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16 - Febrero- 2020
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La Sala de lo Social del Tribunal Supremo reconoce por primera vez el derecho de una mujer a computar el tiempo en el que realizó el denominado servicio social de la mujer, que era obligatorio cumplir durante el franquismo, para alcanzar el periodo mínimo de cotización exigido para la jubilación anticipada en la misma forma en la que se tiene en cuenta, a dichos efectos, el servicio militar obligatorio o la prestación social sustitutoria para los hombres.

Así, el tribunal aplica la perspectiva de género en la interpretación y aplicación del artículo 208.1.b de la Ley General de la Seguridad Social (LGSS) que contempla que para acreditar un periodo mínimo de cotización a efectos de jubilación anticipada se podrá computar el periodo de prestación del servicio militar obligatorio o de la prestación social sustitutoria con un límite máximo de un año.

En una sentencia dada a conocer hace unos días, la Sala indica que la interpretación literal de este artículo conduciría a una violación del principio de igualdad de trato entre mujeres y hombres, pues supondría un trato discriminatorio de las mujeres ya que el citado artículo de la LGSS no incluye el "Servicio Social de la Mujer".

La resolución analiza el caso concreto de una mujer que había solicitado la jubilación anticipada y que le fue denegada por el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) por faltarle siete días para cumplir el mínimo de cotización exigido por la ley.

En primera instancia, un juzgado de lo Social de Barcelona sí dio la razón a la reclamante y reconoció su derecho a acceder a la jubilación anticipada. Posteriormente, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) revocó esta primera sentencia estimando el recurso del INSS, al considerar que el tiempo que la mujer estuvo cumpliendo el Servicio Social de la Mujer no contemplaron obligación alguna de las autoridades competentes en orden a una supuesta afiliación, alta o cotización.

Sin embargo, el Tribunal Supremo entiende que el recurso de la mujer debe ser estimado en aplicación de la dimensión de género que vincula a todos los poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial. La Sala admite que en nuestro ordenamiento no hay norma alguna que considere como periodo cotizado a efectos de alcanzar el periodo mínimo de cotización exigido para acceder a la jubilación parcial, el periodo de prestación del "Servicio Social de la Mujer".

No obstante, añade que la aprobación de la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres (LOIEMH) persigue la igualdad de trato y de oportunidades, y que es un principio informador del ordenamiento jurídico que debe integrarse y observarse en la interpretación y aplicación de las normas jurídicas.

La sentencia, con ponencia de María Luisa Segoviano, recuerda que la finalidad tanto del servicio militar como del "Servicio Social de la Mujer" fue similar, tal y como establece el Decreto número 378 de octubre de 1937, como un servicio obligatorio para hombres y mujeres.

En el caso de éstas se estableció como "deber nacional de todas las mujeres españolas en edad de 17 a 35 años", y estuvo en vigor hasta 1978. Por ello, la Sala concluye que resultaría discriminatorio reconocer a los hombres a efectos de jubilación anticipada el cómputo del servicio militar o la prestación sustitutoria, como reconoce el artículo 208.1.b de la LGSS, y, en cambio, rechazarlo en el caso de las mujeres.

Dice también que "el servicio militar únicamente lo realizaban los hombres, luego se está reconociendo un periodo no cotizado a efectos de acceder a la jubilación anticipada, únicamente a los hombres".

Así, afirma que "no cabe argüir que a las mujeres no se les podía reconocer dicho derecho ya que no realizaban el servicio militar", aunque sí se les exigía realizar el "Servicio Social de la Mujer", pero sin reconocer dicho periodo para la jubilación anticipada.

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La Sección Femenina (SF) fue la rama femenina del partido Falange Española, y posteriormente de FET de las JONS. La Sección Femenina fue constituida en Madrid en 1934, y llegó a funcionar durante cuarenta años, siendo disuelta tras la muerte del general Franco y el consiguiente desmontaje del régimen. Fue dirigida desde su nacimiento hasta su liquidación por Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de Falange. Impregnada su Jefa Nacional de un ferviente catolicismo, la rama femenina de la Falange adoptaría las figuras de Isabel la Católica y santa Teresa de Jesús como modelos de conducta y símbolos de su acción. En su momento, la Sección Femenina llegó a tener un poder casi monopolístico al constituir el único órgano femenino de encuadramiento y acción que existía en la dictadura franquista.

