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Masahisa Fukase fue un fotógrafo japonés. Sus padres disponían
de un estudio fotográfico y estaban especializados en el retrato.
Estudió fotografía en la Universidad Nihon de Tokio. Aunque al finalizar
sus estudios trabaja en diversos medios editoriales y de publicidad,
decidió en 1968 convertirse en fotógrafo independiente. En 1971
publicó su primer libro fotográfico con el título de "Homo Ludens".
Su trabajo creativo tuvo como objeto central su esposa Yoko a la
que estuvo realizando retratos y desnudos durante más de diez años.
En 1977 recibió el Premio Ina Nobuo y un año después realizó la
primera exposición de las fotografías de Yoko en el Salón Nikon
de Tokio. Tras su divorcio ese mismo año, su obra se dirigió hacia
el paisaje y los amaneceres de la isla de Hokkaido en la que se
refugió, dedicando especial atención a los cuervos como un símbolo
del dolor de la separación.

Durante años, el fotógrafo japonés retrató de forma obsesiva a
su mujer dando forma a 'Yoko, from Window'. Cuando esta le abandonó
surgió 'Ravens', un oscuro e inquietante poema visual que ahonda
en el vacío existencial.
De este estado surgió su obra más conocida a nivel internacional
que pudo contemplarse por primera vez en una exposición el año 1979
con el título de Karasu (Cuervos), su obra de esos años se publicó
en 1986 con el formato de un libro fotográfico que está considerado
por diversos autores como una obra maestra. Recibió en 1992 el Premio
Higashikawa. En 1992 sufrió una caída por unas escaleras, al parecer
encontrándose en estado de embriaguez, que le produjo una situación
de coma, murió en 2012 después de veinte años inconsciente.

«Soy César. Solía trabajar para el régimen sirio, era fotógrafo
para la policía militar en Damasco. Voy a contarles cómo era mi
trabajo antes de la sublevación y durante los dos primeros años,
pero no puedo revelarlo todo porque tengo miedo que el régimen pueda
reconocerme a través de los detalles. Soy un refugiado en Europa.
Temo que me encuentren y me eliminen, o que se venguen en mi familia».
Estas escalofriantes palabras pertenecieron a uno de los hombres
más buscados por los medios de comunicación e, imaginamos, que por
el régimen de Bashar al Assad (actualmente vive en Francia bajo
protección). Su delito, haber recopilado y sacado de Siria alrededor
de 55.000 documentos gráficos que reflejan las torturas a las que
fueron sometidos durante los últimos años aquellos que se opusieron
al régimen de Al Assad. Unas imágenes que son difíciles de mirar
por su crueldad. Son miles de cadáveres, con señales de tortura,
que durante dos años fotografió César, que prefiere preservar
su verdadera identidad.

Su historia ha sido contada por la periodista francesa Garance
Le Caisne, en el libro «Operación César, en el corazón de la máquina
de la muerte siria» . Si bien ya se habló del Informe César (fue
presentado al Consejo de Seguridad de la ONU en abril de 2014),
donde se recopilaba toda esa información, no fue hasta 2015 que
adquirió más notoriedad. Esto ocurrió tras la decisión
de Francia de hacer uso de este material -una vez verificado- para
llevar a Al Assad ante la Corte Penal Internacional por crimenes
contra la humanidad. Algo que coincidió con el nuevo giro
bélico en Siria (donde Rusia, pilar de Al Assad, comenzó
a bombardear supuestamente a los yihadistas).
Garance Le Caisne, tras meses de búsqueda y de negociaciones, logró
localizar a César, protegido por el Movimiento Nacional Sirio, un
partido islamista moderado opositor a Al Assad. La periodista francesa
reconoció que lo que la movió a esta persecución no
fue el lograr una exclusiva, sino ofrecer al mundo un testimonio
que dejase al descubierto la verdadera realidad del régimen sirio.
En el texto, César explica en qué consistía su trabajo a las órdenes
de la Policía militar siria, y como varias veces a la semana, junto
a algún otro compañero, era llamado para fotografiar incidentes
relacionados con el Ejército: suicidios, accidentes de tráfico,
tiroteos, incendios... Reconoce que era un trabajo bastante popular
a pesar de no ser de alto rango. «Muchos querían ser reclutados
para hacerlo porque no era una actividad muy dura. Teníamos un trabajo
cada dos o tres días, y podíamos utilizar o no el uniforme», señaló.
Llevaban a cabo su cometido sin la menor intromisión de las jerarquías.
«Nuestro departamento era uno de tantos». En el suyo trabajaban
alrededor de una docena de fotógrafos.

