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28 - Septiembre- 2019
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El santuario inca de Machu Picchu es considerado como uno de los mayores logros arquitectónicos de la humanidad. El sitio arqueológico, construido en un remoto entorno andino, sobre una estrecha cresta situada encima de un cañón, es famoso por su perfecta integración con un paisaje inhóspito. Sin embargo, precisamente su imposible ubicación ha traído de cabeza a la comunidad científica, incapaz de explicarse por qué extraña razón los incas habían construido este poblado en un lugar tan inhóspito. Un nuevo estudio sugiere que la ubicación podría estar relacionada con las características geológicas del terreno, en concreto, con las fallas tectónicas.

El estudio fue presentado esta semana en la Sociedad Geológica de América por el geólogo de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, en Brasil, Rualdo Menegat, quien aseguraba que esta antigua civilización construyó el Machu Picchu, así como algunas de sus ciudades, en lugares asentados sobre fallas tectónicas.

Utilizando una combinación de imágenes de satélite y mediciones de campos electromagnéticos, el geólogo mapeó una densa red de fracturas y fallas que subyacen bajo este Sitio del Patrimonio Mundial de la Unesco. Su análisis indica que estas características varían ampliamente en escala, desde pequeñas fracturas visibles en piedras aisladas hasta líneas principales de 175 kilómetros de longitud que coinciden con las cuencas de los ríos de la región.

El geólogo descubrió que estas fallas y fracturas ocurren en varios conjuntos, y que algunas de estas formaciones corresponden con las responsables de la formación de los Andes centrales a lo largo de los últimos ocho millones de años. Debido a que algunas de estas fracturas están orientadas hacia el noreste-suroeste y otras tienden hacia el noroeste-sureste, el conjunto crea una forma de "X" donde se cruzan debajo de Machu Picchu.

La red fallas y fracturas del lugar es visible en los bloques de roca integrados en las estructuras de Machu Picchu.

El mapeo de Menegat sugiere que la zona poblada del santuario y los campos agrícolas circundantes, así como las construcciones y escaleras individuales, están orientados en función de las fallas más importantes, una disposición que, según el geólogo, también se siguió en otras ciudades antiguas incas, como Ollantaytambo, Pisac y Cusco, que, como el Machu Picchu, se levantaron en intersección de las fallas.

Los resultados de Menegat sugieren la red subyacente de fallas y fracturas también formaron la extraordinario trabajo de mampostería del Machu Picchu, cuya construcción presenta piedras tan perfectamente juntas que es imposible deslizar una tarjeta de crédito entre ellas. Como maestros trabajadores de la piedra, los incas aprovecharon los abundantes materiales de construcción en la zona en la que encuentran las fallas. "La intensidad de las fracturas predispuso rocas a romperse a lo largo de los mismos planos, lo que redujo en gran medida la energía necesaria para tallarlas", afirma.

Además de ayudar a dar forma a las piedras individuales, la red de fallas en Machu Picchu probablemente ofreció a los incas otras ventajas, como una fuente de agua de fácil acceso. Según el científico, las fallas tectónicas del área canalizaron agua de deshielo y agua de lluvia directamente al sitio. Del mismo modo, construir el santuario desde una percha tan alta sirvió a sus ocupantes para resguardarlo de las avalanchas y los deslizamientos de tierra, unos riesgos muy comunes en esas latitudes. Por si fuera poco, la investigación sugiere que la construcción del santuario en un lugar tan alto ayudó a drenar el sitio durante las intensas tormentas que prevalecen en la región, "Alrededor de dos tercios del esfuerzo para construir el santuario involucraba la construcción de drenajes subterráneos", afirma Menegat, quien achaca a las fracturas y fallas como parte de la responsabilidad de la extraordinaria conservación del sitio arqueológico.

El 6 de junio de 1956 moría en Washington el famoso arqueólogo Hiram Bingham, que pasó a la historia como el descubridor de Machu Picchu. Aunque no todos creen que fuese el primero en llegar a la legendaria ciudadela inca, pues el agricultor peruano Agustín Lizárraga ya dejó constancia de su existencia algunos años antes.