Reparto de comida por mujeres de la Sección Femenina en Guipúzcoa.

La Sección Femenina fue organizada oficialmente el 12 de julio de 1934 como rama femenina del partido Falange Española de las JONS. La Falange había sido fundada un año antes por su hermano José Antonio Primo de Rivera, que situó a su hermana Pilar al frente de la Sección Femenina. Durante la segunda república española, las militantes de la Sección Femenina realizaron tareas de apoyo a la militancia masculina del partido, especialmente visitas a los presos del partido y a sus familias, así como tareas de enlace entre los presos y la calle (mensajes, consignas, etc.). La organización tenía unas 2500 militantes hacia julio de 1936.

El estallido de la guerra civil española supuso un importante cambio para la organización. Sus actividades aumentaron de forma considerable, pasando a desempeñar un gran número de servicios: por ejemplo, dedicándose a prestar apoyo a las familias de los caídos del bando sublevado en la lucha, además de sus tareas anteriores en la retaguardia republicana, y fueron progresivamente adquiriendo protagonismo en la retaguardia de las poblaciones conquistadas por los sublevados, organizando espontáneamente la asistencia básica a la población (ranchos de comida para los niños, ropa, sanidad, reparto de cartillas de racionamiento, etc.) —en competencia con el Auxilio de Invierno, creado para estas funciones por Mercedes Sanz Bachiller—.

En enero de 1937 la SF celebró su primer Consejo Nacional, que empezó el día 6 y fue clausurado tres días después.

No obstante, en la zona sublevada existían otras agrupaciones femeninas además de la Falange, como las «margaritas» del movimiento carlista. La confirmación institucional le llegó a la Sección Femenina en 1937, tras el decreto de Unificación que estableció un partido único —falangistas y carlistas fueron unificados en FET y de las JONS— y la disolución de todos los demás movimientos políticos: la Sección femenina de Falange se convertía así en la única rama política de mujeres que existiría en la zona sublevada.

El decreto de unificación, sin embargo, no soterró los conflictos existentes entre las distintas facciones. Dentro de la Sección Femenina surgida tras la «unificación» existían tres corrientes que estaban en discordia entre sí: falangistas, jonsistas y carlistas. Las antiguas «margaritas» carlistas eran las que más resistencia mostraron a la integración, mientras que las camisas viejas constituían un auténtico ejército de reserva que, paradójicamente, disponían de menos poder que otros grupos dentro de la propia SF. Los servicios tanto en los hospitales de campaña como en los hospitales de retaguardia —el llamado servicio de «Frentes y Hospitales»— quedaron bajo control de las antiguas «margaritas», lo que provocó no pocos conflictos con otras militantes falangistas que se veían excluidas de ejercer servicios en este ámbito por parte de las «margaritas». A pesar de estos problemas, la Sección Femenina atravesó un importante crecimiento durante la contienda. Si unos meses después del comienzo de la guerra civil la SF ya tenía unas 60 000 militantes, en abril de 1938 el número había aumentado hasta unas 400 000; un año después, en abril de 1939 —coincidiendo con el final de la contienda—, la militancia había aumentado hasta alcanzar las alrededor de 900 000 miembros, lo que supuso su máximo histórico.

Hacia 1939 la SF había logrado establecer estrechos vínculos con la Alemania nazi y la Italia fascista; durante el periodo que duró la guerra varias delegaciones de la Sección Femenina realizaron tres viajes a Alemania y un viaje a Italia. A su vez, comitivas de las organizaciones femeninas nazis realizaron visitas a la España franquista. Reflejo de la cercanía con Alemania es el hecho de que dos jerarcas de la SF eran medio alemanas: Clara Stauffer y Carmen Werner Bolín. Durante la contienda Primo de Rivera llegó a crear una oficina de Prensa y Propaganda de la Sección Femenina, a cargo de la simpatizante nazi Clara Stauffer.

Pilar Primo de Rivera (segunda por la derecha), participando en una reunión en la Alemania nazi (1941).