Pero un día eso cambio. «Un compañero me dijo que ibamos a fotografíar
algunos cuerpos de civiles. Él acababa de hace fotos a cadáveres
de manifestantes en la provincia de Daraa (donde tuvo lugar la primera
gran manifestación). Esto sucedió en las primeras semanas de la
guerra civil, en marzo o abril de 2011. Llorando me dijo: "Los soldados
han abusados de los cuerpos. Los han pisoteado con sus botas: ¡hijos
de puta!". No quiso volver», recuerda César que le comentó su compañero.
Él, sin embargo, siguió con el trabajo y pronto se dio cuenta a
lo que se refería su compañero: «Los oficiales me dijeron que los
muertos eran terroristas, pero no era cierto. Eran solo manifestantes».
En su testimonio, César detalla cómo eran apilados los cadáveres
y cómo se les identificaba, «al principio por el nombre, después
por un número». Tenía que fotografiarlos sobre el suelo. De frente,
de costado, las piernas, la cara, el pecho, de cuerpo entero...
Formaba parte de los informes militares para archivar su muerte.
Una información que no debía trascender más allá de esos muros.
Los cuerpos iban después a parar a una fosa común. «Nunca había
visto algo así. Antes del levantamiento, el régimen torturaba para
obtener información; ahora los torturaban hasta matarlos. Vi marcas
en los cuerpos de quemaduras hechas con velas, estufas... en la
cara, el pelo. Algunos tenían profundos cortes, les habían sacado
los ojos, roto los dientes, marcas de latigazos. Las heridas estaban
llenas de pus, y se veían infectadas después de mucho tiempo sin
tratarlas», relató César, quien confesó que en alguna
ocasión tuvo que parar de disparar su cámara para llorar. Después
se lavaba la cara y continuaba. Estaba aterrorizado por lo que veía,
«pasaba tres o cuatro días sin comer». Se imaginaba que tal vez
un día entre los cuerpos se podía encontrar «con el de mi padre,
mis hermanos». César no pudo aguantar más y pidió ayuda a un amigo,
Sami.

«Varias veces a la semana le llevaba fotos a Sami. Cuando estaba
solo en mi oficina hacia una copia de ellas y las metía en un pendrive
que él me había dado. Siempre tenía miedo de que me pillaran. Cuando
me marchaba, escondía el pendrive en mi talón o en el cinturón.
De camino a casa, tenía que pasar por cuatro o cinco controles.
Estaba aterrorizado». Durante esos dos años (2011-2013), César estaba
atrapado en el fuego cruzado . «Tenía miedo por si me capturaban
los rebeles por trabajar para el régimen; y también si me descubría
este por haber pruebas de las torturas. Mi vida estaba en peligro
por ambas partes, y la de mi familia también». La fuga de César
de Siria fue organizada por el partido de la oposición, que fue
quien contacto con él y le convenció para permanecer en el puesto
para tomar las imágenes y tener pruebas de las aberraciones del
régimen. En la actualidad, vive en Francia, junto a su familia y
bajo protección. Su trabajo sirvió para presentar el caso
ante la Corte Penal Internacional.
‘Sami’, el hombre que ayudó a Cesar a sacar de contrabando de Siria
las fotos de torturados por parte del régimen de Bachar al Asad,
reveló su identidad a finales de 2024, tras la caída del
Gobierno en una entrevista publicada por el diario árabe internacional
Al Sharq al Awsat. El rotativo entrevistó a Osama Ozman,
alias ‘Sami’, que mantuvo su identidad real oculta durante todos
estos años, al igual que Caesar, que todavía no ha revelado su verdadero
nombre.
Ozman es actualmente el jefe de la junta directiva de la ‘Caesar
Files Group Organization’. Explicó al diario que trabajaba como
ingeniero civil hasta que las protestas antigubernamentales estallaron
en Siria en 2011. Él vivía en la periferia de Damasco, que acabó
dividida en áreas bajo el control del régimen y otras en manos de
las facciones rebeldes. Su zona cayó bajo el dominio del opositor
Ejército Libre Sirio (ELS). Ozman conocía de cerca a ‘Caesar’, que
trabajaba como fotógrafo para la policía militar en áreas bajo el
control de las autoridades documentando los muertos en los departamentos
de seguridad: gracias a esta labor retrató a miles de muertos, tanto
hombres, como mujeres y menores, acusados por el régimen de «terrorismo».
Tanto ‘Sami’ como ‘Caesar’ se preguntaba cómo era posible que el
delito de un niño fuera «terrorismo», por lo que ambos decidieron
colaborar para documentar lo que estaba ocurriendo en las prisiones
y centros de detención en Damasco. Iniciaron su trabajo en mayo
de 2011, ‘Caesar’ sacaba las fotos de contrabando guardadas en un
USB y se las entregaba a ‘Sami’, que estaba en una zona en poder
de la oposición. «Incluso mis hijos no sabían que su padre era el
hombre con un apodo secreto -rememoró Ozman-.

