Si nos preguntáramos cuál es el lugar con más radiación del
mundo, muchos de nosotros tendríamos una respuesta clara:
Chernóbil. Cuando supiéramos que esa no es la respuesta correcta,
automáticamente nos acordaríamos de otra ubicación: Fukushima.
Pero la contestación también es errónea. Y es que el lugar
más peligroso del planeta se encuentra en mitad del océano
Pacífico y, ahora, el cambio climático nos amenaza con convertirlo
en una catástrofe nuclear.
Allá por la década de los sesenta del pasado siglo, EEUU
encontró en Micronesia un lugar idóneo para llevar a cabo
una serie de pruebas nucleares. Las Islas Marshall se convirtieron
en el punto elegido para lanzar hasta 67 cabezas nucleares
para comprobar qué potencial tenían ese tipo de bombas. Cuando
terminaron con los tests, el gobierno norteamericano comenzó
a realizar pruebas biológicas en la zona para, en 1979, proceder
a sepultarlo en un enorme ataúd.
Fue entonces cuando se construyó 'La Tumba', una cápsula
hecha con 358 paneles de hormigón de 45 centímetros de grosor
que fue levantada en la isla de Runit. Esta cúpula guarda
en su interior los restos que quedaron del mayor campo de
pruebas nucleares de Estados Unidos, cuyos cálculos son abrumadores:
se estima que guarda unos 85.000 metros cúbicos de desechos
radioactivos. Pero, ahora, la posibilidad de que queden al
descubierto es más que real.
Hace solo unos meses, un estudio aseguraba que las islas
Runit, Enjebi, Bikini y Naen a día de hoy tienen unos niveles
de plutonio 239 y 240 entre 10 y 1.000 veces más altos que
los se han encontrado en Fukushima, y unas 10 veces más elevados
que los Chernóbil. Es decir, una radiación muy superior a
zonas en las que no se podrá albergar vida durante los próximos
24.000 años. Pero eso no es lo peor: el cambio climático multiplica
el peligro.
'La Tumba', la estructura de las Islas Marshall
que está rompiendo.
Tal y como se explica en un reportaje de 'Los Angeles Times',
'La Tumba' está resquebrajándose. Cuarenta años después de
su construcción, está empezando a sufrir fugas en su estructura,
que pueden suponer un verdadero peligro para la vida. Pero,
¿por qué se está rompiendo? Los expertos tienen una respuesta
clara: el cambio climático ha provocado que suban las temperaturas
y, con ello, el nivel del mar. El calor y la subida del agua
están erosionando su superficie.
Según las investigaciones, las Islas Marshall han visto aumentar
el nivel del mar por encima de la media del resto del planeta.
Los estudios señalan que, desde 1993, se ha incrementado en
un centímetro por año, lo que supone más del doble que en
el resto del mundo. Si el nivel del mar sigue creciendo al
ritmo que lleva haciéndolo en los últimos 25 años, se calcula
que para el año 2100 este archipiélago estará completamente
sumergido bajo el mar, con el peligro que conlleva.
Algunos científicos, como el investigador del Laboratorio
Nacional Lawrence Livermore, Terry Hamilton, intentan quitar
hierro al asunto, asegurando que la situación no es tan preocupante
ni tan extrema como puede parecer. Pero lo cierto es que si
'La Tumba' de las Islas Marshall queda sepultada bajo el agua,
las consecuencias para la vida pueden ser desastrosas: un
vertido de 85.000 metros cúbicos de desechos radioactivos
al Pacífico no sería, ni mucho menos, una broma.
Las Islas Marshall son, aparentemente, un lugar paradisíaco
en medio del mar, pero guardan un oscuro secreto relacionado
con las pruebas nucleares de EEUU en plena Guerra Fría.
Una de las pruebas nucleares llevadas a cabo
en las Islas Marshall en 1946.
El 26 de abril de 1986, lo que iba a ser una
prueba rutinaria en la central nuclear de Chernóbil terminó
por convertirse en el mayor desastre medioambiental de la
historia de nuestro planeta. Al mismo nivel de aquella catástrofe
también está lo sucedido el 11 de marzo de 2011, cuando un
terremoto en Japón provocaba el accidente nuclear de Fukushima.