Nacido en Honolulú (Hawáii) el 19 de noviembre de 1875, Hiram Bingham fue hijo y nieto de los primeros misioneros protestantes que llegaron al archipiélago volcánico de Pacífico.

Una férrea disciplina y una educación encaminada a una vida como misionero hicieron de la infancia de Bingham una de las épocas más tristes de su vida; incluso llegó a robar 250 dólares de la cuenta familiar para poder huir con un amigo. En 1892 sus padres lo llevaron a la Phillips Academy en Andover, Massachussets, y posteriormente ingresó en la Universidad de Yale. Los ahorros familiares sólo le alcanzaron al joven para mantenerse durante un año y se vio obligado a realizar multitud de trabajos, desde ayudante de cocina a vendedor de caramelos y libros a domicilio, pasando por maestro particular de los compañeros de clase más ricos. A pesar de todas la dificultades, finalmente, Bingham logró graduarse en Yale en 1898.

En 1898 cuando su vida cambió completamente al conocer a Alfreda Mitchell, hija de Alfred Mitchell y Annie Olivia Tiffany, hija y heredera de Charles Tiffany, fundador de la famosa joyería Tiffany & Company de Nueva York. El matrimonio con la joven heredera permitió a Bingham entrar a formar parte de la clase pudiente norteamericana, además de financiar alguna de sus expediciones.

Entre noviembre de 1906 y mayo de 1907, Bingham partió en su primera expedición. La idea de Bingham, que para entonces ya había publicado algunos artículos académicos, era escribir una biografía de Simón Bolívar y seguir la ruta que el libertador llevó a cabo entre Caracas y Bogotá, pero jamás llegó a hacerlo.

En diciembre de 1908, Bingham participó en el Primer Congreso Científico Panamericano celebrado en Santiago de Chile, y durante el proceso de coordinación de la delegación norteamericana conoció al presidente Theodore Roosevelt con el que mantendría una gran amistad hasta su muerte. Al finalizar el congreso, Bingham se trasladó a Lima y desde allí a Cuzco, donde fue recibido con todos los honores por las autoridades peruanas encantadas de que un delegado norteamericano asistente al congreso científico tuviese intención de explorar el país. Bingham visitó Cuzco y sus alrededores durante un tiempo y partió en 1909 para seguir con su exploración, que le llevó hasta Abancay, donde reconoció el sitio de Choquequirao por expreso deseo del prefecto de la región Juan José Nuñez.

El punto de inflexión en las exploraciones de Hiram Bingham se produjo en 1910, cuando un amigo suyo, Edward S. Harkness, leyó el borrador del libro de su último viaje. Quedó tan impresionado que le sugirió realizar una nueva expedición para encontrar el último refugio de los Incas, la mítica Vilcabamba.

En su libro escribió: "De repente me encontré parado frente a las paredes de una ruina y casas construidas con la mejor calidad del arte inca. Las paredes fueron difíciles de ver ya que los árboles y el musgo habían cubierto las piedras por siglos."

En busca de Vilcabamba. Bingham había intentado convencer a las autoridades peruanas de que él ni era científico ni un experto en cultura incaica, pero de nada le valieron sus explicaciones y se vio obligado a partir, formando parte de una gran caravana, hacía las ruinas de Choquequirao. En realidad, Bingham no era arqueólogo y en los días que pasó en el sitio tomó muchas fotografías, midió cuidadosamente los monumentos y describió el medio ambiente del modo más preciso que pudo. En los muros de Choquequirao pudo leer los nombres y las fechas de los primeros exploradores que llegaron al lugar escritos con carbón vegetal. Entre ellos, Bingham anotó cuidadosamente los de Eugene de Sartiges acompañado de los peruanos José María Tejada y Marcelino León en 1834; José Benigno Samanez, Juan Rivas Plata y Mariano Cisneros en 1861... El último grupo era el de Bingham, compuesto por el mismo prefecto Núñez y por el teniente Cáceres. Finalizada la expedición, Bingham quedó muy decepcionado al no encontrar ningún tesoro y volvió a Lima desde donde regresó a los Estados Unidos. El punto de inflexión en las exploraciones de Hiram Bingham se produjo en 1910, cuando un amigo suyo, Edward S. Harkness, leyó el borrador del libro de su último viaje. Quedó tan impresionado que le sugirió realizar una nueva expedición para encontrar el último refugio de los Incas, la mítica Vilcabamba. El principal escollo fue la financiación la cual, tras cerrársele muchas puertas, acabaron pagando su esposa Alfreda, National Geographic Society, la Universidad de Yale y la Sociedad Nacional Geográfica de Estados Unidos.

