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18 - Enero - 2021
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"Querida Merkel, eres la primera mujer elegida para ser jefa de gobierno en Alemania. Una fuerte señal para las mujeres y ciertamente para algunos hombres". Así fue como el entonces presidente del Parlamento alemán, Norbert Lammert, anunció, el 22 de noviembre de 2005, el resultado de la votación entre los parlamentarios alemanes. A los 51 años de edad, Angela Merkel, doctora en química cuántica formada en física, que creció bajo el régimen comunista en Alemania oriental, se convirtió en canciller de su país. En casi 16 años en el cargo, enfrentó una crisis tras otra: un colapso del sistema financiero mundial en 2008, las amenazas de disolución de la Unión Europea, la gran ola migratoria hacia Europa en 2015 y la pandemia del covid-19.

En anticipación a su salida del poder, su partido -la Unión Demócrata Cristiana de Alemania- escogió un nuevo líder. Se trata del político centrista Armin Laschet, quien se autodenomina candidato de la continuidad y es conocido por su política liberal, pasión por la Unión Europea y capacidad para conectarse con las comunidades de inmigrantes que viven en el país. La popularidad de Merkel en Alemania ha fluctuado en cuatro períodos. A nivel internacional, se consolidó, año tras año, como la principal líder europea.

El "fin de la era Merkel" fue identificado por la consultora Eurasia como uno de los principales riesgos para el continente en 2021. "Sin las habilidades políticas de Merkel, la Unión Europea se habría enfrentado a una división interna sin precedentes, con Polonia y Hungría por un lado y los otros 25 estados miembros por el otro; también estuvo en riesgo la unidad de Francia y Alemania, con sus puntos de vista opuestos sobre el futuro de Europa", dice la publicación. "La recuperación económica del continente también se hubiera suspendido con mucha mayor presión sobre el Banco Central Europeo", añade.

Merkel se convirtió en un verbo en Alemania. Usado informalmente, el neologismo zu merkeln significa algo como no tener una opinión fuerte sobre un tema determinado, ser pasivo, vacilante. Son características que, en política, pueden ser virtudes o defectos, según la situación.

Merkel en 2000, cuando se convirtió en líder de su partido, el conservador CDU.

En el caso de Merkel, la postura sobria y predecible ha sido prácticamente constante durante los últimos 16 años, lo que, por un lado, la ayudó a navegar las negociaciones laberínticas en un bloque heterogéneo como la Unión Europea. Por otro lado, los discursos pausados y la falta de carisma alimentaron el desinterés de los alemanes por la política y contribuyeron a que, en 2009 y 2013, la presencia de votantes en las urnas alcanzara mínimos históricos desde la fundación de la República Alemana, alrededor de 70% (votar en el país no es obligatorio). "La gente bromea diciendo que estaba haciendo que los votantes se durmieran (con sus discursos)", dice Ursula Münch, profesora de la Universidad de Munich y directora de la Academia de Educación Política en Tutzing, Baviera. "Y eso puede ser una gran ventaja, de hecho", agrega. La idea es que si Merkel no se emociona tampoco suscita mucho rechazo. Así, sus simpatizantes acudieron a las urnas, mientras que parte del electorado prefirió quedarse en casa porque "no estaría tan mal" que volviera a ganar.

Para el sociólogo Ulrich Beck, quien falleció en 2015, el estilo menos conflictivo ayudó a llevar a Merkel a la posición de máxima líder de Europa. En 2012 acuñó el término "Merkiavelli" (algo así como "merkiavelismo", una referencia a Nicolás Maquiavelo y su "El príncipe"): la forma de hacer política con vacilación, sin demostraciones innecesarias de fuerza ni conflictos directos, pero que, al final del día, logra sus objetivos. "La gente confía en ella y eso marca una gran diferencia", dice Münch, recordando un momento clásico en la campaña de 2013 cuando al final de un debate contra el oponente Peer Steinbrück se le preguntó si tenía un mensaje final para los votantes, la canciller simplemente miró a la cámara y dijo "ya me conoces". "Quizás (su estilo de liderazgo) también tenga que ver con el hecho de que ella es una mujer en política", agrega.

