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23 - Febrero- 2022
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La historia y la ficción se mezclaron en el discurso que Vladimir Putin dio el pasado lunes. En su caso es habitual. Desde hace casi una década, que se dice pronto, el presidente ruso golpea el avispero del pasado a discreción con el objetivo poco sucinto de proclamar que tal o cual región le pertenece. Poco le importan los hechos palpables. A cambio, prefiere retrotraerse a la época que más le ayude en sus objetivos. El último es el caso más claro. En mitad de una escalada de tensión en la frontera con Ucrania, el que fuera miembro de la KGB calificó a Vladimir Illich Ulianov (Lenin) como el padre político de la región.

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Entre las mentiras que Putin extiende a golpe de desinformación se encuentra la de que fue la Unión Soviética la que dio forma a la Ucrania que conocemos hoy.

«Fue creada en su totalidad por la Rusia bolchevique», esgrimió el presidente en mitad de una crisis internacional que podría derivar en un conflicto armado a escala global. Pero no solo eso, sino que también afirmó que Lenin había sido el «autor y arquitecto de Ucrania». En el mejor de los casos, interpretaciones erróneas sustentadas en ideas falaces. Las 'fake news' de toda la vida.

El origen más remoto de Ucrania se halla en la Rus de Kiev; una confederación de tribus medievales que, a la larga, derivaron en un estado único que existió hasta el siglo XII. De aquella fuente emanaron, a la larga, el país que hoy copa portadas en todo el mundo, pero también la Rusia de Putin. Uno de los que suscriben esta idea es el catedrático Carlos Junquera Rubio. En su documentado ensayo 'Las raíces que dieron vida a Rusia' afirma que, para estas dos potencias internacionales, la Rus ocupa un lugar análogo al que en el pasado de España y Portugal suponen la Hispania romana o el Reino Visigodo.

Hasta la Primera Guerra Mundial, el país se hallaba a caballo entre Austria y Rusia. Así fue hasta el colapso de ambos imperios durante el conflicto europeo. Aquella debacle hizo que brotaran por doquier diferentes estados, cada cual convencido de que era el más verdadero, el más auténtico, y el que debía dirigir la región. El historiador Arkady Joukovsky afirma en sus muchos escritos sobre el tema que aquel vacío de poder provocó el estallido de una guerra civil entre la República Nacional de Ucrania (UNR) y los grupos bolcheviques ansiosos de aprovecharse y tomar el poder con la ayuda de elementos urbanos rusos y guarniciones estacionadas cerca del frente.

El conflicto se alargó con suerte dispar hasta diciembre de 1919, fecha en la que, con las fuerzas soviéticas ganando kilómetros en Ucrania, comenzó la ofensiva de la UNR de manos de Mykhailo Omelianovych-Pavlenko. El militar lanzó a sus fuerzas contra el 14º Ejército el día 6. Todo ello, mientras su gobierno conseguía el apoyo de los polacos con el llamado Tratado de Varsovia. Esta amalgama de eventos supuso un punto de inflexión. El Ejército Rojo, airado, acometió contra la nueva alianza hasta dejarla noqueada. Su embestida terminó, de hecho, con 23.000 soldados de la República Nacional de Ucrania desarmados e internados en campos de concentración.

Mykhailo Omelianovych-Pavlenko fue un militar ucraniano, Comandante Supremo del Ejército ucraniano de Galitzia y del Ejército de la República Popular de Ucrania. Más tarde, se desempeñó como Ministro de Defensa del Gobierno en el exilio de la República Popular de Ucrania.

La UNR lanzó una segunda ofensiva, cuasi desesperada, en noviembre de 1921. El objetivo era demostrar su fuerza para incitar un levantamiento general contra los bolcheviques en Ucrania. Pero la escasez de fuerzas –apenas 1.200 hombres– hizo que el contingente fuera interceptado por la caballería enemiga y derrotado en la batalla de Mali Mynky el día 17. De los 443 soldados capturados, 359 fueron fusilados el 23 cerca de Bazar, y 84 fueron entregados a las fuerzas de seguridad. Punto y final para un país que, a continuación, pasó a formar parte de la URSS el 30 de diciembre como socio fundador.

