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27 - Enero- 2022
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Entrando en el tercer año de la pandemia de coronavirus, pareciera que la escasez de productos en Estados Unidos se hubiera convertido en una constante sin fin a la vista. A pesar de que el gobierno de Joe Biden creó en junio de 2021 un equipo de trabajo especializado para atajar la crisis que se generó cuando la pandemia afectó el ritmo del flujo del comercio internacional, aún hay una gran cantidad de productos que difícilmente se pueden conseguir en las tiendas del país del norte. Muchos minoristas alrededor del país siguen reportando dificultades a la hora de mantener suministros suficientes para satisfacer la demanda de todo tipo de artículos: desde consolas de videojuegos hasta muebles, pasando por ropa, comida y hasta autos. Pero, dado que la mayoría de los problemas de escasez radican en la dependencia de las compañías en producir partes -o en ocasiones todo el producto- en otras latitudes, algunas empresas están buscando volver a traer la producción a las fábricas del país.

Es un fenómeno que se conoce como "reshoring".

"Si miras los 90", le cuenta a BBC Mundo el profesor Willy C. Shih, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, "muchas de las computadoras y de la ropa y de los muebles se fabricaban en EE.UU.". "Si lo comparas con 2010, [la producción de] muchas de esas cosas ya se había ido al exterior". Con la globalización, muchas compañías se dieron cuenta de que podían fabricar sus productos en países asiáticos como China, Vietnam o India, donde los salarios son mucho más bajos, para luego importarlos y venderlos en el gran mercado norteamericano. Es lo que los economistas conocen como "offshoring". Esto llevó a que, durante la década de los 2000, la economía estadounidense perdiera un número alarmante de puestos de trabajo.

Según un reporte publicado en 2014 por un grupo de profesores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), EE.UU. perdió aproximadamente entre 2 y 2,4 millones de trabajos entre 1999 y 2011 debido al incremento de las importaciones de China. Desde entonces, el fenómeno del offshoring, particularmente a China, ha venido disminuyendo a medida que la economía del gigante asiático ha crecido y con ella los salarios de sus empleados, según le cuenta a BBC Mundo el presidente de Reshoring Initiative, Harry Moser. "Los salarios en China han estado creciendo entre 10 y 15% al año durante la mayor parte de los últimos 20 años", cuenta Moser, "así que incluso desde antes de la covid, antes de la guerra comercial, los puestos ya se estaban yendo de China". Y aunque muchos de esos trabajos se fueron a sitios más baratos como Vietnam, Camboya o incluso México, agrega Moser, "un 15% de lo que se estaba yendo de China estaba llegando aquí".

Según cuenta Moser, el reshoring vio una subida en 2017, cuando el gobierno del entonces presidente Donald Trump anunció un paquete de medidas para incentivar la producción nacional. Pero tuvo un efecto breve. "La tasa de reshoring y de inversión extranjera directa aumentó en 2017 impulsada por las medidas regulatorias y fiscales de Trump (...) Luego cayó en 2018 y 2019 debido a las incertidumbres generadas por la guerra de aranceles" entre EE.UU. y China, explica. "Y luego, en 2020, volvió a crecer impulsada por la covid".

El presidente de EE.UU. Joe Biden busca incentivar el reshoring para resolver los problemas en las cadenas productivas.

Según el estudio anual que conduce la Reshoring Initiative, que aboga por impulsar el reshoring en EE.UU., en 2020 las empresas anunciaron que 160.649 puestos de trabajo regresarían al país o se crearían como efecto de inversión extranjera directa. "Empezamos a ver producción de equipamiento médico de protección, vendiendo todo tipo de elementos relacionados con la covid. Tenemos decenas de miles de trabajos que retornan porque al menos 1.000 compañías empezaron a fabricar este tipo de elementos", señala Moser. Y aunque en 2021 la necesidad de elementos médicos de protección disminuyó, Moser explica que el reshoring aumentó un 36%, lo cual se vería reflejado en la creación de 220.000 puestos de trabajo. "Aunque la demanda ya no era tan alta y China estaba empezando a inundar el mercado con productos baratos, otras industrias vieron lo que pasaba en la industria médica y dijeron 'tenemos que hacer algo parecido'", explica Moser.

