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26 - Diciembre - 2021
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Ensalada de costumbres.

Diciembre ha sido siempre un mes de celebraciones, mucho antes de que se instaurase la Navidad con la fuerza que tiene hoy en día. Antes de la cristianización del continente europeo, celtas y romanos tenían sus propios festejos, todos relacionados con el fin de un ciclo y el comienzo de uno nuevo. Como ambos pasaron por la geografía española y dejaron su huella en ella, puede considerarse que en España también existió una pre-Navidad. Aunque la fiesta ha cambiado desde entonces, así como el motivo y las intenciones de la misma, todavía queda un rastro de la forma en que se abordaba, hace muchísimos siglos, este mes.

Entre el 17 y el 23 de diciembre, los romanos celebraban una gran fiesta consagrada a Saturno, el dios de la agricultura y la cosecha. Los días coincidían con el solsticio de invierno, el periodo más oscuro del año en este hemisferio. Aunque quizá no tuviera una gran expresión como sí sucedía en el caso del pueblo celta, había en estas festividades algo de final de un ciclo y comienzo de otro nuevo. El 28 de diciembre, unos días más adelante, se celebraba también la fiesta del Natalis Solis Invicti, por el nacimiento del rey Apolo. Los romanos visitaban, como se hace hoy en día, a familiares y amigos. Celebraban grandes banquetes e intercambiaban regalos. Las tareas relacionadas con la agricultura concluían durante estos días, por lo que los campesinos y esclavos se veían liberados del trabajo. Podían unirse, así, a los festejos, convirtiéndose en un momento en que las grandes diferencias entre clases sociales quedaban suprimidas. Todo giraba en torno a agradecer el ciclo que ya concluía y pedir por el siguiente. Se dice que durante esos días los romanos llevaban por bandera el dicho “todo lo que es serio está prohibido”. Esas celebraciones invadían el espacio público, pero también tenían su sitio en lo privado. De hecho, era habitual contar con una figura de Saturno en casa.

Bajorrelieve de Saturno en Palmira, una antigua ciudad situada en el desierto de Siria, en la actual provincia de Homs a 3 km de la moderna ciudad de Tedmor o Tadmir (versión árabe de la misma palabra aramea "palmira", que significa "ciudad de los árboles de dátil"). En la actualidad solo persisten sus amplias ruinas que son foco de una abundante actividad turística internacional. La antigua Palmira fue la capital del Imperio de Palmira bajo el efímero reinado de la reina Zenobia, entre los años 268-272. Palmira fue declarada como Patrimonio de la Humanidad en 1980. El 20 de junio de 2013, la Unesco incluyó a todos los sitios sirios en la lista del Patrimonio de la Humanidad en peligro para alertar sobre los riesgos a los que están expuestos debido a la Guerra Civil Siria.

Saturno es, en la mitología romana, el Dios de la agricultura y de la cosecha. Era invocado en el momento de las siembras. Este dios corresponde al dios griego Cronos, dios del tiempo, con frecuencia los mitos de ambos se entremezclan. Al dios Saturno se le ha considerado tradicionalmente un dios genuinamente romano. Fue más tarde cuando, influida la cultura romana por la griega, este dios fue asimilado a Cronos, llegando incluso en algunos mitos a no distinguirse entre una y otra deidad, pero como digo se trata de una asimilación que se llevó a cabo cuando la historia de Roma estaba bastante avanzada. Se le representaba siempre como un hombre barbado, de edad madura, a veces anciano de barba poblada, larga y blanca, y siempre con una hoz en la mano, símbolo de su relación con el mundo agrícola. Saturno para los romanos era el dios de la agricultura y la cosecha, pero ¿de dónde surge? Stercutius o Sterquilinus o Sterces es el nombre de un dios que deriva del término stercus que significa estiercol (abono). Se trataría de una divinidad arcaica, aunque son fuentes tardías las que nos cuentan sobre él. Estercóleo aparece asociado e identificado en algunas ocasiones con Saturno y por lo general se le considera una divinidad benéfica y favorable a los hombres. A él se le atribuía la enseñanza del uso del abono en la agricultura y gracias a esta acción se le debía la abundancia de productos agrícolas, como vemos coincide con la atribuciones que tenía el dios Saturno. Podemos leer en Macrobio, por ejemplo: "los romanos consideran a Saturno el descubridor de la miel y de los frutos. Asimismo, los romanos le llaman Estercóleo (Sterculius), porque fue el primero que fertilizó los campos con el estiércol (stercus)." (Macrobio Saturnalias I 7, 25). Aunque no es el único autor que hace referencia a este extraño dios, también aparece nombrado en Augusto, Terturliano, Lactancio y San Isidoro. Así que efectivamente podemos decir que Saturno nació del estiércol aunque sea algo escatológica esta afirmación. A partir de ahora veremos a este dios como un agricultor en lugar de como un devorador de sus hijos que en realidad es algo que hizo Cronos, el dios griego.

La celebración de los celtas recibía el nombre de Yule y era diferente, aunque en su esencia se encuentran similitudes, como el agradecimiento por el año vivido y también el rezo por el que estaba por llegar. En el caso de los celtas, sin embargo, se seguía un ritual que consideraban importante: la quema de símbolos para certificar que dejaban atrás una etapa. Este pueblo creía en las nuevas oportunidades, en la posibilidad de dejar todo atrás y comenzar de nuevo, y de esto iba un poco Yule. Ya a finales de octubre, en lo que hoy se entiende como Día de Todos los Santos, los celtas celebraban la que quizá sea su fiesta más conocida: Samhain, con la que daban paso a la época más oscura del año. Como en este tiempo la barrera entre los vivos y los muertos parecía tambalearse, durante la celebración de Yule debía mantenerse un tronco encendido durante toda la noche. De esta manera se protegían de los espíritus en la noche más larga del año. Aunque quizá lo más importante tenga que ver con una de las características fundamentales de esta cultura: su relación con la naturaleza. Era un pueblo enormemente conectado con su entorno. Para los celtas todos los elementos naturales tenían vida, un porqué, un significado. Así, durante los meses anteriores se esforzaban por cuidar un gran árbol al que terminarían prendiendo fuego, simbolizando la vida y la muerte. El fuego también tenía un papel importante, pues sentían cómo el sol se debilitaba en estos días de diciembre y buscaban, con las llamas, devolverle algo de fuerza. Es una celebración diferente a las que se viven hoy en día, pero los símbolos guardan semejanzas.

