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16 - Enero - 2020
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Los científicos del Instituto Sloan Kettering de Nueva York, liderado por el oncólogo español Joan Massagué, han descubierto que la capacidad de los cánceres para hacer metástasis depende de su capacidad para cooptar las vías naturales de reparación de heridas, lo que abre una vía para su posible tratamiento. El adelanto científico, publicado en la revista Nature Cancer y que ha sido comunicado también por el propio Sloan Kettering Cancer Center, proporcionan un marco novedoso para pensar sobre la metástasis y cómo tratarla.

De entrada hay que recordar que la metástasis, que es la propagación del cáncer a otras regiones del cuerpo, es responsable del 90 % de las muertes por cáncer. Sin embargo, no se sabe mucho sobre lo que hace que las células cancerosas sean capaces de hacer metástasis.

Ahora, este estudio de investigadores del Sloan Kettering Institute concluye que las células iniciadoras de metástasis emplean un truco para propagarse: cooptan las capacidades naturales de curación de heridas del cuerpo.

"Ahora entendemos la metástasis como la regeneración del tejido equivocado -el tumor- en el lugar equivocado, los órganos vitales distantes", dice Joan Massagué , director del Instituto Sloan Kettering y el director de la investigación sobre un asunto en el que lleva 30 años investigando.

Anteriormente había indicios de que los cánceres podrían utilizar vías de curación de heridas para apoyar su crecimiento. En la década de 1980, el investigador Harold Dvorak denominó a los tumores "heridas que no sanan". Pero los nuevos hallazgos presentan la primera imagen detallada de cómo funciona este proceso en el nivel de células y moléculas.

Aunque la metástasis es mortal, no es algo que las células cancerosas puedan hacer fácilmente. Para propagarse, las células cancerosas deben separarse con éxito de sus vecinas, atravesar las capas de tejido que las separan de la circulación, nadar o arrastrarse a una nueva ubicación en el cuerpo a través de la sangre o el líquido linfático, salir de estos vasos, luego echar raíces y comenzar a crecer en el nueva ubicación.

Duplicar la investigación en cáncer elevaría la supervivencia del 53% al 70%. El primer estudio que aglutinó en 2018 los datos de investigación en cáncer en España constató que el esfuerzo científico no se corresponde siempre con los cánceres con mayor mortalidad o prevalencia y que el peso de la financiación pública es muy escaso frente al gasto privado y filantrópico. En la década de 1980, el investigador Harold Dvorak denominó a los tumores "heridas que no sanan". Pero los nuevos hallazgos presentan la primera imagen detallada de cómo funciona este proceso en el nivel de células y moléculas.

En cada paso de este proceso, la mayoría de las células cancerosas sueltas mueren. Menos del 1 % de todas las células cancerosas que se desprenden de un tumor finalmente formarán metástasis medibles. "Una vez que las células cancerosas aprenden a sobrevivir al estrés de en un ambiente extraño, es muy difícil deshacerse de ellas", dice Karuna Ganesh , médico-científica del Programa de Farmacología Molecular de SKI y una de las autoras del artículo. "Son una entidad completamente diferente del tumor en el que comenzaron".

Ganesh y sus colegas querían entender qué permite a algunas células sobrevivir a este viaje estresante. Se centraron en una molécula llamada L1CAM, que estudios previos del laboratorio de Massagué habían demostrado que es necesaria para que numerosos tipos de células cancerosas hagan metástasis con éxito en los órganos.

Los tejidos sanos normales no suelen producir L1CAM, pero los cánceres avanzados sí lo hacen. Lo que desencadena exactamente la L1CAM ha sido hasta ahora un misterio. Al observar los tejidos tumorales humanos con un microscopio, fue claro para los investigadores que dividir las células con L1CAM era más común en áreas donde se rompía una capa epitelial, es decir, herida. Esto llevó a los científicos a preguntarse si se requiere L1CAM para la reparación normal de heridas, como ocurre en el intestino después de la colitis. Usando un modelo de colitis en ratones, descubrieron que, de hecho, este era el caso.