Huelga decir que Lenin no fue el «autor y el arquitecto de Ucrania». En todo caso, fue uno de los artífices de la represión contra parte de su población: los kulaks. Esta es una de las tragedias que han sido pasadas por alto en la historia de la Unión Soviética. A nivel oficial el término significa 'puño', pero la realidad es que pronto fue asociado por los bolcheviques con los conceptos de «bastardo» y «tacaño». El origen de este odio hunde sus raíces en el 7 de noviembre de 1917. La jornada en la que, según explica el doctor en Historia Stephane Courtois en su popular obra 'El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión', los partidarios de Vladimir Illich Ulianov se alzaron contra el gobierno de Aleksandr Kérenski en Petrogrado.

La conquista del poder de la revolución por parte de los bolcheviques no trajo, sin embargo, un gobierno de paz. Más bien inició una contienda (la guerra civil rusa) que se extendió durante un lustro y en la que el hambre y el miedo reinaban entre la sociedad. En el verano de 1918 la situación se recrudeció en ciudades como las centrales Moscú y Petrogrado (bajo poder del nuevo poder rojo) debido a la falta de grano. Por ello, Lenin creó, el 4 de noviembre de 1918, la llamada Comisión de Avituallamiento. Una forma educada de nombrar a una práctica que consistía en exprimir al campesinado periférico (el de las regiones del Cáucaso) hasta la extenuación para poder surtir de vituallas a las grandes urbes.

Campesinos con niños muertos a causa del hambre.

Para no soliviantar a las clases populares, Lenin disfrazó estos saqueos sistemáticos de alimentos como una lucha contra los campesinos más ricos; por entonces, los kulaks: propietarios de granjas y cabezas de ganado que podían permitirse emplear mano de obra contratada, alquilar sus tierras y, además, habían adquirido un papel preponderante en las aldeas. Ulianov anunció su nueva política de colectivización del grano en un discurso que rozaba lo histérico: «Guerra despiadada contra los kulaks, muerte para todos». Les tildó, además, de animales chupasangre y les culpó de la falta de vituallas. Y es que, en sus palabras, habían decidido no entregar los alimentos para especular con el precio, y no por mera escasez.

Las políticas represivas de Lenin provocaron que, en agosto, estallara una revuelta protagonizada por los kulaks. Después de ello, el líder bolchevique se refirió varias veces a esta clase social en sus textos: «Ahora vemos perfectamente que los terratenientes, los capitalistas y los kulaks, que, claro está, odian a todos, por causas para ellos bastante lógicas, han actuado aquí también en formas poco distintas de las que tuvo la actuación de los terratenientes, los capitalistas y los kulaks de Ucrania y otros lugares cortados de Rusia». Porque, en efecto, esta burguesía ucraniana fue una de las que más sufrió la represión del camarada Ulianov durante los años del terror rojo.

Su desprecio a estos campesinos (y su incitación a acabar con ellos) fue, cuanto menos, llamativo. En un discurso afirmó que el Ejército Blanco (que representaba al antiguo régimen) se había nutrido de estos «campesinos ricos que se han lucrado con la guerra y viven del trabajo ajeno, del trabajo de los pobres». Y eso no fue lo único que salió por su boca ... «Sabéis que esos elementos han acumulado decenas y centenares de miles de rublos y que poseen enormes reservas de cereal. Sabéis que esa gente que se ha lucrado con las desgracias del pueblo, esa gente que hallaba una mayor base para el robo y la ganancia cuánto más horrenda era el hambre del pueblo en la capital, que esos elementos kulaks constituyen la base principal y más seria del movimiento contrarrevolucionario en Rusia», destacó Ulianov.

Pasándolas canutas.

