www.juezyverdugo.es --- contacto@juezyverdugo.es

 

7 - Enero - 2020
>>>> Destacado

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En Japón, cada vez más y más niños se niegan a ir a la escuela: se trata de un fenómeno conocido como "futoko". Y como el absentismo escolar no para de aumentar, muchos se preguntan si se trata más de un problema originado por el sistema que por los alumnos. Yuta Ito, de 10 años, esperó hasta las vacaciones de la Semana Dorada (del 29 de abril al 5 de mayo) para decirle a sus padres cómo se sentía y que no quería seguir yendo a clases. Sin embargo, aunque reticeente, por meses el joven continuó asistiendo a la escuela. Con frecuencia se negaba a ir: Ito era acosado y se peleaba con sus compañeros de manera constante.

Finalmente, para sus padres quedaron solamente tres opciones: llevar a Yuta a terapia con la esperanza de que las cosas mejoraran, educarlo en el hogar o mandarlo a una escuela libre. Y eligieron la última opción.

Ahora Yuta emplea sus días de escuela haciendo lo que quiere y es mucho más feliz.

El término futoko ha sido traducido de diversas formas: absentismo, fobia o negación a ir a la escuela.

Ito es uno de tantos futoko japoneses, definidos por el ministro de Educación como niños que no van a la escuela por más de 30 días por razones no relacionadas con las finanzas familiares ni la salud. El término futoko ha sido traducido de varias formas: absentismo, fobia o negación a ir a la escuela. La actitud hacia este grupo de personas ha cambiado durante décadas. Hasta 1992, el absentismo escolar, en ese entonces llamado tokokyoshi (resistencia), era considerada una enfermedad mental.

Pero en 1997 la terminología cambió y se comenzó a utilizar futoko, un término más neutral y que simplemente significa absentismo. En el pasado mes de octubre el gobierno anunció que el absentismo en alumnos de escuela primaria y secundaria había batido récords. En 2018 hubo 164.528 niños que se ausentaron por más de 30 días, una cifra superior a los los 144.031 casos registrados en 2017.

El movimiento de la escuela libre comenzó en Japón en los 80 como respuesta al incremento de los futokos. Se trata de escuelas alternativas que operan sobre los principios de libertad e individualismo. Si bien son una opción diferente a la educación obligatoria y a la educación en el hogar, no ofrecen una cualificación reconocida. El número de estudiantes de estas escuelas alternativas se ha disparado con el paso de los años, pasando de 7.424 en 1992 a 20.346 en 2017. Abandonar los estudios puede provocar consecuencias a largo plazo y existe un alto riesgo de que los jóvenes se aíslen de la sociedad por completo y se encierren en sus habitaciones. A este fenómeno se le conoce como hikikomori.

Preocupa aún más el número de estudiantes que se ha suicidado. En 2018, los suicidios escolares alcanzaron una cifra récord en 30 años con 332 casos. Esto provocó que el gobierno japonés introdujera una ley en 2016 con recomendaciones especiales para las escuelas.

Entonces ¿por qué tantos niños evitan la escuela en Japón? Circunstancias familiares, problemas personales con compañeros y el bullying se encuentran entre las principales causas, según una encuesta realizada por el Ministerio de Educación. En general, los que abandonaron la escuela aseguraron que no se entendían bien con otros estudiantes o, en algunos casos, con los propios maestros. Ese fue el caso de Tomoe Morihashi. "No me sentía cómodo con mucha gente", dice la niña de 12 años. "Mi vida escolar fue difícil". Morihashi sufría de mutismo selectivo, que le afectaba cada vez que salía en público. "No podía hablar fuera de mi casa o lejos de mi familia". También le resultaba difícil obedecer el rígido conjunto de reglas que existen en las escuelas japonesas. "Las medias no pueden ser de colores, no te puedes pintar el cabello, hay un color establecido para lo que usas para atarte el cabello y estos no pueden ponerse en la muñeca", explica.

Las escuelas libres establecen sus propias reglas.

Muchas escuelas en Japón controlan todos los aspectos relacionados con la apariencia de sus alumnos, forzándolos a teñirse sus cabellos castaños de negro y prohibiéndoles que usen medias o abrigos, incluso cuando hace frío. En algunos casos, incluso deciden el color de la ropa interior que los alumnos deben ponerse. Entre los años 1970 y 1980, una serie de estrictas reglas escolares fueron introducidas como respuesta a la violencia y el acoso escolar. Dichas normas fueron relajadas en la década de los 90, pero recientemente se han intensificado. Se les conoce como las normas de las "escuelas negras", un concepto que hace referencia a las "empresas negras", la manera en la que se conoce a las compañías que explotan a sus trabajadores.

