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4 - Octubre - 2019
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Durante años, a João Duarte le desconcertó la aparentemente aburrida expansión submarina de la costa de Portugal. En 1969, aquel lugar engendró un enorme terremoto que sacudió la orilla y provocó un tsunami. Pero nunca se sabría solo mirando la superficie amplia y monótona del lecho marino. Duarte, geólogo marino del Instituto Dom Luiz de la Universidad de Lisboa, quería averiguar qué estaba ocurriendo. Ahora, 50 años después del fenómeno, por fin tiene una respuesta: la parte inferior de la placa tectónica de la costa de Portugal parece estar deslizándose y alejándose de la parte superior. Esta actividad podría ser la chispa necesaria para que una placa empiece a introducirse debajo de otra en lo que se conoce como zona de subducción, según las simulaciones por ordenador presentadas por Duarte en abril en la reunión de la Unión Europea de Geociencias (EGU, por sus siglas en inglés). De confirmarse, esta nueva investigación representaría el primer caso en el que se detecta el deslizamiento y alejamiento de una placa oceánica y podría suponer una de las primeras etapas de encogimiento del océano Atlántico, con lo que Europa se acercaría muy lentamente hacia Canadá, como predicen algunos modelos de actividad tectónica.

Detalle de la zona de subducción.

«No cabe duda de que es una historia interesante», afirma Fabio Crameri, de la Universidad de Oslo, que asistió a la reunión de la EGU, aunque no formó parte del equipo de investigación. Según él, Duarte presentó algunos argumentos sólidos, pero advierte que el modelo necesita más pruebas, algo que no resulta fácil cuando los datos proceden de un proceso natural que progresa a la velocidad a la que crecen las uñas. «Son grandes declaraciones», dice Duarte sobre las conclusiones, reconociendo también que su equipo y él aún tienen mucho trabajo por delante. «Quizá no sea la solución a todos los problemas. Pero creo que tenemos algo nuevo entre manos».

Las placas tectónicas del planeta marchan a cámara lenta, con bordes que se alejan y otros que chocan. En al menos tres ocasiones en los 4.540 millones de años de historia de nuestro planeta, las masas continentales en perpetuo cambio se han convertido en supercontinentes, pero han cambiado el rumbo y se han dividido. Las zonas de subducción son importantes fuerzas motrices de esta cinta transportadora tectónica, ya que tiran de la corteza oceánica y del manto superior hacia las profundidades, reciclando las rocas y arrastrando a los continentes en el proceso.

Entonces ¿cómo empiezan las zonas de subducción? «Es uno de los principales problemas sin resolver de la tectónica de placas», afirma Duarte. Una forma de localizar las zonas de subducción —y quizá también zonas de subducción en pañales— es seguir los terremotos. En torno al 90 por ciento de los seísmos del mundo se producen en la cadena fragmentada de zonas de subducción que trazan el denominado Cinturón de Fuego, que forma un arco alrededor del Pacífico, desde la punta meridional de Sudamérica hasta Nueva Zelanda, por el mar de Bering. Pero la península ibérica está al otro lado del mundo, tocando el océano Atlántico. Aquí, las placas se separan en la mitad del océano y forman nueva corteza, y los límites de la mayor parte de las masas continentales circundantes pasan de continente a océano en una sola placa.

El geólogo portugués Joao Duarte habló sobre su hallazgo en la reunión de la Unión Europea de Geociencias en Viena.

Sin embargo, la situación de la península ibérica es algo más compleja. Se encuentra justo al norte de la frontera entre las placas euroasiática y africana, que se deslizan principalmente hacia el este. Un ligero giro de la placa africana empuja la placa euroasiática hacia el norte, pero los científicos no esperaban que se desataran enormes temblores justo frente a la costa de Portugal. Con los años, los investigadores han acudido a la región para estudiar los insólitos acontecimientos.

«Es principalmente un trabajo de unir los puntos», afirma Duarte sobre la última investigación.