Ahora, los expertos han descubierto que hay un lugar en el
mundo con mucha más radiación que en aquellas ciudades marcadas
de por vida.
Era un día más en la central de Chernóbil, en
el que los expertos que allí trabajaban tenían prevista una
prueba. Sin embargo, una concatenación de errores iba a provocar
que aquel test se convirtiera en el accidente más grave de
todos los tiempos: una explosión en el reactor 4 dio lugar
a que se liberara a la atmósfera un material radioactivo equivalente
a 500 veces la bomba de Hiroshima, un desastre que a día de
hoy continúa teniendo consecuencias.
Cuando Chernóbil parecía olvidado, 25 años más
tarde fue la propia tierra la que se encargó de darnos una
nueva lección. Un terremoto de magnitud 9 en la costa noroeste
de Japón provocó que varios reactores de Fukushima se quedaran
sin electricidad. Los motores auxiliares a base de diésel
mantuvieron la actividad, hasta que un tsunami inundó la central,
de la que se perdió el control, teniendo como resultado la
fusión del núcleo de tres de sus reactores.
En 1529 la expedición del navegante español Álvaro
de Saavedra Cerón desembarcó en este atolón, convirtiéndose
en el primer europeo en poner pie en este territorio.
Le puso a la isla el nombre de "Los Jardines". Entre
el 17 y el 23 de febrero de 1944 se libró aquí la batalla
de Enewetak en el marco de la campaña del Pacífico (en
la Segunda Guerra Mundial). En 1999 la población ascendía
a 820 personas.
El 1 de noviembre de 1952, Estados Unidos hizo estallar
en Enewetak la primera bomba termonuclear, con graves
efectos para la flora y fauna local. Nada sobrevivió.
En el centro de la explosión se alcanzó la increíble
temperatura de 15 millones de grados, temperatura que
se estima que tiene el núcleo del Sol. Esta temperatura
solo se alcanzó durante unos segundos, pero fue más
que suficiente para volatilizar todo aquello que se
hallaba cerca.
Vista del atolón Enewetak antes de la
explosión y el enorme crater generado.
|
Ambas catástrofes son consideradas por las autoridades
como los únicos dos accidentes graves en la Escala Internacional
de Accidentes Nucleares pero, ahora, un equipo científico
ha descubierto que ninguno de ellos es el lugar más peligroso
de la Tierra... sino que está en medio del mar. Han sido los
investigadores de la Universidad de Columbia los que han hallado
la evidencia, descubriendo que la zona con más radiación del
planeta son las Islas Marshall.
Situado en Micronesia, se trata de un conjunto
de islotes de unos 181 kilómetros cuadrados de superficie
que, en pleno Océano Pacífico, un día se hicieron famosas
de la mano de Estados Unidos. Y es que el país norteamericano
llevó allí a cabo, durante la Guerra Fría, sus pruebas con
sus nuevos armamentos, especialmente con bombas nucleares,
de las que llegaron a lanzar 67 en este pequeño territorio.
A día de hoy, se han detectado niveles de radiación realmente
elevados.
Este estudio, publicado en PNAS, ha descubierto
niveles elevados de elementos radioactivos como el americio
241, el cesio 137 y dos tipos de plutonio en sus 11 islas,
siendo la más destacada la isla Bikini, donde Estados Unidos
llevó a cabo la prueba de la mayor bomba de hidrógeno nunca
lanzada en la Tierra. Es más, los isótopos radioactivos descubiertos
en aquella zona contienen 1.000 veces más plutonio que el
descubierto en los dos accidentes nucleares.
Estas islas, que están deshabitadas en su mayoría
salvó en el caso de algunos atolones, fueron el mayor campo
de pruebas nucleares de Estados Unidos, por lo que ahora las
autoridades advierten que puede ser un lugar peligroso. Los
investigadores han descubiertos que las islas Runit, Enjebi,
Bikini y Naen a día de hoy tienen una radiación superior a
las zonas circundantes de Chernóbil y Fukushima que están
deshabitadas y que no podrán albergar vida en los próximos
24.000 años.