Además, el reshoring se ha convertido en un punto clave para el gobierno de Joe Biden. La orden ejecutiva que el mandatario firmó en 2021 para intentar solucionar los problemas de suministro en el país pedía recomendaciones que "vuelvan a traer las cadenas de suministros al país y desarrollar suministros nacionales". "Para hacer nuestras cadenas de producción más seguras, hagamos en EE.UU. lo que estamos vendiendo en EE.UU. para que no estemos en riesgo de las cadenas productivas extranjeras y las demoras en envíos, y de paso, consigamos que más estadounidenses tengan trabajos con salarios más altos", dijo Biden en enero.

Durante 2021, algunas de las compañías más grandes en EE.UU. hicieron anuncios de inversiones multimillonarias para impulsar la producción nacional. General Motors (GM), una de las compañías automotrices más importantes del país, anunció una serie de inversiones enfocadas en "construir una cadena de suministros fuerte, sostenible, escalable y enfocada en EE.UU.", según dijo en diciembre la vicepresidenta de compras globales y cadenas de producción de GM, Shilpan Amín. Dentro de los anuncios se cuenta la construcción de una nueva fábrica de imanes, una planta para procesar materiales para las baterías de los autos eléctricos y un acuerdo a largo plazo para incrementar la extracción y producción de materiales raros en EE.UU. De la misma manera, Toyota North America anunció que inició la construcción de una planta de baterías en Carolina del Norte que comenzaría producción en 2025 y emplearía a más de 1,800 personas.

GM será el principal cliente de una nueva planta para el procesamiento de tierras raras en Fort Worth, Texas.

Un portavoz de la compañía le dijo a BBC Mundo: "Nuestras inversiones en EE.UU. y América del Norte son a largo plazo. Y haciendo vehículos en el lugar donde los vendemos apoyamos a los proveedores y a las economías locales, incrementamos nuestra inversión general, nos protegemos de fluctuaciones en el mercado cambiario y construimos para nuestros clientes". De la misma manera, Intel, la compañía fabricante de microprocesadores, ha venido haciendo grandes anuncios que muestran su interés por incrementar la producción de microprocesadores en EE.UU. El pasado 21 de enero anunció que construirá lo que podría ser la fábrica de microchips más grande del mundo en la población de New Albany, Ohio. Durante el anuncio, hecho en la Casa Blanca, el presidente Biden dijo: "Los trabajadores estadounidenses van a marcar todo lo que se pueda 'Made in America' (Hecho en EE.UU.), especialmente estos chips de computadoras". Ese anuncio le sigue al hecho en 2021 sobre la construcción de dos nuevas plantas en Arizona las cuáles tendrían una inversión cercana a los US$20.000 millones. Según le dijo el presidente de Intel, Pat Gelsinger, a la agencia de noticias Reuters durante el anuncio de Arizona, las inversiones, que podrían alcanzar un total de US$100.000 millones, se hacen con el fin de "tener mayor resiliencia en la cadena de suministros".

La ciudad de Chandler es un suburbio de Phoenix, en Arizona. Y es el hogar de dos de los campuses más importantes de Intel en el país: un campus de investigación y un campus de fabricación de semiconductores. Es en Chandler donde Intel invertirá US$20.000 millones en dos nuevas plantas. "Desde principios de los 90", le cuenta a BBC Mundo Kevin Hartke, el alcalde de la ciudad en Arizona, "Chandler era la ciudad que más rápidamente crecía en EE.UU. y nuestro crecimiento se ha reflejado en la industria de los semiconductores".

La ciudad de Chandler, en Arizona, ha crecido junto a la industria de semiconductores en el área.

Según el alcalde Hartke, los trabajos que ha traído la industria de los semiconductores a la ciudad conllevan más oportunidades de empleo en ventas y servicios varios, y a la vez generan un aumento en los salarios de los empleados. "Estos trabajos sin duda impulsan incluso nuestras ventas minoristas: ya sea en el centro de modas de Chandler o ir a un restaurante en el centro, las personas tienen más ingresos discrecionales, los cuales ayudan a tener una mayor estabilidad económica en general", cuenta Hartke. Además, agrega el funcionario, por el énfasis que ha hecho la ciudad en desarrollar la industria tecnológica, Chandler se ha diversificando culturalmente y ha empezado a invertir en educación para suplir la demanda de trabajadores que tienen las compañías localizadas en el área. "Chandler es la ciudad más diversa en Arizona gracias a nuestra muy talentosa y educada población asiática que trabaja para Microsoft y otras compañías (...) La Universidad Estatal de Arizona, en la ciudad vecina de Tempe, es la mayor proveedora de ingenieros para Intel en el mundo. "Pero les está costando [suplir la demanda], así que estamos construyendo relaciones y trabajando con instituciones académicas y nuestras compañías de semiconductores para ver qué podemos hacer en temas de certificados y mejor capacitación", cuenta Hartke.