Uno de los primeros puntos en cuestión era la insólita ubicación del epicentro del terremoto de 1969: una superficie monótona conocida como llanura abisal de la Herradura. En esta región no existen señales obvias de fallas, paisajes accidentados ni montes submarinos, rasgos que sugieren daños tectónicos. «Es como las llanuras de Kansas bajo 4,8 kilómetros de agua», afirma el geólogo Marc-André Gutscher, de la Universidad de Brest, que acudió a la reunión de EGU y que ha investigado ampliamente la región. En 2012, un equipo de investigadores decidió estudiarla más a fondo empleando ondas sísmicas. En cierto modo, el método es similar a un ultrasonido, ya que las ondas de un terremoto se propagan y cambian de velocidad cuando chocan con las estructuras internas de la Tierra que tienen una temperatura y composición diferentes. Dicha investigación identificó una intrigante masa densa que se encontraba justo debajo del lugar donde había empezado el terremoto de 1969. Los análisis subsiguientes sugerían que aquel podría ser el nacimiento de una zona de subducción. Pero no había pistas de dicha zona en la superficie, de forma que Diarte supuso inicialmente que el cuerpo extraño era una lectura falsa. Esto cambió en 2018, cuando Chiara Civiero —investigadora posdoctoral del Instituto Dom Luiz de la Universidad de Lisboa— y sus colegas publicaron un análisis de alta resolución de la Tierra en esta región y la inusual mancha persistía. «Ahora estamos seguros al cien por cien de que está ahí», afirma Duarte.

Otros investigadores descubrieron que sobre este cuerpo profundo, que ocupa 250 kilómetros bajo la superficie, parecían producirse seísmos diminutos. Según él, la clave se encuentra en una capa aparentemente inocua en medio de la placa tectónica. Investigaciones anteriores sugerían que el agua que se filtraba por la red de fracturas de la placa oceánica había reaccionado con las rocas bajo la superficie, transformándolas en minerales verdes blandos en un proceso denominado serpentinización. Quizá esta capa proporcionaba la debilidad suficiente para permitir que el fondo más denso de la placa se desprendiera. Los científicos creen que el desprendimiento tectónico podría ser habitual bajo placas continentales densas a través de un mecanismo ligeramente diferente y quizá en zonas de subducción antiguas, pero nunca se ha documentado en placas oceánicas prístinas. Duarte colaboró con el geólogo Nicolas Riel, de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, Alemania, para crear un modelo numérico que incluyera tanto la capa serpentinizada como las zonas de fractura cercanas. El resultado desveló una forma de gota que se había formado bajo la placa oceánica conforme sus capas inferiores empezaban a desprenderse, algo que provocó fracturas profundas que parecían ser una zona de subducción en pañales.

«Fue asombroso», afirma Duarte.

Duarte no es el primero que propone estos curiosos acontecimientos en la costa de Portugal, pero es la primera vez que hay datos para respaldarlos. Hace más de 40 años, Yoshio Fukao, que actualmente trabaja en la Agencia de Ciencias y Tecnología de la Tierra y el Mar de Japón, empezó a concentrarse en las profundas fallas responsables del seísmo de 1969. Entonces, en 1975, Michael Purdy, actual vicepresidente ejecutivo de investigación en la Universidad de Columbia, esbozó una imagen de lo que creía que ocurría bajo tierra y que guarda una similitud increíble con los resultados del nuevo modelo.

«Parece una locura, pero no fue idea mía», bromea Duarte. «En 1975, dibujó el resultado que tengo en mi modelo numérico, es asombroso».

La investigación aún debe aparecer en una revista y, por ahora, otros geólogos enfocan los resultados con una mezcla de entusiasmo prudente y escepticismo sano. «La mayor parte de lo que sabemos hasta ahora es que la nueva subducción tiende a permanecer en los lugares donde ya existe subducción en curso», afirma Crameri. «Pero eso no significa que no ocurra». Gutscher señala que el modelo parece explicar la insólita expansión monótona que yace bajo el punto de origen del terremoto, algo muy importante. Valentina Magni, de la Universidad de Oslo y organizadora de la sesión de la EGU, añade que la exhaustiva investigación incluye también muchas de las fuerzas que desempeñarían un papel debido a las fracturas que rodean la zona de interés. Pero alberga dudas respecto a que el modelo se corresponda con la realidad. «Creo que cuesta mucho empezar una subducción así como así, cuando no ocurre nada a su alrededor», afirma. Duarte y sus coautores continúan trabajando para publicar su investigación, para que sus datos puedan debatirse y revisarse más ampliamente. Según él, si la aceptan, enviará a Purdy la primera copia.

