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3 - Mayo - 2025
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Tierras raras y un posible acuerdo.

Estados Unidos y Ucrania han firmado un acuerdo que -en tiempos normales- Kiev nunca habría firmado. Un análisis de su contenido, punto por punto, refleja por qué supone un punto a favor de Ucrania. La importancia para este país del acuerdo sobre la explotación conjunta de sus recursos minerales no reside en el acuerdo en sí. Más bien, en el hecho de que contribuye a reforzar la soberanía ucraniana e, indirectamente, a preservar el paraguas defensivo estadounidense. De hecho, no cabe duda de que en tiempos normales Kiev nunca habría suscrito un pacto semejante y en tales términos, en el que cede a los estadounidenses el reparto de sus riquezas naturales. Ni con Washington ni con ningún otro gobierno. Pero no estamos en tiempos normales. Desde hace más de tres años, Vladimir Putin acelera la guerra iniciada en 2014, cuando tomó Crimea y azuzó a las milicias pro-Moscú en el Donbás. Desde el 24 de febrero de 2022, Rusia pretende volver a poner a Ucrania totalmente bajo su hegemonía. Ni siquiera están en juego las cuestiones fronterizas de los territorios ocupados por las tropas de Putin. En realidad, como ha sido cada vez más evidente desde el comienzo de los intentos de mediación de Donald Trump, Putin pretende imponer su control sobre el gobierno de Kiev y su monopolio del poder para convertir a Ucrania en una especie de 'Bielorrusia bis'.

La pantalla táctil de tu teléfono móvil, tubos fluorescentes, los componentes de un vehículo eléctrico y gran cantidad de los dispositivos tecnológicos que manejamos necesitan para su correcto funcionamiento unos elementos químicos con una denominación peculiar. Las "tierras raras" son un grupo de 17 elementos químicos, incluyendo los 15 lantánidos, escandio y itrio, que se caracterizan por sus propiedades magnéticas, luminosas y conductoras. A pesar de su nombre, no son escasas en la Tierra, pero sí difíciles de extraer y refinar debido a su distribución geológica.

No es casualidad que Moscú insista en limitar la fuerza del ejército ucraniano y que también haya propuesto recientemente sustituir a Zelenski por un gobierno nombrado por las Naciones Unidas. Putin sigue creyendo que Ucrania es parte integrante del llamado 'Mundo Ruso' y no descansará hasta haber conseguido imponer su poder de la forma más directa posible en el país. Zelenski insistió en que el acuerdo con Washington se firmara de todos modos. Y las razones son obvias: Ucrania firma un acuerdo a largo plazo que demuestra su plena soberanía a los rusos e implica a los estadounidenses. El acuerdo es un símbolo concreto de independencia y plena autonomía. Moscú tendrá que tenerlo en cuenta. Según informan los medios de comunicación ucranianos, también es evidente que en las negociaciones de última hora fue posible arrancar a los estadounidenses algunas mejoras a favor de Kiev.

Los puntos principales del acuerdo indican que todos los recursos permanecen bajo soberanía ucraniana, el fondo de inversión que gestiona la iniciativa se reparte al 50% (los estadounidenses querían el paquete mayoritario), las empresas estatales siguen siendo ucranianas. No se hace referencia a la deuda ucraniana por los gastos estadounidenses durante los años de guerra y el acuerdo no afecta en modo alguno a la entrada de Ucrania en la Unión Europea. El Fondo sólo cubre nuevas iniciativas y no actividades económicas ya existentes y Estados Unidos se compromete a atraer nuevas inversiones a Ucrania.

Desde esta perspectiva, toda la iniciativa también puede ser leída por los ucranianos como una especie de seguro estadounidense para su futuro. Y esto cobra relevancia tras las últimas declaraciones de Trump, más crítico con Putin que en el pasado. Zelenski continúa creyendo que la alianza con EE UU sigue siendo vital para su país. Los aliados europeos aún no son capaces de hacerse cargo de la ayuda militar y no está claro cuándo o si algún día lo harán.

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Ruslán es un perro guardián en un campo de trabajo del Gulag soviético. De la noche a la mañana él y sus compañeros ven cómo los campos se vacían de prisioneros y cómo sus amos, los guardias, a los que aman incondicionalmente, les abandonan a su suerte; durante las semanas posteriores Ruslán deberá adaptarse a su nueva situación. Vladímov, uno de los escritores rusos más destacados de la segunda mitad del siglo XX, utiliza el punto de vista del perro para explicar la inhumanidad del sistema soviético. Y lo hace partiendo de una situación que se produjo en la Unión Soviética a finales de los cincuenta, cuando los cambios introducidos por Nikita Jruschov permitieron la liberación de millones de prisioneros y el desmantelamiento de parte del sistema soviético de campos de trabajo.