Merkel y el presidente ruso Vladimir Putin en el Kremlin en 2012: la canciller habla ruso con fluidez, lo aprendió en la escuela en Alemania oriental.

El profesor de ciencias políticas de la Universidad Libre de Berlín, Gero Neugebauer, señala que, además de tener que navegar en un entorno político en el que todas las redes de contacto son mayoritariamente masculinas, Merkel entró en la política fuera del sistema democrático, cuando Alemania aún estaba dividida entre una zona de influencia soviética y otra de influencia occidental. Con la caída del muro de Berlín y la reunificación, a partir de 1990, su partido, formado originalmente en Alemania del Este, donde vivía, fue incorporado por la Unión Demócrata Cristiana (CDU), donde ascendió gracias a sus dotes políticas. "La red de jóvenes de la CDU subestimó a Merkel y su capacidad para construir alianzas", afirma Neugebauer.

Con el tiempo, ya canciller, recibió el sobrenombre de "Mutti", algo así como mami en alemán, y una palabra cuya interpretación en el contexto de la política alemana es más compleja. "'Mutti' es la que hace desaparecer los problemas, la que protege. Es la que se ocupa de los problemas de la forma que la mayoría juzga adecuada", dice Neugebauer. Para él, el término se usa generalmente con respeto. En opinión de Münch, sin embargo, llamar "mami" a un líder político es de mala educación, a pesar de reconocer que la palabra trae una idea positiva, de "hacer el trabajo sin mucho alarde". "Por lo general son hombres que la llaman 'Mutti'. Y no es justo, porque ella es mucho más que eso. Es una líder extremadamente exitosa, con mucha experiencia", agrega.

Lo cierto es que el estilo único de Merkel le ha permitido abordar temas delicados para cualquier político sin dañar necesariamente su figura pública, reflexiona Andrea Römmele, profesora de ciencias políticas en la Escuela de Gobernanza Hertie de Berlín. "Es muy hábil a la hora de adaptar sus políticas a las de sus socios de coalición (en tres de los cuatro mandatos el partido de Merkel no obtuvo la mayoría en el Parlamento y tuvo que gobernar con una gran coalición) cambiando a menudo su perspectiva en relación con ciertos asuntos".

Merkel y el expresidente estadounidense Barack Obama: la imagen internacional de la canciller se ha consolidado como una líder fuerte.

En 2011, después del tsunami del Pacífico y el desastre nuclear de Fukushima, Japón, Merkel dio un paso atrás en lo que era su posición y se comprometió a eliminar las 17 plantas nucleares de Alemania para 2022. Y no solo eso. Lanzó una política agresiva para cambiar el perfil de la matriz energética de Alemania, denominada Energiewende, más enfocada en el uso de modalidades renovables, especialmente solar y eólica. En los últimos años, el país ha batido récords en el uso de energías renovables: en 2020, representó el 46% de la energía utilizada, un alto porcentaje para un país sin grandes centrales hidroeléctricas y hasta entonces bastante dependiente del carbón.

Uno de los mejores ejemplos prácticos del estilo de liderazgo de Merkel, para Römmele, fue el episodio de la legalización de la unión homosexual en Alemania en 2017. Durante más de una década, el partido de Merkel había estado bloqueando las discusiones sobre el tema en el Parlamento. La propia canciller se había declarado en contra de la aprobación. Y luego, en una entrevista en junio de ese año a la revista femenina Brigitte, al responder a una pregunta de la audiencia sobre el tema, Merkel dijo que venía observando cada vez más apoyo entre diferentes partidos y dijo que no evitaría que se la incluya en la agenda legislativa en algún momento en el futuro.

Y dijo que los parlamentarios, incluso sus simpatizantes, debían votar "según su conciencia" y no necesariamente según la posición del partido. En una sorprendente secuencia de eventos, la oposición rápidamente llevó el asunto a votación, tres días después, el 30 de junio. La canciller votó en contra, pero la unión entre personas del mismo sexo, que otorgaba a las parejas homosexuales los mismos derechos que a los heterosexuales casados, como la adopción, fue aprobada por 393 votos contra 226. Consultada sobre su decisión, dijo que, para ella, "el matrimonio previsto en la Constitución es entre hombres y mujeres". Pero agregó que esperaba que la aprobación pueda promover "no solo el respeto entre opiniones diferentes, sino también traer más cohesión y paz social".