En definitiva, el avance concreta que las metástasis no se derivan de mutaciones genéticas sino por una reprogramación de las células que les permite regenerar creando metástasis.

Es un mes de triunfos médicos. El CNIO descubre un tratamiento contra el más agresivo de los cánceres por exposición al amianto Dos medicamentos combinados son efectivos en ratones contra un tipo de tumor cancerígeno muy agresivo que se produce, sobre todo, por la exposición al amianto, según informa el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Ahora este tumor no tiene cura y la supervivencia es corta.

La buena noticia es que ambos fármacos se están probando ya en pacientes humanos para otros tipos de cáncer y esto podría acelerar su aprobación como posible tratamiento contra el “mesotelioma”, según acaba de explica el CNIO en un comunicado. Esta nueva investigación aporta "evidencias, en ratón y en líneas celulares humanas, de la posible eficacia de dos compuestos ya conocidos. Ahora nos gustaría iniciar ensayos en humanos cuanto antes", ha asegurado el jefe del Grupo de carcenogénesis epitelial del CNIO, Paco Real.

El mesotelioma es un cáncer poco frecuente y reconocido como enfermedad profesional, porque aparece tras varias décadas de exposición al amianto, un material usado en España sobre todo en los años setenta en el sector de la construcción y que se prohibió en 2001, precisamente, por su potente efecto cancerígeno. La supervivencia media de los pacientes con mesotelioma sarcomatoide (el más agresivo) es ahora de apenas 18 meses.

El resultado de la investigación fue una sorpresa en "gran medida inesperada", porque, en realidad, estos científicos del CNIO estaban tratando de “crear” ratones que desarrollaran cáncer de vejiga. Con este fin, los investigadores manipularon dos genes, pero en lugar del tumor esperado, los roedores sufrieron un mesotelioma sarcomatoide muy agresivo. Entonces, los investigadores buscaron la causa molecular de esa agresividad, que identificaron en la sobreactivación de dos proteínas. Y, determinada la causa, sólo les quedaba encontrar medicamentos contra esas proteínas que ya estuvieran siendo ensayados en pacientes humanos.

Paco Real y su equipo fueron noticia en 2016, cuando demuostraron que el gen BPTF es crucial para que el gen MYC genere tumores. El gen MYC está implicado en casi todos los tipos de cáncer y además es uno de los genes que genera más dificultades para desarrollar tratamientos. Cada vez más grupos de investigación están realizando ensayos preclínicos con resultados prometedores para regular este oncogén. Expertos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) dieron un paso más en este sentido ya que se identificó una proteína indispensable para que MYC produzca cáncer en modelos de ratón.

Utilizando un modelo de ratón de cáncer de páncreas dependiente de MYC, los investigadores demostraron que inhibir la acción de BPTF reduce la agresividad de los tumores. Como explicó Paco Real, jefe del Grupo de Carcinogénesis Epitelial del CNIO, se descubrió que “BPTF es un eslabón fundamental para que MYC lleve a cabo sus funciones”. Más en concreto, “al disminuir un 50 por ciento la función de BPTF, se retrasa el crecimiento de los tumores sin que haya afectación en células normales". Así que el desarrollo del tumor ocurre más tarde y la progresión del tumor es más lenta. A pesar de que el papel de MYC en la génesis de los tumores es conocido desde hace tiempo, este gen presenta una serie de dificultades para convertirlo en una diana terapéutica.

Uno de los principales retos para atacar MYC es que generalmente éste no se encuentra mutado en cáncer. “Cuando hay una mutación de un gen, es más sencillo atacarla porque la proteína presente en la célula tumoral es diferente de la proteína regulada por el mismo gen y presente en la célula normal”, dijo Real. Lo que ocurre con MYC es que la proteína es la misma en la célula normal y la patológica, con la diferencia de que en esta última funciona de forma incorrecta. Además, “MYC es realmente un controlador general de la actividad de la célula; es uno de los pocos genes que, si lo eliminas, hace inviable a la célula”, añadió este experto. Por tanto, al atacarlo se puede poner en riesgo a las células normales.