La subducción de placas es el proceso de hundimiento de una zona oceánica de una placa litosférica bajo el borde de otra placa en un límite convergente, según la teoría de tectónica de placas. La subducción ocurre a lo largo de amplias zonas de subducción que en el presente se concentran especialmente en el entorno del océano Pacífico, en el llamado cinturón de fuego del Pacífico, pero también hay zonas de subducción en partes del mar Mediterráneo, las Antillas, las Antillas del Sur y la costa índica de Indonesia. La subducción es causada por dos fuerzas tectónicas, una que proviene del empuje de las dorsales meso-oceánicas y otra que deriva de las fuerzas que tiran de los bloques. La subducción provoca muchos terremotos de gran magnitud los cuales se originan en la zona de Benioff. La subducción también causa la fusión parcial de parte del manto terrestre generando magma que asciende dando lugar a volcanes. El ángulo de subducción, el ángulo que forma el plano de la zona de Benioff con la superficie terrestre, puede variar de cerca de 90° en las Marianas a tan sólo 10° en Perú. La corteza oceánica que está en camino de ser subducida en la fosa de las Marianas es la corteza oceánica más antigua de la Tierra. La subducción empinada está asociada a extensión de retroarco, provocando la migración de corteza de los arcos volcánicos y fragmentos de corteza continental dejando atrás un mar marginal.

Hay que tener en cuenta varios factores a la hora de estudiar la dinámica de la subducción.

Fuerza de empuje: La fuerza de empuje es la principal causante de la subducción; se genera por la acción de los límites constructivos interplaca (las dorsales oceánicas). La fuerza generada por el empuje de las rocas jóvenes en las dorsales lleva a las rocas más antiguas (más alejadas de la dorsal) a chocar contra la corteza continental y así mismo la placa continental genera una fuerza opuesta a la placa oceánica.

Fuerzas gravitatorias: Uno de los principales factores que favorece la subducción es la diferencia de las fuerzas gravitatorias, debida a la diferente densidad de las placas. La flotabilidad, que depende directamente de esta, es opuesta a la dirección de la fuerza gravitatoria; por lo tanto, a mayor fuerza gravitatoria menor será la flotabilidad. En general la corteza oceánica es más densa que la continental, debido a su composición química. La corteza oceánica, constituida por rocas básicas y ultrabásicas como gabros, dunitas y basaltos (rocas ricas en hierro, magnesio, cromo y diferentes elementos pesados), es mucho más pesada que la continental, formada por rocas intermedias y ácidas como andesitas, granitos y riolitas (rocas ricas en sodio, potasio y aluminio). No todas los márgenes convergentes son zonas de subducción: si la densidad entre las dos placas es muy parecida, en vez de subducción habrá obducción.

El ángulo de subducción dependerá mucho de las características de la corteza que subduce y generará diferentes características en superficie. Se podría decir que un ángulo normal de subducción es de 30 grados (muy parecido al de la subducción tipo Chile), pero cuando varía este ángulo tendremos:

Ángulos altos de subducción, hasta de incluso de 90 grados en algunas partes del mundo, generarán condiciones superficiales muy específicas. El mejor de los ejemplo es el choque entre la placa del Pacífico y la placa de Filipinas. Aquí la velocidad de descenso es mayor a la velocidad horizontal generada por el empuje; esto causa que la placa del Pacífico retroceda generando un esfuerzo en dirección opuesta a la dirección del empuje generado por la dorsal. Esto genera una cuenca tras-arco, un ambiente distensivo que es la que causa la subducción entre la placa de Filipinas y la placa euroasiática. El límite activo justo en esta zona de alto ángulo de subducción adquiere una forma convexa; quiere decir que podemos definir la forma del límite para predecir el ángulo de subducción (por ejemplo la subducción entre la placa escocesa y la suramericana). En estas zonas es posible diferenciar arcos remanentes.