Tras el final de la Guerra civil, a finales de 1939 la estructura orgánica de la Sección Femenina fue reorganizada. Pilar Primo de Rivera organizó la estructura interna de la Sección Femenina dividiéndola en varias secciones, que se extendían también a otros organismos de FET y de las JONS. De todas ellas, las principales eran: Hermandad de la Ciudad y el Campo, Servicio Exterior, sección femenina del Sindicato Español Universitario y la rama femenina dentro del Frente de Juventudes. No obstante, la labor del Auxilio Social supuso algún que otro enfrentamiento con la Iglesia Católica. En enero de 1945, tras algunos enfrentamientos, logró arrebatarle al Frente de Juventudes su rama femenina y que esta pasase a integrarse en la Sección Femenina como una sección juvenil.

La rama femenina de Falange dispuso de ramificaciones en el exterior. En la Alemania nazi la líder de la Sección Femenina fue Celia Giménez, personaje destacado en los círculos españoles en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial que ejerció como enfermera en un hospital alemán y llegó a realizar labores propagandísticas. Cuando se creó la División Azul 146 mujeres de la Sección Femenina viajaron como enfermeras en el recién creado Cuerpo de Damas Auxiliares de Sanidad Militar, bajo la dirección de Mercedes Milá Nolla.

Franco llegó a ceder un monumento nacional, el castillo de la Mota de Medina del Campo (Valladolid), como sede central de la Sección Femenina. En 1939, tras el final de la contienda, Franco prometió restaurar el castillo y donarlo a la Sección Fememina para que fuese usado como centro de formación. Tras varios años de obras, el 29 de mayo de 1942 se produjo el acto de inauguración. Por ser su sede central, este constituyó el edificio más emblemático de la Sección Femenina, aunque durante los siguientes cuarenta años la organización acumuló un gran patrimonio de bienes inmuebles, prácticamente en todas las provincias españolas. Otro edificio emblemático que fue empleado por la Sección Femenina fue el Castillo-Palacio de Magalia, en Ávila.

En los primeros años del franquismo se consolidó su papel institucional, al serles encomendado el Auxilio Social —heredero del anterior «Auxilio de Invierno»— y sobre todo, el control exclusivo de la formación femenina, centrada sobre todo en la instrucción de las jóvenes para ser buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas. El papel secundario y de sometimiento de la mujer respecto al varón fue recalcado con el paso de los años, y quedó explicitado por Pilar Primo de Rivera en el V Consejo Nacional celebrado en Barcelona en 1941: «Las Secciones Femeninas respecto a sus jefes tienen que tener una actitud de obediencia y subordinación absoluta. Como es siempre el papel de la mujer en la vida, de sumisión al hombre». Por decreto del 28 de diciembre de 1939, Franco también les entregó el control exclusivo del Servicio Social de la Mujer, émulo fascista del Servicio militar masculino. Este decreto también confiaba la formación de las mujeres a la SF, estuviesen o no afiliadas a la organización: aquellas que estuviesen afiliadas a la Sección Femenina recibirían una formación específica y de carácter «profesional», mientras que las no afiliadas recibirían esta «formación» a través del Servicio Social. Unos años después de su instauración, en 1941, 282 224 mujeres cumplieron el Servicio Social realizando distintas labores bien en el Auxilio Social o bien en otros ámbitos —como hospitales, escuelas, orfanatos, comedores infantiles o bibliotecas—. En fechas posteriores llegaron a realizar este servicio hasta un 90% de las mujeres que estaban obligadas a realizarlo. En 1973, en pleno tardofraquismo, la Sección Femenina tenía unas 279 697 militantes.

Tras la muerte de Franco y el comienzo de la llamada Transición, el organismo —inmerso en una profunda decadencia—encaró su etapa final. El 1 de abril de 1977 el Real Decreto Ley 23/1977 suprmió la Sección Femenina. Con posterioridad, el 4 de julio de 1977 el gobierno acordó la transferencia de algunos de los servicios de la SF a la recién creada Subsecretaría de Familia, Juventud y Deporte. La disolución de la organización matriz, SF, no implicó la desaparición de muchas de sus dependencias; este fue el caso de «Coros y Danzas de España», las Instructoras de Juventudes o los Círculos «Medina», que continuaron existiendo con posterioridad. Durante el desmontaje de la dictadura franquista muchas de las mujeres vinculadas a la Sección Femenina —alrededor de 24 000— fueron recolocadas con puestos de trabajo en las bibliotecas públicas del Estado, incluso sin haber realizado cursos de reciclaje profesional. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en otras administraciones del estado, esta medida provocó numerosas protestas de los funcionarios del cuerpo de bibliotecarios.