Castro de Baroña, en el concello de Porto Do Son en A Coruña. Concretamente en la parroquia de Baroña encontramos el castro celta mejor conservado de Galicia, un asentamiento de pescadores de la Edad de Hierro que estuvo habitado desde el siglo I a.C. hasta el siglo I d. C. Su situación ha dado lugar a muchísimas historias y leyendas, ya que se encuentra en una pequeña península rocosa, separada de la tierra por un istmo de arena desde la que se contempla las aguas del Atlántico y la Ría de Muros y Noia, una situación totalmente estratégica.

Cuando Julio César introdujo su calendario, las fechas en que festejaban los romanos se movieron ligeramente. La fiesta del Natalis Solis Invicti, el nacimiento del Dios Sol, pasó a celebrarse el 25 de diciembre, ya que con la nueva medición el solsticio de invierno se adelantó cuatro días. Parece que fue de esta tradición de la que se tomó la fecha del nacimiento de Jesucristo, pues según los textos bíblicos en realidad nació en primavera. Fue el papa Julio I quien, a mediados del siglo IV, terminaría fijando este día, tremendamente popular entre los romanos. Fue una decisión tomada desde la lógica: los romanos paganos asimilarían mejor la fiesta cristiana si podían encajarla dentro de la que ya conocían. Del pueblo celta pueden extraerse símbolos que guardan parecido con lo que hoy se tiene. Por ejemplo, el espectáculo de luces que siempre ha caracterizado la Navidad, adaptado a las características de cada época, puede beber de ese tronco encendido durante la noche. De la necesidad, al final, de iluminar la oscuridad de estos días. También aquello de quemar la etapa que concluye para dar paso a una nueva tiene relación con los festejos de Nochevieja. Es decir, este mes de diciembre siempre ha tenido celebraciones. La Navidad cristiana llegó más tarde y tomó prestadas ciertas cosas de culturas anteriores, muchas de las cuales, como las dos que protagonizan estas líneas, habitaron la península.

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El 5 de enero es una noche en la que los corazones infantiles palpitan aceleradamente y cuando cierran los ojos sueñan con ilusión que los Reyes Magos de Oriente les traigan los regalos ansiados. Esperan que la carta que enviaron hace tanto tiempo con el encabezamiento "Queridos Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar" llegue a su destinatario sin problemas. Es tanta la emoción y el nerviosismo de los más pequeños que, en el silencio de la noche, de tanto pensar en ellos, les parece oír el sonido de sus pasos y el roce de sus túnicas de seda por los pasillos.

Pero, ¿sabemos cuál es el origen de los Reyes Magos? La única alusión que tenemos a estos personajes aparece en el Evangelio de San Mateo, en el que se menciona a unos "magos", de quienes no da nombres, ni dice que fueran reyes y ni mucho menos que fueran tres. El Evangelio cuenta que unos magos llegados de Oriente fueron guiados por una estrella para que adorasen al rey de los judíos que acababa de nacer. Al enterarse de esta noticia, Herodes el Grande, que por esa época era el rey de Judea, los mandó llamar para interrogarlos, y les hizo prometer que una vez hallaran al niño se lo comunicarían para que pudiera adorarlo él también. Tras abandonar el palacio y ser guiados por la estrella, los magos encontraron al niño en un establo en Belén, junto a María y José. Tras postrarse ante él y ofrecerle oro, el metal de los reyes; incienso, la ofrenda de los dioses; y mirra, como anuncio de sus futuros padecimientos, fueron advertidos por un ángel de que no volvieran al palacio de Herodes ya que este sólo quería acabar con la vida del niño.

Cómo y cuándo decir la verdad a los hijos sobre Papá Noel y los Reyes Magos ...

Los evangelios ofrecen muy pocos datos sobre los Reyes Magos; en realidad, la historia sobre los "Magos de Oriente" aparece bien definida en los Evangelios Apócrifos, muy ricos en descripciones sobre estos personajes. En ellos, el término "mago" se ha de interpretar como un sinónimo de astrólogo,un sabio que puede, a través de la lectura de las estrellas, predecir acontecimientos. Quinto Séptimo Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo III, creyó ver una mención a los tres Reyes Magos en el Salmo 72 del Antiguo Testamento, que dice lo siguiente: "Que los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes". El hecho de que fueran tres se vincula tanto a la Santísima Trinidad como al número de regalos que estos personajes llevaron al niño Jesús.

A pesar de las respuestas que se puedan encontrar en la Biblia, el origen de los Reyes Magos tal como los conocemos en la actualidad tiene su origen en una larga tradición medieval que los "bautizó" con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. En España, y gracias a los testimonios escritos y artísticos que se guardan en la Biblioteca Nacional de España, somos testigos del nacimiento de esta leyenda a lo largo de los siglos, en concreto en una de las piezas más excepcionales de la literatura española del sigo XII, el llamado Auto de los Reyes Magos, una obra fundamental en la historia de la literatura española por ser el texto teatral más antiguo que se conserva en lengua castellana. En dicha obra aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar, pero no son definidos como "reyes", sino como steleros, es decir, astrólogos.