Los ángulos bajos de subducción son causados por protuberancias de la placa que subduce, por ejemplo, las existentes entre la placa de Nazca y la placa suramericana. Las crestas oceánicas en la primera, formadas por antiguos puntos calientes ahora inactivos, son subducidas y generan la disminución del ángulo de subducción en cierta parte del límite activo. Los bajos ángulos de subducción originan el engrosamiento del arco magmático, como ocurre en los Andes Centrales, llegando a generar altiplanos (como el altiplano andino).

El roce generado por el contacto y movimiento entre placas genera una acumulación de energía potencial elástica, que se libera en forma de movimientos relativos entre dos bloques separados por un plano (fallas). Los márgenes convergentes son las zonas de mayor actividad sísmica del mundo. Si se mapea la actividad sísmica entre límites convergentes, se tendrá la zona de Wadati-Benioff, que es la que define directamente la amplitud superficial de acción de la subducción. Los sismos debidos a la subducción afectan intensamente a países como Japón, Chile, Haití y a regiones como el noreste de Rusia. Los volcanes que tienen su génesis en zonas de subducción son muy grandes y empinados, debido a la composición del magma que asciende y que causa erupciones de gran violencia por la viscosidad de la lava. Al delinear en un mapamundi volcanes con estas características, se encuentran lineamientos muy claros que son paralelos a las cordilleras; es decir, que se puede definir una zona de subducción por el vulcanismo presente. Este vulcanismo difiere mucho del vulcanismo intraplaca, cuyas condiciones y características son muy diferentes: lavas más fluidas, de composición básica, y volcanes muy extensos y de laderas muy suaves, como los de Hawái.

El Kilauea es uno de los volcanes más activos del mundo y uno de los cinco que tiene Hawaii.

La tectónica de placas (del griego tektonicós, "el que construye") es una teoría que explica la forma en que está estructurada la litosfera (porción externa más fría y rígida de la Tierra). La teoría da una explicación a las placas tectónicas que forman parte de la superficie de la Tierra y a los deslizamientos que se observan entre ellas en su movimiento sobre el manto terrestre fluido, sus direcciones e interacciones. También explica la formación de las cadenas montañosas (orogénesis). Así mismo, da una explicación satisfactoria al hecho de que los terremotos y los volcanes se concentran en regiones concretas del planeta (como el Cinturón de Fuego del Pacífico) o a la ubicación de las grandes fosas submarinas junto a islas y continentes y no en el centro del océano. Las placas tectónicas se desplazan unas respecto de otras con relativa lentitud, a una velocidad nunca perceptible sin instrumentos, pero con tasas bastante diferentes. La mayor velocidad se da en la dorsal del Pacífico Oriental, cerca de la Isla de Pascua, a unos 3400 km de Chile, con una velocidad de separación entre placas de más de 15 cm/año y la más lenta se da en la dorsal ártica, con menos de 2,5 cm/año. Dado que se desplazan sobre la superficie finita de la Tierra, las placas interaccionan unas con otras a lo largo de sus fronteras o límites provocando intensas deformaciones en la corteza y litosfera de la Tierra, lo que ha dado lugar a la formación de grandes cadenas montañosas (por ejemplo las cordilleras de Himalaya, Alpes, Pirineos, Atlas, Urales, Apeninos, Apalaches, Andes, entre muchos otros) y grandes sistemas de fallas asociadas con estas (por ejemplo, el sistema de fallas de San Andrés).

