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21 - Diciembre - 2019
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A las puertas del verano, Sydney ha vivido una pesadilla. Nubes de humo tóxico tiñen con ceniza el cielo de la ciudad. Durante los días más críticos no se podía ver dónde acababan los rascacielos del distrito financiero y se suspendieron los trayectos en ferry. “He leído que salir a la calle es como fumar tres paquetes al día –afirma Ronnie Chu, el mánager de la terraza del Museo de Arte Contemporáneo, en el corazón de Syndey–. Es terrible y, además, yo ya fumo”. En esa terraza, Mitsu­bishi, Visa y muchas otras empresas celebran cenas de Navidad.

Al mismo tiempo, en el oeste de Nueva Gales del Sur, los bomberos luchan contra uno de los incendios más violentos. En Gospers Mountains y el Wollemi National Park ya se han consumido casi medio millón de hectáreas y desde el sábado los cuerpos de extinción se centran en paralizar una lengua de fuego que amenaza la central térmica de Mount Pipper, responsable del 10% de la energía de todo el estado.

Según Angela Burford, portavoz del Servicio Rural de Incendios, se trata de una oleada de fuegos “sin precedentes”, con altas temperaturas y rachas de viento que se ­retroalimentan con las llamas, ­creando un tornado destructivo. Se ha declarado el estado de emer­gencia con 73 focos activos en todo el país, 28 de ellos descontrolados; 873 casas quemadas y 2.000 efectivos desplegados. Hasta ahora han muerto ocho personas. Se han calcinado más de tres millones de hectáreas, una superficie similar a la de Bélgica.

Las olas de calor de esta primavera, combinadas con las sequía y el calentamiento global, son las principales amenazas para la biodiversidad australiana. Este diciembre se han batido récords al alcanzarse los 47 grados. En Victoria, el estado más meridional, Bill Wa­llace, un agricultor y conservacionista, denunció que las cacatúas caían desplomadas de los árboles. Los bomberos luchan contra las llamas mientras cada vez es más claro que los incendios son también la primera amenaza para la humanidad. Por eso, desde las universidades y sectores sociales piden un reducción drástica de los gases invernadero antes del 2050. Hoy Australia emite más CO2a la atmósfera que 175 países y contando el transporte marítimo es el quinto emisor en el mundo.

Pero el primer ministro, Scott Morrison, del Partido Liberal, minimiza públicamente las consecuencias del cambio climático, al considerar que es “sólo uno de los factores” de los incendios, y sigue apostando por el carbón con nuevos contratos de explotación como el que firmaron las autoridades con el multimillonario indio Gautam Adani, fundador del imperio industrial Adani Group, que explotará el mineral para alimentar una planta de energía en India que, a su vez, venderá electricidad a Bangladesh.

Morrison está siendo criticado por haberse tomado unos días de vacaciones en Hawái en plena ­crisis: “Cuando haces una promesa a tus hijos, debes intentar cumplirla, pero como primer ministro ­tengo otras responsabilidades”, se ha justificado.

El verano aún no había comenzado en Australia, pero la temporada de incendios forestales ha empezado más fuerte que nunca, durando por muchos meses debido al pronóstico del tiempo, sequía y fuertes vientos. Todos los estados australianos están luchando contra los incendios forestales, pero la costa este, que abarca las regiones de Nueva Gales del Sur y Queensland, son las más afectadas.

Los incendios han provocado la evacuación de numerosas poblaciones, incluso la calidad del aire en la ciudad de Brisbane el 12 de noviembre fue catalogada como de insalubre. En Sydney, es común ver el cielo rojo en los atardeceres de la última semana. Perth ha registrado el máximo histórico de temperatura para un día de noviembre, 40.4 grados.

Hasta el 17 de noviembre, un millón de hectáreas se habían quemado, se han registrado cuatro muertos, y se estimaba que unos 350 koalas habían muerto en los incendios, además de canguros, aves, possums (zarigüeyas) y tortugas. Solo en Nueva Gales del Sur, 259 casas habían sido destruidas.

El gobierno federal ha recibido muchas críticas por la reducción del presupuesto a los bomberos forestales, y por la falta de acción para luchar contra el cambio climático.

Scott Morrison, el primer ministro australiano, es un defensor público del lobby de empresas mineras del carbón, llegando incluso a llevar carbón al parlamento, para decir: “Esto es carbón, no tengáis miedo” y prometer crear nuevas leyes para proteger al lobby de los activistas ambientales en la convención de empresas mineras realizado el primero de noviembre.

La coalición de servicios de emergencia, formada por 23 ex jefes de bomberos, declararon que la crisis de incendios en la costa este de Australia no tiene precedentes, y se necesita una respuesta inmediata del Gobierno Federal a la causa del aumento de la frecuencia y severidad de estos incendios catastróficos: el cambio climático.

Con varios meses de intensos incendios forestales en camino, los jefes de bomberos están extremadamente preocupados por la fatiga y el estrés de los bomberos.

Más de 8.000 koalas han muertos según las últimas cifras.