Se estima que toda la familia de los genes MYC está implicada como mínimo en el 50 por ciento de los tumores. A veces de forma directa, pero otras veces MYC forma parte de una cadena de acontecimientos moleculares que causan que los tumores crezcan. “MYC funciona como un regulador transcripcional que se une al ADN y de esa manera regula la expresión de genes que son importantes para el crecimiento, la diferenciación y la muerte celular”, comentó Real. Los investigadores se centraron en G-MYC, uno de los genes de esta familia. La proteína BPTF desempeña un papel crucial para determinar a qué regiones del genoma se une. “Es necesaria para que MYC se una a regiones del genoma que son importantes para la activación de genes que participan en cáncer”, explicó Real. Al eliminar una de las dos copias del gen que regula BPTF, “la acción de MYC ya no se puede llevar a cabo”, añade Real. Los investigadores también detectaron mutaciones en BPTF en cáncer de vejiga, y demostraron que cuando se inactiva BPTF las células cancerosas no pueden crecer. Real señaló que el objetivo de su grupo es “aclarar los mecanismos de acción de BPTF y MYC y buscar fármacos que inhiban la capacidad de la proteína BPTF para unirse a MYC”.

A principios de 2019, investigadores del Vall d'Hebron Instituto de Oncología (VHIO) lograron desarrollar un nuevo tratamiento, que se ha probado con éxito en ratones y que esperan probar en fase de ensayo clínico en humanos en 2020, para inhibir un gen que causa, entre otros, el cáncer de pulmón más agresivo.

El equipo liderado por Laura Soucek, investigadora del Grupo de Modelización de Terapias Anti-Tumorales en Ratón del VHIO y cofundadora y directora ejecutiva de Peptomyc SL, ha logrado un nuevo hallazgo para atacar a Myc, un gen clave en el desarrollo de la mayoría de tumores.

Soucek ha recordado que comenzó a desarrollar su idea de inhibir a Myc, hace 20 años, y para ello diseñó Omomyc, un transgén que inhibía esta proteína sin generar efectos adversos y que ahora ha conseguido convertir en un fármaco administrable.

Según publicó la revista 'Science Transational Medicine', en un artículo cuya primera autora es Marie-Eve Beaulieu, anteriormente investigadora en el grupo de Soucek y ahora directora científica de Peptomyc SL, han demostrado que Omomyc puede usarse como terapia anti-Myc contra el cáncer de pulmón no microcítico, el subtipo más agresivo y mortal en mujeres y hombres.

Soucek y su equipo han conseguido producir Omomyc como miniproteína y administrarlo como fármaco antitumoral en modelos de ratón con cáncer de pulmón no microcítico. Según Soucek, "la administración de Omomyc por vía intranasal se tolera bien, reduce el grado tumoral y bloquea su crecimiento, además de que también puede ser administrado por vía sanguínea". "En este estudio demostramos que Omomyc puede ser administrado por vía intravenosa sin producir efectos secundarios en el ratón e impidiendo el crecimiento tumoral, hecho que nos permite extender esta nueva terapia para tratar otros tipos de cáncer y sus metástasis", según Soucek.

Laura Soucek lidera el equipo de investigadores del Vall d'Hebrón.

La importancia del gen Myc en el desarrollo de cáncer es conocida desde hace tiempo ya que es un factor de transcripción implicado en múltiples procesos biológicos esenciales para el desarrollo del cáncer: interviene en la proliferación y división celular, en el metabolismo y en la regulación de la respuesta inmunitaria. Así, según Soucek, inhibir Myc tiene el potencial de atacar las células cancerígenas a través de varios mecanismos: primero bloquea la proliferación celular y limita que el tumor crezca, luego impide que actúe en el metabolismo de la glucosa, lípidos y formación de nuevas estructuras de la célula, afectando así al crecimiento y supervivencia celular, y por último facilita que las células tumorales sean detectadas y atacadas por el sistema inmunitario.

