
Cada sonido, cada parpadeo de luz, cargaba con el peso del
mundo entero. Y entonces sucedió. El silencio se rompió. Una
alarma ensordecedora atravesó la sala. La pantalla mostró
un mensaje que heló su sangre: “Lanzamiento de misiles detectado.”
Cinco misiles nucleares, supuestamente lanzados por el enemigo
se dirigían directamente hacia territorio soviético. Si era
cierto, significaba el fin. En cuestión de minutos, la Unión
Soviética desataría su respuesta total. El mundo ardería.
El corazón de Stanislav latía con fuerza. Tenía segundos para
decidir. Una sola llamada suya podía desatar un contraataque,
una reacción en cadena de fuego nuclear que borraría a la
humanidad de la faz de la Tierra. El protocolo era claro.
Las alarmas gritaban. El sistema insistía: el ataque era real.
Pero algo dentro de él, una voz silenciosa, una intuición
profunda, susurraba lo contrario. “¿Cinco misiles?” pensó.
Demasiado pocos para un ataque a gran escala de Estados Unidos.
No tenía sentido. En ese instante de presión imposible, eligió
la duda sobre la obediencia, la razón sobre el miedo. Se negó
a reportar el ataque. Esperó, mientras los segundos se estiraban
como horas, preguntándose si el cielo explotaría en un fuego
cegador. Y entonces, nada.

El radar permaneció en silencio. No hubo explosiones.
No hubo muerte. El mundo siguió girando. Más tarde se descubrió
que la alarma fue falsa, un fallo en el sistema satelital
soviético. Los satélites habían confundido el reflejo del
sol sobre nubes altas con el rastro ardiente de misiles estadounidenses.
Pero si Stanislav Petrov hubiera obedecido a la máquina, la
respuesta soviética habría sido catastrófica: cientos de ojivas
nucleares lanzadas en represalia, destruyendo ciudades en
todo el mundo. Las explosiones habrían desatado tormentas
de fuego, levantado polvo radiactivo a la atmósfera y sumido
a la Tierra en un invierno nuclear. Miles de millones podrían
haber muerto. La civilización, tal como la conocemos, habría
terminado no con una explosión, sino con un largo y helado
silencio. Sin embargo, porque un solo hombre dudó … Porque
confió más en su humanidad que en sus instrumentos, el mundo
sobrevivió. Stanislav Petrov nunca se consideró un héroe.
No recibió medallas ni desfiles. Pero esa noche, en una sala
silenciosa bajo tierra, su calma desafiante salvó cada vida
en este planeta. No disparó un arma. No lideró un ejército.
Simplemente eligió no destruir. Y en ese acto de contención,
invisible, sin gloria, Stanislav Petrov salvó al mundo.

Póster del documental "El hombre que salvó al
mundo".
El incidente no salió a la luz pública hasta
la década de los 90, cuando se publicaron las memorias del
general Yury Votintsev, entonces comandante de las fuerzas
de defensa de misiles. El reconocimiento de la hazaña no le
llegó a Petrov hasta el año 2004, cuando se le concedió el
World Citizen Award. Dos años más tarde sería homenajeado
en las Naciones Unidas. Casi todo el dinero de los premios
recibidos los ha repartido entre sus familiares. El teniente
coronel vivió en un pequeño apartamento de la periferia
de Moscú con una pensión de poco más de 200 dólares, en relativo
anonimato.
En 2013, en el treinta aniversario de aquella
infausta noche, los medios volvieron a buscarle para relatar
su historia, que Kevin Costner recogió en el documental El
botón rojo. Después, Stanislav Petrov recuperó su vida anónima,
rehuyendo una gloria que nunca quiso. Murió con la discreción
que le caracterizó en vida, en Mayo de 2017.
El conocido como el "Incidente del Equinoccio
de Otoño" casi nos manda al carajo ...
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Three Mile Island: cómo fue el mayor accidente
nuclear en la historia de EE.UU. y por qué se cerró 40 años
después la planta donde ocurrió.

