Tierras raras y un posible acuerdo.
Estados Unidos y Ucrania han firmado un acuerdo
que -en tiempos normales- Kiev nunca habría firmado. Un análisis
de su contenido, punto por punto, refleja por qué supone un
punto a favor de Ucrania. La importancia para este país del
acuerdo sobre la explotación conjunta de sus recursos minerales
no reside en el acuerdo en sí. Más bien, en el hecho de que
contribuye a reforzar la soberanía ucraniana e, indirectamente,
a preservar el paraguas defensivo estadounidense. De hecho,
no cabe duda de que en tiempos normales Kiev nunca habría
suscrito un pacto semejante y en tales términos, en el que
cede a los estadounidenses el reparto de sus riquezas naturales.
Ni con Washington ni con ningún otro gobierno. Pero no estamos
en tiempos normales. Desde hace más de tres años, Vladimir
Putin acelera la guerra iniciada en 2014, cuando tomó Crimea
y azuzó a las milicias pro-Moscú en el Donbás. Desde el 24
de febrero de 2022, Rusia pretende volver a poner a Ucrania
totalmente bajo su hegemonía. Ni siquiera están en juego las
cuestiones fronterizas de los territorios ocupados por las
tropas de Putin. En realidad, como ha sido cada vez más evidente
desde el comienzo de los intentos de mediación de Donald Trump,
Putin pretende imponer su control sobre el gobierno de Kiev
y su monopolio del poder para convertir a Ucrania en una especie
de 'Bielorrusia bis'.

La pantalla táctil de tu teléfono móvil, tubos
fluorescentes, los componentes de un vehículo eléctrico y
gran cantidad de los dispositivos tecnológicos que manejamos
necesitan para su correcto funcionamiento unos elementos químicos
con una denominación peculiar. Las "tierras raras" son un
grupo de 17 elementos químicos, incluyendo los 15 lantánidos,
escandio y itrio, que se caracterizan por sus propiedades
magnéticas, luminosas y conductoras. A pesar de su nombre,
no son escasas en la Tierra, pero sí difíciles de extraer
y refinar debido a su distribución geológica.
No es casualidad que Moscú insista en limitar
la fuerza del ejército ucraniano y que también haya propuesto
recientemente sustituir a Zelenski por un gobierno nombrado
por las Naciones Unidas. Putin sigue creyendo que Ucrania
es parte integrante del llamado 'Mundo Ruso' y no descansará
hasta haber conseguido imponer su poder de la forma más directa
posible en el país. Zelenski insistió en que el acuerdo con
Washington se firmara de todos modos. Y las razones son obvias:
Ucrania firma un acuerdo a largo plazo que demuestra su plena
soberanía a los rusos e implica a los estadounidenses. El
acuerdo es un símbolo concreto de independencia y plena autonomía.
Moscú tendrá que tenerlo en cuenta. Según informan los medios
de comunicación ucranianos, también es evidente que en las
negociaciones de última hora fue posible arrancar a los estadounidenses
algunas mejoras a favor de Kiev.
Los puntos principales del acuerdo indican que
todos los recursos permanecen bajo soberanía ucraniana, el
fondo de inversión que gestiona la iniciativa se reparte al
50% (los estadounidenses querían el paquete mayoritario),
las empresas estatales siguen siendo ucranianas. No se hace
referencia a la deuda ucraniana por los gastos estadounidenses
durante los años de guerra y el acuerdo no afecta en modo
alguno a la entrada de Ucrania en la Unión Europea. El Fondo
sólo cubre nuevas iniciativas y no actividades económicas
ya existentes y Estados Unidos se compromete a atraer nuevas
inversiones a Ucrania.
Desde esta perspectiva, toda la iniciativa también
puede ser leída por los ucranianos como una especie de seguro
estadounidense para su futuro. Y esto cobra relevancia tras
las últimas declaraciones de Trump, más crítico con Putin
que en el pasado. Zelenski continúa creyendo que la alianza
con EE UU sigue siendo vital para su país. Los aliados europeos
aún no son capaces de hacerse cargo de la ayuda militar y
no está claro cuándo o si algún día lo harán.
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Ruslán es un perro guardián en un campo de trabajo
del Gulag soviético. De la noche a la mañana él y sus compañeros
ven cómo los campos se vacían de prisioneros y cómo sus amos,
los guardias, a los que aman incondicionalmente, les abandonan
a su suerte; durante las semanas posteriores Ruslán deberá
adaptarse a su nueva situación. Vladímov, uno de los escritores
rusos más destacados de la segunda mitad del siglo XX, utiliza
el punto de vista del perro para explicar la inhumanidad del
sistema soviético. Y lo hace partiendo de una situación que
se produjo en la Unión Soviética a finales de los cincuenta,
cuando los cambios introducidos por Nikita Jruschov permitieron
la liberación de millones de prisioneros y el desmantelamiento
de parte del sistema soviético de campos de trabajo.