Tras prácticamente un año de preparativos, la expedición partió hacía Cuzco en 1911. Bingham se dedicó a recopilar información acerca de la última capital de los Incas, y durante una noche de bebida, en la que el subprefecto de Cuzco bebió más de la cuenta, éste pronunció una palabra clave para el descubrimiento que el explorador estaba a punto de realizar: "Huayna Pichu", el nombre de la montaña a cuyos pies se extienden las ruinas de Machu Picchu, el lugar donde Bingham creía que se encontraba Vilcabamba. El 19 de julio de 1911, la expedición partió hacia el valle del Urubamba y el 23 de julio acamparon en Mandorpampa, una gran planicie cercana al yacimiento, que Bingham conocía tras haber oído hablar de ella al rector de la Universidad San Antonio Abad de Cuzco, Albert A. Giesecke.

Machu Picchu desde la cámara de Bingham. Colina del Intiwatana y bancales al oeste de la Plaza Sagrada. A la izquierda se distinguen los precipicios que defendían Machu Picchu de las agresiones. En primer término un grupo de bancales, donde los antiguos habitantes plantaban sus cultivos.

Creyendo hallarse a las puertas de Vilcabamba, el lunes 24 de julio, que amaneció nublado y con una ligera llovizna, Bingham entró en el recinto y se dio cuenta del sensacional descubrimiento que acababa de hacer.

Una ciudad con una arquitectura y una ingeniería espectaculares y totalmente desconocida hasta entonces por el mundo. En su libro escribió: "De repente me encontré parado frente a las paredes de una ruina y casas construidas con la mejor calidad del arte inca. Las paredes fueron difíciles de ver ya que los árboles y el musgo habían cubierto las piedras por siglos. Pero en la sombra del bambú y trepando los arbustos estaban las paredes visibles hechas de bloques de granito blanco cortados con la más alta precisión. Encontré brillantes templos, casas reales, una gran plaza y miles de casas. Parecía estar en un sueño". También documentó cada una de las fotos que iba tomando con su Kodak A3, y durante el recorrido por el yacimiento Bingham pudo leer en una de las paredes del Templo de las tres ventanas una inscripción hecha en carbón vegetal en la que decía "Lizárraga” y un año: 1902. Era la prueba de que mucho antes que él otras personas ya habían visitado el emplazamiento.

El contorno de Machu Picchu destaca por lo agreste y por la belleza indescriptible del paisaje. La ciudad se encarama al borde de los precipicios que se aprecian al fondo de esta imagen. El camino lo abrió hace unos años el Estado peruano con un elevado gasto económico. Los primeros exploradores, obligados a evitar esta zona del valle del Urubamba por falta de vías, desconocían el emplazamiento de Machu Picchu.

En el viaje, el propio Hiram dejó un extenso registro gráfico. Ofrecemos una pequeña muestra.

Foto: Hiram Bingham.

Las defensas de Machu Picchu constaban de dos murallas y un foso seco transversal a la cresta, de precipicio a precipicio.

Foto: Hiram Bingham.