Los expertos tomaron 38 muestras en las 11 islas
Marshall y la sorpresa fue descubrir que es la zona más peligrosa
del mundo. Los niveles de plutonio 239 y 240 son entre 10
y 1.000 veces más altos que los se han encontrado en Fukushima,
mientras que son unas 10 veces más elevados que los Chernóbil.
El lugar con más radiación del mundo está en medio del mar,
donde Estados Unidos llevó a cabo decenas de pruebas nucleares
y que, ahora, lo convierten en un lugar inhabitable.
Emergiendo unos pocos metros sobre el nivel
del mar se encuentra una estructura circular y semiesférica
construida de hormigón bajo la cual se acumularon unos 73.000
metros cúbicos de desechos radioactivos recogidos en las zonas
afectadas por las pruebas de bombas atómicas de Estados Unidos
del proyecto Cactus. Esta especie de cúpula construida por
Estados Unidos entre 1977 y 1980 (cuando las Marshall todavía
eran parte del territorio en fideicomiso administrado por
Estados Unidos en las islas del Pacífico) es conocida como
Runit Dome (la cúpula de Runit) o The Tomb (la Tumba).
La cúpula del atolón de Runit fue construida
entre 1977 y 1980 por Estados Unidos.
Runit es una isla del atolón Enewetak, situado
en las Islas Marshall, país insular independiente desde 1990,
en el Océano Pacífico. En uno de los extremos de este pequeño
arrecife coralino que emerge pocos metros sobre el nivel del
mar se encuentra esta estructura circular y semiesférica construida
de hormigón bajo la cual se acumularon los desechos radioactivos
recogidos en las zonas afectadas por las pruebas de bombas
atómicas de Estados Unidos del proyecto Cactus. Esta especie
de cúpula construida por Estados Unidos entre 1977 y 1980
(cuando las Marshall todavía eran parte del territorio en
fideicomiso administrado por Estados Unidos en las islas del
Pacífico) es conocida como Runit Dome (la cúpula de Runit)
o The Tomb (la Tumba).
Proceso de construcción de la estructura de
hormigón en el atolón de Runit.
No es ningún secreto que los residuos de las
pruebas con bombas atómicas en las islas Marshall siguen emitiendo
radioactividad, los residuos pueden mantenerla durante miles
de años. La periodista de Los Angeles Times Susane
Rust explicó en este nuevo reportaje firmado en Majuro,
capital de la República de las Islas Marshall, que “ahora
el ataúd de hormigón, que los lugareños llaman ‘la Tumba’,
corre el riesgo de colapsar por el aumento del nivel del mar
y otros efectos del cambio climático” como el aumento del
las mareas. Rust recuerda que los estados insulares del Pacífico,
entre ellos las Islas Marshall, se encuentran entre los más
amenazados del planeta por la elevación del nivel del mar
y otros procesos asociados al calentamiento global como la
mayor peligrosidad de los huracanes y ciclonesEl reportaje
recoge por otra parte declaraciones de científicos como Michael
Gerrard (Universidad de Columbia, EE.UU.) recordando que Estados
Unidos suma el doble mérito negativo de ser el país que históricamente
más ha contribuido a la acumulación en la atmósfera de gases
que provocan el cambio climático y de haber generado la mayor
cantidad de desechos atómicos por pruebas de armamentos. En
diversos puntos del reportaje se recuerda que el gobierno
de las Islas Marshall, junto al otros países de la zona, han
reiterado hasta la saciedad la necesidad de que países ricos
como Estados Unidos asuman sus responsabilidades y lideren
la lucha contra el cambio climático.
En tres artíulos simultáneos publicados en Julio de
este año en la revista Proceedings of the National
Academy of Sciences (PNAS) por un equipo de investigación
dirigido por Emlyn Hughes y Malvin Ruderman, del Centro
de Estudios Nucleares de Columbia, se presentan datos
actualizados sobre la concentración de isótopos nucleares
en algunas de las islas Marshall afectadas por las explosiones.
En la práctica totalidad de las localizaciones se muestra
que la radioactividad está muy por encima del límite
de exposición legal establecido en los acuerdos entre
los Estados Unidos y la República de las Islas Marshall.
Los estudios sobre contaminación radioactiva se llevaron
a cabo con muestras de suelo, sedimentos oceánicos y
diversos vegetales.