Una primera versión de El fiel Ruslán titulada
«Los perros» circuló clandestinamente en la URSS durante los
años sesenta. Vladímov continuó trabajando en la novela hasta
1974, cuando consiguió sacar el manuscrito del país; un año
más tarde se publicó en Alemania. Está considerada como una
de las mejores novelas rusas de la segunda mitad del siglo
XX.

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Durante el S. XVIII todos los puertos maritímos
de Rusia pasaban la mitad del año congelados, lo que limitaba
su poder naval y comercial. Catalina la Grande decidió que
lo mejor que podían hacer era expandirse hacia el sur. Puso
su mirada sobre el imperio otomano con el objetivo de conseguir
un puerto en aguas más cálidas. En 1783 conquistó Crimea y
tomó control del puerto de Sebastobol en el Mar Negro. En
1954 Crimea fue transferida a la República Socialista Soviética
de Ucrania y así siguió hasta los años 90 del pasado siglo.
Tras la caida de la URRS, Ucrania permitió que siguieran usando
el puerto. Pero ya no le pertenecía. Desde el 2014 se hace
patente el deseo latente de la recuperación.
La República Socialista Soviética de Ucrania
se convirtió en miembro fundador de la Unión Soviética en
1922, siendo firmante del Tratado de Creación de la URSS,
luego de lo cual todo el territorio de Ucrania se incorporó
a la Unión Soviética, formando parte de ella entre 1922 y
1991. Durante la era de la Ucrania soviética, se vivieron
momentos fundamentales del siglo XX, tales como la hambruna
ucraniana que mató a más de 4 millones de personas en la década
de 1930, la Segunda Guerra Mundial -en la cual la Alemania
nazi conquistó prácticamente toda Ucrania como parte de la
Operación Barbarroja, siendo el frente ucraniano una de las
líneas por las cuales Hitler invadió la Unión Soviética- y
el accidente de Chernóbil en 1986. Tras el intento de golpe
de Estado en la Unión Soviética producido en Moscú, la RSS
de Ucrania declaró su independencia el 24 de agosto de 1991.
En diciembre del mismo año, se formalizaría la disolución
de la Unión Soviética.

La Operación Barbarroja fue la invasión de la
Unión Soviética por parte de Alemania nazi, comenzando el
22 de junio de 1941. Fue la mayor operación militar terrestre
de la historia, con millones de soldados alemanes cruzando
la frontera sin declaración de guerra. El objetivo era conquistar
los recursos soviéticos y eliminar a un rival amenazador.
El líder nazi cometió el gran error que le llevó a perder
la II Gran Mundial.
El legado soviético tiene un impacto complejo
y multifacético en el sentimiento nacional de Ucrania. Tras
la independencia de 1991, Ucrania ha buscado definir su identidad
nacional separándose del pasado soviético, pero al mismo tiempo,
aspectos del legado soviético siguen influyendo en la percepción
y la experiencia nacional ucraniana. La independencia de Ucrania
se ha caracterizado por una intensa búsqueda de una identidad
nacional propia, que a menudo ha implicado una crítica al
periodo soviético. Este proceso ha generado controversias
y tensiones, especialmente en relación con figuras y eventos
históricos controvertidos. El gobierno soviético implementó
una política de rusificación en Ucrania, que buscaba suprimir
la lengua, cultura y tradiciones ucranianas. Esto ha contribuido
a un sentimiento de resistencia a la influencia rusa y a la
búsqueda de la soberanía nacional. Ucrania busca integrarse
en la comunidad europea y occidental, lo que también contribuye
a su diferenciación de Rusia y a la construcción de una identidad
europea. El apoyo a la integración europea es un factor importante
en el sentimiento nacional ucraniano. La guerra en Donbás
y la anexión de Crimea por parte de Rusia han fortalecido
el sentimiento nacional ucraniano y han aumentado el apoyo
a la independencia y soberanía de Ucrania. El idioma ucraniano
es un factor importante en la construcción de la identidad
nacional ucraniana. La promoción de la lengua y cultura ucranianas
es fundamental para reforzar la identidad nacional y diferenciarse
de Rusia.

Crimea, patio de juegos y campo de batalla entre
Rusia y Ucrania.