Una de las características más llamativas de la arquitectura de Machu Picchu es que la mayoría de las casas tiene una altura de un piso y medio y hastiales en los extremos. Los hastiales presentan unas piedras cilíndricas salientes que sugieren la antigua existencia de unas vigas de madera. En el caso de estas dos casas adyacentes sólo siguen en pie los hastiales de la cara sur; los del norte han sucumbido, bien a los terremotos, bien a la fuerza destructora de la vegetación.

Foto: Hiram Bingham.

La curiosa historia de Hiram Bingham está llena de incógnitas y contradicciones. Algunos creen que fue el modelo en que se inspiraría el personaje del famoso arqueólogo de ficción Indiana Jones –aunque otros piensan que fue el arqueólogo Sylvanus Morley–, y para otros, simplemente fue un explorador fascinado por la cultura sudamericana que se llevó el mérito del descubrimiento de Machu Picchu cuando, en realidad llegó al yacimiento nueve años después que su auténtico descubridor, el agricultor peruano Agustín Lizárraga.

Aparte de la controversia generada por el descubrimiento, Bingham también recibió críticas por sustraer de manera ilegal 46.332 piezas arqueológicas que fueron llevadas a la Universidad de Yale. Tan sólo 300 fueron devueltas; el resto permanece en grandes museos europeos como el Museo Británico, el Museo del Louvre o en colecciones particulares. Tras fracasar en su carrera política y divorciado dos veces, Hiram Bingham, quien en su juventud fue un hombre alto y apuesto, audaz y con una personalidad seductora, moría el 6 de junio de 1956 a los 81 años. Su cuerpo descansa en el Cementerio Nacional de Alington (Virginia) donde fue enterrado con todos los honores.

La lista de ilustres visitantes tiene como número uno a Pachacutec (1450), gran emperador inca y constructor de magníficas edificaciones como Machu Picchu. En el segundo lugar se encuentra Hiram Bingham, el profesor de Yale, que buscó las pistas sobre la ubicación de la legendaria ciudad de los incas durante los años 1911, 1912 y 1915.

Hiram Bingham en 1911.

Le sigue el famoso compositor estadounidense Cole Porter (1939), quien al ver una emisión de National Geographic sobre las ruinas incas, viajo a Perú. Mientras, en 1943 el poeta chileno Pablo Neruda visitó las ruinas, poco después escribió una de sus obras más famosas "Las Alturas de Machu Picchu".

Luego, el estudiante Ernesto Guevara, conocido posteriormente como el 'Che Chevara', llegó a Cusco en 1952 y escribió en su "Diario de motocicleta" que Machu Picchu es "la expresión pura de la más poderosa raza indígena de toda América".

En sexto lugar se encuentra el actor Charlton Heston, quien junto a Nicole Maurey viajan a la ciudadela inca para filmar "Los secretos de los Incas" en 1953.

El reconocido pintor estadounidense Georgia O'Keeffe quien se maravilló de Machu Picchu en 1956. Ya en 1980 Johan Reinhard, conocido después como un descubridor de momias, realizó varios viajes a Machu Picchu para postular algunas teorías sobre la ciudad inca.

Shirley MacLaine (1986), que tras su visita y posterior rodaje de una película para la televisión basada en su libro 'Out on a Limb', impulsó el turismo espiritual en la región Cusco.

 

Gael Garcia Bernal en 2003, en una escena de Diarios de motocicleta.

Cameron Díaz en 2007.

Y la familia Simpson. En el episodio "Verizon Lost" (2008) la familia amarilla va a la ciudadela en busca de su hijo Bart.

Susan Sarandon en 2010.

Jim Carrey, Junio de 2011.

Mick Jagger en una lluviosa mañana en Octubre de 2011.

Zac Efron, Septiembre de 2013.

Luis E. Valcárcel, ilustre historiador, antropólogo, maestro, periodista, abogado, sociólogo, etnólogo, literato e indigenista. Visita la web oficial del centro de difusión e investigación.