Los Reyes llegan de variadas formas. En ciudades portuarias se suele aprovechar el medio acuoso.

Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar aparecieron por primera vez en el famoso mosaico del siglo VI en la basílica de San Apolinar el Nuevo en la ciudad italiana de Ravena. Según un manuscrito del siglo XIII, se creía que los Magos podían proteger contra la epilepsia, y bastaba con rezar una breve oración al oído de un enfermo pronunciando el nombre de los tres Reyes para curarlo. En algunos puntos de Europa, el día 6 de enero se inscribían sus iniciales, GBM, en todas las puertas de las casas y en los establos para salvaguardar a las personas y a los animales contra el ataque de demonios y brujas.

La adoración de los Reyes fue un motivo pictórico que alcanzó su máximo esplendor durante el Renacimiento. Grandes maestros como Masaccio, Fra Angelico, Gozzoli o Botticelli, en Italia; Van der Weyden, Memling, El Bosco y Rubens, en Flandes, y El Greco, Velázquez y otros, en España, recrearon la famosa escena. La imagen era siempre la misma en la tradición cristiana: tres reyes vestidos con áureos trajes y acompañados de exóticos séquitos, arrodillados en un humilde establo de Belén.

En la actualidad, la festividad de los Reyes Magos viene cargada de tradiciones como la de la Cabalgata del día 5 de enero, en la que, como antesala de lo que ocurrirá durante la noche, los tres Reyes Magos desfilan en maravillosas carrozas acompañados de sus séquitos. Los Magos reparten caramelos y los pajes de cada rey recogen las cartas de los niños más rezagados. Otra costumbre de la Noche de Reyes es dejar los zapatos de cada miembro de la familia en el balcón para que Sus Majestades depositen dulces en su interior. Esto tiene su origen en una curiosa leyenda: dos amigos del niño Jesús, apenados de verle siempre descalzo debido a la pobreza de su familia, quisieron darle sus propios zapatos; pero como eran usados, en un intento de que parecieran nuevos, y para que tuvieran mejor aspecto, los generosos niños se esforzaron en limpiarlos al máximo, así que los lavaron y los dejaron por la noche en el balcón para que se secaran. Al día siguiente, milagrosamente los zapatos aparecieron llenos de regalos y dulces como premio a su buen corazón. Los Reyes Magos habían pasado aquella noche por allí y habían recompensado la bondad de los dos niños.

En 20202 más de la mitad de las familias españolas (54%) celebró en mayor medida la llegada de los Reyes Magos, la noche del 5 de enero, que la de Papá Noel, en Nochebuena. Así lo reflejó el 'Informe sobre la compra de juguetes en España 2020' de ALDI, que destacó que celebrar Papa Noel era la opción preferida solamente para el 15 por ciento de los españoles y que el 31 por ciento de las familias reconoce que conmemora ambas por igual. El estudio, realizado a una muestra de 1.202 consumidores, apuntó que, por comunidades autónomas, Andalucía es la región con más fervor hacia los Reyes Magos, (un 65%), frente a un 9 por ciento que prefiere la llegada de Papá Noel y un 27 por ciento que disfruta de ambas por igual. En Madrid, el porcentaje que se inclina por los Reyes Magos, que se sitúa en un 57 por ciento. Por Papá Noel se decanta un 12 por ciento, y por ambas por igual, un 32 por ciento. En Cataluña, pese a existir el Tió, los Reyes Magos son la celebración más seguida por el 48 por ciento de los catalanes, al igual que en la Comunidad Valenciana, donde es un 43 por ciento de la población quien prefiere a los Reyes Magos y un 23 por ciento a Papá Noel. En el País Vasco, donde se mantiene la tradición de celebrar el Olentzero, solo un 25 por ciento de las familias se decanta por los Reyes Magos. La mayoría, el 40 por ciento, celebra la llegada de Papá Noel, y el resto conmemora ambas por igual. La misma tendencia se da en Galicia, con un 35 por ciento de familias que prefieren a Papá Noel, un 30 por ciento a los Reyes Magos y otro 35 por ciento, ambos por igual.

Tampoco se debe olvidar dejar agua y pan para los camellos, y una copita de licor o un vaso de leche y turrones para que los cansados Reyes recuperen fuerzas. Pero no todos los niños recibirán un regalo por su buen comportamiento. Está establecido que los Reyes dejarán un trozo de carbón a todos los niños que se hayan portado mal durante el año (en la actualidad se deja al niño travieso un trozo de azúcar que imita al carbón).

Para acabar el día más maravilloso del año no puede faltar el dulce por excelencia: el "Roscón" o "Tortell" de Reyes. Consiste en un bollo en forma de rosca adornado con fruta escarchada, y aunque el original se prepara con mazapán, en la actualidad puede rellenarse de crema, nata e incluso de chocolate. Sobre el roscón, se dispone una corona de rey mago que coronará al afortunado que encuentre la figurita escondida en su interior. Por contra, a quién descubra el haba no le quedará más remedio que pagar el precio del dulce.