El legado soviético es un factor complejo que
influye en el sentimiento nacional de Ucrania. La independencia
ha traído consigo una búsqueda de una identidad nacional propia,
que a menudo implica una crítica al periodo soviético. Sin
embargo, aspectos del legado soviético, como la resistencia
a la rusificación y la identificación con la identidad europea,
también continúan teniendo un impacto en la percepción y la
experiencia nacional ucraniana. El sentimiento nacional en
Ucrania ha ido creciendo a lo largo de su historia, con importantes
impulsos en la década de 1770, tras la Revolución Naranja
en 2004, y más recientemente, tras la invasión masiva rusa
de 2022. : La idea del nacionalismo ucraniano se formó en
la década de 1770, inspirada por el filósofo alemán Johann
Gottfried Herder. La Revolución Naranja, que surgió tras las
elecciones presidenciales de 2004, evidenció la creciente
insatisfacción de los ucranianos con el estado político y
económico del país, reforzando el sentimiento nacional. La
invasión rusa de 2022 ha contribuido a una mayor unidad nacional,
impulsando el deseo de reconocimiento de la soberanía y la
existencia nacional de Ucrania. La historia de Ucrania, marcada
por la ocupación extranjera, ha fomentado el deseo de autodeterminación
y soberanía. La existencia de una cultura e idioma distintivos
ha contribuido a la formación de una identidad nacional ucraniana.
La resistencia a la dominación rusa a lo largo de la historia
ha reforzado el sentimiento de unidad nacional. El conflicto
actual ha intensificado el sentimiento nacional, uniendo a
la población en la defensa de su país y territorio.
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Las élites regionales del Partido Comunista,
que habían formado parte del aparato soviético, se reconvirtieron
rápidamente en líderes de los nuevos estados independientes.
Muchas se mantuvieron en el poder durante décadas, a menudo
como dictadores. A diferencia de los países bálticos, donde
sí existía un fuerte nacionalismo, en Ucrania la desintegración
de la URSS fue vista más como una consecuencia que como un
objetivo. Aunque no se instauró una dictadura, los primeros
presidentes —como Leonid Kravchuk— provenían del antiguo régimen
y su mandato estuvo marcado por la corrupción. Rusia, por
su parte, tampoco reaccionó con contundencia. Como república
dentro de la URSS, apenas tenía instituciones propias. Solo
con Yeltsin empieza a construirse un Estado ruso separado
del soviético, y ni siquiera entonces se actúa de inmediato.
Lo paradójico, es que el propio Yeltsin contribuyó al colapso
del sistema que más tarde intentaría recomponer. La lectura
que hace hoy el Kremlin sobre aquella etapa dista mucho de
ser neutral. En su discurso del 21 de febrero de 2022 —tres
días antes de la invasión de Ucrania—, Vladímir Putin afirmó
que la nación ucraniana era una invención reciente, promovida
por Occidente y tolerada por Lenin. Según Putin, Rusia nace
en Kiev, y todo lo que ha ocurrido después forma parte de
una continuidad histórica. Es cierto que, durante la Primera
Guerra Mundial, los alemanes fomentaron movimientos nacionalistas
en territorios como Ucrania, Lituania, Letonia o Estonia para
debilitar a sus adversarios. Sin embargo, que un nacionalismo
se active en un momento de oportunidad política no invalida
su legitimidad posterior.
En los años posteriores a la Revolución bolchevique,
Ucrania vivió un breve florecimiento nacional bajo la tutela
de Lenin. En los años veinte, este clima relativamente abierto
propició un auge de la literatura, de la lengua ucraniana
y de la creatividad intelectual. Sin embargo, todo cambió
con Stalin. La represión estalinista se intensificó con el
Holodomor, la gran hambruna de 1931-1933, que se cobró entre
uno y cinco millones de vidas. Fue una combinación de decisiones
políticas deliberadas, errores de planificación, represión
sistemática y una falta total de control sobre las consecuencias.
A partir de entonces, se impuso una nueva oleada de rusificación
y represión cultural.