Ahora Morihashi e Ito, asisten a la Escuela Libre Tamagawa en Tokio, donde los estudiantes no necesitan llevar uniforme y son libres de elegir sus propias actividades, de acuerdo con un plan acordado entre la escuela, los padres y los alumnos. Se les incentiva a seguir sus habilidades e intereses personales. Hay salas con computadoras donde se imparten clases de japonés y matemáticas, así como una biblioteca con libros y mangas (cómics japoneses).

El ambiente es muy informal, como si fuera una gran familia. Los estudiantes se reúnen en espacios comunes para conversar y jugar. "El propósito de esta escuela es desarrollar las habilidades sociales de las personas", dice Takashi Yoshikawa, director de la escuela.

Ya sea haciendo ejercicio, jugando o estudiando, lo importante es aprender a no entrar en pánico cuando están en un grupo grande. La escuela se mudó recientemente a un lugar más grande, y alrededor de 10 niños asisten todos los días.

Yoshikawa abrió su primera escuela alternativa en 2010, en un apartamento de tres pisos en el barrio residencial de Fuchu en Tokio. "Esperaba estudiantes mayores de 15 años, pero en realidad los que vinieron tenían solo 7 u 8 años", asegura. "La mayoría de los alumnos guardaban silencio y tenían mutismo selectivo, en la escuela no hacían nada". El director cree que la negación de los niños de ir a la escuela está extremadamente vinculada a problemas de comunicación.

Su paso por la escuela también fue inusual. Renunció a su trabajo como "hombre asalariado" en una empresa japonesa a los 40 años, cuando decidió que no quería aspirar a un puesto más alto. Su padre era médico y, como él, quería servir a su comunidad, por lo que se convirtió en trabajador social y padre adoptivo. La experiencia le hizo descubrir los problemas que enfrentan los niños. Se dio cuenta de cuántos estudiantes sufrían porque eran pobres o víctimas de abuso en el hogar, y cuánto impactaba esto en su desempeño en la escuela. Parte del desafío que enfrentan los alumnos es el gran número de niños por clase, dice el profesor Ryo Uchida, experto en educación de la Universidad de Nagoya. "En aulas con alrededor de 40 estudiantes, que deben pasar un año juntos, pueden suceder muchas cosas".

Takashi Yoshikawa abrió su primera escuela alternativa en 2010.

El profesor explica que el compañerismo es el ingrediente clave para sobrevivir en Japón, porque la densidad de población es muy alta: si no te la llevas bien y cooperas con los demás, no sobrevivirás. Esto no solo se aplica a las escuelas, sino también al transporte público y otros espacios públicos, que están superpoblados.

Pero para muchos estudiantes la necesidad de amoldarse es un problema. No se sienten cómodos en aulas superpobladas donde tienen que hacer todo con sus compañeros en un espacio pequeño. "Sentirse incómodo en tal situación es normal", explica el profesor Uchida. Además, en Japón, los niños permanecen en la misma clase año tras año, por lo que si se presentan problemas, ir a la escuela puede ser doloroso. "En ese sentido, el apoyo brindado por las escuelas alternativas es muy significativo", asegura el profesor. En estos centros "les importa menos el grupo y tienden a valorar más los pensamientos y los sentimientos de cada estudiante".

Pero aunque este tipo de escuelas representan una alternativa, los problemas dentro del propio sistema educativo persisten. El no desarrollar la diversidad de los estudiantes es una locura, y muchos están de acuerdo. Las críticas a las reglas de las "escuelas negras"y al entorno escolar japonés están aumentando en todo el país. En una columna reciente, el periódico Tokyo Shimbun las describió como una violación a los derechos humanos y un obstáculo para la diversidad estudiantil.

En agosto, el grupo de campaña Black Kosoku! o Nakuso Project! [¡Eliminemos las reglas negras de la escuela!] presentó una petición ante el Ministerio de Educación firmada por más de 60.000 personas, solicitando una investigación sobre estas exageradas reglas escolares. La prefectura de Osaka ordenó a todas las escuelas secundarias a que revisaran sus reglas, y el 40% lo hizo. Uchida dice que el Ministerio de Educación parece aceptar ahora el absentismo no como una anomalía, sino como una tendencia. Él ve esto como una prueba de que los niños futoko no son el problema, sino que están reaccionando a un sistema educativo que no proporciona un ambiente inclusivo.