Con siglos de historia, el Roscón de Reyes es un dulce que cada año se populariza más en nuestro país. De origen europeo son varias las historias que sitúan a esta preparación en el pueblo romano, los cuales preparaban esta rosca para las fiestas dedicadas al dios Saturno. Para estas celebraciones preparaban unas tortas, que se asemejaban a las roscas, rellenas de higos, dátiles y miel. La práctica se extendió a varios países europeos, entre ellos España, Francia y Portugal y su elaboración alcanza el punto máximo con el día de los Reyes Magos, que se celebra el 6 de enero. El Roscón de Reyes, o Tortell en Cataluña, es tradicional de España, la rosca es elaborada con harina todo uso, leche, mantequilla, huevos, azúcar y fruta confitada, por dentro lleva una sorpresa (casi siempre un juguete pequeño) para deleite de los niños. En Francia, se elabora la galette des rois, también llamada Couronne des Rois, que es idéntica al roscón, y la Galette des Rois, propia del norte del país, que se hace con masa de hojaldre y se puede rellenar con una crema a base de almendras molidas, azúcar, algo de mantequilla y yema de huevo. Y en Portugal es el Bolo Rei que a diferencia del español, lleva vino de oporto, frutos secos, pasas y almendras laminadas. En Venezuela, en los últimos años, este dulce se ha hecho famoso. No solo se consigue en diferentes pastelerías, sino que su elaboración es realizada en los hogares para esperar la llegada de los Reyes Magos. En México, el Instituto Europeo del Pan (Iepan), realiza un Festival de roscas, en el que además de la tradicional están ofreciendo la rosca de naranja con corteza de mandarina, la rosca criolla rellena de queso blanco, tocineta y jojoto, y la rosca de pernil rellena de esta carne, queso amarillo y un toque de papelón.

Según Internet, la entrañable historia de los calcetines en la chimena se remonta a la Edad Media. Cuenta la leyenda que un hombre, tras perder a su esposa y caer en una profunda tristeza, regaló y repartió toda su fortuna. Él y sus hijas vivían felizmente en la pobreza hasta que ellas se enamoraron y llegó el momento de casarse, pero ninguna de las hijas y sus tres pretendientes tenían dinero suficiente como para celebrar dichos compromisos. Esta tierna historia llegó a oídos de Papá Noel, y la noche de Navidad dejó caer por la chimenea de la casa de las chicas tres monedas de oro que fueron rodando hasta entrar en unos calcetines que se estaban secando frente al fuego. A la mañana siguiente, cuando las chicas se levantaron, encontraron esa sorpresa y descubrieron que con esa moneda de oro podían hacer realidad sus respectivos compromisos. Tal y como se cuenta en el origen de esta leyenda, los calcetines navideños se deben colgar en la chimenea, pero ¿por qué ahí?. Hay dos motivos principales. Las chimeneas eran el lugar donde antiguamente se colgaban los calcetines y pequeñas prendas de ropa para secarse frente al fuego. Papá Noel entraba a las casas por las chimeneas en Navidad, y por lo tanto, si ponían los calcetines ahí Santa Claus seguro que los vería más rápidamente.

Hoy en día no solo se colocan calcetines en la cultura anglosajona, sino que en muchos países latinos también se lleva a cabo esta tradición. El cine y la televisión, americana sobretodo, nos han influido en ese aspecto, con productos navideños para el consumo estacional. Películas familiares y capítulos especiales en series o programas. Además, muchas familias dejan al lado de los calcetines comida y bebida para Santa Claus. En otros países como Francia, en lugar de colocar calcetines, es tradición poner zapatos debajo del árbol, esperando a que Papá Noel nos visite en Navidad y deje ahí los regalos, dulces y juguetes.

Un piscolabis para los viajeros.

A pesar de vivir en la era de la tecnología, hay tradiciones que perduran con el tiempo, de modo que no queda otro remedio que acostarse pronto, dejar los zapatos bien limpios, comida para los camellos y un detalle para Sus Majestades de Oriente.

Poco se puede añadir de los Reyes Magos que nos visitan cada 5 de enero. En nuestro país, a partir del siglo XIX se inició la tradición de convertir la noche anterior a la Epifanía en una fiesta infantil con regalos, imitando a lo que se hacía en otros países europeos en homenaje a San Nicolás. En 1886 se celebró la primera cabalgata en Alcoy (tradición que se extendería al resto del país posteriormente y también, más tarde, a otros países de cultura hispana como Cuba, México, Puerto Rico, Uruguay, Colombia, Venezuela o República Dominicana). Además de los míticos Reyes, y en algunas casas Papá Noel, en nuestro país también contamos con:

El Apalpador gallego. La figura mítica del carbonero. Tradicionalmente, baja las noches del 24 y el 31 de diciembre a tocar el vientre a los niños para ver si han comido suficiente durante el año, dejando un montón de castañas y algún regalo y deseándoles que tengan un año nuevo lleno de felicidad y comida.

El Olentzero en País Vasco y Navarra. Un hombre grueso, desharrapado, manchado de carbón, de buen comer y que vive aislado de la sociedad. Un carbonero mitológico que trae los regalos el día de Navidad.

El Tío de Nadal en Cataluña y Aragón. Se puede traducir como 'tronco de Navidad', un elemento de la mitología catalana: consiste en tomar un tronco leño, dejarle comida cada noche y taparle con una manta para que no pase frío. Cuando llega la noche de Navidad, los niños le golpean con bastones para que cague regalos. Literalmente.

Olentzero es un carbonero que, junto con su mujer, Mari Domingi, viven aislados durante el año en el monte. El día 24 de diciembre por la noche bajan de la montaña a las ciudades y pueblos para dejar regalos, pero únicamente a los niños que se han portado bien todo el año.

El Anguleru en Asturias. Otro personaje de ficción encargado de llevar los regalos a los niños.

En Rusia, el Abuelo de las Nieves (Abuelo Frío o 'Dez Moroz') es el que trae los regalos a todos aquellos niños que vivan no solo en Rusia y Bielorrusia, sino también en Europa del este (Montenegro, Serbia, Macedonia, Bosnia y Herzegovina...), y va acompañado de su sobrina, la doncella de las nieves. Se basa en una deidad eslava precristiana, el Señor del Invierno, y es bastante parecido a Papá Noel, la única diferencia es que viste de azul, un color más invernal, y que reparte los regalos el 31 de diciembre. Ah, el Abuelo de las Nieves es un poco más cruel que los Reyes, puesto que hay que cantarle para que no te congele.