Actualmente no existe ningún inhibidor de Myc disponible para tratar el cáncer en la práctica clínica."Los beneficios de inhibir Myc eran conocidos, pero faltaba la herramienta precisa. Ahora hemos demostrado que Omomyc, en su nueva forma de miniproteína, tiene capacidad para penetrar hasta el núcleo e inhibir Myc para bloquear la progresión del tumor", ha precisado Marie-Eve Beaulieu. El estudio también ha combinado la administración de Omomyc con paclitaxel (terapia estándar para tratar el cáncer de pulmón), sin efectos secundarios añadidos ni interacciones farmacológicas, con mayor bloqueo del crecimiento tumoral respecto a las dos terapias individuales y prolongando la supervivencia de los ratones.

Según Soucek, el fármaco también tiene la capacidad de reclutar células del sistema inmunitario en el foco tumoral. Este efecto sobre el sistema inmunitario, según la investigadora, abre nuevas líneas de investigación combinando este inhibidor de Myc con la inmunoterapia, una estrategia terapéutica novedosa que está demostrando un gran potencial en diferentes tumores. "Después de validar la eficacia de este nuevo fármaco para tratar tumores de pulmón en modelos preclínicos, estamos ahora escalando la producción y la purificación de la miniproteína a nivel industrial para tratar a pacientes reclutados para futuros estudios clínicos", ha concluido Beaulieu, que espera que estos ensayos clínicos empiecen en 2020.

El Día Mundial del Cáncer es el 4 de Febrero. Acceder al diagnóstico, tratamiento y cuidado del cáncer que podría salvar vidas debe ser igual para todos, sin importar donde viva, cuáles son sus ingresos, su origen étnico o género. Los gobiernos deben ser responsables y el liderazgo nacional sobre políticas, legislaciones, inversiones e innovación es fundamental para un progreso acelerado. Juntas, las personas pueden generar un cambio.

Se llama cáncer y es uno de nuestros peores enemigos. Se presenta de improviso, como el amigo que no llama para dejarse caer por casa. Una radiografía con una mancha extraña, una analítica con valores inesperados. El tiempo que transcurre entre la duda y la certeza, el suficiente para que se quite la máscara. Y diga: "aquí estoy, he venido para quedarme". Es entonces cuando empieza la lucha contra el cáncer. La batalla sin tregua. El cáncer, el maldito cáncer, el que se ha llevado a algunos de nuestros amigos y familiares más queridos. El cáncer, el maldito cáncer, el mismo al que han sobrevivido tantos otros. La historia de la humanidad también ha sido una pelea contra el tiempo, una lucha para entender, desentrañar, descubrir y curar esta enfermedad.

¿Desde cuándo sabemos que existe el cáncer? Hay quien dice que esta enfermedad es tan vieja como la humanidad. Razón no les falta. Los primeros casos clínicos se encontraron en el papiro de Edwin Smith, un documento histórico que recogió en 1.600 a.C. algunos detalles sobre esta enfermedad.

Perteneciente a la época de la dinastía XVII, fue hallado y adquirido por el comerciante Edwin Smith en 1862. Actualmente se encuentra expuesto en la Academia de Medicina de Nueva York, aunque no es el único vestigio egipcio en el que se describe el cáncer. También el papiro George Ebers, considerado como uno de los tratados médicos más antiguos, recopila algunos detalles sobre posibles casos de cáncer de mama y cáncer de útero.

Si hay un personaje clave en la historia de la medicina, es sin duda Hipócrates. El griego fue el primero en utilizar el término 'karkínos' para referirse a 'úlcera maligna' o 'cáncer'. Es curioso, ya que de este concepto también deriva la palabra 'cangrejo'. Algunos historiadores atribuyen esta similitud entre cangrejo y cáncer a que "los tumores son tan duros como un caparazón". El cáncer también es una enfermedad tenaz, que logra cambiar de localización en el organismo. Incluso algunos casos de cáncer de mama presentan una apariencia similar a las patas de un cangrejo. La mitología griega también recoge el concepto del cangrejo. En la lucha de Heracles contra la Hidra de Lerna, el héroe consigue zafarse del cangrejo enviado por Hera para que le mordiera los pies y le estorbara en la pelea. No consiguió matarle, sino que pudo sobrevivir al ataque del 'karkínos'. Hoy en día observamos esta batalla en un lécito conservado en el Museo del Louvre en París.