En nuestro mundo hiperconectado puede resultar difícil desconectar. El flujo interminable de correos electrónicos, tuits, likes, comentarios y fotos nos mantiene constantemente "enchufados" a la vida moderna. Pero en Japón medio millón de personas viven como ermitaños modernos. Se les conoce como "hikikomori": solitarios que se retiran de todo contacto social y, a menudo, no abandonan su casa en años. Una encuesta gubernamental halló que son unas 541.000 personas (el 1,57% de la población) en ese país, pero muchos expertos creen que la cifra total es mucho más alta, pues a veces tardan años en pedir ayuda. Se pensaba que esta condición era única de Japón, pero en los últimos años se ha extendido por el mundo. En la vecina Corea del Sur, un análisis de 2005 estimó que había unos 33.000 adolescentes socialmente aislados (el 0,3% de los habitantes) y en Hong Kong una encuesta de 2014 calculó que alcanzaba el 1,9% de su población.

Y no solo ocurre en Asia; también está pasando en Estados Unidos, España, Italia, Francia y en otras partes del mundo.

Un tema controversial (pero habitual) en las investigaciones sobre los hikikomori es la influencia de la tecnología moderna en el aislamiento. Todavía está lejos de establecerse cualquier vínculo potencial entre estos dos fenómenos, pero preocupa que la "generación perdida" de Japón pueda ser una llamada de atención de nuestras cada vez más desconectadas sociedades. El término hikikomori se refiere tanto a la condición como a quienes la padecen y fue acuñado por el psicólogo japonés Tamaki Saito en su libro "Aislamiento social: una interminable adolescencia" (1998).

El "hikikomori" puede describirse como una adolescencia que no tiene fin.

Hoy día, este concepto se define como una combinación de aislamiento físico y social al que se suma sufrimiento psicológico que puede durar seis o más meses. El trastorno se consideró cultural en sus inicios. Y hay razones para pensar que la sociedad japonesa es especialmente vulnerable a él, dice Takahiro Kato, profesor de psiquiatría en la Universidad de Kyushu, en la región de Fukuoka, y estudioso del hikikomori. "En Japón hay un refrán muy famoso: 'Un clavo saliente se romperá pronto'", dice Kato. Las rígidas normas sociales, las altas expectativas de los padres y la cultura de la vergüenza hacen que la sociedad japonesa sea un calvo de cultivo de sentimientos de incompetencia y el deseo de que uno quiera esconderse del mundo", dice Kato.

Tomoki, de 29 años, dejó su trabajo en 2015. Asistía a un grupo religioso casi a diario, pero el líder del grupo comenzó a criticar públicamente su actitud e incapacidad para volver al trabajo. Cuando dejó de ir a esas sesiones religiosas, el líder le llamó varias veces por semana. Esa presión, combinada con la de su familia, terminaron empujándole a un aislamiento completo.

"Me culpé a mi mismo", explica. "No quería ver a nadie, no quería salir al exterior". El centro Yokayoka, un sitio de apoyo a hikikomoris en la ciudad de Fukuoka, ofrece sesiones de apoyo en las que, uno por uno, los afectados describen la presión que han sentido en sus vidas. "La escuela es una monocultura, todo el mundo tiene la misma opinión", dice uno de los visitantes, Haru, de 34. "Si alguien dice algo (diferente) está fuera del grupo".

Intentar cumplir con las expectativas de la sociedad japonesa también se ha vuelto más difícil. El estancamiento económico y la globalización están haciendo que las tradiciones colectivistas y jerárquicas de Japón entren en conflicto con la visión más individualista y competitiva de Occidente, dice Kato. Y los padres japoneses sienten una fuerte obligación de apoyar a los niños pase lo que pase y a menudo, la vergüenza les impide buscar ayuda, explica el psicólogo. Pero el creciente número de casos fuera de Japón está haciendo que muchos cuestionen que se trate de un tema puramente cultural. Kato y sus colegas internacionales encontraron en 2015 casos en Estados Unidos, Corea del Sur e India en los que coincidían los criterios clínicos.

Alan Teo, autor principal de ese estudio, enseña psiquiatría en la Universidad de Salud y Ciencia de Oregon, EE.UU., y dice que suelen ponerse en contacto con él estadounidenses afectados por ese trastorno. "La gente asume que debe ser común en Japón", explica. "Pero si mides cuán común es, puedes encontrar datos sorprendentes".

La psiquiatra española Ángeles Malagón Amor, del Hospital del Mar, se encontró con el problema durante un tratamiento doméstico en Barcelona. Ella y sus compañeros encontraron pacientes que se aislaban socialmente durante un tiempo prolongado. Eso le llevó a leer sobre literatura japonesa relativa al hikikomori. Entre 2008 y 2014 se encontró con 190 casos. Esos son los datos más recientes, pero la doctora está segura de que tan solo son la cima del iceberg. "En ese momento, había dos psiquiatras y dos enfermeras para más de un millón de pacientes", dice. "Yo creo que tiene que haber muchos más casos".