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Si el conocimiento es siempre poder, en el ámbito de
la física aún lo es más. Produce vértigo el abismo que
separa la apasionante aventura del saber que emprendieron
pioneros como Marie Curie, movidos por el deseo de desentrañar
los secretos del mundo material para mejorarlo, y el
uso que se acabó dando a sus descubrimientos, un uso
que podía destruir al mundo mismo.Diana Preston entreteje
biografía, historia, física y política para recorrer
el camino que lleva en tan sólo cincuenta años, de finales
del siglo xix a mediados del xx, de un extremo a otro:
de la curiosidad compulsiva y el deseo de saber, a la
instrumentalización del conocimiento como arma de destrucción.
Y lo hace poniendo en primer plano a los grandes protagonistas
de la historia de la bomba atómica: científicos como
los Curie, Bohr, Einstein u Oppenheimer; políticos como
Roosevelt, Churchill, Truman, Hirohito o Hitler; pero
sin olvidar a las víctimas y a personajes que no han
pasado a la historia. Con una documentación exhaustiva
y una atención especial al detalle humano –la ambición,
el sufrimiento, el miedo, los problemas de conciencia–,
la autora describe los avances científicos y técnicos,
las decisiones políticas y los dilemas morales de unos
hombres que, por primera vez en la historia, tuvieron
en sus manos el destino de la humanidad.
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| Michihiko Hachiya era médico y director del Hospital
de Comunicaciones de Hiroshima cuando cayó la bomba atómica
en la ciudad. A pesar de estar enfermo y totalmente desbordado
tratando de ayudar a las numerosas víctimas, encontró
tiempo para recoger en este diario sus impresiones e inquietudes.Conmovedoras
en su precisión, humildad, compasión y coraje, sus notas
constituyen el mejor testimonio para entender cómo vivió
el pueblo japonés las semanas que siguieron a la tragedia. |
 |
| En este conciso relato de por qué Estados Unidos usó
bombas atómicas contra Japón en 1945, J. Samuel Walker
analiza las razones detrás de la decisión más controvertida
del presidente Truman. Delineando lo que era conocido
y no conocido por los líderes estadounidenses en ese momento,
Walker evalúa las opciones disponibles para poner fin
a la guerra con Japón. En esta nueva edición, Walker incorpora
una década de nuevas investigaciones, en su mayoría de
archivos japoneses recién disponibles, que brindan una
nueva perspectiva sobre las consideraciones estratégicas
que llevaron al lanzamiento de la bomba. Desde el debate
sobre si invadir o continuar el bombardeo convencional
de Japón hasta las agonizantes deliberaciones de Tokio
sobre la rendición y los efectos de la exposición a la
radiación de bajo y alto nivel, Walker continúa arrojando
luz sobre uno de los momentos más trascendentales de la
historia. |
 |
| Con su método de hipnosis regresiva recupera la memoria
persistente de un acontecimiento excepcional: la vida
y la muerte de un japonés que sufrió los efectos de la
bomba de Hiroshima. |
.jpg) |
| Este libro recoge las vivencias de Pedro Arrupe tras
la explosión de la primera bomba atómica en Hiroshima.
Narración sencilla que revela su profundo compromiso con
lo humano y con lo divino. |
 |
|
En agosto de 1963, el autor se dirigió a Hiroshima
para hacer un reportaje sobre la novena conferencia
mundial contra las armas nucleares. Oé se interesó de
inmediato por los testimonios de los olvidados del 6
de agosto de 1945: ancianos condenados a la soledad,
mujeres desfiguradas y, sobre todo, los médicos que
luchaban contra los efectos tóxicos de la radiación.
Oé vio en su heroísmo cotidiano, en su rechazo a sucumbir
a la tentación del suicidio, la imagen misma de la dignidad.
¿Cómo otorgar sentido a una vida destruida? ¿Qué nos
ha quedado de la catástrofe nuclear? ¿Quién podrá acabar
con aquella parte de Hiroshima que todos llevamos dentro?