El contacto por fricción entre los bordes de las placas es responsable de la mayor parte de los terremotos. Otros fenómenos asociados son la creación de volcanes (especialmente notorios en el cinturón de fuego del océano Pacífico) y las fosas oceánicas. Las placas tectónicas se componen de dos tipos distintos de litosfera: la corteza continental, más gruesa, y la corteza oceánica, la cual es relativamente delgada. A la parte superior de la litosfera se la conoce como Corteza terrestre, nuevamente de dos tipos (continental y oceánica). Esto significa que una placa litosférica puede ser continental, oceánica, o bien de ambos tipos, en cuyo caso se denomina placa mixta. Uno de los principales puntos de la teoría propone que la cantidad de superficie de las placas (tanto continental como oceánica) que desaparecen en el manto a lo largo de los bordes convergentes de subducción está más o menos en equilibrio con la corteza oceánica nueva que se está formando a lo largo de los bordes divergentes (dorsales oceánicas) a través del proceso conocido como expansión del fondo oceánico. También se suele hablar de este proceso como el principio de la "cinta transportadora". En este sentido, el total de la superficie en el globo se mantiene constante, siguiendo la analogía de la cinta transportadora, siendo la corteza la cinta que se desplaza gracias a las fuertes corrientes convectivas de la astenosfera, que hacen las veces de las ruedas que transportan esta cinta, hundiéndose la corteza en las zonas de convergencia, y generándose nuevo piso oceánico en las dorsales.

La teoría también explica de forma bastante satisfactoria la forma como las inmensas masas que componen las placas tectónicas se pueden "desplazar", algo que quedaba sin explicar cuando Alfred Wegener propuso la teoría de la Deriva Continental, aunque existen varios modelos que coexisten: Las placas tectónicas se pueden desplazar porque la litósfera tiene una menor densidad que la astenosfera, que es la capa que se encuentra inmediatamente inferior a la corteza. Esto hace que las placas "floten" en la astenosfera y el magma líquido más caliente va hacia arriba y el más frío hacia abajo, generando una corriente que mueve las placas. Las variaciones de densidad laterales resultan en las corrientes de convección del manto, mencionadas anteriormente. Se cree que las placas son impulsadas por una combinación del movimiento que se genera en el fondo oceánico fuera de la dorsal (debido a variaciones en la topografía y densidad de la corteza, que resultan en diferencias en las fuerzas gravitacionales, arrastre, succión vertical, y zonas de subducción). Una explicación diferente consiste en las diferentes fuerzas que se generan con la rotación del globo terrestre y las fuerzas de marea del Sol y de la Luna. La importancia relativa de cada uno de esos factores queda muy poco clara, y es todavía objeto de debate.

El origen del movimiento de las placas está en unas corrientes de materiales que suceden en el manto, las denominadas corrientes de convección, y sobre todo, en la fuerza de la gravedad. Las corrientes de convección se producen por diferencias de temperatura y densidad, de manera que los materiales más calientes pesan menos y ascienden, y los materiales más fríos son más densos, pesados, y descienden. El manto, aunque es sólido, se comporta como un material plástico o dúctil, es decir, se deforma y se estira sin romperse, debido a las altas temperaturas a las que se encuentra, sobre todo el manto inferior. En las zonas profundas el manto hace contacto con el núcleo, el calor es muy intenso, por eso grandes masas de roca se funden parcialmente y al ser más ligeras ascienden lentamente por el manto, produciendo unas corrientes ascendentes de materiales calientes, las plumas o penachos térmicos. Algunos de ellos alcanzan la litosfera, la atraviesan y contribuyen a la fragmentación de los continentes. En las fosas oceánicas, grandes fragmentos de litósfera oceánica fría se hunden en el manto, originando por tanto unas corrientes descendentes, que llegan hasta la base del manto. Las corrientes ascendentes y descendentes del manto podrían explicar el movimiento de las placas, al actuar como una especie de "rodillo" que las moviera.

La tectónica de placas tiene su origen en dos teorías que le precedieron: la teoría de la deriva continental y la teoría de la expansión del fondo oceánico. La primera fue propuesta por Alfred Wegener a principios del siglo XX y pretendía explicar el intrigante hecho de que los contornos de los continentes ensamblan entre sí como un rompecabezas y que estos tienen historias geológicas comunes. Esto sugiere que los continentes estuvieron unidos en el pasado formando un supercontinente llamado Pangea (en idioma griego significa "todas las tierras") que se fragmentó durante el período Jurásico, originando los continentes actuales. Esta teoría fue recibida con escepticismo y finalmente rechazada porque el mecanismo de fragmentación (deriva polar) no podía generar las fuerzas necesarias para desplazar las masas continentales.