Nuestros vecinos italianos son originales hasta para tener su propio repartidor de regalos navideños: la bruja Befana, una figura característica del folclore italiano que la noche del 5 al 6 de enero visita los hogares italianos para dejar sus regalos. Está ligada a las tradiciones paganas y, si los niños se han portado bien, dejará en sus calcetines caramelos y chocolatinas. En caso contrario, dejará carbón. La tradición dice que los niños deben dejar una naranja o mandarina, y un vaso de vino para que la Befana recupere las fuerzas. Según la leyenda, deja esos regalos esperando que el hogar de alguno de los chavales sea el del Niño Jesús.

Los norteños europeos tienen su propia mitología. En Finlandía cuentan con la Cabra de Navidad (Joulupukki), aunque en realidad se trata de Papá Noel: la diferencia es que, en lugar de bajar por la chimenea y esconderse, le entrega los regalos en mano a los niños (el padre de la familia se disfraza para la ocasión). En el Círculo Polar Ártico es donde encontramos los primeros vestigios de la leyenda de Joulupukki, que en un principio era un ser mucho más oscuro que asustaba a la gente. En Suecia, Noruega e Islandia tienen al Gnomo de la Navidad (o varios gnomos).

En los países asiáticos también tienen su propia versión de Papá Noel, en China es Dun Che Lao Ren o 'Viejo de la Navidad', un Papá Noel un poco más delgado que el que conocemos nosotros. En Japón es Hoteiosho, un monje que, según cuenta la leyenda, tiene ojos en la nuca para vigilar el comportamiento de los niños.

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Las doce uvas de la suerte es una tradición española que consiste en comerse doce uvas la medianoche del 31 de diciembre para dar la bienvenida al Año Nuevo. Las doce uvas datan de al menos 1895 pero se establecieron en 1909. Según una teoría, en diciembre de dicho año, algunos viticultores alicantinos popularizaron esta costumbre para vender mejor la gran cantidad de uvas de una excelente cosecha. Según la tradición, comer las doce uvas conduce a un año de buena suerte y prosperidad. En algunas áreas, se cree que aleja a las brujas y el mal general, aunque esta "magia" es tratada como un legado antiguo, y en la actualidad se ve como una tradición cultural para dar la bienvenida al año nuevo. Hay dos lugares principales donde la gente se reúne para comer las uvas: en casa con la familia después de la cena de Nochevieja o en las principales plazas del país, siendo la Puerta del Sol de Madrid el lugar más famoso para hacerlo y donde comenzó esta tradición.

El 2 de enero de 1894, El Siglo Futuro incluye un artículo del día anterior de El Imparcial titulado "Las uvas bienhechoras", en el que se habla de la costumbre "importada de Francia, pero ha adquirido entre nosotros carta de naturaleza". El mismo día, en El Correo Militar se podía leer: "La imperecedera costumbre de comer las uvas al oír sonar la primera campanada de las doce, tenía reunidas en fraternal coloquio á infinidad de familias, y todos á coro gritaron: ¡Un año más!". En la Nochevieja de 1895 aparece una referencia escrita sobre las doce uvas, que simbolizaban los 12 meses del año, en esta fecha fue el Presidente del Consejo de Ministros quien despidió el año 1895 con uvas y champán. La tradición de comer las uvas tiene un precedente: un bando municipal del alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, de diciembre de 1882, por el que se imponía una cuota de 1 duro (cinco pesetas) a todos los que quisieran salir a recibir a los Reyes Magos. Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban esos días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes Magos la madrugada del 5 de enero; se utilizaba, además, para beber y hacer cuanto ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó a los madrileños de la posibilidad de disfrutar de un día de fiesta en donde se permitiese casi todo. Esto, junto a la costumbre de las familias acomodadas de tomar uvas y champán en la cena de Nochevieja, provocó que un grupo de madrileños decidieran ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las uvas al son de las campanadas. Estos son los antecedentes que dieron lugar a esta costumbre. La prensa madrileña ya comentaba en enero de 1897.

Caricatura del 1 de enero de 1911 con varios políticos comiendo las uvas en la Puerta del Sol

La tradición marca tomar las doce uvas a los pies del reloj de la Puerta del Sol, pero esta tradición provocó tanto interés que ya en 1903 las uvas también se comían en Tenerife y poco a poco se fue ampliando al resto de España. La prensa de 1907 se queja de que esta tradición, supuestamente importada por los aristócratas de Francia o Alemania, se haya arraigado tanto en la sociedad y la clase más baja la haya adoptado cuando en sus primeros años se burlaba de esto. Esta tradición ya se conoce en toda España en 1903, aunque no será hasta años después que se extienda a todo el territorio nacional. La tradición, aunque documentada desde diciembre de 1897, algunos la retraen a 1880, pero sentando en diciembre de 1896. Otra teoría, es que en 1909, los agricultores de Alicante, encontrándose en ese año con excedente de uva y con objeto de sacar al mercado la producción, lograron popularizar la costumbre y darle el impulso definitivo que, desde entonces, acabaría por convertirla en consolidada tradición.

En España se utilizan uvas frescas. En otros países, como Portugal o en algunos de Latinoamérica, se comen doce uvas pasas. Sin embargo, la razón de que sean doce no está clara. No se sabe si es por los «doce meses», una uva por cada mes; o si es por las "doce campanadas", una uva por cada toque de campana. Realmente, se podrían compaginar las dos motivaciones. Según la tradición, se cree que el que se coma las doce uvas al compás de las campanadas tendrá un año próspero. Ciertas casas comerciales vieron en esta tradición una buena oportunidad de negocio y, a principios de los años 2000, comenzaron a comercializar botes individuales con doce uvas, peladas y sin pepitas.