Si ya de por sí es una especie ya declarada en peligro de extinción, los incendios que están afectando a Australia están activando la alarma por este animal. Por el momento, se ha quemado un área mayor que la extensión de Bélgica. En los últimos años, los hábitats de los koalas se han visto destruidos debido al uso extensivo de las tierras para la agricultura y el desarrollo humano.

Así las cosas, los expertos ya advirtieron a principios de este mes de diciembre que los incendios han aumentado el riesgo de extinción de la especie.La directora del Hospital para Koalas de Port Macquarie, Cheyne Flanagan, indicó que un tercio del hábitat de los koalas en la costa norte de Nueva Gales del Sur ha sido pasto de las llamas.

"Creo que nuestra estimación original de 350 koalas es probablemente muy, pero que muy conservadora. Hemos sufrido varios incendios con los años pero nada como esto, es un 'Armageddon'", ha subrayado. "El impacto de estos incendios forestales es horrible y aún tenemos todo el verano por delante"indicó el pasado 10 de diciembre. Tan solo quedan 80.000 especies de este animal que supone uno de los principales reclamos turísticos del país. Según el gobierno generan unos 9.000 empleos.

Los animales más resistentes son aquellos que pueden excavar o volar. Las zarigüeyas pueden quemarse, sí, pero también pueden esconderse en los agujeros de los árboles. Los wombats pueden resistir al fuego en sus profundas madrigueras. Las serpientes también tienden a ir bajo tierra para protegerse. Los canguros y los ualabíes pueden moverse rápidamente para huir de los incendios, aunque a veces pueden quedar atrapados o enfrentar otras dificultades. Las goannas, grandes reptiles carnívoros, en realidad pueden beneficiarse de los incendios forestales. En el centro de Australia se han visto a las goannas saliendo de sus madrigueras después de un incendio y recogiendo animales heridos: pájaros chamuscados, pequeños mamíferos, lagartijas y serpientes.

Pero los animales más preocupantes para los ecologistas son aquellos no nativos, que fueron introducidos en estos hábitats, principalmente los zorros rojos y los gatos salvajes. Estos depredadores prosperan en los incendios forestales. Los gatos son la mayor preocupación: los zorros rojos muerden cebos diseñados para controlarlos, pero los gatos suelen no hacerlo. Tienen las mismas estrategias que las aves de rapiña: aparecer después y recoger animales heridos. Los gatos pueden moverse 20 km desde un área no quemada hasta el borde de un incendio, que les abre el terreno para la caza.

Incluso se han visto milanos y halcones recogiendo ramitas en llamas, volando a áreas de hierba no quemada y arrojándolas para iniciar nuevos incendios. Esto expone a sus presas que intentan huir de las llamas: pequeños mamíferos, pájaros, lagartos e insectos.

Los rescates de animales ofrecen grandes titulares y los centros de atención tienen un efecto positivo en áreas como Nueva Gales del Sur y Queensland, donde los koalas están en declive. Cada animal es importante y el público forma una conexión profunda con estos animales y quiere ayudarlos en momentos terribles, como cuando están atrapados en incendios.

Los especialistas sostienen que las medidas que reducen los riesgos para la vida silvestre son mantener grandes áreas conectadas de hábitat; las quemas controladas; el manejo de los depredadores no nativos; y la acción sobre el cambio climático. Muchos hábitats quemados pueden tardar mucho tiempo en recuperarse y los incendios que se desatan en varios estados al mismo tiempo ahora representan una amenaza continua.

El koala, cuyo rescate durante los feroces incendios que arrasan Australia se hizo viral, fue sacrificado al no recuperarse de las heridas causadas por el fuego, informó la organización animalista encargada de su cuidado. "Hoy tomamos la decisión de poner a dormir a Lewis", como nombraron al animal, indicó en Facebook el Hospital de Koalas en Port Macquarie, en el estado oriental de Nueva Gales del Sur. El marsupial fue tratado durante días en la clínica por las quemaduras causadas por las llamas en varias partes del cuerpo.

Sin embargo durante una revisión este martes para evaluar las heridas y cambiar los vendajes, los veterinarios estimaron que el animal no había mejorado de sus lesiones. "El objetivo principal del hospital es el bienestar animal, por lo que tomamos la decisión" de eutanasiar al koala, apuntó el centro. El vídeo del koala, rescatado mientras huía de las llamas en una carretera junto a un bosque, provocó un aluvión de mensajes de solidaridad y donaciones de australianos ante el dramatismo de las imágenes.

Su rescatadora se quedó en sujetador para enrollar al animal con su jersey y le roció con agua en el pelo chamuscado mientras el koala emitía alaridos de dolor. No hay cifras oficiales, pero los expertos creen que el número de koalas fallecidos durante los actuales incendios puede superar los mil, de una población total que ronda los 80.000 especímenes. Estos marsupiales, endémicos de Australia, ya se encuentran amenazados por el desarrollo urbanístico y la clamidia, una enfermedad bacteriana que les causa ceguera, infertilidad y en algunos casos la muerte.

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