Un estudio recientemente afirma que dos potentes terremotos que tuvieron lugar durante la construcción de la ciudadela de Machu Picchu, en el siglo XV y que esto cambió el modo en que los arquitectos abordaron la construcción del monumento y definieron la forma en que ha llegado hasta la actualidad.

La ciudadela inca de Machu Picchu es mundialmente conocida. El lugar es visitado por miles de turistas a diario y se ha convertido en un icono de la civilización inca. Construida por el Inca Pachacutec hacia 1450, la ciudad se extiende a lo largo de numerosas terrazas a más de 2.000 metros de altitud, vigilada por la imponente mole del pico Huayna Picchu y asomada, a través de vertiginosos precipicios, a las vistas del serpenteante río Urubamba.

Pero este impresionante lugar no es producto tan sólo de la pericia de los arquitectos incas. Su forma actual también se debe a, por lo menos, dos potentes seísmos que, tras producirse, marcaron de modo definitivo su construcción. Es lo que se desprende de un reciente estudio, publicado en la revista Journal of Seismology, dirigido por Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, del Instituto Geológico y Minero de España. La investigación sobre el terreno se ha llevado a cabo gracias a un proyecto liderado por el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico de Perú (INGEMMET) en colaboración con el IGME, Instituto de Ciencias de la Tierra de Grenoble (Francia), la Universidad de Jena (Alemania) y la Universidad de Oxford (Reino Unido). Según el estudio arqueológico recientemente publicado, entre los años 1438 y 1491, mientras tenían lugar las obras de construcción de la fortaleza, se produjeron en el lugar dos potentes terremotos, que no sólo dañaron muros, sino que al parecer habrían supuesto un cambio radical en las técnicas constructivas utilizadas.

El estudio sobre tres de los templos más importantes de Machu Picchu reveló más de 140 ejemplos de daños estructurales, como el desplazamiento de grandes bloques de piedra o esquinas astilladas. Muchos de estos daños pudieron ser debidos a la caída de rocas o tierra bajo los templos, pero el movimiento de muchos monolitos dañados y las brechas que se produjeron entre bloques que anteriormente se encontraban entrelazados fueron casi con total seguridad causados por dos seísmos importantes. Así, este tipo de daños (conocidos técnicamente como Efectos Arqueológicos de Terremotos, o Earthquake Archaeological Effects, EAEs) que revelan las esquinas de los bloques de piedra sólo se produce cuando se golpean de manera rítmica durante un terremoto.

Los incas aprovecharon las fracturas preexistentes en las rocas del lugar para reducir al mínimo los trabajos previos de mampostería.

Los arqueólogos sólo pueden especular sobre cuándo se produjeron estos seísmos ya que no existen registros escritos, pero lo que sí está claro es que la forma de construir cambio radicalmente a partir de entonces. Los arquitectos empezaron a utilizar un sistema más barato y fácil que consistía en apilar bloques de roca sin tallar, más pequeños, sobre los antiguos monolitos, mucho más grandes, tallados y perfectamente pulidos.

Los Andes es un lugar de frecuentes terremotos debido a que la cordillera se levanta sobre numerosas fallas tectónicas. Precisamente bajo Machu Picchu transcurren varias fallas. La Universidad Federal de Río Grande del Sur, en Porto Alegre (Brasil), indicó en un estudio realizado en septiembre que los incas erigieron la ciudadela intencionadamente sobre el lugar donde se entrecruzan estas fallas. Así, los arquitectos habrían aprovechado los numerosos materiales constructivos que procuraba la zona de la falla para levantar los muros. Esta red de fallas habría permitido también canalizar el agua del deshielo y la lluvia y ofrecer un buen sistema de drenaje durante las lluvias torrenciales que afectan al lugar. Además, su gran altitud lo puso a salvo de avalanchas y deslizamientos de tierras, conservándolo en el excelente estado en que ha llegado hasta nosotros.

A mediados de 2016 detectaron numerosas muestras de arte rupestre en Machu Picchu. El análisis digital de imágenes reveló diferentes representaciones, tanto figurativas como abstractas, que a simple vista no se perciben.

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