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8 - Febrero - 2021
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Cada día, cada segundo, Europa y África, las placas euroasiática y la africana en términos geológicos, se acercan en un proceso constante que da como resultado una aproximación de cuatro o cinco milímetros al año entre los continentes, según Jesús Galindo Zaldívar, profesor y catedrático de la Universidad de Granada. Ese movimiento continuo no tiene ningún efecto sísmico en la superficie, pero sí va acumulando energía en profundidad que, periódicamente, se libera a la superficie a través de terremotos. “En superficie, las fallas se mueven poco a poco y continuamente mientras que en profundidad el movimiento es discontinuo y, de cuando en cuando, se traduce en movimientos bruscos que son los terremotos que estamos viendo ahora”, explicó. Porque, además, cuando una placa se mueve, también se mueven las de alrededor. Y eso provoca una secuencia de varios terremotos seguidos. Es lo que se vivió en la ciudad de Granada y su periferia esos días. Un movimiento genera otro hasta, en este caso, superar más de 100 terremotos en 10 días. El de mayor de intensidad, de 4,4 grados en la escala de Richter, ocurrió el 23 de Enero. El martes siguiente por la mañana hubo al menos nueve, uno de ellos por encima de los tres grados. La noche del 25 se registraron dos terremotos más, ambos localizados en Santa Fe, de 4,3 y 3,9, según datos del Instituto Geográfico Nacional.

Desperfectos causados por el terremoto de grado 4,4 en el área metropolitana de Granada, el sábado 23 de enero de 2021.

En Granada y su área metropolitana la preocupación era palpable, pero de hecho, es solo la proximidad a la superficie, entre 3 y 10 kilómetros, lo que hace que sean tan percibidos. Su intensidad, de hecho, era calificada como pequeña o moderada. Hay que asustarse a partir de seis, más bien siete. Jesús Galindo explica que, en realidad, esta secuencia de terremotos menores es lo mejor que puede pasar, dadas las circunstancias. La primera de estas circunstancias es que el triángulo formado por Granada, el mar de Alborán y el Rif marroquí es una zona sísmica porque es el lugar donde se unen las placas euroasiática y africana. La segunda circunstancia es que las placas como tales son rígidas, dice el investigador, y es en los límites de esas placas donde ocurren los movimientos.

Por ello, en terrenos, sobre placas de actividad constante, “es mejor sufrir de cuando en cuando una serie de pequeños seísmos que tener un gran periodo en el que no se rompe nada y la energía se acumule en el interior de la Tierra, porque luego saltará de golpe”, cuenta. Muchos terremotos de poca intensidad pueden evitar uno de gran calibre. Antes que la secuencia actual, Granada vivió otro enjambre de seísmos en octubre de 2018. No es previsible, explica Galindo, que los terremotos de la zona de Granada y sur de España alcancen la intensidad de los que ocurren en Chile o Japón, por ejemplo. Jesús Galindo Zaldívar, catedrático de Geodinámica en la Universidad de Granada (UGR) y vicedirector del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (institución mixta UGR-CSIC), dirige o participa en grupos de investigación que, haciendo uso de la geodesia, la geofísica y la geología, analizan los movimientos de las placas en superficie y su repercusión en profundidad. Su objetivo, entre otros, es acercar la ciencia a la posibilidad de predecir terremotos.

Registros del enjambre sísmico en Granada.

Aún no es posible adelantar cuándo ocurrirá un terremoto, pero sí saber qué intensidad tendrá en caso de ocurrir. “Ahora mismo estamos tratando de reconocer cuáles son las magnitudes máximas que pueden ocurrir en cada falla. En Granada, por ejemplo, estas magnitudes máximas serían de cinco grados y, en algún caso, de seis. Eso es lo máximo que ahora podemos predecir”. El objetivo es, dice el investigador, llegar a conocer cuál es la deformación máxima que aguanta cada falla. “Nos permitiría avanzar más en la predicción. Gracias a la geodesia, ahora podemos medir en una superficie de muchos kilómetros con precisión de un milímetro cuál es el movimiento de una placa, conocer el patrón de sus movimientos en superficie y cómo va a reflejarse eso en el movimiento en profundidad”. El siguiente paso será, explica, conocer el grado máximo de deformación que soporta cada falla, algo que aún no es posible pero llegará. Por eso, aunque aún no se puede predecir el momento en que ocurrirá un terremoto, Galindo Zaldívar está seguro de que ocurrirá. Y lo explica con la evolución de la meteorología: “Hace años los meteorólogos solo podían decirnos que llovería en invierno y ahora nos dicen la hora exacta a la que va a llover”. Para ello, eso sí, dice, son necesarios más proyectos de investigación y más inversión.