Los expertos de la Universidad de Columbia recuerdan
que las 67 bombas nucleares que el ejército de Estados
Unidos detonó entre 1946 y 1958 en Marshall dejó una
contaminación generalizada en esta cadena de atolones
situado entre Australia y Hawái. La detonación nuclear
de mayor potencia, conocida como Castle Bravo, se produjo
en 1954 en el atolón Bikini y tenía un poder destructivo
1.000 veces superior al de las bombas lanzadas sobre
las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Los
niveles más elevados de contaminación radioactiva se
detectan actualmente en los atolones Bikini, Enewetak,
Rongelap y Utirik. Los expertos y las autoridades locales
coinciden en que la radioactividad en estas pequeñas
islas impide por completo el regreso de las poblaciones
humanas.
Además de los problemas generales de radioactividad
ambiental, en puntos como la isla Runit, los expertos
están muy preocupados por la seguridad de la cúpula
de hormigón y acero construida hace más de 50 años para
contener los materiales radioactivos en el punto de
impacto de una de las bombas nucleares.
"Basándonos en nuestros resultados, llegamos a
la conclusión de que para garantizar una reubicación
segura en los atolones de Bikini y Rongelap, sería necesaria
una mayor remediación ambiental para evitar la exposición
potencialmente dañina a la radiación", relatan
de forma técnica los autores del estudio.
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En el caso concreto del atolón de Runit, el
problema es doble porque Estados Unidos debería mejorar la
seguridad de una estructura de su responsabilidad (con un
hormigón que se ha estado deteriorando con el paso de los
años) y debería tener en cuenta que retirarse del Acuerdo
de París no es una decisión aceptable para un país que ha
sido y sigue siendo parte principal en la crisis climática
que vive el planeta.
Cinco pequeñas islas del Pacífico han desaparecido
debido a la subida del nivel del mar y la erosión costera,
según una investigación publicada en la revista Environmental
Rechearch Letters . Las islas sumergidas están al norte del
archipiélago de las Islas Salomón, donde se han registrado
ascensos anuales del nivel del mar de 7 milímetros, más del
doble de la media global. Las islas tragadas por el mar tenían
una superficie de entre 1 y 5 hectáreas y ninguna de ellas
estaba habitada. Son (o eran) Kale, Rapita, Rehana, Kakatina
y Zollies. Las cuatro últimas se han esfumado entre los años
1962 y el 2002, mientras que Kale ha desapareció en 2016.
Además, otras seis pequeñas islas cercanas han
perdido más del 20% de su superficie entre 1947 y el 2014,
y en dos de ellas, que estaban habitadas, han quedado destruidas
las aldeas, por lo que su población ha debido ser realojada.
En tres islas (Hetaheta, Sogomou y Nuatambu) ha desaparecido
más del 50% de la superficie, a causa de un fenómeno que se
ha acelerado sobre todo desde el año 2002.
Para llevar a cabo su trabajo, los científicos
usaron, entre otros datos, imágenes de satélite disponibles
desde 1947 para un total de 33 islas. El archipiélago de las
Salomon lo integran cientos de islas que suman 640.000 habitantes
y se extienden a unos 1.600 kilómetros al noreste de Australia.
El estudio apunta que la erosión costera (y la desaparición
de las islas) no sólo se debería a la subida del nivel del
mar, sino que incide también la alta energía de las olas en
zonas localizadas, así como la fuerza de los vientos y otros
factores de la dinámica marina, como la Oscilación Decadal
del Pacífico.
La gravedad y frecuencia de la subida del mar
en las Islas Salomón ha obligado a recolocar a diversos núcleos
de población. En el pueblo de Nuatambu, en la isla de Choiseul,
en donde viven 25 familias, la mitad de las casas han sido
tragadas por el océano y ha hecho inhabitable esta zona. El
fenómeno se lleva produciendo de forma paulatina desde hace
unos años, según dicen los afectados a los investigadores.
Muchas familias han trasladado su residencia a zonas más altas
de esta isla volcánica, aunque las familias más pobres simplemente
han rehecho sus casas en zonas vulnerables de Nuatambu.
