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19 - Noviembre - 2021
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El agua caía a cántaros en Copenhague durante la noche de las elecciones municipales y regionales celebradas el pasado martes en el país nórdico. Para algunos, la lluvia traía la alegría y la esperanza por el comienzo de una nueva etapa política como, por ejemplo, para el partido de los anticapitalistas y ecologistas Enhedslisten De Røde-Grønne (Alianza Roja-Verde), que con el 24,6% de los votos conseguían un resultado sorprendente e histórico al convertirse en la lista más votada en la capital. Para otros, el mal tiempo era un augurio de la tormenta política que les estaba a punto de caer.

La cara y la rigidez de la primera ministra y líder de los socialdemócratas, Mette Frederiksen, al comparecer esa misma noche para valorar los resultados, era evidente. "Continuamos siendo el partido más votado de Dinamarca", afirmaba Frederiksen, aferrándose a casi la única lectura positiva que podía hacer de los comicios. El otro punto favorable para su partido era que, pese a no haber ganado, habían conseguido mantener la alcaldía en Copenhague.

En la capital fueron la segunda fuerza más votada, con el 17,3% de los votos. La victoria fue de los anticapitalistas, con el 24,6%. Pero gracias al polémico apoyo del Konservative Folkepati (Partido Popular Conservador) y Venstre (Liberales), que querían evitar a toda costa que los anticapitalistas se hicieran con el cargo, los socialistas se mantendrán en el poder. Su candidata, Sophie Hæstorp Andersen, será la nueva alcaldesa en el indiscutible feudo socialdemócrata, que llevaban 112 años ganando y gobernando ininterrumpidamente en todas las elecciones municipales hasta ahora.

Los malos resultados cosechados en Copenhague no han sido una excepción y se generalizaron en las otras tres principales ciudades danesas (Aarhus, Odense y Aalborg), donde el partido perdió más de un 10% de los votos (en Aalborg, un 12%). Más allá de los núcleos urbanos, el tropiezo de los socialdemócratas se ha dado en todo el país y han empeorado sus resultados respecto a las elecciones locales de 2017 en 70 del total de 98 municipios, pasando de obtener el 32,4% de los votos al 28,5% actual. "Son unos resultados inesperadamente malos para los socialdemócratas", decía en directo por la cadena pública DR la politóloga Christine Cordsen.

La candidata a la alcaldía de Copenhague, Sophie Haestorp Andersen (i), y la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen.

Esta crisis electoral se ve más agraviada por los buenos resultados obtenidos en Copenhague por el bloque de partidos progresistas, con la victoria de los anticapitalistas y el ascenso de Radikale Venstre (Partido Social Liberal), obteniendo el 11,9% de los votos y del Socialistisk Folkeparti (Partido Popular Socialista) con el 11%. El resurgimiento del Partido Popular Conservador, con el 15,2% de votos, supone sus mejores resultados en unas elecciones locales en décadas, y se consolidan, dando fuerza al bloque de derechas de cara a las próximas elecciones nacionales previstas para dentro de un año y medio. Los malos resultados socialdemócratas ahondan más en la crisis provocada por la comisión parlamentaria, celebrada a principios de mes, que investiga la decisión tomada por el Gobierno hace un año de sacrificar 15 millones de visones. "Sin duda Mette Frederiksen se enfrenta a su crisis más grave como primera ministra, agraviada por unos resultados electorales decepcionantes por los que muchos socialdemócratas la culparán a ella", aseguraba Cordsen.

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Cómo el sacrificio de millones de visones para frenar el covid-19 desató una crisis política en el país escandinavo.

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"Hasta ahora, todo el mundo pensaba que Mette Frederiksen era invencible y que sería la primera ministra danesa durante muchos años", afirma el politólogo y profesor en la Danish School of Media and Journalism, Roger Buch. El analista se refiere a la buena gestión que ha avalado hasta ahora al Gobierno socialdemócrata desde que llegó al poder en 2019 y que ha conseguido gobernar en minoría llegando a acuerdos en el Parlamento. "Estas elecciones locales han hecho evidentes los problemas que atraviesa el partido", afirma. "El tropiezo electoral ha sido muy mayoritario entre la población joven y urbana, que en aspectos como las políticas climáticas no ven que sean un partido suficientemente progresista", asegura Buch. Desde el inicio de la legislatura, el Ejecutivo de Frederiksen también ha destinado muchos recursos en desarrollar un plan para descentralizar los centros educativos universitarios o las oficinas e instituciones públicas trasladándolas de las grandes ciudades a pequeños pueblos e islas, con el objetivo de repoblar las zonas rurales del país.

"Esta estrategia se ha visto como una manera de penalizar a las poblaciones urbanas", comenta Buch, que asegura que los jóvenes han dejado de votar a los socialdemócratas. "Deben recuperar su voto si quieren tener opciones de ganar en los próximos comicios generales", dice el experto.

La investigación sobre la orden de matar a los visones durante la segunda ola de COVID-19 está tomando un camino peligroso y que pone a la misma Frederiksen en el foco del escándalo. La comisión debe determinar si, en el momento en que la primera ministra dio la orden de sacrificar a los animales, ella y su equipo de Gobierno sabían que no tenían los poderes constitucionales para hacerlo. La decisión de erradicar a los visones se tomó cuando la Agencia de Salud Danesa identificó una nueva mutación del coronavirus desarrollada entre los animales de las granjas. Se temía que esta pudiera ser transmitida a los humanos. En su momento, esta orden se saldó con la dimisión inmediata del entonces ministro de Agricultura, Alimentación y Pesca, Mogens Jensen.

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El entonces primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, y su esposa, Solrun Jakupsdotti, llegan para votar a su colegio electoral en Graested (Dinamarca)

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Ahora, la comisión que investiga el caso ha pedido tener acceso a todas las comunicaciones del Ejecutivo desde el día en que se tomó la decisión, pero la policía ha confirmado que entre las comunicaciones hay varios mensajes SMS intercambiados entre Frederiksen y Jensen que han sido eliminados y no se pueden recuperar. La primera ministra siempre ha negado que ella y el equipo de Gobierno "supieran que la decisión era ilegal y anticonstitucional cuando fue tomada", unos argumentos que ella misma podrá defender delante de la comisión cuando comparezca a principios de diciembre, pero que han abierto una crisis de credibilidad en el Ejecutivo.

Sin embargo, si la noche electoral fue mala para los socialdemócratas, para el Dansk Folkeparti (Partido Popular Danés) fue una auténtica pesadilla. El partido de ultraderecha xenófobo, que en 2015 consiguió ser la segunda fuerza a nivel nacional e influir con sus políticas contra la inmigración a todo el arco parlamentario, confirmó su declive perdiendo la mitad de los votos respecto a los últimos comicios locales y quedándose solamente con el 4%. El día después de la noche electoral, su presidente, Kristian Thulesen Dahl, presentó la dimisión y ahora el partido está en búsqueda de un líder carismático, que podría ser la exministra de los liberales en 2015, Inger Støjberg, impulsora de unas polémicas leyes de refugiados.

Sin embargo, la debacle del Partido Popular Danés no significa la desaparición de la ultraderecha en Dinamarca, ya que los comicios han consolidado con el 3,6% de los votos a Nye Borgerlige (Nueva Derecha), un partido abiertamente aún más racista que se define como anti-islámico y defiende un ultra liberalismo económico radical. "Cuando la socialdemocracia abraza las ideas contra la inmigración ya no tiene sentido votar a la ultraderecha tradicional y surgen opciones aún más radicales y alejadas", concluye el analista Buch.

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