Oé no da respuesta a ninguna de estas preguntas. Él
sólo se interroga, y nos interroga. Y es así como su
«reportaje» adquiere la dimensión de un tratado de humanismo
de alcance universal. «Sus artículos nos permiten oír
las voces de los supervivientes y nos describen su lucha
contra las armas nucleares» (The New York Times Review).
«Una crónica exacta y reflexiva que nos espanta pero
también nos sirve de inspiración» (The Daily Telegraph).
La visión del holocausto nipón del Premio Nobel de
Literatura.

Pásate por Ser humano >>
Activistas.
|
 |
| Edita Morris nos relata con dulzura y mucho sentimiento
las diversas facetas y aspectos del drama de las víctimas
de Hiroshima a través del personaje principal y protagonista
de la novela, Yuka, una joven esposa, madre, hija y hermana
de alguno de aquellos seres sacrificados o afectados posteriormente
por los efectos derivados de la explosión atómica.Es un
libro muy hermoso que vale la pena leer para acercarnos
a ese ámbito inconcebible de sacrificio y dolor gratuito.
Mundo en el cual unas personas se ven sumidas fortuitamente
por razones, conflictos no implícitamente propios y, posteriormente,
en aras del interés del resto del colectivo al cual pertenecen
son, una y mil veces más, nuevamente sacrificados, bien
mediante el olvido, o la no reivindicación de sus derechos,
o la no persecución ni castigo de los ejecutores de su
mal. |
 |
| Una historia de amor fugaz, de un encuentro fortuito
entre una actriz francesa que se encuentra rodando en
Hiroshima una película sobre la paz y un hombre japonés
casado. Pero mucho más que una historia de amor, es también
un canto a la memoria, a las heridas insondables que dejó
la II Guerra Mundial. Marguerite Duras, con su estilo
inconfundible y certero de palabras precisas y silencios,
bucea en esas heridas de amor y de guerra y explora el
deseo, derrumbando las imposiciones sociales que se quedan
desnudas en las habitaciones de hotel. Y en tan pocas
páginas (el guion se lee en un ratito) es capaz de construir
dos personajes, ella y él, que laten y respiran y sufren.
Hiroshima mon amour es un derroche de talento tan condensado
que impregna y satura todo. Es deseo, es horror. Es Literatura
Universal y eterna. |
.jpg) |
|
“Después de las guerras de los grandes, vendrán las
guerras de los pigmeos”, aseguró Winston Churchill.
Y así fue: La II guerra mundial fue el último gran conflicto
bélico que implicó a las grandes naciones. De los rescoldos
de la anterior surgió aquella “guerra innecesaria” –
como también la calificó el estadista británico- que
levantó en armas a más de cincuenta millones de hombres,
se libró en todos los continentes, alteró las fronteras
y transformó el mundo modificando sus alianzas y equilibrios
y haciéndole pagar un alto tributo en sangre que con
el paso del tiempo se revisa al alza: más de sesenta
millones de muertos.
Este libro arranca con un bombardeo; el de Gernika,
en 1937, y se cierra con otro, con el hongo apocalíptico
de Hirsoshima. Entre ambos queda el relato palpitante
de un reportero excepcional, un recorrido apasionante,
riguroso en lo histórico y audaz en el análisis de los
motivos. Cincuenta años después del final de la guerra,
Manuel Leguineche nos desvela las ambiciones y los miedos
de los grandes actores de este gran drama: Hitler, Hiro
Hito, Mussolini, Roosevelt, Churchill, Stalin..., nos
aproxima el desarrollo de las grandes batallas con el
testimonio de los supervivientes; descubre cómo el viejo
orden mundial se confeccionó con conferencias como la
de Yalta y cómo el horror del Holocausto transcendió
el mundo en procesos como el de Nuremberg; nos acerca
al nihilismo de los ideólogos del nacionalsocialismo
de Hitler y la locura de sus carniceros en los campos
de concentración. Un libro en el que el gran reportero
se acerca a los escenarios y a los hechos para hacer
hablar a sus protagonistas y convertir la historia en
una crónica viva”.
