www.juezyverdugo.es --- contacto@juezyverdugo.es

 

25 - Diciembre - 2019
>>>> Destacado

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La líder de facto de Myanmar, Aung San Suu Kyi, defendió a su país contra las acusaciones de genocidio frente a la Corte Internacional de Justicia de la ONU, en La Haya. La premio Nobel de Paz respondió a las denuncias generalizadas que Myanmar, otrora Birmania, cometió atrocidades contra la población musulmana rohingya, En su declaración, Suu Kyi tildó el caso en contra de su país de "incompleto e incorrecto". Expresó que los problemas en el estado de Rakine, donde habitaban la mayoría de los rohingya, existen desde hace siglos. Myanmar, un país de mayoría budista, realizó un operativo militar en 2017 que cobró la vida de miles de rohingya y forzó la huída de más de 700.000 al vecino Bangladesh.

Myanmar siempre ha insistido en que estaba combatiendo la amenaza extremista en el estado de Rakhine y Suu Kyi mantuvo ese argumento durante su alocución en La Haya, calificando la violencia como un "conflicto interno armado desencadenado por ataques contra puestos de la policía".

Concedió, sin embargo, que el ejército pudo haber usado fuerza desproporcionada en ocasiones y dijo que si se encontraba que soldados hubiesen cometido crímenes de guerra "serán enjuiciados".

Suu Kiy se convirtió en la líder de facto de su país en abril de 2016. Ella no tiene el control sobre el ejército pero fue acusada por un investigador de la ONU de "complicidad" en los operativos militares de despeje. La líder de facto declaró que Myanmar estaba comprometido con la repatriación segura de las personas desplazadas de Rakhine y exhortó a la corte que evitara cualquier acción que pudiera agravar el conflicto.

El caso contra Myanmar fue llevado ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el más alto tribunal de la ONU, por Gambia, una pequeña nación de mayoría musulmana en el occidente de África, en nombre de decenas de otros países musulmanes. "Lo único que Gambia pide es que se le solicite a Myanmar a que ponga alto a estas matanzas insensatas, que ponga alto a estos actos de barbaridad que continúan conmocionando nuestro consciente colectivo, que ponga alto a este genocidio de su propio pueblo", declaró ante la corte el fiscal general y ministro de Justicia de Gambia,, Abubacarr M Tambadou.

El país africano tomó acción después de que Tambadou visitara un campo de refugiados rohingya en Bangladesh y escuchara los testimonios de matanzas, violaciones y tortura.

Aung San Suu Kyi continúa siendo muy popular dentro de Myanmar.

Según la presentación de Gambia ante la CIJ, el ejército de Myanmar está acusado de "operativos de despeje generalizados y sistemáticos" contra los rohingya, empezando en octubre de 2016 y continuando hasta agosto de 2017. La demanda alega que los despejes "intentaban destruir a los rohingya como grupo, en su totalidad o en parte", a través de asesinatos masivos, violaciones e incendio de sus viviendas "frecuentemente con los ocupantes encerrados adentro".

El caso está siendo llevado en contra de Myanmar y no contra Aung San Suu Kyi, sin embargo, hasta cierto punto, el caso es sobre la premio Nobel de Paz. Aunque la líder de facto del país no tenga control sobre el ejército, el investigador de la ONU dijo que debió haber utilizado su "autoridad moral" para poner fin a los operativos.

En caso de que la corte encuentre al gobierno de Myanmar culpable, ni Suu Kyi ni los generales serían automáticamente arrestados o llevados a juicio. Sin embargo, el fallo podría conducir a sanciones y dañaría la reputación del país y de su líder, además de afectar a Myanmar económicamente. Al comienzo de la audiencia de tres días, Gambia solicitó a la CIJ en La Haya que apruebe medidas temporales para proteger a los rohingya.

No obstante, podrían pasar años antes de que se dé el fallo final sobre genocidio.

Las acciones del ejército birmano son una respuesta a varias decenas de ataques cometidos contra comisarías por parte del grupo rebelde rohingya Arakan Rohingya Salvation Army (ARSA). Un funcionario de la ONU en Bangladesh le dijo a la BBC que más de 27.000 rohingyas habían llegado ahí huyendo de una campaña militar en el estado de Rakhine, antes conocido como Arakan, en el oeste del país.

Miles de residentes budistas de la zona también fueron evacuados. Debido a que el acceso de los medios a Rakhine está muy restringido, es difícil verificar tanto el número de víctimas como la magnitud de la violencia en la zona. Pero Zeid Ra'ad al-Hussein, comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pidió al gobierno que "envíe instrucciones claras a las fuerzas de seguridad para que se abstengan de utilizar una fuerza desproporcionada".