Un día estaba mirando una foto en mi ordenador por la noche y mi
hijo pequeño me sorprendió y me preguntó ‘papá, ¿por qué esta gente
duerme sin ropa?’. En su inocencia pensaba que estaban dormidos».
‘Sami’ y ‘Caesar’ lograron sacar de Siria miles de fotos de cadáveres
de personas torturadas, que fueron publicadas por primera vez en
2014. Esos documentos suponen una prueba clave a la hora de construir
casos por abusos contra los derechos humanos contra Al Asad y los
responsables de su régimen. De hecho, en junio de 2018, una corte
alemana emitió una orden de detención internacional contra el que
fuera jefe de la Inteligencia Aérea Siria, Yamil Hasan, tomando
como prueba las fotos de ‘Caesar’. Ozman explicó que ha decidido
revelar su identidad porque actualmente hay «una nueva Siria», tras
el derrocamiento del régimen de Al Asad el pasado fin de semana
después de una ofensiva de doce días encabezada por la alianza islamista
Organismo de Liberación del Levante, antigua filial de Al Qaeda.
Y destacó la importancia de que haya una rendición den cuentas tras
la caída del régimen: «Pedimos al (nuevo) Gobierno que trabaje duro
para lograr la Justicia, que los agresores rindan cuentas y para
garantizar la dignidad de los derechos humanos como base para construir
un futuro mejor que todos los sirios sueñan», dijo en la entrevista.
La 'Caesar Act' de EEUU, es la ley aprobada en 2020, que asfixia
económicamente a la población siria. Toma su nombre del desertor
sirio. Su objetivo era dejar sin recursos paulatinamente a Damasco
para impedir que éste inicie operaciones contra la población, pero
en la práctica la sociedad civil es la más perjudicada.

En un momento histórico, esperado durante mucho tiempo por los
sirios, “César” apareció recientemente en la pantalla de Al Jazeera
para revelar al mundo su identidad por primera vez después de años
oculto. César, que arriesgó su vida para salir del corazón del infierno
de las prisiones sirias con treinta mil imágenes que documentaron
las atrocidades cometidas por el régimen de Assad contra los detenidos,
demostró que el heroísmo no es solo una palabra, sino una actitud,
coraje y dolor.
En la madrugada del 19 de mayo de 1941, el acorazado alemán Bismarck,
el buque de guerra más grande, potente y veloz de su tiempo –podía
alcanzar los 31 nudos-, zarpaba de la rada de Gotenhafen, en el
mar Báltico, para realizar en el Atlántico su primera campaña de
guerra. Lo hizo acompañado del crucero Prinz Eugen. El objetivo
del alto mando de la marina alemana era que los dos buques se unieran
a otros dos acorazados alemanes fondeados en puertos franceses y
juntos atacarán a los cada vez más protegidos convoyes ingleses.
Para ello era fundamental el papel del poderoso Bismarck, que haría
frente al buque escolta enemigo, mientras los otros barcos atacarían
sin problemas al resto del convoy. El almirantazgo británico sabedor
de la amenaza del Bismarck, botado el 14 de febrero de 1939 y que
durante dos años había realizado prácticas en el Báltico, mantuvo
una estrecha vigilancia de las costas danesas y noruegas. El 20
de mayo, los dos buques fueron avistados por el crucero sueco Gotland
y un día después un avión de reconocimiento Spitfire británico fotografió
al acorazado en el fiordo noruego de Grimstadfjord. A partir de
ese momento comenzó una implacable persecución.
Los cruceros pesados Norfolk y Suffolk , escoltados por otros navíos,
consiguieron avistar a los barcos germanos entrando en el estrecho
de Dinamarca –entre Islandia y Groenlandia- pero los perdieron en
los densos bancos de niebla. Solo gracias a los avanzados radares
británicos de detección consiguieron rastrearlos y, en alguna ocasión,
maniobrar para evitar las salvas del Bismarck, ya que los dos cruceros
no tenían potencia suficiente para entablar combate.