Algunos "hikikomori" no abandonan su casa en años.

Sin embargo, establecer una explicación más en profundidad es muy difícil. Muchos estudios dicen que el hikikomori está relacionado con desórdenes psiquiátricos o de desarrollo que pueden variar en tipo y gravedad. También puede desencadenarse por estrés laboral o familias disfuncionales. Una de las razones por la que el hikikomori es fascinante es que no hay una sola explicación. Hay muchos factores que influyen. Otro factor que suele discutirse es el uso de la tecnología como internet, redes sociales y videojuegos, fuente de un continuo debate en investigaciones sobre la salud mental.

TaeYoung Choi, psiquiatra e investigador en la Universidad Católica de Daegu, en Corea del Sur, no cree que la tecnología cause necesariamente el aislamiento, pero dice que puede profundizarlo. "Algunas personas se aíslan más usando la tecnología", señala. "Por lo que hemos visto hasta ahora, no es un gran problema. Pero creo que se acentuará en los próximos años en el casos de jóvenes socialmente aislados con adicción a internet". El efecto de la tecnología puede ser sutil, los telefónos móviles y las redes sociales han hecho que el contacto indirecto sea mucho más común que el cara a cara. No hay suficiente información concluyente. Si las interacciones en línea sustituyen a las interacciones cara a cara, creo que las investigaciones indicarán que es problemático.

Sin embargo, es importante no demonizar la tecnología.. Las redes sociales o el email no son causas directas de problemas mentales; son vehículos de comunicación que pueden usarse de forma tanto positiva como negativa.

Internet proporciona una ventana para las vidas aisladas de los hikikomori. La creciente interconexión entre los mundos online y offline también podría ofrecer formas de hacer que los hikikomori retornen a sus vidas diarias. En 2016, Kato publicó el caso de un paciente que comenzó repentinamente a salir de casa a diario tras descargar el juego de Nintendo para movil Pokémon Go. El juego usa realidad aumentada para atrapar criaturas virtuales en el mundo real. Kato dice que este tipo de juegos pueden ser útiles en centros de ayuda para los hikikomori.

También ha comenzado a trabajar con una empresa japonesa para crear un robot que pueda fomentar el contacto social en un entorno controlado. Y puede haber formas menos tecnológicas de ayudar a los hikikomori. Shinichiro Matsuguma, un estudiante de doctorado en la Universidad de Medicina de Keio de Tokio especializado en psicología positiva, ha creado un centro para rehabilitar a hikikomori que se centra en sus fortalezas para mejorar su autoestima. "Muchos piensan que los hikikomori no hacen nada. Pero en mi perspectiva están desarrollando sus fortalezas a través de videojuegos". "Y siempre les digo que eso se aplica a diferentes ámbitos".

La ausencia de contacto social está vinculada con la depresión.

Los expertos están de acuerdo en que el contacto social directo y las terapias intensivas no pueden sustituirse. Yoko Honda, quien dirige el Centro de Salud Mental y Bienestar de Fukuoka, dice que el gobierno de Japón les ha empujado a usar las redes sociales para proporcionales consejos de manera remota, aunque los hikikomori se resisten.

"Un tuit no es suficiente para expresar nuestra ansiedad o emociones", dice la experta. Aunque está de acuerdo en que podría ser útil para contactar a nuevos pacientes. Además de la psicoterapia y la medicación para tratar cualquier trastorno psicológico subyacente, una parte central de su estrategia es el asesoramiento familiar para tratar hogares disfuncionales. "Esperamos darles apoyo a todos esos hikikomori", dice. "Pero siempre lleva mucho trabajo y mucho tiempo". Malagón Amor comprobó con su estudio de 12 meses sobre los hikikomori de Barcelona que quienes reciben más terapias intensivas, ya sea en casa o en el hospital, reaccionan mejor. "Son pacientes muy fáciles", señala. También cree que el aislamiento social podría ser síntoma de otras condiciones como la depresión o el trastorno de estrés postraumático, y que Occidente podría aprender mucho de la experiencia en Japón. Tae, por su parte, espera que las investigaciones sobre los hikikomori nos permitan comprender la importancia de las conexiones sociales para nuestra salud física y mental. "Cuando hablo con los pacientes de los hikikomori, me resulta evidente que el aislamiento social tiene enormes impactos negativos en el individuo y en quienes le rodean", asegura. "No hemos prestado suficiente atención en medicina a los problemas de conexión social. Y creo que con los hikikomori por fin estamos analizando estos problemas de soledad como cuestiones de salud".

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

NUBE DE

ETIQUETAS

LIBRERÍA

RELACIONADA

FILMOGRAFÍA

RELACIONADA

NOVEDADES EDITORIALES