Los rohingya han sufrido décadas de persecuciones en Myanmar, la antigua Birmania, donde la religión mayoritaria es el budismo. En ese país no son considerados ciudadanos, porque no tienen reconocimiento como grupo étnico. Y el origen de este pueblo sigue siendo extensamente debatido.

Ellos afirman que son indígenas del estado de Rakhine descendientes de comerciantes árabes, pero el Estado birmano asegura que son migrantes musulmanes que se originaron en Bangladesh y emigraron a Myanmar durante la ocupación británica. Desde 1948, cuando se independizó el país, han sido víctimas de tortura, negligencia y represión. El Estado les prohíbe casarse o viajar sin permiso de las autoridades y no tienen derecho a poseer tierra ni propiedades. Precisamente, la pasada semana la comisión de Naciones Unidas sobre el estado de Rakhine -donde se concentran la mayoría del millón de rohingyas que viven en Myanmar- pidió en su informe final que el gobierno extienda la ciudadanía a los musulmanes y les garantice la libertad de movimiento. Unas 120.000 personas están confinadas en campos para desplazados.

Se cree que la brutal represión histórica en su contra ha creado una diáspora de por lo menos otro millón en varias partes del mundo. En 2012, por ejemplo, 100.000 rohingyas huyeron de sus casas en medio de enfrentamientos mortales entre musulmanes y budistas. Desde entonces la segregación ha ido en aumento y los rohingyas se concentran sobre todo en Maungdaw y Buthidaung, en la remota zona del norte de Rakhine, uno de los estados más pobres de Myanmar.

La diversidad étnica de Myanmar:

Myanmar es un país con enorme diversidad étnica y lingüística. Se cree que hay unos 135 grupos étnicos oficialmente reconocidos. Pero varios pobladores, incluidos los musulmanes rohingya, no lo son. Estos incluyen a los panthay (musulmanes de origen chino), los Gurkha (originarios de Nepal), los birmanos indios y los birmanos chinos.

En febrero de este año, la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos estimaba que unos 66.000 rohingyas habían abandonado el país desde octubre de 2016. Lo hicieron, según la ONU, huyendo de violaciones a los derechos humanos tales como asesinatos de bebés, golpizas, desapariciones y violaciones en grupo en una zona sellada de Maungdaw por parte de las fuerzas de seguridad. Pero el vicepresidente del país, Myint Swe, negó recientemente las acusaciones. "No hay posibilidad de crímenes contra la humanidad, no hay pruebas de limpieza étnica en relación a las acusaciones de la ONU", dijo.

Cientos de miles de rohingyas indocumentados viven en Bangladesh, donde han ido refugiándose a lo largo de décadas, pero el gobierno de ese país no los reconoce como refugiados.

Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la crisis del pueblo rohingya es una de las más largas del mundo y también una de las más olvidadas. En enero de este año, 13 Premios Nobel criticaron abiertamente en una carta a la premio Nobel de la Paz, Aung Sang Suu Kyi, quien tras dos décadas bajo arresto domiciliario lidera ahora el gobierno de Myanmar.

"A pesar de repetidos llamados a Aung San Suu Kyi estamos frustrados porque no ha realizado ninguna acción para asegurar los derechos y la ciudadanía de los rohingya. Suu Kyi es la líder del país y la primera responsabilidad de un líder es liderar con coraje, humanidad y compasión", señalaron en la misiva. Pero meses después, en una entrevista exclusiva con la BBC, Suu Kyi negó las acusaciones de limpieza étnica y aseguró que el gobierno birmano "le daría bienvenida y seguridad a los rohingya que quieran regresar". "Creo que hay mucha hostilidad, pero también se trata de musulmanes matando a otros musulmanes que sospechan de colaborar con la otra parte", expresó en abril pasado.

Sentada en el suelo con las piernas cruzadas, Jamalida Begum cuenta lo que pasó en los días que siguieron a aquél en el mataron a su marido. Murió a causa de un disparo en Pyaung Pyaik, en el noroeste de Myanmar, la antigua Birmania. Y ante esto, la mujer, de etnia rohingya, agarró a sus dos hijos y huyó, dejando atrás la aldea en llamas -las imágenes satelitales mostrarían después que al menos 85 viviendas fueron destruidas por el fuego-.

Pero a los cinco días ella quiso volver a su vecindario. Y entonces las cosas se torcieron aún más. Al amanecer los soldados que habían matado a su esposo volvieron, y la encontraron con sus hijos y otros vecinos, resguardada en una de las casas que se había mantenido en pie. Los militares los llevaron a todos a la escuela de la aldea y fue entonces cuando separaron a 30 mujeres del grupo. "Y de las 30 escogieron a cuatro", recuerda Begum.