La imagen más conocida del ‘Bismarck’ se tomó la mañana del 24
de mayo de 1941 desde el ‘Prinz Eugen’.
Mientras se producía la persecución en el estrecho de Dinamarca,
los barcos más poderosos de la flota británica se dirigieron a toda
máquina a interceptar las rutas de evasión de las naves alemanas.
Los cruceros Prince of Wales y Hood, los más cercanos, los divisaron
en las primeras horas del día 24. La batalla fue breve. Tras los
primeros cañonazos del Hood, el Bismarck devolvió el fuego con certera
precisión. La quinta descarga penetró en la santabárbara del Hood
y la explosión partió en dos al acorazado, que se hundió en menos
de 6 minutos. Solo hubo tres sobrevivientes de una tripulación de
1.421 hombres. La pérdida del mayor buque de la Royal Navy conmocionó
a la opinión pública británica. Winston Churchill rugió pidiendo
acción y la consigna de “Hundid el Bismarck!” resonó en todos los
puentes de mando. El Prince of Wales, ligeramente dañado, se escabulló
detrás de una cortina de humo.

El acorazado Bismarck fue hundido tras ser perseguido implacablemente.
El Bismarck, alcanzado por tres proyectiles, sufrió una pequeña
fuga de combustible y debió limitar su velocidad máxima a 28 nudos.
Aunque la avería no afectó su capacidad de combate anuló cualquier
posibilidad de participar en la campaña contra los convoyes británicos.
El almirante Lutjens decidió que el Prinz Eugen se adentrará en
el Atlántico y llevar el Bismarck a un puerto francés para repararlo.
Pero los ingleses no estaban dispuestos a permitirlo. El día 26,
un hidroavión de la RAF divisó al acorazado y el resto de buques
británicos disponibles se dispusieron a interceptarlo. Una primera
escuadrilla de aviones Swordfish lanzó erróneamente torpedos contra
el Sheffield al confundirlo con el acorazado alemán, pero, afortunadamente,
no hicieron blanco.