Una primera versión de El fiel Ruslán titulada «Los perros» circuló clandestinamente en la URSS durante los años sesenta. Vladímov continuó trabajando en la novela hasta 1974, cuando consiguió sacar el manuscrito del país; un año más tarde se publicó en Alemania. Está considerada como una de las mejores novelas rusas de la segunda mitad del siglo XX.

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Durante el S. XVIII todos los puertos maritímos de Rusia pasaban la mitad del año congelados, lo que limitaba su poder naval y comercial. Catalina la Grande decidió que lo mejor que podían hacer era expandirse hacia el sur. Puso su mirada sobre el imperio otomano con el objetivo de conseguir un puerto en aguas más cálidas. En 1783 conquistó Crimea y tomó control del puerto de Sebastobol en el Mar Negro. En 1954 Crimea fue transferida a la República Socialista Soviética de Ucrania y así siguió hasta los años 90 del pasado siglo. Tras la caida de la URRS, Ucrania permitió que siguieran usando el puerto. Pero ya no le pertenecía. Desde el 2014 se hace patente el deseo latente de la recuperación.

La República Socialista Soviética de Ucrania se convirtió en miembro fundador de la Unión Soviética en 1922, siendo firmante del Tratado de Creación de la URSS, luego de lo cual todo el territorio de Ucrania se incorporó a la Unión Soviética, formando parte de ella entre 1922 y 1991. Durante la era de la Ucrania soviética, se vivieron momentos fundamentales del siglo XX, tales como la hambruna ucraniana que mató a más de 4 millones de personas en la década de 1930, la Segunda Guerra Mundial -en la cual la Alemania nazi conquistó prácticamente toda Ucrania como parte de la Operación Barbarroja, siendo el frente ucraniano una de las líneas por las cuales Hitler invadió la Unión Soviética- y el accidente de Chernóbil en 1986. Tras el intento de golpe de Estado en la Unión Soviética producido en Moscú, la RSS de Ucrania declaró su independencia el 24 de agosto de 1991. En diciembre del mismo año, se formalizaría la disolución de la Unión Soviética.

La Operación Barbarroja fue la invasión de la Unión Soviética por parte de Alemania nazi, comenzando el 22 de junio de 1941. Fue la mayor operación militar terrestre de la historia, con millones de soldados alemanes cruzando la frontera sin declaración de guerra. El objetivo era conquistar los recursos soviéticos y eliminar a un rival amenazador. El líder nazi cometió el gran error que le llevó a perder la II Gran Mundial.

El legado soviético tiene un impacto complejo y multifacético en el sentimiento nacional de Ucrania. Tras la independencia de 1991, Ucrania ha buscado definir su identidad nacional separándose del pasado soviético, pero al mismo tiempo, aspectos del legado soviético siguen influyendo en la percepción y la experiencia nacional ucraniana. La independencia de Ucrania se ha caracterizado por una intensa búsqueda de una identidad nacional propia, que a menudo ha implicado una crítica al periodo soviético. Este proceso ha generado controversias y tensiones, especialmente en relación con figuras y eventos históricos controvertidos. El gobierno soviético implementó una política de rusificación en Ucrania, que buscaba suprimir la lengua, cultura y tradiciones ucranianas. Esto ha contribuido a un sentimiento de resistencia a la influencia rusa y a la búsqueda de la soberanía nacional. Ucrania busca integrarse en la comunidad europea y occidental, lo que también contribuye a su diferenciación de Rusia y a la construcción de una identidad europea. El apoyo a la integración europea es un factor importante en el sentimiento nacional ucraniano. La guerra en Donbás y la anexión de Crimea por parte de Rusia han fortalecido el sentimiento nacional ucraniano y han aumentado el apoyo a la independencia y soberanía de Ucrania. El idioma ucraniano es un factor importante en la construcción de la identidad nacional ucraniana. La promoción de la lengua y cultura ucranianas es fundamental para reforzar la identidad nacional y diferenciarse de Rusia.

Crimea, patio de juegos y campo de batalla entre Rusia y Ucrania.