En cambio, en el pueblo de Mararo (al este de
la isla de Malaita) los realojamientos a causa de la erosión
han sido organizados, de manera que toda población de la costa
se ha trasladado en áreas situadas a más de 20 metros por
encima desnivel del mar. “El mar empezó a entrar tierra adentro;
nos obligó a subir a la colina y reconstruir nuestra aldea
lejos del mar”, declaró a los investigadores Sirilo Sutaroti,
de 94 años, uno de los realojados de Mararo.
Los autores apuntan en un comentario a su estudio
que “ésta es la primera prueba científica que confirma las
numerosas explicaciones anecdóticas a los largo del Pacífico
respecto a los dramáticos impactos del cambio climático en
la costa y la población”. Sin embargo, uno de los investigadores,
Simon Albert, matizó ayer a la prensa que no hay que hacer
una equiparación directa entre subida del nivel del mar y
cambio climático. Dijo que en la subida del nivel del mar
había influido vientos excepcionalmente fuertes: y que, aunque
éstos son parte de un ciclo natural, su intensificación reciente
se relaciona con el calentamiento atmosférico. “El aspecto
clave es que estas observaciones de las Islas Salomón son
un aviso de lo que vendrá con independencia de si lo ocurrido
se debe solo al cambio climático o interviene una suma de
factores”, explicó.
Estudios previos ya habían remarcando un significativo
ascenso de las aguas en esta zona del Pacífico (oeste), sobre
todo desde 1990. El mar subió en las Islas Salomón unos 15
centímetros entre 1994 y el 2014 (una media de 7 mm al año).
Y las proyecciones indican una subida de entre 24 y 80 cm
entre 1996 y el 2090, según el escenario que se dibuje en
función de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Se esperan para este siglo subidas anuales del
mar de 7 mm o más. Además, las subidas medias globales del
nivel oceánico se superpondrán a la variabilidad natural y
a los movimientos tectónicos, aunque se considera que éstos
no son un factor primario determinante en la erosión costera.
La comprensión de los factores que inciden en el rápido retroceso
costero es catalogado por sus autores un elemento crucial
para sentar las bases de la adaptación futura al cambio climático,
según añaden en el trabajo.
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Durante gran parte de los años de la Guerra
Fría, las dos grandes potencias en las que se dividió el mundo
protagonizaron una carrera por fortalecer su arsenal bélico,
especialmente el nuclear. Parte de las imágenes inéditas que
demuestran esa disputa llegaron a YouTube en 2017. Entre 1945
y 1962, Washington autorizó 210 pruebas nucleares atmosféricas
para intentar mejorar su capacidad de destrucción nuclear.
Cada uno de los experimentos fueron documentados en unas 10.000
películas que, abandonadas al deterioro del tiempo, fueron
rescatadas, analizadas, desclasificadas y finalmente, subidas
al canal de videos de Google. Investigadores del Laboratorio
Nacional Lawrence Livermore, dependiente del gobierno de Estados
Unidos, comenzaron recoger estas cintas inéditas en diferentes
puntos del país hace cinco años para ponerlas bajo un mismo
techo. Ya se han rescatado unas 4.500 y 750 desclasificadas
para su difusión al público. En YouTube, bajo el canal del
laboratorio (LLNL) puede encontrase una lista de reproducción
con más de un centenar de estas películas. En la tarea trabajan
expertos en cinematografía, desarrolladores informáticos y
pasantes. La primera horneada de material se subió en marzo
de 2017, con una segunda posterior de 62 videos más.
Algunos de ellos incluyen fotogramas de la Operación
Teapot (1955), Operación Hardtack (1958) y Operaión Dominic
(1962), entre otras. Todos ellos son inéditos.
El objetivo, aseguran desde el centro, es doble:
"preservar este registro de valor histórico incalculable antes
de que se pierda para siempre y proporcionar datos científicos
más precisos sobre el poder de destrucción de una detonación
de este tipo". El físico de armas Gregg Spriggs a cargo del
proyecto explica en un comunicado del Laboratorio Lawrence
Livermore que para medir los efectos de una explosión nuclear
se usan simulaciones informáticas ya que hace 25 años que
se realizó el último ensayo nuclear.