Tras la creación de FET y de las JONS en 1937, la Sección Femenina pasó a depender directamente de la Secretaría General del «Movimiento». Al frente del organismo se encontraba la Delegación Nacional, que era ostentada por Pilar Primo de Rivera. Dependiente de ella había varias secciones que ejercían distintas competencias:

- Regiduría Central de Educación Física.

- Regiduría Central de Formación y Participación de la Juventud.

- Regiduría Central de Divulgación Social y Sanitaria.

- Regiduría Central de Prensa y Propaganda.

- Regiduría Central de Cultura.

- Regiduría Central de Servicio Social.

- Regiduría Central de la Hermandadad de la Ciudad y del Campo.

- Regiduría Central de Personal.

- Regiduría Central de Administración.

A través de sus regidurías la Sección Femenia tenía participación en todo aquel órgano estatal relacionado con las mujeres. Esta estructura se reproducía a niveles inferiores, a través de delegaciones provinciales y locales. La estructura de las regidurías también se reproducía a nivel provincial, dependiendo de las delegadas correspondientes.

A lo largo de su historia la Sección Femenina publicó y/o dispuso de una serie de publicaciones periódicas, siendo las más importantes las revistas Medina y Revista para la mujer; Teresa, revista para todas las mujeres; Escuela de Hogar; o Consigna, revista de la Sección Femenina dedicada a la maestras.

La Liga de Muchachas Alemanas (en alemán Bund Deutscher Mädel, abreviado BDM) fue fundada en 1930 como la rama femenina de las Juventudes Hitlerianas (HJ) para jóvenes de entre 10 y 18 años establecida por el Partido Nazi (NSDAP). Hasta que los nazis llegaron al poder en 1933, esta organización no tuvo mayor relevancia, pero posteriormente creció rápidamente, hasta que el ingreso se tornó obligatorio en 1936. Las miembros tenían que ser ciudadanas alemanas, arias, y libres de enfermedades hereditarias. Mientras el alistamiento no fue de carácter obligatorio, la mayoría de las jóvenes eran llevadas por sus familiares al reclutamiento. Con posterioridad, al final de la guerra, varias manifestaron que la organización BDM les despertaba un auténtico entusiasmo, ya que les permitía sentirse útiles y sentían que su país las necesitaba. Además, las responsabilidades que recibían a algunas les resultaban motivantes. Las jóvenes miembros de la organización eran formadas para adoptar las tradiciones, aprendiendo a representar un rol de mujer en la sociedad. Su adoctrinamiento comprendía frecuentemente el ser enviadas a trabajar en granjas para familias numerosas.

Durante los últimos meses de la guerra, varias BDM participaron activamente en la defensa del territorio alemán que era invadido por los Aliados. Muchas de ellas sacrificaron su vida en la batalla de Berlín. No se puede saber el alcance de la participación de las BDM en la defensa de la ciudad, ya que sus miembros no tomaron parte de manera conjunta y coordinada, sino que las muchachas más leales al régimen combatían de manera voluntaria, uniéndose a las JH y a la Wehrmacht. Como otros miembros de las fuerzas alemanas y parte de la población, algunas de las BDM prefirieron el suicidio a rendirse a los invasores. Tras el final de la guerra, las BDM fueron disueltas y desde entonces ninguna organización guarda relación con la desaparecida Liga.