La teoría de expansión del fondo oceánico fue propuesta hacia la mitad del siglo XX y está sustentada en observaciones geológicas y geofísicas que indican que las cordilleras meso-oceánicas funcionan como centros donde se genera nuevo piso oceánico conforme los continentes se alejan entre sí. Esto fue propuesto por John Tuzo Wilson. La teoría de la tectónica de placas fue forjada principalmente entre los años 50 y 60 y se le considera la gran teoría unificadora de las Ciencias de la Tierra, ya que explica una gran cantidad de observaciones geológicas y geofísicas de una manera coherente y elegante. A diferencia de otras ramas de las ciencias, su concepción no se le atribuye a una sola persona como es el caso de Isaac Newton o Charles Darwin. Fue producto de la colaboración internacional y del esfuerzo de talentosos geólogos (Tuzo Wilson, Walter Pitman), geofísicos (Harry Hammond Hess, Allan V. Cox) y sismólogos (Linn Sykes, Hiroo Kanamori, Maurice Ewing), que poco a poco fueron aportando información acerca de la estructura de los continentes, las cuencas oceánicas y el interior de la Tierra.

Son los bordes de una placa y es ahí donde se presenta la mayor actividad tectónica (sismos, formación de montañas, actividad volcánica), ya que es donde se produce la interacción entre placas. Hay tres clases de límite:

- Divergentes: son límites en los que las placas se separan unas de otras y, por lo tanto, emerge magma desde regiones más profundas (por ejemplo, la dorsal mesoatlántica formada por la separación de las placas de Eurasia y Norteamérica y las de África y Sudamérica).

- Convergentes: son límites en los que una placa choca contra otra, formando una zona de subducción (la placa oceánica se hunde bajo la placa continental) o un cinturón orogénico (si las placas chocan y se comprimen). Son también conocidos como "bordes activos".

- Transformantes: son límites donde los bordes de las placas se deslizan una con respecto a la otra a lo largo de una falla de transformación.

Límite divergente o constructivo: las dorsales.

Son las zonas de la litosfera en que se forma nueva corteza oceánica y en las cuales se separan las placas. En los límites divergentes, las placas se alejan y el vacío que resulta de esta separación es rellenado por material de la corteza, que surge del magma de las capas inferiores. Se cree que el surgimiento de bordes divergentes en las uniones de tres placas está relacionado con la formación de puntos calientes. En estos casos, se junta material de la astenosfera cerca de la superficie y la energía cinética es suficiente para hacer pedazos la litosfera. El punto caliente que originó la dorsal mesoatlántica se encuentra actualmente debajo de Islandia, y el material nuevo ensancha la isla algunos centímetros cada siglo. Un ejemplo típico de este tipo de límite son las dorsales oceánicas, como la dorsal mesoatlántica entre otras, y en el continente las grietas, como el Gran Valle del Rift.

Límite convergente o destructivo.

Las características de los bordes convergentes dependen del tipo de litosfera de las placas que chocan. Con frecuencia las placas no se deslizan en forma continua; sino que se acumula tensión en ambas placas hasta llegar a un nivel de energía acumulada que sobrepasa el necesario para producir el deslizamiento brusco de la placa marina. La energía potencial acumulada es liberada como presión o movimiento; debido a la titánica cantidad de energía almacenada, estos movimientos ocasionan terremotos, de mayor o menor intensidad. Los puntos de mayor actividad sísmica suelen asociarse con este tipo de límites de placas. Cuando una placa oceánica (más densa) choca contra una continental (menos densa) la placa oceánica es empujada debajo, formando una zona de subducción. En la superficie, la modificación topográfica consiste en una fosa oceánica en el agua y un grupo de montañas en tierra. Cuando dos placas continentales colisionan (colisión continental), se forman extensas cordilleras formando un borde de obducción. La cadena del Himalaya es el resultado de la colisión entre la placa Indoaustraliana y la placa Euroasiática. Cuando dos placas oceánicas chocan, el resultado es un arco de islas (por ejemplo, Japón).

Límite transformante, conservativo o neutro.