En el Día Mundial del Cáncer se habla mucho de los avances en los tratamientos y terapias contra esta enfermedad. Pero lo cierto es que esta pelea se extiende en el tiempo hasta la propia Edad Media. Como ejemplo podemos destacar a Clara Jacobi, una mujer que padecía un enorme tumor en la cabeza. En pleno 1689, y con las rudimentarias técnicas de la época, consiguieron extirpar quirúrgicamente la masa que había crecido en el cuello de esta holandesa.

Tendría que pasar un siglo hasta que se comprendiera cómo podía realizarse la extirpación quirúrgica de un tumor. En el caso de Jacobi, era más sencillo extraer la masa visible. ¿Pero qué ocurría si los tumores se localizaban dentro del organismo? Las bases científicas las determinó primero Giovanni Battista Morgagni, un médico italiano que cambió para siempre la anatomía patológica. Comenzó a realizar autopsias de una forma más cuidadosa, mejorando el diagnóstico de muchas enfermedades.

Tras el trabajo de Morgagni, el cirujano escocés John Hunter sugirió que el cáncer podía ser "removido" del organismo. Tal y como sucedió con Jacobi, Hunter planteaba que las masas tumorales que se desarrollaban en el interior del cuerpo también tenían que ser extirpadas. Su libro puede ser hoy consultado online a través del archivo de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos.

¿Por qué ocurre el cáncer? Esta pregunta es a menudo planteada por pacientes y familiares. Hasta el siglo XIX, la medicina se había esforzado en conocer dónde aparecían las masas tumorales y saber cómo poder eliminarlas del organismo. Pero fue Rudolf Virchow el que comprendió por primera vez que la raíz del cáncer se encontraba en nuestras propias células. En 1858, escribió en Diecellulare Pathologie que las bases de cualquier enfermedad debían estudiarse y entenderse a nivel celular. También las del cáncer. Hoy en día su trabajo sigue siendo fundamental: gran parte de la investigación se centra en comprender qué errores ocurren en nuestras células para que se origine un tumor.

¿Quién diría que las contiendas nos permiten lograr avances médicos? Lo cierto es que la ciencia en guerra se ha desarrollado en tiempos muy difíciles, consiguiendo inesperados beneficios. Uno de los más destacados es, sin duda, la llegada de la quimioterapia. Durante la I Guerra Mundial, cientos de soldados sufrían los efectos del temido gas mostaza. Este agente químico, utilizado por primera vez por el ejército alemán en la ciudad de Ypres, era capaz de destruir la médula ósea. En 1942, científicos de la Universidad de Yale decidieron investigar el por qué. Comprobaron que el gas mostaza era un compuesto alquilante, capaz de modificar el ADN de nuestras células. Estudios posteriores derivaron en el desarrollo de fármacos quimioterápicos como el clorambucilo, el melfalán o el busulfán, ampliamente usados en el tratamiento de leucemias, linfoma o mieloma. Había nacido la quimioterapia.

Desarrollando la quimioterapia en la Universidad de Yale.

Gordon Isaacs tenía sólo siete meses cuando su madre le llevó al pediatra. La revisión médica no levantó sospechas, pero Helen sentía que algo no iba bien. Notaba que en la mirada de su hijo había algo extraño. Sus sospechas eran ciertas. En 1955, un oftalmólogo descubrió que el niño sufría retinoblastoma doble en ambos ojos, un tipo de tumor infantil en el que las células malignas afectan a los tejidos de la retina.

Los tratamientos existentes resultaban completamente amenazadores. Podían optar por extirpar quirúrgicamente el tumor, lo que dañaría para siempre la vista del bebé. Tal vez deberían probar con radiación de cobalto. Ninguna de las soluciones parecía remediar el problema que sufría el pequeño Gordon. Entonces llegó el visionario Henry Kaplan, un médico pionero en el campo de la radiobiología. Kaplan decidió emplear aceleradores lineales que podían atacar a los tumores de Gordon, minimizando el daño de los tejidos no afectados. Había un único problema: jamás habían sido usados en un paciente real. Menos en un bebé. Helen decidió aceptar la propuesta del médico, que conllevaría la hospitalización durante seis semanas, en las que el niño tendría que ser anestesiado a diario para recibir su dosis. Así ocurrió el nacimiento de la radioterapia, que luego sería aplicada con éxito por Kaplan en el tratamiento del linfoma de Hodgkin.