Trude Mohr fue nombrada primera Reichsreferentin en junio de 1934. Su principal iniciativa fue ofrecer una nueva forma de vida de la juventud alemana, declarando:

Nuestro pueblo necesita una generación de chicas que sea sana en cuerpo y mente, segura y decisiva, con orgullo y confianza en el futuro; una generación que asuma su lugar en el día a día con aplomo y discernimiento; una generación libre de toda emoción sentimental y entusiasta, y la cual, precisamente por esta razón, en una feminidad claramente definida, sería la compañera de un hombre, porque ella no lo consideraría como una especie de ídolo, ¡sino como un compañero! Estas chicas pues, por necesidad, llevarán los valores del nacionalsocialismo a la próxima generación como el baluarte mental de nuestro pueblo.

En 1937, después de contraer matrimonio con el Obersturmführer Wolf Bürkner, quedó embarazada y debió renunciar a sus responsabilidades.

Chicas de la BDM practicando ejercicios de gimnasia al aire libre, 1941.

Jutta Rüdiger (1910 - 2001) fue un caso especial. Se había unido al BDM en 1933, a la edad de 23 años y después de haber terminado su doctorado en psicología. Poco después, a principios de 1934 obtuvo cargos honoríficos; en junio de 1935 fue ascendida a la primera posición asalariada (líder del "Untergau Ruhr-Niederrhein") y en noviembre de 1937, a la edad de 27 años, fue nombrada Reichsreferentin de la BDM sucediendo a Trude Mohr, que tras haber quedado embarazada había tenido que dimitir de su puesto, tal y como requería la legislación nazi. Rüdiger mantuvo su puesto como jefa del BDM hasta la derrota alemana en 1945, cuando tenía 34 años.

La Organización de Mujeres Nacionalsocialistasn (en alemán: Nationalsozialistische Frauenschaft, abreviado NS-Frauenschaft o NSF) fue la rama femenina del Partido Nazi. Fue fundada en 193 como una fusión de varias asociaciones femeninas de carácter nacionalista y nacionalsocialista.

Hasta la creación de la NS-Frauenschaft en 1931, la principal organización femenina de carácter nazi había sido la «Orden de Mujeres Alemanas». A finales de 1932 la organización afirmaba tener entre sus filas a 110.000 miembros. El número de miembros aumentó considerablemente tras la toma del poder por los nazis: a finales de 1933 la cifra había aumentado hasta los 850.000, y un año después el NSF tenía en sus filas a un millón y medio de miembros. En 1938 la militancia de la NS-Frauenschaft alcanzó los dos millones de afiliadas, lo que equivalía al 40% de la militancia que entonces tenía el partido. Durante el periodo del régimen nazi numerosas miembros del NSF —a través del llamado «Cuerpo Auxiliar de Mujeres»— cooperaron con el Nationalsozialistische Volkswohlfahrt (NSV) y con el Winterhilfswerk. Desde sus orígenes la dirigente de la NS-Fraunsachft fue Gertrud Scholtz-Klink, bajo el título de Reichsfrauenführerin.

Para los fascistas italianos las familias numerosas eran un ideal. Las mujeres que no eran madres eran unas figuras de confusión y desorden. Mussolini sostenía que “La maternidad es la obligación de la mujer como la guerra lo es del hombre”. El Duce pedía nacimientos, muchos nacimientos para que Italia llegara a ser un imperio. Y para lograrlo, sostenía que “a las mujeres, bastonazos e hijos”.

Para entender la ideología fascista en femenino es preciso citar el fantasma demográfico, por el cual el Duce se puede reducir en tres fatídicas emes: Mussolini-macho-marido.

En su discurso a la Cámara del 26 de mayo de 1927, Mussolini inauguraba la "batalla demográfica" con una especie de discurso de la corona "pronunciado con sagrado y profético sentido el día de la Ascensión". El 31 de octubre de 1926 se habían promulgado las leyes de excepción que suprimirían las asociaciones políticas no fascistas, cerraban los periódicos de la oposición e instituían el tribunal especial. Ahora le tocaba el turno a la "defénsa de la raza", y el incremento demográfico se asumía como base de la ética y la política. El destino de las naciones se vinculaba al poder de los números. "Hablemos claro: ¿qué son 40 millones de italianos frente a 90 millones de alemanes y 200 millones de eslavos? Señores, si Italia quiere contar para algo, debe asomarse al umbral de la segunda mitad de este siglo con una población no inferior a los 60 millones de habitantes. Si disminuimos, señores, no haremos el imperio, nos convertiremos en una colonia".