El término geodesia, del griego ("tierra") y da ("dividir") lo usó inicialmente Aristóteles (384-322 a. C.), y puede significar tanto "divisiones geográficas de la tierra" como también el acto de "dividir la tierra", por ejemplo, entre propietarios. La geodesia es, al mismo tiempo, una de las Ciencias de la Tierra y una Ingeniería. Trata del levantamiento y de la representación de la forma y de la superficie de la Tierra, global y parcial, con sus formas naturales y artificiales. La geodesia también se emplea en matemáticas para la medida y el cálculo en superficies curvas. Se usan métodos semejantes a los utilizados en la superficie curva de la Tierra. Eratóstenes o Isaac Newton eran reputados geodestas.

Estudio de las anomalias gravitacionales.

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Un estudio de la Universidad de Tokio, que ha investigado alrededor de 100.000 eventos sísmicos localizados para buscar patrones en los datos, descubrio en 2019 que los terremotos de diferentes magnitudes tienen más en común de lo que se pensaba anteriormente.

El profesor Satoshi Ide explicó en la revista 'Nature' que esto sugiere que el desarrollo de sistemas de alerta temprana puede ser más difícil de lo esperado. Pero, en contraste, las similitudes entre algunos eventos indican que las características predecibles pueden ayudar a los investigadores que intentan pronosticar eventos sísmicos. Desde la década de 1980, los sismólogos se han preguntado si sería factible predecir el comportamiento de un terremoto dada cierta información sobre sus condiciones iniciales. En particular, si puede determinar la magnitud eventual basada en mediciones sísmicas cerca del punto de origen o epicentro. La mayoría de los investigadores consideran que es demasiado improbable dada la aleatoriedad del comportamiento de los terremotos, pero Ide cree que hay más que eso. "Inspirándome en un estudio que compara terremotos de diferentes tamaños, decidí analizar un conjunto de datos sísmicos de una región conocida como la zona de subducción de Tohoku-Hokkaido en el este de Japón -explicaba-. Una comparación sistemática de alrededor de 100.000 eventos sísmicos durante 15 años me lleva a creer que los terremotos no son diferentes de manera aleatoria, sino que comparten muchas similitudes". Para hacer comparaciones entre diferentes terremotos, Ide seleccionó primero los ejemplos más grandes del conjunto de datos con magnitudes mayores que 4,5. También seleccionó terremotos más pequeños en las mismas regiones que estos más grandes. Luego comprobó matemáticamente cómo de similares eran las señales sísmicas entre pares de terremotos grandes y pequeños.

Hokkaido, la más septentrional de las islas principales de Japón, es famosa por sus volcanes, sus termas naturales (onsen) y las áreas de esquí. En el escabroso Parque Nacional Daisetsuzan, se encuentra el humeante monte volcánico Asahi. El Parque Nacional Shikotsu-Toya tiene lagos de cráteres, aguas termales y el monte Yotei, similar al monte Fuji. Entre los centros de esquí populares, se encuentran Rusutsu, Furano y Niseko.

Utilizó una función estadística para la comparación de señales llamada "correlación cruzada" en los datos de 10 estaciones sísmicas cercanas a los pares de terremotos en cada caso. "Algunos pares de terremotos grandes y pequeños comienzan con exactamente las mismas características de agitación, por lo que no podemos distinguir la magnitud de un terremoto a partir de las observaciones sísmicas iniciales -explicaba Ide-. Estas son malas noticias para la alerta temprana de terremotos. Sin embargo, para futuros intentos de pronóstico, dada esta simetría entre terremotos de diferentes magnitudes, es bueno saber que no son completamente al azar".