Una detonación nuclear a gran altitud se ajusta
a los marcos de una película de prueba nuclear recientemente
desclasificada.
"Esas simulaciones son buenas únicamente en
la medida en la que los datos que contienen son correctos
y se necesita una información precisa para hacer los cálculos
sobre si las reservas de armas nucleares son seguras". Precisamente,
la falta de datos rigurosos fue lo que llevó a Spriggs a esta
aventura. Hace diez años le encargaron que escribiera un código
informático relacionado con los efectos de las armas nucleares.
Lo que descubrió es que sus cálculos no coincidían con los
tomados manualmente entre los años 50 y 60, las diferencias
de las medidas variaban a veces hasta en un 20 o 30%.
Para el doctor mexicano Ernesto Belmont, profesor
de física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
la información que puede obtenerse de estas películas es "muchísima",declaró
en su momento. "Hay varios fenómenos físicos que se pueden
calcular a partir de las imágenes: la energía liberada, cómo
se disipó esa energía, si levantaba mucha tierra, si vaporizaban
mucha agua". Belmont relata que la única otra forma de obtener
esta información sería "realizando otra prueba nuclear atmosférica
pero no es posible por varias razones, incluyendo acuerdos
internacionales". "Las películas existentes parecen ser la
única fuente de datos de estas detonaciones ya que los cálculos
manuales eran aparentemente poco confiables", señala.
Las cintas se deterioran porque están compuestas
por material orgánico que se degrada con el tiempo.
Greg Mello, que dirige el Grupo de Estudio de
Los Álamos que supervisa los laboratorios nucleares y favorece
el desarme, le contó a BBC Mundo que el valor científico
no es tal. "La ciencia de los fenómenos nucleares en la atmósfera
se entiende lo suficiente como para que tenga que utilizarse
para calcular la producción nuclear". El experto cree que
tampoco es útil a nivel militar porque "no existe un valor
directo, ya que ninguna de estas pruebas de armas involucra
las reservas de armamento nuclear que existen hoy en día.
Las de los videos son explosiones muy antiguas".
El lago Salton Sea, en California, fue localización
de algunos test nucleares realizados por Estados Unidos y
los ecologistas reclaman hoy que está contaminado.
Mello agrega que la precisión en los datos que
se ha conseguido en los últimos años compensa cualquier tipo
de desfase que se haya podido hacer sobre el terreno y que,
quizás, este estudio sirva solo para que quienes diseñan armas
nucleares modifiquen un poco lo códigos informáticos que utilizan.
Paul Rogers, físico de armas y profesor de en la Universidad
Bradford, al norte de Inglaterra, coincide en su análisis
con Mello y añade: "El único valor en términos de interés
público es que pueden cumplir una función educativa para explicar
la potencia de las armas nucleares. La mayoría de personas
menores de 40 años no tiene conciencia, al contrario de lo
que ocurre con con aquellos que todavía recuerdan todas las
controversias de los años de la Guerra Fría".
En 1945, un dedo y un botón supusieron un cambio
en el mundo que durará milenios.Unas semanas después, a más
de 3.000 kilómetros de distancia, los científicos de Kodak,
la gran compañía experta en fotografía, reciben perplejos
extensas broncas de sus jefes. Cientos de clientes han vuelto
a las tiendas con quejas de placas y placas de cinta sensible
a rayos X estropeadas. No lo entienden, una de las razones
por las que los científico se sienten orgullosos es por su
esmero en cuidar sus preciadas películas. Nunca les había
pasado esto. ¿Qué ha podido salir mal?
Por supuesto, en aquél entonces los físicos
estaban ya bien enterados de cómo funciona la radiación y
otros aspectos físicos de la radiación. Por eso, Julian H.
Webb, uno de los físicos más importantes de Kodak, creía saber
a ciencia cierta el origen de la contaminación. Las películas
sensibles a rayos-x, o películas radiográficas, son materiales
muy, muy sensibles, utilizadas normalmente en medicina. Por
todo ello, el esmero en su cuidado ha sido siempre excelente.
La propia Kodak mantenía un control estricto en la producción
de los envases y continentes de estas películas.