Pero aunque muchas grandes compañías están haciendo anuncios de reshoring para poder superar los problemas en la cadena de suministros, el profesor de Harvard Willy Shih cree que el fenómeno puede no ser una solución para todos por igual. "Depende del producto y depende de qué tanto creas que los problemas van a durar. Los costos de envío de contenedores van a bajar [...] pero va a tomar tiempo", explica. Esto hace que las empresas estén considerando si, financieramente, tiene sentido hacer una inversión multimillonaria, teniendo en cuenta que los problemas en las cadenas de producción que se están viendo ahora pueden resolverse en el futuro. El profesor Shih dice que hacer reshoring tiene sentido "si puedes pagar por ello y si puedes sostener costos más altos". "La apuesta que deben hacer las empresas es esta: ¿qué tanto bajarán los costos de envío?, ¿cuánto tiempo llevará llegar allá? A China le costó 10, 15 años controlar todas estas cadenas de suministros. Si quieres volver a traer todo eso, te tomará tiempo recibir todas las ganancias", expone.

"Pero si volvemos donde estábamos en 2018 o 2019 en lo que se refiere a costos de envío, rápidamente te darás cuenta de que estás en desventaja de costos".

El profesor Shih y el presidente de Reshoring Initiative, Harry Moser, creen que esta es una "oportunidad dorada" para países como México, los cuales pueden recibir la producción que salga de los países asiáticos, a precios similares, y sin los problemas de incurrir en los gastos de envío que implica un barco. El término de traer fábricas a países cercanos al país consumidor se conoce como "nearshoring". "Creo que Latinoamérica tiene grandes oportunidades y creo que México tiene mucho que ganar si sus políticas no envían esto por el camino equivocado", dice Shih. "Y hay otros países en Sudamérica donde creo que esto sería una gran oportunidad, especialmente para cosas como zapatos, ropa y ensamblaje de electrónicos", agrega. Moser dice que, incluso, se siente "decepcionado" al ver que la economía mexicana no experimenta un crecimiento estelar.

"Me encantaría ver a México tener un 'boom' en la fabricación. Para que los mexicanos tengan una mejor vida, para que los salarios en México crezcan como crecieron en China", dice Moser. "En vez de hacer más en China y enviarlo a EE.UU., ¿por qué no importar menos de China y hacer estas cosas en México? Si lo ves los salarios son más bajos que en China y puedes tener toda la tecnología que quieras".

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Make America Great Again (traducible como «Haz América grande otra vez» o «Que América vuelva a ser grande»), abreviado como MAGA, es un eslogan utilizado en la política estadounidense popularizado por Donald Trump en su exitosa campaña presidencial de 2016. Ronald Reagan utilizó el eslogan similar Let's Make America Great Again" en su exitosa campaña presidencial de 1980. Bill Clinton también utilizó la frase en varios discursos durante su exitosa campaña presidencial de 1992 y la volvió a utilizar en un anuncio de radio emitido para la infructuosa campaña de primarias presidenciales de su esposa Hillary Clinton en 2008. El analista político Douglas Schoen ha calificado el uso de la frase por parte de Trump como «probablemente el eslogan de campaña más resonante de la historia reciente», citando a las mayorías de estadounidenses que creían que el país estaba en declive.

El eslogan se convirtió en un fenómeno de la cultura pop, viendo un uso generalizado y generando numerosas variantes en las artes, el entretenimiento y la política, siendo utilizado por aquellos que apoyan y se oponen a la presidencia de Donald Trump. Desde su popularización en la década de 2010, el eslogan se considera una frase cargada. Varios periodistas analíticos, académicos y comentaristas la relacionan con el racismo en Estados Unidos, considerándola una política de silbato de perro y un uso del lenguaje codificado. El eslogan también estuvo en el centro de dos sucesos de los que la mayoría de los medios de comunicación informaron de forma inexacta, la supuesta agresión a Jussie Smollett y el enfrentamiento en el Lincoln Memorial en enero de 2019.

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