Fotografía a unos 8.000 metros de altura. El ‘Bismarck’ puede verse
claramente a la izquierda fondeado en el Grimstadfjord con tres
barcos mercantes.
Una segunda escuadrilla de quince Swordfish del portaaviones Ark
Royal, consiguió, cuando el sol ya se ocultaba, que dos o tres torpedos
impactaran en el Bismarck . Con la suerte que uno de ellos inutilizó
los timones –su talón de Aquiles– y el poderoso navío quedó sin
gobierno, navegando en círculos a merced de las olas. Era capaz
de defenderse y el equipo propulsor estaba intacto, pero las hélices
no respondían. Se convirtió en un objetivo fácil. El Bismarck informó
al alto mando de la Kriegsmarine: “Buque incapaz de gobernarse.
Lucharemos hasta la última granada. Larga vida al Führer”. A las
8:47 del día 27 comenzó el último combate. Los acorazados Rodney,
King George V y el crucero Dorsetshire lo dañaron irremisiblemente
en menos de dos horas. El golpe de gracia lo ejecutaron los propios
alemanes al hacer estallar las cargas de autodestrucción. De una
tripulación de más de 2.220 hombres, sólo hubo 115 supervivientes,
de los que 110 fueron hechos prisioneros. El almirante Lutjens y
sus comandantes se hundieron con el buque. La carrera bélica del
orgullo de la flota de Hitler había durado escasamente nueve días.
El 9 de junio de 1989, los restos del Bismarck fueron descubiertos
a 4.700 metros de profundidad por una expedición científica al mando
de Robert D. Ballard –el mismo que había encontrado el Titanic cuatro
años antes-. Por el estado del buque se calculó que entre 400 y
600 proyectiles británicos habían impactado en el acorazado de los
2.876 que fueron disparados. Fue la demostración de la formidable
capacidad de resistencia del Bismarck que sufrió durante 74 minutos
un martilleo continuo que ningún otro buque habría podido resistir.
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“El Prince of Wales será el mejor elemento disuasorio
posible”. Así de rotundo se mostró Winston Churchill al defender
el envío de este acorazado a aguas del sudeste asiático a finales
de 1941. Con este despliegue, el primer ministro pretendía evitar
un ataque sobre sus colonias en el sudeste asiático por parte de
un Japón cada vez más agresivo con las potencias occidentales. La
confianza de Churchill parecía estar fundamentada. El HMS Prince
of Wales era uno de los acorazados más modernos con los que contaba
la armada británica. En mayo de 1941 había participado en un duro
combate con el célebre Bismarck.
Al igual que sus potentes cañones de superficie de
14 pulgadas, la artillería antiaérea del Prince of Wales también
era puntera. Estaba diseñada para abatir aviones que volaran a gran
altura, como se esperaba que actuaran los bombarderos enemigos,
pero con una eficacia más limitada para atacar aparatos en cotas
más bajas. El Prince of Wales lideraría la Fuerza Z. El principal
escudero del acorazado iba a ser el crucero de batalla HMS Repulse,
una nave no tan moderna ni tan blindada, pero con una notable potencia
de fuego. Los navíos estarían al mando del contraalmirante sir Tom
Phillips, apodado “Tom Thumb” (Pulgarcito) por su baja estatura
y considerado por sus compañeros un mando de oficina con poca experiencia.

El Prince of Wales anclando en Singapur.
La formación se completaría con una escolta de destructores
y, en teoría, el portaaviones HMS Indomitable aportaría cobertura
aérea, pero encalló en las Bermudas el 3 de noviembre de 1941 y
no pudo incorporarse a la expedición. La Fuerza Z llegó a Singapur
el 2 de diciembre, la gran base naval británica en el sudeste asiático,
conocida como la “Gibraltar de Oriente”. El Almirantazgo recomendó
a Churchill no arriesgar a la Fuerza Z sin un apoyo aéreo adecuado.
Pero el primer ministro seguía confiando en la potencia de fuego
y rapidez del Prince of Wales y del Repulse, así como en la cobertura
que brindarían los aviones de la RAF presentes en Singapur y otras
bases malayas.
El ataque a la base estadounidense en Pearl Harbor
fue una pieza más de la gran ofensiva que Japón desencadenó por
todo el Pacífico para ocupar las colonias de las potencias occidentales.
Tokio se había enemistado con británicos y estadounidenses por sus
políticas expansionistas en Asia y, en particular, por la invasión
de China iniciada en 1937. Como parte de esta gran ofensiva, las
tropas del emperador Hirohito desembarcaron al norte de la península
malaya la madrugada del 8 de diciembre de 1941. A media mañana del
día 8, el contralmirante Phillips convocó una reunión de oficiales
navales a bordo del Prince of Wales. Ningún oficial de aviación
estuvo presente para coordinar la respuesta, ya que estaban centrados
en contrarrestar los ataques japoneses contra sus aeródromos.

Churchill en la cubierta del Prince of Wales, en agosto
de 1941.
Aun sin esa coordinación, Phillips decidió hacerse
a la mar aquella misma tarde con la Fuerza Z. Su intención era atacar
al resto de fuerzas de desembarco japonesas que estaban completando
el despliegue. La previsión meteorológica indicaba cielos nublados
y chubascos para el día 8 y 9, con lo que el contraalmirante creyó
que, gracias a la rapidez de sus navíos, podría alcanzar al enemigo
antes de ser detectado por la aviación japonesa. Para completar
su ocultamiento, Phillips también decidió mantener un estricto silencio
de radio y no responder a los mensajes enviados desde Singapur.
El almirante inglés parecía haber tomado nota del error cometido
por el alemán Günther Lutjens, capitán del Bismarck, quien, al abusar
de las comunicaciones por radio, había permitido a la Royal Navy
triangular la posición de su acorazado y darle caza. No sería un
avión japonés el primero en avistar a la Fuerza Z, sino el submarino
I-65, que pronto transmitió la posición a los comandantes de la
armada imperial en la zona.