La Sección Femenina: el ideal de mujer perfecta en el franquismo. Pilar Primo de Rivera y unas amigas de visita en Alemania.

En el prólogo a La decadencia de Occidente (1928), del nazi Oswald Spengler, que elogiaba las leyes demográficas de Mussolini, aquél escribía arremetiendo sobre todo contra Milán: "La natalidad milanesa es una de las más bajas de los centros urbanos, sólo superior a las de Berlín y Estocolmo. ¿El orgulloso civismo de los ambrosianos llega a esta primacía de decadencia y muerte? ¿Quieren, pues, que la plaza del Duomo, como el Capitolio en el oscuro medievo, se convierta en un lugar donde pacen los rebaños?".

Con las leyes demográficas, el destino de la mujer se reduce a los embarazos acelerados. La mujer es "esposa y madre, y con eso basta; es más que mucho, es todo. El país quiere, más que sus brazos, sus lomos". Los salarios femeninos se recortan en un 50% en las fábricas y en un 30% en las oficinas con respecto a los salarios masculinos. En el campo, las campesinas son tratadas casi como siervas de la gleba. El Duce apela a las tesis del sociólogo Loffredo, según el cual las mujeres que trabajan se masculinizan: "La mujer que trabaja se encamina a la esterilidad". Pide a los médicos que desautoricen la idea de que "la maternidad atenúa la belleza mujeril", apela a ellos contra la "moda de adelgazar". Y quiere demoler el prejuicio contra la Máter floreciente, toda pecho y barriga , sin pies y sin rostro, que para el Duce es, como la Venus Calipigia, el arquetipo de la raza. Un año después de la firma de los Pactos de Letrán, Pío IX publica la encíclica Casti connubii (31 de diciembre de 1931), que se entrega a los recién casados al contraer matrimonio.

Ésta contiene 103 citas bíblicas y de los padres de la Iglesia que remachan la superioridad del hombre y la subordinación civil y patrimonial de la mujer, evocando como un gran desastre toda pretensión de igualdad y recordando el único deber: la maternidad. Con la encíclica se entregaba -aún más agradecido- un sobre con la efigie del Duce y 500 liras, más una póliza nupcial del Istituto Nazionale Assicurazioni (INA) con un seguro y un préstamo del 10% por el nacimiento de un hijo, del 20% por el segundo, del 30% el tercero, etcétera. La gente parecía contenta: "Duce, te damos las gracias", escribe una pareja, "y te prometemos que dentro dé un año regalaremos un balilla a nuestra adorada patria fascista". Así se iba haciá "los ocho millones de bayonetas".

Ya a finales del turbio 1927 se habían tomado medidas contra los solteros, con un gravoso impuesto sobre el celibato. "He aprovechado este impuesto", precisa Mussolini, "para dar un latigazo demográfico a la nación". Los filósofos del régimen colaboran haciendo provenir la maldad e impureza ancestrales de la mujer del dualismo entre el principio masculino espiritual (Yang) y el femenino terrestre (Yin), representados ambos en el "mito de la caída". El decálogo de la niña italiana reza así: "A la patria se la sirve también barriendo la casa". Mussolini juzga que la mujer es, indiscutiblemente, menos inteligente que el hombre. (...) Yo soy, más bien pesimista (...). Creo, por ejemplo, que la mujer no tiene gran capacidad de síntesis y que, por tanto, le están negadas las grandes creaciones espirituales".

Y aquí viene la famosa expresión misógina: "A una mujer no hay que dejarle construir no ya un templo, ni siquiera una cabaña". En esta atmósfera de negación de las capacidades femeninas, el porcentaje de niñas que en 1934-1935 cursaban estudios primarios era del 80%; pero quienes pasaban al bachillerato descendían al 16%, y sólo llegaba a la Universidad en torno al 10%. ¿Y el votó? ¿Y la política? Mussolini había liquidado, ya desde el principio, el asunto del voto de las mujeres, reivindicado tímidamente incluso por las fascistas de primera hora: "Si la mujer ama a su marido, vota por él y por su partido. Si no le ama, ya ha votado en contra". En 1931 confiesa al periodista Ludwig: "Si concediera a la mujer el derecho electoral, me pondría en ridículo. En nuestro Estado ellas no tienen cabida". Por no hablar del nuevo Código Penal elaborado por Alfredo Rocco, que entró en vigor en 1930 y cuya parte más indigna -como el oprobioso artículo 578, que dejaba prácticamente impune el uxoricidio honoris causa castigándolo con tres o, a la sumo, siete años de reclusión- fue cancelada por la actual Constitución.