En el Madrid de 1880 y como una acción satírica y de protesta porque por aquel entonces la burguesía española copió la costumbre francesa de hacer fiestas privadas en Navidades en las que se bebía champán y se utilizaban uvas como acompañamiento. Al mismo tiempo que se celebraban estas fiestas, el ayuntamiento de la ciudad prohibió los festejos callejeros que se celebraban normalmente en la Noche de Reyes. Por ello, los madrileños. a los que se les había arrebatado su divertimento de Navidad, aprovecharon que sí podían reunirse en la Puerta del Sol en Nochevieja para escuchar las campanadas del reloj y empezaron a comer uvas como burla a la costumbre burguesa y como protesta por las restricciones del ayuntamiento. Esta costumbre de comer uvas frente a la Puerta del Sol mantuvo su carácter burlesco durante años, pero acabó por normalizarse y extenderse al resto del país con el paso del tiempo. La uva es un fruto que se asocia con símbolos positivos como la hermandad, unión, alegría o placer y quizá por ello la aristocracia francesa la comía en sus fiestas.

Un detalle de la fiesta de las uvas en la Puerta del Sol, durante las doce campanadas del 31 de diciembre de 1912.

La retransmisión de las doce campanadas comenzó en Televisión Española en el año 1962, anteriormente se seguía únicamente por radio. Durante muchos años, sobre todo cuando sólo existían las dos cadenas de televisión pública, se televisaban desde la Puerta del Sol de Madrid, salvo las de 1973, retransmitidas desde Barcelona. En el paso de 1983 a 1984, fue la primera ocasión en que, una hora después de la emisión desde la Puerta del Sol, Televisión Española emitió en directo para toda España el paso al año nuevo en Canarias, que ocurre una hora más tarde que en la Península y Baleares. En aquella ocasión se emitió desde Santa Cruz de Tenerife, y desde entonces se iría rotando cada año entre las diferentes islas del archipiélago canario.

La tradición se ha expandido a otros países, como Perú, donde se conjuga con otras cábalas de buena suerte como el uso de la ropa interior amarilla. En Grecia se suele cocinar un pastel llamado Vassilopitta, en cuyo interior se coloca una moneda de oro o de plata y en Italia es tradición comer un plato de lentejas estofadas tras las campanadas de media noche para atraer la prosperidad y la fortuna en el año entrante. Además, otro clásico es llevar la ropa interior de un determinado color: tanto en España como en Italia y Chile se lleva roja para tener un nuevo año lleno de felicidad en el amor.

El brindis o chinchín es el momento de una celebración en el que los invitados levantan y entrechocan las copas para así manifestar buenos deseos. También se llama brindis a la acción misma de brindar y a las palabras que se dicen en dicho momento, generalmente expresión de buenos deseos o felicitaciones. Tras el acto es costumbre beber la bebida que contiene la copa. El término procede de la frase alemana bring dir’s, que significa «te lo ofrezco» y que solía pronunciarse al brindar.

El Oktoberfest de Múnich.

Se piensa que el acto de brindar se originó en el siglo IV a. C., pero se realizaba por una razón bien distinta a la actual. En la antigua Roma para asesinar a alguien era usual que se envenenaran las copas, por lo que los anfitriones, como símbolo de confianza, chocaban fuertemente las copas con sus invitados, lo que producía que el líquido de una copa pasara a la otra. De este modo quedaba claro que no había habido ningún tipo de envenenamiento, pues los dos que hacían el brindis bebían lo mismo. Otra teoría afirma que en la época vikinga se decía que del vino disfrutan todos los sentidos menos el oído. Con el chocar de las copas, este sentido también participaba del gozo de la bebida. La obra International Handbook on Alcohol and Culture, editada en 1995, comenta sobre el brindis:

… es una práctica social que probablemente se remonta a las antiguas libaciones, sacrificios en los que se ofrecía un líquido sagrado a los dioses: sangre o vino, a cambio de un deseo, elevando una súplica que se resume en las palabras "¡que sea por muchos años!" o "¡a tu salud!".

La Encyclopædia Britannica, en su edición de 1910, tomo 13, página 121, dice:

La costumbre de beber "a la salud" de los vivos muy probablemente se deriva del antiguo rito religioso de brindar por los dioses y por los muertos. En las comidas, los griegos y los romanos efectuaban libaciones [derramaban vino o licores] en honor de sus dioses, y en banquetes ceremoniales, brindaban por ellos y por los fallecidos". (...) Íntimamente relacionado con estas costumbres de beber casi sacrificiales, tiene que haber estado siempre el acto de brindar por la salud de hombres vivos.

El significado de brindar es ofrecer una cosa ya sea un producto o lo que se esté vendiendo a cambio de un deseo.

Marineros estadounidenses y soviéticos en Alaska, celebrando la rendición del Imperio del Japón el 14 de agosto de 1945, lo que puso punto final a la Segunda Guerra Mundial.

El acto del brindis se divide en tres partes. El brindis verbal, el acuerdo y el trago simbólico. En la parte verbal una persona indica una razón para el brindis. Esta puede ser tan simple como “¡Salud!” o “¡Por los aquí presentes!” o tan compleja como una anécdota seguida de una declaración de buena voluntad (por ejemplo: “deseo que vuestra unión dure para siempre”). Todos los presentes ratifican lo dicho levantando sus copas en el aire, lo cual a menudo se acompaña de sonoros gritos o murmullos de aprobación, ya sea repitiendo las palabras del brindis (“¡Salud!”) o confirmando el sentimiento en términos como “¡Por los novios!” o similar, a lo cual sigue el choque de los vasos o copas con el del resto de las personas a su alcance. El trago es una forma de confirmar el deseo y no importa si es un pequeño sorbo o un gran trago. Un caso de brindis en el que falta el elemento del acuerdo es el “Memory Inmortal” que se suele realizar el Trafalgar Day (Día de Trafalgar) en la cena de la Marina Real Británica a bordo del HMS Victory en memoria del Almirante Nelson en el que la bebida se toma en total silencio. El brindis se debe realizar con algún tipo de bebidas alcohólicas normalmente champán para ocasiones especiales. A menudo se mezclan bebidas entre los participantes, por ejemplo cuando hay gente que bebe sidra en lugar de champán.