Sucedió en 1970. El presidente Richard Nixon anunciaba la prohibición de los anuncios de tabaco en radio y televisión. La medida era la respuesta -tardía- a un informe presentado seis años antes por Luther Terry en una histórica conferencia de prensa. En aquella rueda los resultados del documento Report on Smoking and Health eran claros: el tabaco producía cáncer. Las primeras sospechas sobre el tabaco se dispararon en 1939. Algunos científicos comenzaron a alertar de que el tabaco podía ser un potente agente carcinógeno, pero las presiones de la industria tabacalera fueron demasiado fuertes. Hoy en día sabemos que el hábito de fumar es responsable del 90% de los casos de cáncer de pulmón. Para algunos, por desgracia, esta estadística llega demasiado tarde.

El mismo año en el que moría de cáncer Alfred S. Bloomingdale, inventor de las tarjetas de crédito, el gobierno de Estados Unidos informaba a los habitantes de Times Beach (Missouri) que su ciudad estaba contaminada por unos tóxicos ambientales. Como consecuencia, la localidad debía ser evacuada y demolida de manera urgente.

Times Beach se convirtió así en un símbolo de los efectos ambientales en nuestra salud. Los tóxicos culpables eran dioxinas, que habían sido vertidas en carreteras sin pavimentar de la zona. Hoy en día la Organización Mundial de la Salud reconoce la elevada toxicidad de estos compuestos químicos, que despoblaron esta región de Estados Unidos.

La lucha contra el cáncer no ha estado exenta de dificultades. Tal vez quien mejor represente estos obstáculos sea Terry Fox, el deportista canadiense que encabezó la maratón por la esperanza. A la temprana edad de 19 años, Fox fue diagnosticado con osteosarcoma, un tumor maligno que afectaba a su rodilla. Los médicos no pudieron hacer más que amputarle la pierna, para luego aplicarle un tratamiento a base de quimioterapia.

Terry Fox supo que la administración de quimioterápicos le permitía tener un 50% de posibilidades más de vencer al cáncer. Pero ése no era el porcentaje más sorprendente. Sólo dos años antes, sus oportunidades se reducían al 15%. Ahí fue donde el atleta comprendió la importancia de la investigación contra el cáncer. Con el objetivo de recaudar fondos para la ciencia, en 1980 comenzó a cruzar Canadá de punta a punta.

En total recorrió 5.373 kilómetros en 143 días. Su maratón para la esperanza recaudó en la época 1,7 millones de dólares. Fox había vencido, mostrando lo importante que era financiar la investigación de esta enfermedad. Por desgracia, no pudo ganar su batalla personal. En 1981, fallecía por complicaciones del cáncer. Terry Fox se convertía en un verdadero símbolo, y en un ejemplo de esperanza para millones de pacientes en todo el mundo.

Un grupo de investigadores estadounidenses ha descubierto una sorprendente capacidad para matar células cancerosas en 49 fármacos ya existentes para otras patologías como la diabetes o la inflamación. Ni en uno ni en dos ni en tres... Un grupo de investigadores ha descubierto una sorprendente capacidad para matar células cancerosas en 49 fármacos ya existentes para otras patologías como la diabetes o la inflamación. Incluso en un medicamento para tratar la artritis en los perros. Así lo señala un artículo que acaba de publicar la revista Nature Cancer. Se trata del estudio más amplio realizado hasta la fecha con la intención expresa de encontrar nuevos usos a las pastillas de siempre. Memorable fue, por ejemplo, cuando se constataron los beneficios de la aspirina en el corazón o cuando al probar el sildenafilo para la angina de pecho, por casualidad, se identificaron las bondades que hoy dan nombre a la Viagra. En esta ocasión, nomenclaturas como disulfiram (para el tratamiento del alcoholismo crónico) y lovastatina (para reducir el colesterol) se postulan como posibles opciones contra los tumores en un futuro no muy lejano. Antes, subrayan los propios autores del trabajo, del Instituto Broad del MIT Massachusetts, Estados Unidos), "habrá que realizar más análisis sobre estos 49 medicamentos no oncológicos y después llevarlos a ensayos clínicos para probarlos en pacientes con cáncer".