Pero las de ayer no fueron las únicas falacias de Putin. Más bien se han sumado a otras tantas. El pasado 12 de julio de 2021 publicó un artículo titulado ' Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos' contra el que cargaron una infinidad de historiadores. Entre otras cosas, afirmó que «en la segunda mitad del siglo XVIII, después de las guerras frente al Imperio Otomano, Crimea pasó a formar parte de Rusia» de forma pacífica. Se refería, para ser más concretos, al año 1783, cuando el Imperio ruso liderado por Catalina II la Grande se anexionó la zona basándose en la tradicional relación entre ambas zonas.

«Basta con saber lo que Rusia ha significado y significa para Crimea, y lo que Crimea significa para Rusia. Literalmente, todo en Crimea está impregnado de nuestra historia. Es una tierra rusa ancestral», añadió Putin. El historiador Serhiy Hromenko no está de acuerdo. En su obra '250 años de falsedad: mitos rusos en la historia de Crimea', sostiene que los primeros asentamientos eslavos constituyeron una minoría insignificante hasta la década 1860. Antes destacaban los tártaros. A su vez, recuerda que Moscú orquestó una dolorosa represión contra estos pueblos túrquicos que obligaron a miles de ellos a emigrar hasta el Imperio Otomano. La deportación masiva se extendió hasta los años cuarenta del siglo XX.

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La experiencia alemana que cambió la vida de Putin.

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Putin también sostenía –y repitió de forma velada el lunes– que «en 1954, la región de Crimea fue trasferida a la República Socialista de Ucrania» en lo que fue «una flagrante violación de las normas legales existentes en aquella época». Nada que ver con la realidad. La entrega de la región se extendió durante seis meses y pasó por todas las fases legales requeridas. De hecho, la decisión fue aprobada por unanimidad por el Presidium del Sóviet Supremo de la URSS.

Así lo corrobora también Hromenko. En su obra, el historiador destroza también la teoría del Kremlin de que hubo severas diferencias en el Presidium a la hora de tomar la decisión. Para desacreditar el mito, explica, no hace falta más que revisar el acta de sesión de aquella reunión. La otra falacia que destruye es que Rusia jamás accedió a modificar su territorio en favor de Ucrania. Al menos, a nivel legal. La verdad es que el parlamento cambió el artículo 14 de la Constitución de 1954, que determinaba la composición de la URSS, para ello. En todo caso, el líder que hoy juega al despiste usa la carta del regalo a su gusto. A veces como recriminación, a veces como salvaguarda.

Putin tuvo también unas palabras para el Holodomor. El presidente ruso esgrimió que, «por varias razones, hoy en día es común que Ucrania condene los 'crímenes del régimen soviético'; incluso aquellos eventos con los que el PCUS, la URSS o la Rusia moderna no tienen conexión».

El Holodomor (en ucraniano literalmente: «matar de hambre»), también conocido como Genocidio ucraniano u Holocausto ucraniano, es el nombre atribuido a la hambruna que devastó el territorio de la República Socialista Soviética de Ucrania, Kubán, Ucrania Amarilla y otras regiones de la URSS, en el contexto de la colectivización de la tierra emprendida por la URSS, durante los años de 1932-1933, en la cual habrían muerto de hambre entre 1,5 y 12 millones de personas.

Una de las últimas falacias de cierta entidad que Putin esgrimió en aquel artículo fue que la efímera República Soviética de Donetsk Kryvyi Rih (proclamada en 1918) no se convirtió en parte de la URSS porque Lenin se negó a ello, pero que podría haberlo hecho por sus lazos con Rusia y porque contaba con un gobierno bolchevique. El historiador Stanislav Fedorchuk da otra visión de ello. En sus textos es partidario de que la iniciativa de crear esta república socialista fue orquestada por un grupo ínfimo de revolucionarios que decidió tomar el poder aprovechando la controvertida coyuntura política. Sin embargo, sostiene que este gobierno apenas se extendió durante un mes. «Fue una de las muchas repúblicas efímeras», explica.

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