Pásate por JyV >> Fotografía
>> Holodomor.
A comienzos del siglo XXI, Ucrania se dividía
entre una parte de la población favorable a la integración
con Europa y otra alineada con Moscú. La Revolución Naranja
de 2004 y el Euromaidán en 2013 marcaron puntos de inflexión.
En 2004, Ucrania seguía siendo un país profundamente dividido.
Pero tras el Euromaidán, el sentimiento nacional ucraniano
se consolidó. Si en 1991 solo un 10 % de la población ucraniana
se sentía claramente identificada con el proyecto nacional,
tras el Euromaidán ese porcentaje aumentó hasta cerca del
70 %. Rusia no consideró el Euromaidán como una revolución
legítima, sino como un golpe promovido por Occidente. Esta
percepción sirvió de base para la anexión de Crimea en 2014
y la posterior invasión de 2022. Aunque la reacción internacional
fue dura en términos diplomáticos, no se llegó a una confrontación
militar directa. El final del conflicto es incierto. Aunque
pueda detenerse la guerra activa, el conflicto no acabará
del todo. Hay demasiadas heridas abiertas. Lo más probable,
es un alto el fuego y unas fronteras congeladas de facto.
Aunque haya una pausa en los combates, el conflicto quedará
latente. En este contexto, comprender los relatos históricos
que ambos países se disputan —desde la Rus de Kiev hasta la
independencia de 1991— es esencial para entender las raíces
profundas de un conflicto que no solo se libra en el campo
de batalla, sino también en la memoria.
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La firma del acuerdo reciente se engarza como
un diamante a su corona en un país con profundas divisiones
políticas, donde diferentes grupos no confían entre sí y la
violencia parece probable. Ahora, imaginemos una avalancha
de imágenes políticas, memes de odio y videos satíricos de
fuentes nacionales y extranjeras que se apoderan de las redes
sociales. ¿Qué es probable que suceda a continuación? El uso
generalizado de las redes sociales en tiempos de problemas
políticos y violencia ha hecho que sea más difícil prevenir
conflictos y construir la paz. Las redes sociales están cambiando,
con nuevas tecnologías y estrategias disponibles para influir
en lo que la gente piensa durante las crisis políticas. Estos
incluyen nuevas formas de promover creencias y objetivos,
ganar apoyo, deshumanizar a los oponentes, justificar la violencia
y crear duda o descartar hechos inconvenientes. Al mismo tiempo,
las propias tecnologías son cada vez más sofisticadas. Cada
vez más, las campañas en las redes sociales utilizan imágenes
como memes, vídeos y fotografías (ya sean editadas o no) que
tienen un impacto mayor en las personas que el simple texto.

Una imagen falsa del presidente francés Emmanuel
Macron con el gobernador ucraniano Vitalii Kim puede no tener
sentido para un científico de inteligencia artificial. Pero
para los politólogos la imagen parece elogiar el enorme coraje
de los ucranianos en contraste con los líderes extranjeros
que parecen temer las amenazas nucleares rusas. El objetivo
era reforzar las dudas de Ucrania sobre sus aliados europeos.
A los sistemas de inteligencia artificial les
resulta más difícil comprender imágenes que texto. Por ejemplo,
es más fácil rastrear publicaciones que dicen “Los ucranianos
son nazis” que encontrar y comprender imágenes falsas que
muestran soldados ucranianos con símbolos nazis. Pero este
tipo de imágenes son cada vez más comunes. Así como una imagen
vale más que mil palabras, un meme vale más que mil tuits.
En las dos semanas previas a la invasión rusa de Ucrania en
2022 hubo una casi un 9.000% de aumento en el número de publicaciones
y un aumento de más del 5.000% en imágenes manipuladas de
blogueros militares rusos. Estos enormes aumentos muestran
lo intensa fue la campaña de propaganda en internet de Rusia
y cómo utilizó las redes sociales para influir en las opiniones
de la gente y justificar la invasión. Esto también muestra
la necesidad de monitorear y analizar mejor el contenido visual
en las redes sociales. Para realizar nuestro análisis, recopilamos
el historial completo de publicaciones e imágenes de las cuentas
de 989 blogueros militares rusos en la aplicación de mensajería
Telegram. Esto incluye casi 6 millones de publicaciones y
más de 3 millones de imágenes. Cada publicación e imagen tenía
una marca de tiempo y se categorizaba para facilitar un análisis
detallado.

Este meme pro-ruso se burla del periodista anti-Putin
Arkady Babchenko. El texto de la camiseta fue insertado en
la foto y la cabeza de Babchenko parece estar insertada en
el cuerpo de otra persona.
El meme presenta el lenguaje “los jugadores
no mueren, reaparecen”, en alusión a los personajes de videojuegos
que regresan a la vida después de morir. Esto resta importancia
a la situación de Babchenko e ilustra el uso de imágenes manipuladas
para transmitir mensajes políticos e influir en la opinión
pública. Este es solo un ejemplo de millones de imágenes que
fueron manipuladas estratégicamente para promover diversas
narrativas. El cambio a los medios visuales en los últimos
años trae un nuevo tipo de datos que los investigadores aún
no han estudiado mucho en detalle. Mirar imágenes puede ayudar
a los investigadores a comprender cómo los adversarios se
echan las culpas mutuamente y cómo esto puede conducir a un
conflicto político. Al estudiar el contenido visual, los investigadores
pueden ver cómo se difunden las historias y las ideas, lo
que nos ayuda a comprender los factores psicológicos y sociales
involucrados. Esto es especialmente importante para encontrar
formas más avanzadas y sutiles de influenciar a las personas.
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