El movimiento de las placas a lo largo de las fallas de transformación puede causar considerables cambios en la superficie, lo que es particularmente significativo cuando esto sucede en las proximidades de un asentamiento humano. Debido a la fricción, las placas no se deslizan en forma continua; sino que se acumula tensión en ambas placas hasta llegar a un nivel de energía acumulada que sobrepasa el necesario para producir el movimiento. La energía potencial acumulada es liberada como presión o movimiento en la falla. Debido a la titánica cantidad de energía almacenada, estos movimientos ocasionan terremotos, de mayor o menor intensidad. Un ejemplo de este tipo de límite es la falla de San Andrés, ubicada en el Oeste de Norteamérica, que es parte del sistema de fallas producto del roce entre la placa Norteamericana y la del Pacífico.

Aunque no sepas nada de asuntos militares seguramente has escuchado hablar de la batalla de Waterloo. Es uno de los combates más famosos de la historia porque marcó la caída final de Napoleón Bonaparte, el emperador francés que conquistó gran parte de Europa a comienzos del siglo XIX. En 1815, tras escapar de su exilio en la isla de Elba, Napoleón, al mando de un ejército de más de 70.000 hombres, decidió invadir los Países Bajos, donde se reunía la llamada Séptima Coalición, que buscaba derrocarlo. El 18 de junio de ese año, las tropas napoleónicas se enfrentaron con las fuerzas británicas, holandesas, belgas y alemanas, al mando del duque de Wellington, y el ejército prusiano bajo el mariscal de campo Gebhard von Blücher. El combate en las cercanías del municipio belga de Waterloo duró unas diez horas, bajo intensos chaparrones.

Muchos historiadores han concluido que la lluvia y el barro jugaron un papel fundamental en la derrota de Napoleón, que cambió el curso de la historia europea. Sostienen que el gran estratega francés retrasó el uso de su caballería pesada porque el suelo estaba demasiado mojado y eso le dio una ventaja a sus rivales. Unos 200 años más tarde ha surgido una teoría que explica por qué el clima durante ese verano europeo de 1815 fue tan inusualmente tormentoso.

La batalla de Waterloo se peleó en medio del barro y la lluvia el 18 de junio de 1815.

Dos meses antes de la batalla de Waterloo, del otro lado del mundo, en Indonesia, entró en erupción una volcán llamado Monte Tambora. Unas 100.000 personas perdieron la vida como consecuencia de las enormes columnas de cenizas que emitió el volcán.

Pero, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? Según un estudio publicado por el geólogo Matthew Genge del Imperial College London, la ceniza volcánica electrificada creó un "cortocircuito" en la ionosfera, el nivel superior de la atmósfera responsable de la formación de nubes. Eso habría causado las fuertes lluvias sobre Europa que contribuyeron a la derrota de Napoleón. La investigación que Genge publicó en la revista científica Geology también muestra que las erupciones pueden arrojar cenizas electrificadas a mucha más altura de lo que se creía hasta el momento.

"Anteriormente los geólogos pensaban que la ceniza volcánica queda atrapada en la atmósfera inferior porque el humo volcánico flota hacia allí", señaló el experto. "Mi investigación, sin embargo, muestra que las fuerzas eléctricas pueden disparar las cenizas a la atmósfera superior".

A través de una serie de experimentos y simulaciones por computadora, Genge comprobó que partículas volcánicas cargadas, que miden menos de 0.2 millonésimas de metro de diámetro, pueden ser impulsadas a la ionosfera durante grandes erupciones. Allí perturban las corrientes eléctricas de la ionosfera, lo que provoca niveles inusuales de formación de nubes y lluvia.

En tiempos más recientes este tipo de perturbación se registró después de la erupción del volcán Monte Pinatubo en Filipinas, en 1991. Sin embargo, Genge destacó la implicancia histórica de su hallazgo. "Victor Hugo en la novela 'Les Miserables' dijo sobre la Batalla de Waterloo: 'Un cielo inusualmente nublado fue suficiente para provocar el colapso de un mundo'". "Ahora estamos un paso más cerca de comprender la parte que jugó (el volcán) Tambora en la batalla, a medio mundo de distancia".

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