Jamalida Begum vive ahora en el campo de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh.

Una fue ella, y las otras tres eran apenas adolescentes. "Después nos separaron. A mí me llevaron al este de la escuela, a un lugar junto a un pozo y a las tres niñas siete soldados las trasladaron a una colina al sur", explica. "Una vez allí me gritaron que me abriera la camisa y que me quitara el thami (la falda típica birmana), y cuando me negué me tiraron al suelo, me arrancaron la ropa y empezaron a golpearme", describe.

"Tres soldados me torturaron y me violaron durante una hora", dice. Cuando terminaron, "me brotaba sangre de la parte inferior de mi cuerpo y tenía las piernas acalambradas", añade. "Entonces me pegaron puñetazos en la cara para que no les mirara, lo que me dejó los ojos como carbón candente. Y así me dejaron, sangrando, mientras se alejaban con sus Jeeps".

Los soldados habían llegado a Rakhine, un estado norteño, para llevar a cabo "operaciones de limpieza" después de que varios militantes del grupo étnico de Begum, los rohingya, mataran a nueve policías en octubre del año pasado y les robaran armas y munición. A la operación le siguió una ola de denuncias por abuso de derechos humanos, incluidas las que señalaban violaciones. Pero durante semanas, Aung San Suu Kyi, el ícono de los derechos convertida en Consejera de Estado de Myanmar, rechazó las acusaciones.

Y aseguró que los soldados estaban actuando de acuerdo a la ley, al tiempo que negaba la entrada al área a periodistas independientes y a observadores internacionales.

Sin embargo, el clamor creció tanto que San Suu Kyi tuvo que establecer un equipo de investigación, que llegó a Pyaung Pyaik el 11 de diciembre. Y aunque en un primer momento se mostró reacia, la única mujer entre los investigadores, la directora de la Federación para Asuntos Femeninos de Myanmar, la doctora Thet Thet Zin, convenció a Begum para que le contara lo ocurrido. "Me dijo que no me iban a hacer daño, que les llevara las mujeres que habían sido torturadas y violadas", recuerda Begum. "Así que lo hice, les conté todo y ellos lo grabaron".

Parte de esa entrevista fue emitida en televisión. Y es un material extraordinario, no sólo por la forma en la que Begum es intimidada por los traductores, sino porque la cadena estatal no traduce lo que la mujer les dice a los investigadores en la lengua rohingya.

La televisión estatal birmana emitió parte del interrogatorio a Jamalida Begum.

Pero una vez traducido todo, queda claro que Begum está describiendo unas evidencias circunstanciales muy sólidas de que la violación tuvo lugar. Cuenta, por ejemplo, que los soldados llevaron a las mujeres a una zona de matorrales. "¿Viste si las mujeres eran violadas?", le pregunta el intérprete. "No", responde ella. "Así que no es verdad (que fueron violadas)", le reclama el intérprete. "Sí y no", dice Begum. "Sangraban directamente de ahí", añade, señalando la entrepierna. "No digas eso, no lo digas, no digas que las viste sangrar. Sólo di si presenciaste o no la violación", le exige el traductor.

Entonces se vuelve a los investigadores y les asegura que ella no vio a las mujeres siendo violadas. Y también le pregunta directamente si a ella la violaron o no. Begum les explica a los investigadores que los militares las llevaron a un lado, la desnudaron y abusaron de ella, pero "sólo con las manos", y añade que no fue violada. "No fue violada", es lo único que traduce el intérprete. Y en ese punto la cuestión se empieza a complicar.

A los diez días la vuelven a filmar. En esta ocasión está presente un puñado de periodistas seleccionados por el gobierno de Pyaung Pyaik. Como ningún rohingya quería hablar con ellos, Begum fue obligada a hacerlo. La mujer les contó la misma historia sobre el abuso sufrido, aunque añadió que los soldados sí la habían violado. Esa discrepancia llamó la atención de la oficina de San Suu Kyi, quien en aquel tiempo llevaba a cabo una agresiva campaña en la que tachaba las acusaciones vertidas por la prensa extranjera y en las redes sociales sobre las atrocidades en el estado de Rakhine de "noticias falsas". Así, Begum volvió a salir en televisión, pero esta vez como una mentirosa. Incluso la propia San Suu Kyi compartió su caso en Facebook, como "ejemplo de violación falsa" sobre abusos contra los rohingya.