El contraalmirante japonés Sadaichi Matsunaga y el
almirante británico Tom Phillips.
El contraalmirante Sadaichi Matsunaga, oficial al
mando de casi un centenar de aparatos de la 22.ª Flotilla Aérea,
ordenó despegar a sus bombarderos Betty y Nell con base en Saigón
para buscar a la Fuerza Z. Los japoneses también movilizaron cuatro
cruceros ligeros que protegían a sus fuerzas anfibias en el golfo
de Siam, y solicitaron el envío de refuerzos para contrarrestar
la potencia de fuego británica. A partir de aquí, comenzó un largo
juego del gato y el ratón entre japoneses y británicos. Aunque el
tiempo mejoró a última hora de la tarde, los barcos de Phillips
pudieron ponerse al amparo de la noche y no ser descubiertos por
los aviones de Matsunaga.

Parte del armamento antiaéreo del Prince of Wales.
Poco antes de la medianoche del 10 de diciembre, Phillips
recibió un informe de Singapur que hablaba de un desembarco japonés
en Kuantan, un pequeño puerto en la costa oriental malaya. Si el
enemigo lo tomaba, podría atacar por la retaguardia a las tropas
de la Commonwealth. Así que la Fuerza Z puso rumbo hacia allí para
interceptar a los transportes nipones. Aunque acercarse a la costa
aumentaba el riesgo de detección, el contralmirante británico lo
asumió, ya que pensó que los aviones británicos estarían atacando
también a las fuerzas de desembarco. De todas formas, Phillips siguió
con su estricto silencio de radio.Sin embargo, otro submarino japonés,
el I-58, detectó de nuevo a la Fuerza Z y lanzó cinco torpedos contra
el Repulse, aunque todos fallaron. En los navíos de la Royal Navy
nadie avistó las estelas de los proyectiles en la noche. Pese a
su fútil ataque, el sumergible transmitió precisas estimaciones
del rumbo de sus enemigos. Con estos datos y la llegada del amanecer
del 10 de diciembre, los japoneses retomaron una búsqueda de la
Fuerza Z con la mayoría de sus bombarderos Betty y Nell. Los buques
de Phillips llegaron a Kuantan pero descubrieron que no había ninguna
fuerza de desembarco japonesa. El informe de Singapur se había basado
en datos sin confirmar.
El Prince of Wales y sus escoltas se alejaron de la
costa, pero ya era tarde. A las diez y diez de la mañana, un avión
japonés de reconocimiento avistó a la Fuerza Z. Los británicos también
divisaron el aparato enemigo y fueron conscientes de que el ataque
no tardaría en llegar. Phillips se mostró convencido de que la aviación
británica estaba al tanto de los movimientos enemigos y aparecerían.
Media hora después quienes llegaron fueron los primeros nueve aviones
Nell japoneses, armados con bombas. Muy pronto los proyectiles comenzaron
a caer en torno al Repulse y al Prince of Wales. Eran bombas de
250 kilogramos sin capacidad para perforar blindajes, pero los japoneses
sabían lo que hacían. La intención de esta primera oleada no era
hundir a sus enemigos, sino dañar a los cañones antiaéreos y herir
o matar al mayor número posible de tripulantes presentes en las
cubiertas. Poco después llegó la segunda oleada con otros nueve
aparatos, la mayoría Bettys equipados con torpedos. Estos aviones
se aproximaban a unos 300 metros de altitud y luego descendían a
apenas 35 metros para lanzar sus proyectiles. Ante estas tácticas,
los principales cañones antiaéreos de la Fuerza Z eran ineficaces,
por sus limitados arcos de fuego a cotas bajas.
El fotógrafo Chris Jordan pisó en 2009 por primera
vez el atolón de Midway -unos pequeños islotes en medio del Océano
Pacífico- para documentar el creciente problema de la basura en
el mar. Entonces no se imaginaba que su impactante foto del cadáver
de una cría de albatros se volvería viral y cambiaría la respuesta
del planeta a la crisis de los plásticos. Después de tomar algunas
instantáneas de desechos amontonados, Jordan buscó una forma más
personal de mostrar las consecuencias del consumismo. Al escuchar
que había una isla situada 2.100 km al noroeste de Honolulu en la
que se hallaban miles de pájaros muertos con el estómago lleno de
artículos de plástico como tapones y cepillos de dientes, "inmediatamente
sentí esta magnética atracción para ir allí", confiesa. Estaba decidido
a encontrar una manera de fotografiar las aves "que reflejara la
profundidad de esta tragedia ambiental".