Si hay un momento histórico que me llama la atención,
es la II guerra mundial y cómo se llegó a ella, los
totalitarismos, los campos de concentración, el odio...
Este libro, ameno, completo, es una buena manera de
leer sobre aquellos oscuros años. Y para completar su
lectora, recomendaría la trilogía de Auschwitz de Primo
Levi. Dejo un espeluznante fragmento donde Leguineche
cede la palabra al indómito cineasta y periodista Sam
Fuller, que le tocó vivir el desembarcó de Normandía...
Fuller cruzó sobre el agua los metros que le separaban
de la cabeza de playa desde el lanchón de desembarco:
“Corrí ciento cincuenta metros sobre la playa. Había
cantidad de cuerpos a nuestro alrededor. Y no es como
se piensa. No. Era aquí una cabeza, allá, a cincuenta
metros, unos pies: George Taylor, el coronel, gritaba:
“Morid lo más lejos posible”. No decía. “¡Al ataque!”,
gritaba “Morid allá, más lejos”, estuvimos pillados
tres horas en esa maldita playa de Omaha. A mi lado
un tipo se volvió loco del todo. Estábamos cuerpo a
tierra. Él se levantó y empezó a avanzar hacia uno de
los morteros que nos disparaban. Se puso a gritarle
al arma “¡Dispárame!” ¿estás haciendo demasiado ruido!”
No gritó durante mucho tiempo. Los heridos no eran heridos.
Eran tipos destripados, hermanos a los que uno intentaba
volver a meter los intestinos en la barriga. Uno aullaba
“¡Traedme mi pierna!”

De la película estrenada en 2023 hablamos en
Séptimo arte >> Holocausto.
Esta biografía de 2005 fue crucial para el guión de
Christopher Nolan, aunque él mismo escribió el guión.
El libro ganó el Premio Pulitzer en 2006.
En 1926, el físico Max Born, una de las mentes más
brillantes de su generación, se enfrentaba a su peor
enemigo: los errores de cálculo. Era un genio, pero
un genio distraído. Después de completar su trabajo
“Sobre la mecánica cuántica de los procesos de colisión”,
temía haber cometido fallos y le pidió a su joven alumno
Robert Oppenheimer, de apenas 22 años, que revisara
sus números. Días después, Oppenheimer volvió, con la
seguridad de quien ya sabe que es diferente: “No encontré
ni un solo error. ¿De verdad lo hiciste todo tú solo?”
Born no se ofendió. Sonrió. Había reconocido a un talento
indomable. En sus seminarios, Oppenheimer interrumpía
a todos, incluso a Born. Se levantaba, tomaba la tiza
y decía con su marcado acento americano: “No, eso está
mal.”, “Podría hacerse mejor así.” Era brillante …
Y exasperante. Sus compañeros lo describían como un
“atleta olímpico que fingía ser humano”. Finalmente,
los estudiantes —liderados por una joven llamada Maria
Goeppert-Mayer, futura Nobel de Física— redactaron una
carta, escrita como un pergamino medieval, amenazando
con boicotear las clases si Oppenheimer seguía interrumpiendo.
Born entendió el mensaje, pero le temía lo suficiente
como para no enfrentarlo directamente. Así que urdió
un plan: dejó el “pergamino” sobre su escritorio y fingió
recibir una llamada. Cuando regresó, Oppenheimer estaba
pálido. No dijo nada. Las interrupciones cesaron. Born
lo resumiría años después con ironía: “El plan funcionó.
Y las clases volvieron a ser humanas.”
A veces, incluso los genios necesitan un toque de realidad.
La fecha de publicación del libro "Antes
de Hiroshima" de Diana Preston varía según la edición.
Por ejemplo, la edición de Tusquets en castellano fue
publicada el 1 de marzo de 2008. Sin embargo, una versión
más reciente, también de Diana Preston y titulada "Antes
de Hiroshima", se publicó hoy.


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