El legado soviético es un factor complejo que influye en el sentimiento nacional de Ucrania. La independencia ha traído consigo una búsqueda de una identidad nacional propia, que a menudo implica una crítica al periodo soviético. Sin embargo, aspectos del legado soviético, como la resistencia a la rusificación y la identificación con la identidad europea, también continúan teniendo un impacto en la percepción y la experiencia nacional ucraniana. El sentimiento nacional en Ucrania ha ido creciendo a lo largo de su historia, con importantes impulsos en la década de 1770, tras la Revolución Naranja en 2004, y más recientemente, tras la invasión masiva rusa de 2022. : La idea del nacionalismo ucraniano se formó en la década de 1770, inspirada por el filósofo alemán Johann Gottfried Herder. La Revolución Naranja, que surgió tras las elecciones presidenciales de 2004, evidenció la creciente insatisfacción de los ucranianos con el estado político y económico del país, reforzando el sentimiento nacional. La invasión rusa de 2022 ha contribuido a una mayor unidad nacional, impulsando el deseo de reconocimiento de la soberanía y la existencia nacional de Ucrania. La historia de Ucrania, marcada por la ocupación extranjera, ha fomentado el deseo de autodeterminación y soberanía. La existencia de una cultura e idioma distintivos ha contribuido a la formación de una identidad nacional ucraniana. La resistencia a la dominación rusa a lo largo de la historia ha reforzado el sentimiento de unidad nacional. El conflicto actual ha intensificado el sentimiento nacional, uniendo a la población en la defensa de su país y territorio.

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Las élites regionales del Partido Comunista, que habían formado parte del aparato soviético, se reconvirtieron rápidamente en líderes de los nuevos estados independientes. Muchas se mantuvieron en el poder durante décadas, a menudo como dictadores. A diferencia de los países bálticos, donde sí existía un fuerte nacionalismo, en Ucrania la desintegración de la URSS fue vista más como una consecuencia que como un objetivo. Aunque no se instauró una dictadura, los primeros presidentes —como Leonid Kravchuk— provenían del antiguo régimen y su mandato estuvo marcado por la corrupción. Rusia, por su parte, tampoco reaccionó con contundencia. Como república dentro de la URSS, apenas tenía instituciones propias. Solo con Yeltsin empieza a construirse un Estado ruso separado del soviético, y ni siquiera entonces se actúa de inmediato. Lo paradójico, es que el propio Yeltsin contribuyó al colapso del sistema que más tarde intentaría recomponer. La lectura que hace hoy el Kremlin sobre aquella etapa dista mucho de ser neutral. En su discurso del 21 de febrero de 2022 —tres días antes de la invasión de Ucrania—, Vladímir Putin afirmó que la nación ucraniana era una invención reciente, promovida por Occidente y tolerada por Lenin. Según Putin, Rusia nace en Kiev, y todo lo que ha ocurrido después forma parte de una continuidad histórica. Es cierto que, durante la Primera Guerra Mundial, los alemanes fomentaron movimientos nacionalistas en territorios como Ucrania, Lituania, Letonia o Estonia para debilitar a sus adversarios. Sin embargo, que un nacionalismo se active en un momento de oportunidad política no invalida su legitimidad posterior.

En los años posteriores a la Revolución bolchevique, Ucrania vivió un breve florecimiento nacional bajo la tutela de Lenin. En los años veinte, este clima relativamente abierto propició un auge de la literatura, de la lengua ucraniana y de la creatividad intelectual. Sin embargo, todo cambió con Stalin. La represión estalinista se intensificó con el Holodomor, la gran hambruna de 1931-1933, que se cobró entre uno y cinco millones de vidas. Fue una combinación de decisiones políticas deliberadas, errores de planificación, represión sistemática y una falta total de control sobre las consecuencias. A partir de entonces, se impuso una nueva oleada de rusificación y represión cultural.

Pásate por JyV >> Fotografía >> Holodomor.

A comienzos del siglo XXI, Ucrania se dividía entre una parte de la población favorable a la integración con Europa y otra alineada con Moscú. La Revolución Naranja de 2004 y el Euromaidán en 2013 marcaron puntos de inflexión. En 2004, Ucrania seguía siendo un país profundamente dividido. Pero tras el Euromaidán, el sentimiento nacional ucraniano se consolidó. Si en 1991 solo un 10 % de la población ucraniana se sentía claramente identificada con el proyecto nacional, tras el Euromaidán ese porcentaje aumentó hasta cerca del 70 %. Rusia no consideró el Euromaidán como una revolución legítima, sino como un golpe promovido por Occidente. Esta percepción sirvió de base para la anexión de Crimea en 2014 y la posterior invasión de 2022. Aunque la reacción internacional fue dura en términos diplomáticos, no se llegó a una confrontación militar directa. El final del conflicto es incierto. Aunque pueda detenerse la guerra activa, el conflicto no acabará del todo. Hay demasiadas heridas abiertas. Lo más probable, es un alto el fuego y unas fronteras congeladas de facto. Aunque haya una pausa en los combates, el conflicto quedará latente. En este contexto, comprender los relatos históricos que ambos países se disputan —desde la Rus de Kiev hasta la independencia de 1991— es esencial para entender las raíces profundas de un conflicto que no solo se libra en el campo de batalla, sino también en la memoria.