Pero entonces, ¿cuál es la verdad? Su testimonio parece detallado y convincente. Además, coincide con lo que les dijo a los periodistas y con lo que les contó a los investigadores, salvo el detalle de que fue violada y no fue sólo abusada "con las manos". Cuando le pregunto sobre esa diferencia de versiones, ella me insiste en que sí les dijo a los investigadores del gobierno que había sido violada, pero que mientras lo hacía uno de los intérpretes le estaba gritando y amenazando con que la iba a matar. Si les contó eso a los inspectores, es posible que la televisión estatal birmana decidiera no hacer pública esa parte de su testimonio. "Sé que le dijeron a todo el mundo que no nos habían violado o torturado ni nada", dice Begum.

Se fue a otro pueblo, pero tras hablar con periodistas, se dio cuenta de que allí tampoco estaba segura. "Los militares me andaban buscando y reunieron a todas las mujeres en un patio y les enseñaron mi fotografía", cuenta Begum. "Estaba tan asustada que me escondí en el bosque". Pero no lo pudo soportar por mucho tiempo, y decidió cruzar el río Naf y buscar refugio en Bangladesh, país al que han llegado más de 70.000 rohingyas birmanos en los últimos meses.

Su partido logró una victoria aplastante en las elecciones generales de finales de 2015, pero aún así Aung San Suu Kyi no podrá ser la nueva presidenta de Myanmar, antigua Birmania. La última actualización del organismo electoral indica que el partido de oposición liderado por la premio Nobel de la Paz, la Liga Nacional para la Democracia (LND), alcanzó 348 escaños en ambas cámaras del Parlamento. Con ello superó los 329 necesarios para tener la mayoría absoluta y tener la capacidad para llevar adelante las reformas que propuso en su programa electoral.

Así, con esa mayoría parlamentarioa el LND podrá proponer dos de los tres candidatos a jefe de Estado y garantizar que uno de ellos lo sea.

El tercero lo proponen los militares, a quienes por Constitución corresponde el 25% de los escaños. Sin embargo, Suu Kyi no podrá ser uno de los dos candidatos del LND. Se lo impide una disposición de la Constitución, redactada por los militares y que muchos consideran hecho a medida justamente para vetar a San Suu Kyi. Efectivamente, la denominada Cláusula 59F hace inelegible a cualquiera con hijos extranjeros.

Ésta prohibe a cualquier candidato con esposo o descendientes extranjeros acceder a la presidencia. Y ese es el caso de la premio Nobel: sus dos hijos tienen pasaporte británico.

"Si tengo que encontrar un presidente que encaje con lo que dice la Constitución, lo haré", dijo a la BBC. "Pero eso no me impedirá tomar todas las decisiones, como la líder del partido vencedor". Lo de presidente "es solo un título", insistió.

Los resultados de estas elecciones han sido la culminación de la batalla que Suu Kyi comenzó en 1988. Fue entonces cuando, en un viaje a Rangún para cuidar a su madre enferma, coincidió con el estallido de las protestas masivas contra la junta militar que gobernaba el país desde 1962.

Pronto la hija de Aung San, un general líder de la independencia birmana, se convirtió en la líder de las manifestaciones. Fue detenida por ello, y puesta en arresto domiciliario, una condición que sufriría intermitentemente hasta 2012. Sin embargo, eso no la hizo ceder. Y por ello, por ser "el ejemplo del poder de los que no tienen poder", le fue concedido el premio Nobel de la Paz en 1991.

En Occidente se la considera un icono de los derechos humanos, aunque varias voces critican su pragmatismo y el hecho de que escogiera el silencio frente a la discriminación y ataques contra ña minoría musulmana rohingya para no arriesgarse a perder su base de religión budista.

Los comicios fueron los primeros relativamente democráticos de los últimos 25 años en el país asiático. Los primeros resultados se conocerán hasta el lunes, pero los votantes acudieron masivamente a las urnas y un total de 91 partidos presentaron candidatos a diputados. A lo largo del país largas filas se formaron delante de los centros de votación desde la madrugada pero, según reportes, el proceso por lo general fue rápido y mucha gente salió de depositar su voto con una sonrisa en la cara. Y el protagonismo de Aung San Suu Kyi –la premio Nobel de la paz que pasó 15 años bajo arresto domiciliario luego de que su victoria en las elecciones de 1990 no fuera reconocida por el gobierno militar de la época– terminó de confirmarlo. Los militares –que gobernaron abiertamente al país durante casi 50 años y colocaron a uno de los suyos al frente del gobierno civil que asumió el poder en 2011– utilizan sin embargo una expresión que puede ayudar a entender los límites de la democracia en Birmania.

La suya es una "democracia disciplinada".

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

NUBE DE

ETIQUETAS

LIBRERÍA

RELACIONADA

FILMOGRAFÍA

RELACIONADA

NOVEDADES EDITORIALES