Esto se debe a que en los cuarenta, según un
artículo del propio Webb, el papel era recuperado de los excedentes
militares, los cuales estaban contaminados por radio. ¿Por
qué radio? Muy sencillo, porque la producción de papel se
hacía en tiempos de guerra en fábricas destinadas también
a la construcción de otros elementos en los que era indispensable
el radio. El radio, como sabréis, es un elemento natural radioactivo
que crea una contaminación persistente. El papel utilizado
en los envases, aunque no era peligroso, podía estropear las
delicadas películas radiográficas.
Esto se debe a que la radiación contaminante
actúa como si de rayos x s tratasen, creando una especie de
"neblina" en la película. Por ello, Kodak se esmeraba en conseguir
papel nuevo y en buen estado, sin ningún tipo de contaminación.
Así que, Webb, estaba convencido de que ésta era la fuente
del problema. Hasta que hizo las pruebas correspondientes.
Su conclusión fue la siguiente: "la radiación no proviene
del papel. Es un tipo nuevo procedente de una fuente desconocida
hasta el momento".
Así fue como Webb se topó, aunque sin saberlo,
con el primer ensayo nuclear de la historia. Como decíamos,
por aquel entonces estábamos muy enterados de qué y cómo actúa
la radiación, sin duda. Hacía ya tiempo que los estadounidenses
jugaban con la energía nuclear. Años antes, la famosa carta
de Einstein advirtiendo que lo alemanes perseguían la bomba
nuclear inició el proyecto Manhattan, que pretendía adelantarlos
en la creación de una arma de destrucción masiva. Un poco
más tarde, los primeros informes afirmaban que "se puede crear
un artefacto terriblemente poderoso". Para ello, se debía
emplear uranio enriquecido o, como se supo después, plutonio.
La cosa casi estaba en marcha. En 1942, el proyecto
Manhattan es aprobado en financiación y actuación un mes después
de la entrada de EEUU en la guerra. Sólo tres años después
de su aprobación, los estadounidenses tenían lista a "Gadget".
Esto es el "Gadget", la bomba en sí misma.
Este es el nombre con el que se conocía la bomba
causante del primer ensayo nuclear de la historia de la humanidad.
Y el lugar no era otro que "Trinity". A las cinco de la mañana,
un botón y un dedo iniciaron el ensayo que cambiaría la historia.
Pero no sólo la historia. También el mundo. Y es que con esa
primera detonación, las partículas radioactivas comenzaron
a esparcirse por el globo como una señal. Había comenzado
la era del átomo.
Esta es la única foto conocida a color del ensayo.
Lo que encontró Webb fueron restos de cerio
141, radiactivo. Para ello, el físico determinó la vida media
de la sustancia que estaba emitiendo radiación, que resultó
ser de 30 días. Esto lo inquietó al máximo. Este isótopo del
cerio es el rico subproducto de una reacción de fisión y no
es estable, como casi ninguna sustancia radiactiva, en condiciones
naturales. Entonces, ¿de dónde venía? Tras mucho deducir y
pelear con hipótesis, Webb llegó a una conclusión: el cerio
radiactivo provenía del agua. Es más, tras unas intensas lluvias
observó que la radiación en las muestras era aún mayor: los
restos radiactivos provenían del cielo. Efectivamente, como
buen subproducto de la explosión atómica, el "polvo" de cerio
141 se había quedado en la atmósfera. Las instalaciones donde
se elaboraban los envases de las películas radiográficas se
encontraban relativamente cerca de la zona de pruebas. Así,
los papeles contaminados debido al agua de los ríos que pasaban
junto a la fábrica (y la lluvia) terminaron por contaminar
el papel, estropear los materiales y alertar a los físicos
de Kodak.
La compañía amenazó con denunciar al gobierno por las
pérdidas y el estropicio en materiales que le había causado |
Al principio, tanto Webb como el resto de los
físicos de la compañía estaban atónitos. ¿De dónde provenían
estos vientos radiactivos? Tres semanas después de Trinity,
dos bombas golpearon duramente Hiroshima y Nagasaki. Pero
estas ciudades (o lo que quedaba de ellas) estaban muy lejos.
¿Podría ser que algo hubiese estallado en suelo americano?