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La firma del acuerdo reciente se engarza como un diamante a su corona en un país con profundas divisiones políticas, donde diferentes grupos no confían entre sí y la violencia parece probable. Ahora, imaginemos una avalancha de imágenes políticas, memes de odio y videos satíricos de fuentes nacionales y extranjeras que se apoderan de las redes sociales. ¿Qué es probable que suceda a continuación? El uso generalizado de las redes sociales en tiempos de problemas políticos y violencia ha hecho que sea más difícil prevenir conflictos y construir la paz. Las redes sociales están cambiando, con nuevas tecnologías y estrategias disponibles para influir en lo que la gente piensa durante las crisis políticas. Estos incluyen nuevas formas de promover creencias y objetivos, ganar apoyo, deshumanizar a los oponentes, justificar la violencia y crear duda o descartar hechos inconvenientes. Al mismo tiempo, las propias tecnologías son cada vez más sofisticadas. Cada vez más, las campañas en las redes sociales utilizan imágenes como memes, vídeos y fotografías (ya sean editadas o no) que tienen un impacto mayor en las personas que el simple texto.

Una imagen falsa del presidente francés Emmanuel Macron con el gobernador ucraniano Vitalii Kim puede no tener sentido para un científico de inteligencia artificial. Pero para los politólogos la imagen parece elogiar el enorme coraje de los ucranianos en contraste con los líderes extranjeros que parecen temer las amenazas nucleares rusas. El objetivo era reforzar las dudas de Ucrania sobre sus aliados europeos.

A los sistemas de inteligencia artificial les resulta más difícil comprender imágenes que texto. Por ejemplo, es más fácil rastrear publicaciones que dicen “Los ucranianos son nazis” que encontrar y comprender imágenes falsas que muestran soldados ucranianos con símbolos nazis. Pero este tipo de imágenes son cada vez más comunes. Así como una imagen vale más que mil palabras, un meme vale más que mil tuits. En las dos semanas previas a la invasión rusa de Ucrania en 2022 hubo una casi un 9.000% de aumento en el número de publicaciones y un aumento de más del 5.000% en imágenes manipuladas de blogueros militares rusos. Estos enormes aumentos muestran lo intensa fue la campaña de propaganda en internet de Rusia y cómo utilizó las redes sociales para influir en las opiniones de la gente y justificar la invasión. Esto también muestra la necesidad de monitorear y analizar mejor el contenido visual en las redes sociales. Para realizar nuestro análisis, recopilamos el historial completo de publicaciones e imágenes de las cuentas de 989 blogueros militares rusos en la aplicación de mensajería Telegram. Esto incluye casi 6 millones de publicaciones y más de 3 millones de imágenes. Cada publicación e imagen tenía una marca de tiempo y se categorizaba para facilitar un análisis detallado.

Este meme pro-ruso se burla del periodista anti-Putin Arkady Babchenko. El texto de la camiseta fue insertado en la foto y la cabeza de Babchenko parece estar insertada en el cuerpo de otra persona.

El meme presenta el lenguaje “los jugadores no mueren, reaparecen”, en alusión a los personajes de videojuegos que regresan a la vida después de morir. Esto resta importancia a la situación de Babchenko e ilustra el uso de imágenes manipuladas para transmitir mensajes políticos e influir en la opinión pública. Este es solo un ejemplo de millones de imágenes que fueron manipuladas estratégicamente para promover diversas narrativas. El cambio a los medios visuales en los últimos años trae un nuevo tipo de datos que los investigadores aún no han estudiado mucho en detalle. Mirar imágenes puede ayudar a los investigadores a comprender cómo los adversarios se echan las culpas mutuamente y cómo esto puede conducir a un conflicto político. Al estudiar el contenido visual, los investigadores pueden ver cómo se difunden las historias y las ideas, lo que nos ayuda a comprender los factores psicológicos y sociales involucrados. Esto es especialmente importante para encontrar formas más avanzadas y sutiles de influenciar a las personas.

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