Jordan no fue el primer fotógrafo en capturar el impacto
de la crisis de los plásticos en la población de albatros de Midway.
La primera imagen conocida la tomaron investigadores estadounidenses
en 1966 y fue publicada en 1969, afirma Wayne Sentman, biólogo y
presidente de la junta de la organización Amigos del Atolón de Midway.
Se cree que la ingestión de plástico afecta gravemente a los polluelos
de albatros porque esos fragmentos pueden perforar la pared intestinal
o causar deshidratación, mientras los metales pesados y otros químicos
se pueden filtrar en concentraciones letales para estas aves, explica
Sentman. Jordan, que había visto fotos anteriores tomadas en Midway,
intentó darles a sus propias instantáneas una dimensión más emocional.
El fotógrafo compara la composición de imágenes de estos pájaros
muertos con "un ritual de duelo". "Cuando colocamos objetos sagrados
en un altar lo hacemos de forma natural, con simetría y equilibrio,
y podemos pasar mucho tiempo haciéndolo hasta que todo se mantiene
unido", explica Jordan. Eligió usar un difusor de luz para crear
un brillo más suave "que contribuye a la sensación de una fotografía
un poco más profunda".

Esta fotografía de Chris Jordan se volvió viral antes
del auge de las redes sociales.
Cuando Jordan regresó a Seattle, creyó que había completado
este proyecto: "Me despedí de las islas y me fui a casa; luego procesé
las imágenes y las subí". No esperaba que sus fotografías se volvieran
virales -aún no había llegado el auge de las redes sociales- pero
rápidamente comenzaron a aparecer en revistas y periódicos de todo
el mundo. "Aparecía en todas partes al mismo tiempo", recuerda.
Decenas de miles de correos electrónicos se acumulaban en su bandeja
de entrada y tuvo que contratar a un asistente a tiempo completo
solo para contestarlos todos. "Muchas personas respondían traumatizadas",
recuerda Jordan. "La gente quería ir a Midway y salvar a los albatros,
pero el plástico no es algo de esas islas. Es un problema sistémico".
Un reciente informe de WWF proyecta que la producción de plástico
se duplicará con creces para 2040 y, como resultado, los desechos
de este material en el océano se cuadruplicarán para 2050. Jenna
Jambeck, ingeniera ambiental de la Universidad de Georgia y experta
mundial en contaminación plástica, calculó que en 2010 llegaron
al océano desde fuentes terrestres 8 millones de toneladas de desechos
plásticos, equivalente al peso de unos 650.000 autobuses de dos
pisos.