Sin duda, esta era la única posibilidad. Años después, según
se mantenían las pruebas nucleares, Kodak, alertó en privado
al gobierno de los Estados Unidos, quienes, como se supo más
tarde, ya eran más que conscientes del problema. De hecho,
la compañía amenazó con denunciar al gobierno por las pérdidas
y el estropicio en materiales que le había causado. Sin embargo,
ambas partes llegaron a un acuerdo. El gobierno prometió avisar
y ayudar a la compañía para que protegiera sus materiales
y escogiera adecuadamente el lugar de producción. A su vez,
Kodak debía mantener en total secreto lo que había descubierto
sobre las pruebas nucleares.
Esta es una fotografía de la bola de fuego causada
por Trinity, el primer ensayo nuclear.
A día de hoy hay quién se pregunta si Kodak
tenía la obligación moral de avisar sobre las pruebas que
estaba realizando el gobierno. Aunque los ataques de Hiroshima
y Nagasaki fueron una prueba más que suficiente de la actuación
del gobierno, poco se sabía de la experimentación del campo
al respecto. No obstante, los verdaderos efectos nunca terminaremos
de conocerlos bien. Las diversas pruebas nucleares, así como
el terrible accidente de Chernobyl y, más recientemente, Fukushima
han marcado el mundo con radiación. Una radiación que, aunque
casi siempre "inofensiva", resulta permanente, en nuestro
cómputo de tiempo. Tanto es así, que puede usarse para datar
restos y otras operaciones técnicas. Pero que también supone
un símbolo de cuando el mundo dio un paso adelante con un
poder del que es difícil medir las consecuencias.
En el otro bloque no se quedaron cortos.
En la mañana del 14 de septiembre de 1954, en
los montes Urales, a unos 960 kilómetros al sureste de Moscú,
los militares soviéticos hicieron explosionar una bomba atómica
en el aire, sobre unos 45.000 soldados del Ejército Rojo y
miles de civiles, según una información publicada ayer en
el diario estadounidense The New York Times. Nunca se ha sabido
cuántas personas resultaron muertas o heridas. Una película
del ensayo nuclear, obtenida recientemente de los archivos
secretos de los militares soviéticos, arroja nueva luz sobre
las pruebas nucleares realizadas durante la guerra fría y
sobre el uso de personas como auténticos cobayas de laboratorio,
según aseguran especialistas nucleares.
Entre las revelaciones de la película, que fue
proyectada parcialmente en París a finales de 1993, destaca
el hecho de que en un solo ensayo nuclear los soviéticos expusieron
a sus tropas a niveles de radiación 10 veces superiores al
máximo permitido para las tropas estadounidenses en un año.
También revela que las tropas fueron expuestas a altos índices
de radiactividad por un largo período de tiempo, al menos
un día entero. El objetivo de la prueba nuclear, según explica
el narrador oficial de la película, era comprobar si los soldados
podían participar en una batalla inmediatamente después de
resultar alcanzada la zona de combate por una bomba atómica.
Un comité de veteranos de guerra soviéticos
ha exigido al Gobierno indemnizaciones y atención médica especial
por lo que consideran años de enfermedades producidas por
la radiactividad. La película aporta la primera prueba documental
de que hubo tal ensayo. Generales del Ejército ruso indicaron
recientemente a los veteranos que la explosión fue una "imitación"
de un estallido atómico. En octubre de 1991 el diario Pravda
informó por primera vez de la prueba secreta y desde entonces
los veteranos de guerra han hablado abiertamente del caso.
La explosión se produjo cerca de la localidad de Totskoye.
Las cámaras filmaron el estallido tal como ocurrió, a unos
350 metros de altura. Los soldados, en endebles refugios,
se hallaban a menos de cuatro kilómetros del centro de la
explosión. La película muestra a continuación como los soldados,
con escasa protección, avanzan a través de un infierno de
polvo, calor y radiactividad.
Según The New York Times, todas las potencias
nucleares expusieron a sus hombres a los efectos de la radiación
durante la guerra fría para estudiar sus reacciones. Estados
Unidos habría efectuado pruebas en el desierto de Nevada y
en el Sur del Pacífico. Y Francia habría utilizado el desierto
argelino como campo para sus ensayos nucleares.
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