El desconocimiento de ciertas tradiciones o supersticiones locales siempre puede dar lugar a malentendidos. En este caso, si visitamos Hungría, hay que tener en cuenta un curioso dato: allí está mal visto brindar con cerveza. Los magiares tienen un fuerte sentimiento nacional y aún recuerdan como los austriacos celebraron la victoria después de aplastar una revuelta húngara en el s. XIX: precisamente brindando con jarras de cerveza. Desde entonces se considera irrespetuoso imitar esta acción. Los turistas se pueden encontrar con miradas desaprobadoras si lo hacen, y probablemente alguien les avisará, amablemente, de que eso no está bien visto. Incluso durante 150 años estuvo prohibido por ley (desde 1848 hasta 1998). Afortunadamente existen alternativas como brindar con el delicioso vino Tokaji. El zar ruso Pedro el Grande admiraba tanto este vino blanco dulce que mandó a un ejército de cosacos para proteger el corredor entre Hungría y San Petersburgo. También se puede tomar un chupito del popular licor de hierbas Unicum.

Festejando el Año Nuevo de 1953 en Alemania.

Entre la gente del Cáucaso, especialmente los georgianos el brindis es una mezcla de tradiciones elaboradas y rituales, en el que los discursos del brindis son una parte importante del folclore. La sucesión de los brindis es dirigida por el tamadá o maestro de ceremonias de la mesa. Estos discursos empiezan como especie de parábola en la que la frase final es una vuelta de tuerca que constituye el verdadero brindis. El brindis más celebrado es aquel que empieza con una historia aparentemente sin relación alguna con la ocasión, pero que termina con una conclusión que acaba relacionándolas de forma inesperada. Un ejemplo, corto y simple pero típico sería:

"Un pájaro robó un collar que pertenecía al tesoro del rey y se lo llevó volando a las montañas más altas. Una ráfaga de aire arrancó la cuerda del collar esparciendo sus gemas por todo el mundo… Es una suerte haber encontrado una de ellas hoy aquí. ¡Un brindis por María!"

En la poesía popular chilena se conoce como Brindis a la composición poética, escrita normalmente en décimas, en que se hace referencia a un oficio, personaje o situación. Este "brindis" normalmente se recita y es común encontrarlo al inicio de la cueca.

"Brindo por Super Cifuentes,

un pelao justiciero,

que disfrazado de obrero

"pasa piola" entre las gentes.

Sus poderes son potentes

y yo hago salud por eso,

pero aquí yo les confieso,

y no se los digo en broma,

es un héroe "maoma"

pues siempre termina preso".

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En España, el 24 de diciembre de 1944 apareció en el BOE una Orden Ministerial –que firmó el ministro de trabajo José Antonio Girón de Velasco–, en la que se promulgaba que todo el personal de industrias no reglamentadas recibiría una gratificación equivalente al sueldo de una semana de cara a "solemnizar" las fiestas de Navidad. Un año después, el 9 de diciembre de 1945, esa gratificación se estableció con carácter general e indefinido. De esta manera se institucionalizó el "aguinaldo o paga de Navidad".

En una época de pobreza y penurias como era la que se inició al final de dos grandes contiendas como la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, la dictadura de Francisco Franco ideó esta gratificación para compensar el alza de los precios y el encarecimiento generalizado del nivel de vida de los españoles. En la actualidad, esta paga está incorporada en el artículo 31 del Estatuto de los Trabajadores desde el año 1980, y en él se establece que se trata de una parte del salario igual a una paga mensual y no una dádiva por parte del empleador (aunque muchas empresas prorratean esta paga entre las 12 mensualidades del año).

Aparte de la paga oficial que recibían los trabajadores en sus empresas existía otra práctica que venía llevándose a cabo en España desde hacía mucho tiempo y a la que se puso fin a principios de la década de 1980: todos los profesionales que durante el año habían ofrecido sus servicios a los hogares españoles entregaban una tarjeta en la que felicitaban las Pascuas y las Fiestas de Navidad esperando una propina a cambio. Ataviados con sus mejores galas, lecheros, barrenderos, modistas, serenos... se presentaban en los domicilios particulares y los vecinos les entregaban gustosos la voluntad, el popular "aguinaldo".

La primera constancia que se tiene de esta práctica data del año 1831, aunque algunas fuentes apuntan a 1832, cuando los trabajadores del Diario de Barcelona decidieron que sus repartidores entregaran en mano a todos sus suscriptores una felicitación impresa por Navidad. La idea fue tan bien acogida por los suscriptores que, agradecidos, entregaron a estos repartidores una gratificación en forma de "aguinaldo". Esta práctica animó a otros a copiar la original idea, de modo que, en estas fechas, muchos profesionales se presentaban en los hogares de sus clientes a la espera de su ansiada propina navideña.

Postal ilustrada de una modista con una cesta de ropa lista para entregar.