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La predicción de terremotos es una rama de la sismología dedicada a especificar las coordenadas temporales y espaciales, así como la magnitud de terremotos futuros, dentro de determinados límites de precisión. Algunos autores distinguen la predicción de un terremoto futuro específico del pronóstico probabilístico de la ocurrencia de un evento sísmico de magnitud dada en un lugar y momento determinados. A pesar de considerables esfuerzos en investigación por parte de sismólogos, no se pueden hacer predicciones científicamente reproducibles para un día o mes específico. No obstante, en las primeras décadas del siglo XXI han surgido líneas de investigación promisorias, particularmente en el campo de los precursores electromagnéticos. Por otra parte, en el caso de los mapas de evaluación del peligro sísmico de fallas estudiadas, es posible estimar que la probabilidad de que un terremoto de un tamaño dado afectará un lugar determinado durante un cierto número de años. A finales del siglo XX, la capacidad general para predecir terremotos, ya sea en forma individual o en una base estadística, aún se consideraba remota.

The Big One es un terremoto, que los científicos esperan que ocurra en California, por la falla de San Andrés. Se calcula que tenga una energía superior a 9 en escala de magnitud de momento. Según los científicos, se dice que este terremoto tendrá una magnitud superior a 8,1 y durará de 3 a 5 minutos. Dicen que las consecuencias serían catastróficas; desatando un tsunami que iría y veSe estima que el terremoto ocurra a lo largo de la falla de San Andrés, por lo que el epicentro se situaría cerca de Springfield y que desde ahí las ondas sísmicas se propagarán hacia el norte de todo Estados Unidos, afectando también al sur del estado. Así, se sentirá en San Diego, Oceanside, Los Ángeles y las regiones cercanas, afectando más a Los Ángeles donde las ondas quedarían atrapadas por las condiciones del suelo.ndría durante 24 horas, con una masa que sería 2 veces mayor a la que afectó a Chile en 2010.

Falla de San Andrés. La posibilidad de un terremoto en California (EE. UU.) es una de las más altas del mundo. Tanto es así que ya se le llama "The Big One" al futurible sismo.

Chile se ubica a lo largo del cinturón de fuego del Pacífico, una zona de alta sismicidad debida al choque tectónico entre la placa Sudamericana y la placa de Nazca y la subducción de esta última bajo la placa continental. El movimiento y la fricción entre estas dos placas tectónicas convierte a Chile en una zona con frecuentes terremotos y alto vulcanismo. La zona del Norte Grande no es ajena a ello: la zona andina tiene muchos volcanes activos, mientras que la cordillera de la Costa es franqueada por un sistema de fallas geológicas (falla de Atacama) que manifiestan la subducción entre ambas placas.

Ubicación de las placas Sudamericana y de Nazca, sobre la costa chilena.

El terremoto de Chile de 2010 provocó un total de 525 fallecidos. Cerca de 500 mil viviendas sufrieron graves daños y se estiman un total de 2 millones de damnificados, en la peor tragedia natural vivida en Chile desde 1960. La entonces presidenta Michelle Bachelet declaró el «estado de excepción constitucional de catástrofe» en las regiones del Maule y del Biobío. Un fuerte tsunami impactó las costas chilenas como producto del terremoto, destruyendo varias localidades ya devastadas por el sismo. Debido a errores e indecisiones por parte de los organismos encargados de enviar la alarma de tsunami, no se alertó a la población acerca del evento, que ocurrió 35 minutos después del terremoto. El archipiélago de Juan Fernández, pese a no sentir el sismo, fue impactado por el violento tsunami que arrasó con el único poblado, San Juan Bautista. El Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico generó pocos minutos después del terremoto una alerta de tsunami para el océano Pacífico, que se extendió posteriormente a 53 países ubicados a lo largo de gran parte de su cuenca, llegando a Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, la Antártida, Nueva Zelanda, la Polinesia Francesa y las costas de Hawái. El sismo es considerado como el segundo más fuerte en la historia del país y el octavo más fuerte registrado por la humanidad. Solo es superado a nivel nacional por el cataclismo del terremoto de Valdivia de 1960, el de mayor magnitud registrado por el ser humano mediante sismómetros. El sismo fue 31 veces más fuerte y liberó cerca de 178 veces más energía que el devastador terremoto de Haití ocurrido el mes anterior, y la energía liberada es cercana a 800 000 bombas atómicas, como la liberada en Hiroshima en 1945.

Vista del pueblo de San Lorenzo de Tarapacá tras un terremoto, en 2005.

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