El área de Midway es reconocida especialmente por
la batalla de Midway, (4-7 de junio de 1942) que se llevó a cabo
durante la Segunda Guerra Mundial. La Marina de los Estados Unidos
repelió un ataque japonés, marcando esta victoria un viento de cambio
en el escenario de la guerra del Pacífico. Las islas Midway, probablemente,
fueran descubiertas por el capitán español Miguel Zapiaín que en
1799 avistó estas islas y las bautizó como isla de Patrocinio. Midway
no tiene habitantes indígenas y estuvo deshabitada hasta el siglo
XIX.
Jordan decidió regresar a Midway. En julio de 2010
se encontró con una "cacofonía" de millones de albatros bailando,
cantando y saludándose. Quedó cautivado. "La cantidad de pájaros
es increíble. Inmediatamente, comenzó a presentarse el otro lado
de la historia y el tema se convirtió en el nombre de la isla: la
mitad del camino entre el horror y la belleza; entre el infierno
de ver nuestros plásticos aparecer de esta manera visceralmente
horrible dentro de los estómagos de estos pajaritos y el paraíso
de esta isla tropical que está siendo cuidada y protegida con amor
como un santuario marino cubierto por millones de estos seres que
no temen a los humanos", expone Jordan, que visitó Midway ocho veces
en total. También pasó cuatro años trabajando en su documental "Albatross",
estrenado en 2018, solo un año después de que otras dos importantes
películas destacaran los impactos de la contaminación en la vida
silvestre marina: la serie de la BBC de David Attenborough "Blue
Planet 2" y la galardonada producción de Netflix "A Plastic Ocean"
de la cineasta Jo Ruxton. Ruxton, fundadora de la organización benéfica
de conservación marina Ocean Generation, incluyó en su película
una secuencia sobre el plástico que amenaza a los albatros de Midway.
"Lo que hace que las fotos de Jordan causen impacto es que la gente
reconoce objetos que sin duda ha tirado alguna vez", alega. "Puedes
ver pequeños fragmentos de plástico en cosas tan pequeñas como mejillones,
ostras e incluso zooplancton, pero lo que nos hace identificarnos
es ver cosas que realmente usamos, que han pasado por nuestras manos".
Ruxton sostiene un gran frasco de vidrio con coloridos
objetos de plástico cotidianos (un cartucho de impresora, una pelota
de golf, un cepillo de dientes y cuatro encendedores) que provienen
del estómago de un albatros. "Eso ha cambiado los corazones y las
mentes de las personas en las charlas que doy", asegura Ruxton.
"Entender el océano debería estar en nuestro ADN". Jordan sostiene
que la fotografía contribuyó a crear conciencia sobre la contaminación
plástica. "Hubo una gran cantidad de activismo oceánico que apareció
en todo el mundo al mismo tiempo: organizaciones sin fines de lucro
que limpiaban playas y defendían regulaciones sobre plásticos, educación
en las escuelas o legislaciones sobre la toxicidad. Ha sido increíble
verlo".

Otra instantánea de Jordan en Midway.
En mayo de 2023, científicos del Museo de Historia
Natural de Londres identificaron una nueva enfermedad en las aves
marinas causada por la ingestión de plástico: la plasticosis daña
los tractos digestivos de las aves marinas y les deja cicatrices.
En casos severos esto conduce a infecciones y parásitos, al tiempo
que restringe su capacidad para digerir de manera efectiva los alimentos.
"No hay duda de que las cosas están mejorando; antes había muy poca
legislación", afirma Ruxton. En los últimos años han entrado en
vigor en varios países todo tipo de prohibiciones, desde microesferas
de plástico en la pasta de dientes hasta bastoncillos de algodón
y bolsas de la compra. Esta semana continuaron las negociaciones
entre 175 naciones para desarrollar un Tratado Global de Plásticos
que sea legalmente vinculante en 2024. Este nuevo acuerdo internacional
anunciará un enfoque mucho más coordinado e integral para reducir
la contaminación plástica global al tomar medidas como gravar el
plástico virgen o prohibir todos los plásticos innecesarios de un
solo uso. Los países acordaron crear un primer borrador del tratado
para noviembre de 2023.

Un albatros en el atolón de Midway.
Pero, cuando se trata de encontrar soluciones, Jordan
todavía siente que falta algo. Cree que abordar con éxito el problema
de la contaminación plástica pasa por reconstruir una relación sólida
con la naturaleza. "Millones de personas están despertando, pero
sorprende que la gran mayoría de las personas que están en el poder
en nuestro mundo, presidentes y jefes de empresas y grandes instituciones,
sean los más desconectados". "Cada vez que veía morir pájaros o
los veía ya muertos, se me caían las lágrimas. El dolor era increíblemente
intenso hasta que finalmente un día me di cuenta de que la razón
por la que lo siento tanto es porque los amo", dice Jordan. "Eso
es el duelo: una experiencia directa de amor por algo que estamos
perdiendo o por algo que está sufriendo. Me sentí liberado al sentirlo
por completo. Es una puerta", afirma Jordan. Para el fotógrafo,
conectar con la naturaleza y apreciar de forma orgánica el mundo
que nos rodea, en lugar de esperar a que las cosas mejoren algún
día, es lo que realmente impulsa un cambio positivo.
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