Los investigadores probaron un total de 4.518 compuestos del Centro de Reutilización de Medicamentos de Broad en 578 líneas celulares de cáncer humano. Utilizando un método de código de barras molecular conocido como PRISM, que se desarrolló en el laboratorio Golub, se pudieron etiquetar cada una de las líneas celulares con un código de barras de ADN y medir la tasa de supervivencia de las células cancerosas.

El resultado: ni más ni menos que 49 medicamentos indicados y comercializados para otras patologías como la diabetes mostraron una sorprendente capacidad para matar a las células cancerosas. Es decir, no sólo funcionan para reducir el colesterol, la inflamación o la artritis. También parecen tener potencial antitumoral. "Pensábamos que seríamos afortunados si encontrábamos un solo compuesto con estas propiedades", reconoce Todd Golub, director científico del trabajo y del programa de cáncer en Broad. Así como la mayoría de los medicamentos contra el cáncer bloquean las proteínas, argumenta Corsello, "estamos descubriendo que los compuestos pueden actuar a través de otros mecanismos como la activación de una proteína o estabilizando la interacción entre proteínas". No obstante, la mayoría de estos medicamentos no oncológicos mostraron actividad contra el tumor al relacionarse con un objetivo molecular previamente no reconocido. Por ejemplo, el medicamento antiinflamatorio tepoxalina, desarrollado originalmente para su uso en personas pero aprobado para el tratamiento de la osteoartritis en perros, eliminó las células cancerosas al golpear un objetivo desconocido en las células que sobreexpresan la proteína MDR1, que comúnmente impulsa la resistencia a los medicamentos de quimioterapia.

Disulfiram y lovastatina, dos de los fármacos con potencial anti tumoral identificados.

En los últimos años se ha intensificado la búsqueda de nuevas indicaciones para fármacos ya comercializados. Por un lado, se acortan los tiempos, ya que no hay que desarrollar la medicina empezando desde cero. Cabe recordar que desde el descubrimiento de una molécula hasta su llegada al mercado pueden pasar 10 años. Por otro lado, supondría un abaratamiento de los costes. Según los últimos datos, la investigación y el desarrollo de un fármaco supone una inversión de más de dos mil millones de euros. Además, ahora existe tecnología punta que ayuda a procesar y analizar millones y millones de datos que a su vez conectan entre sí hasta dar con la diana, en este caso, hallando una nueva indicación para una medicina antigua. Con este objetivo, "creamos el Centro de Reutilización de Medicamentos de Broad, que tiene ahora un almacén de más de 6.000 compuestos aprobados por la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) o que han demostrado ser seguros en ensayos clínicos", señala Steven Corsello, el primer firmante del estudio y oncólogo del Instituto Broad en Cambridge, Massachusetts.

Los resultados de este estudio "abren nuevas puertas para analizar muchísimos fármacos en otros modelos. No es lo mismo una línea celular que una persona. Habrá que estudiar las dosis necesarias, la toxicidad, la seguridad...", apunta Enriqueta Felip, vicepresidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y jefe de Sección del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona. Sin duda, "este grupo de científicos es muy potente, su trabajo es muy extenso y lo comparten abiertamente. Al trabajar con fármcos que ya existen, tenemos mucho ganado". Además de estos hallazgos, Corsello y su equipo también revelaron nuevos mecanismos y objetivos farmacológicos, lo que podría acelerar el desarrollo de nuevos medicamentos contra el cáncer o reutilizar los medicamentos existentes para tratar esta enfermedad. De momento, los investigadores estudiarán los compuestos en más líneas celulares de cáncer y su intención también incluye ampliar el número de compuestos.

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