Estas tarjetas se caracterizaban por llevar impresa una ilustración, que en la década de 1890 empezó a ser en color, donde se mostraba al trabajador de un gremio en concreto con una leyenda del tipo: "El ebanista les desea Felices Pascuas", "El cartero les desea Feliz Navidad y Año Nuevo" o "El sereno le felicita a usted las Pascuas de Navidad", por poner sólo algunos ejemplos. Era habitual que en el reverso de la felicitación se incluyera una poesía sobre los servicios que había prestado el gremio que entregaba la felicitación, como esta del gremio de los carreteros:

"Por fin llegó la Navidad / que es la fiesta señalada / primera en ser celebrada / con pompa y felicidad. / Hoy es del Señor el día / en que con gozo debemos / disfrutar cuanto podemos / con gran placer y alegría. / Que gocen, pues, con placer / comiendo pavo y turrón / deseamos de corazón, / cumpliendo así nuestro deber".

Del carro al camión de la basura, pasando por quienes encendían las primeras farolas eléctricas hasta los últimos carreteros, estas postales documentan la evolución de los propios oficios que reproducen las postales.En esas estampas de la Navidad, además de la simbología religiosa, pueden verse escenas en las que aparecen copiosas cenas en las que se tenía por costumbre servir pollo, champán, marisco, frutas y licores. Con las mejoras salariales y de las condiciones laborales, a finales de la década de 1970 esta práctica fue desapareciendo, quedando en el recuerdo de las Navidades pasadas.

La Biblioteca Nacional de España ha digitalizado muchas de estas tarjetas en su página web, lo cual representa una buena oportunidad, no sólo para admirar el diseño de estas tradicionales postales, sino también para conocer algunos oficios que ya no existen y unas costumbres navideñas que hoy en día ya no son exactamente las mismas.

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En la actualidad, muchos trabajadores esperan con ilusión pocos días antes de la Navidad recibir el famoso "lote" o "cesta", una selección de productos que las empresas regalan a sus empleados en estas fechas. Pero la cesta de Navidad no es un invento moderno. Las primeras referencias históricas sobre algo parecido las encontramos en el Imperio Romano. En esa época, los más pobres y desprotegidos se ponían a las órdenes de un patrón a cambio de protección y sustento para él y su familia. Estas personas, llamadas "clientes", prestaban todo tipo de servicios a sus patronos, desde hacer recados a acompañarlos a determinados actos sociales. No todos estos "clientes" tenían la misma consideración ni tenían permitido acompañar al patrón o acceder a las estancias más privadas de su casa, pero para quien patrocinaba era un símbolo de prestigio tener muchos clientes a su disposición.

Durante el mes de diciembre, durante la fiesta pagana de las Saturnales, tenía lugar en Roma una tradición conocida como sportula. Consistía en que el patrón regalaba a sus "clientes" una cesta con comida durante la ceremonia conocida como salutatio matutina, es decir, cuando éstos acudían por la mañana a casa del patrón para saludarlo. Entonces se entregaban estas cestas que normalmente eran de mimbre y estaban repletas de higos, laurel y diversos alimentos de calidad.

La tradición anglosajona, que se remonta a la época de las antiguas colonias del Imperio británico, cuenta con su propia versión de las cestas de Navidad, que tienen como fecha cumbre el 26 de diciembre. Ese día es conocido como Boxing Day. Según cuenta la tradición, el día de San Esteban era el día elegido por las clases nobles para ofrecer todo tipo de regalos a sus empleados del servicio doméstico. También existe una costumbre muy similar por parte de la iglesia, que ofrecía donativos a las clases más desfavorecidas. Asimismo existía la tradición de que los trabajadores acudiesen a su puesto de trabajo con una caja con la que invitaban a sus jefes a realizar una donación. Las cajas de Navidad o Christmas Boxes tienen su origen en la Edad Media y son una tradición popular en todos los países de influencia británica, que han adoptado diferentes formas.

La hostelería mediante la venta de números o boletos se suma a la tradición. Aunque algunos establecimientos se hayan ido de madre con cestas estratosféricas que superan los miles de euros.

En España, la tradición de la cesta de Navidad tomó forma a finales del siglo XIX en organismos estatales y administraciones públicas, posiblemente influenciada por ese origen romano y por la costumbre anglosajona de dar regalos a los trabajadores y a sus familias en unas fechas tan señaladas. Pero no fue hasta los años cincuenta del siglo XX cuando en España se consolidó como una tradición que las empresas ofrecieran, primero a los empleados públicos y después a los de las empresas privadas, y con un formato como el que conocemos ahora, cestas de mimbre al estilo de las sportulae romanas. Algunas empresas españolas comenzaron a obsequiar a sus empleados con cestas llenas de productos navideños junto con la paga extra de Navidad. Estas cestas complementaban las pagas y en ellas se podían encontrar dulces navideños (turrón, mazapán o polvorones), embutidos variados, quesos, bombones, patés o incluso marisco. También traían bebidas alcohólicas, principalmente botellas de vino y de cava.

Prácticos de manejar y surtidos, los regalos de empresa en Navidad.

En la actualidad, muchas empresas, en lugar de entregar la clásica cesta de mimbre con multitud de productos han optado por regalar, por ejemplo, una pieza de jamón junto con otros embutidos, todo ello acompañado de unas botellas de licor en un baúl o en cualquier otro tipo de caja. También se ha puesto de moda que grandes establecimientos sorteen cestas que prácticamente pueden solucionar las comidas navideñas, e incluso la vida, al afortunado ganador –por ejemplo, una empresa sevillana renueva cada año la forma de sus cestas de Navidad sorteando el 5 de enero casi 500.000 euros en premios que pueden incluir una autocaravana, lingotes de oro o el pago de una hipoteca, entre otras cosas–.

Pero no es una costumbre generalizada en todo el mundo regalar comida y cestas por Navidad, aunque sí es una tradición muy arraigada en España, y actualmente muchas empresas regalan los actuales "lotes" navideños para felicitar estas fiestas a sus empleados y demostrarles su agradecimiento por el trabajo realizado durante todo el año.

Feliz 2022. Solo os pedimos que no regaléis un ser vivo si no vais a cuidarlo.

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