"La hemos enterrado como una puta": una investigación destapa la violencia del franquismo contra las mujeres.

La represión golpista ejerció “mecanismos complejos de castigo” contra la mujer, como documenta el trabajo de Laura Muñoz-Encinar, investigadora de las universidades de Ámsterdam y Extremadura.

En la familia fascista todo está subordinado al llamado honor. El problema es debatido en Crítica fascista (1933), donde se lee: "El italiano es partidario de la familia. Jamás ningún pueblo ha sentido de forma más honda la poesía del hogar. La familia lo es todo para nosotros, para el hombre a quien mil fuerzas empujan hoy lejos". ¿No se asemeja esta lírica prosa a la berlusconiana, sobre la familia durante la última campaña electoral, cuando se habló de un Ministerio de la Familia, que después se creó?

Para el fascismo mussoliniano, gran defensor y protector de burdeles, el celo erótico es de lo más normal. "Mussolini está en perpetuo estado de agitación", confia a Ciano el jefe de la policía, Bocchini. Las mujeres para él sólo cuentan en la cama. "Durante veinte años, salvo algunos intervalos en la época de Clara Pettacci", cuenta en sus Memorias Quinto Navarro, su ayuda de cámara, "Mussolini recibió casi con regularidad a una mujer distinta todos los días. No le gustaban las flacas, pero le importaba poco que fueran rubias o morenas, altas o bajas". Le decía a la visitante de turno: "Hasta ahora has visto al político, ahora verás al hombre", e iniciaba sin más ceremonia el coito. La actividad sexual de los jerarcas no era menor. Pero la campaña demográfica marchaba mal. Y Achille Starace, el secretario del partido, despotricaba: "Si todos los órganos del partido funcionan, deben funcionar también los órganos genitales".

Entre tanto, la Italia pobre viaja en tren con un descuento del 70% para ir a Roma a ver al "sol Mussolini" y descubrir el mar. Después, además de los trenes populares que llegan 11 en punto", el italiano descubre también el Topolino de la FIAT, y, luego, el Balilla. Pero si la campaña para que los italianos viajen y se motoricen funciona al 70%, la demográfica está perdida. Las parejas se embolsan la póliza pero rechazan la paternidad prolífica. Mussolini saca sus cuentas: ha derrochado más que para una batalla. Entre marzo y julio ha distribuido 77.576.920 liras en 43.000 primas de natalidad y 9.704 primas de nupcialidad. ¿Es que los italianos son tan poco viriles? En los diarios aparecen anuncios de un misterioso producto hormonal contra la impotencia, para dar nueva vitalidad. Lo cual hace pensar que la arrogante juventud fascista tenía algún problema. ¿Serían pederastas como los alemanes? ¿Dónde se ha metido la itálica virilidad?

Cuando la política mussoliniana se derrumbe con su secuela de desastres, las mujeres serán las primeras en tener que enfrentrarse con la autarquía tras las "inicuas sensaciones". No hay ya café, salvo en el mercado negro. Se acabó la confección elegante para las italianas fascistas, vestidas de lúgubre negro, el color del Duce; comienzan las telas "nacionales". Más adelante, las mujeres cultivarán el "huerto de guerra". Desaparece la carne, no hay pan, y tratarán de saciar a sus hijos con gachas de harina de castañas. Y así sucesivamente. Después de las sanciones, Mussolini les había arrebatado a las mujeres la alianza de oro, y se desposó con todas, él, con un simbólico anillito de hierro El último toque genial. Pero las bodas fueron de sangre, como sabemos.

“En el código fascista, los hombres son superiores a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros del partido a los que no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles, y los vencedores en la guerra a los vencidos”.

William Ebenstein.

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