El matrimonio entre personas del mismo sexo en Alemania es legal a partir del 1 de octubre de 2017. Desde 2001, se permiten las uniones civiles (alemán: eingetragene Lebenspartnerschaft) para parejas del mismo sexo que proporciona la mayoría de los derechos del matrimonio, exceptuando la adopción conjunta. El 22 de octubre de 2009, el Tribunal Constitucional de Alemania declaró que todos los derechos y obligaciones del matrimonio se extiendan a las parejas del mismo sexo e instó a la coalición gobernante a realizar modificaciones a la ley. El 30 de junio de 2017, la Cámara baja de Alemania aprobó por mayoría el proyecto de ley de matrimonio entre personas del mismo sexo o "matrimonio para todos" ("Ehe für alle" en alemán). El 7 de julio de 2017, el proyecto de ley fue ratificado por la Cámara Alta. El 21 de julio de 2017, el Presidente Frank-Walter Steinmeier ratificó la nueva ley con su firma, entrando en vigor tres meses de su publicación en el diario oficial.

En septiembre y octubre de 2006, una encuesta a nivel europeo consideró que Alemania ocupaba el séptimo lugar de apoyo a los matrimonios entre personas del mismo sexo al interior de la Unión Europea, con un 52% de apoyo popular, detrás de los Países Bajos (82%), Suecia (71%), Dinamarca (69%), Bélgica (62%), Luxemburgo (58%), España (56%), igualando a la República Checa (52%) y estando por encima de la media comunitaria (44%).

La primera boda homosexual de Alemania se celebró el 1 de octubre de 2017 en el Rathaus Schöneberg (ayuntamiento), en Berlín, entre Bodo Mende y Karl Kreile.

"Puede cambiar de posición sin hacerse daño", señala Römmele. Este fue también el caso del fin del servicio militar obligatorio en Alemania, añade, aprobado en diciembre de 2010 y al que se opuso el partido de Merkel.

Sin embargo, en al menos un momento importante, Merkel fue completamente en contra de su estilo. En 2015, Europa se enfrentó a la crisis migratoria más grave desde la Segunda Guerra Mundial. Con el resurgimiento de la guerra en Siria y los conflictos en Afganistán e Irak, más de un millón de inmigrantes y refugiados ingresaron al continente solo ese año, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Ante las imágenes de la desesperación de los migrantes que consternaron al mundo, Merkel respondió de manera abrupta.

El gesto del "diamante" que se convirtió en la marca de la canciller, llegó a imprimirse en vallas publicitarias de campaña en 2013.

No consultó extensamente con personas que entienden el tema para formarse un juicio detallado, analizar las consecuencias y tomar medidas, una rutina que hasta ahora se había repetido en todas sus decisiones importantes. Alemania entonces cambió sus reglas de inmigración y adoptó una política audaz de puertas abiertas. Fue el país del continente que recibió el mayor número de personas: hubo 476.000 solicitudes de asilo en 2015, el 36,6% de un total de 1,3 millones, según datos de Eurostat. Una frase suya se volvió emblemática: "wir schaffen Das", algo así como "podemos hacerlo", comparada con el "sí, podemos" de Obama que sugería que la respuesta podría ser más humanitaria que política. El manejo de la crisis dividió las opiniones. Mientras se convirtió en "la persona del año" para la revista Time, se encontró enfrentando las críticas más duras que jamás se hayan hecho a su gestión, en Europa y dentro de la propia Alemania. "No entendía las estrictas políticas de migración y refugiados antes de 2015, pero tampoco creo que lo que pasó fuera una buena solución", dice la politóloga Ursula Münch. "Creo que fue uno de sus mayores defectos, porque abrió la puerta a los partidos populistas, a la AfD, y tal vez incluso influyó en el Brexit", opina.

A raíz de la crisis migratoria, la hasta ahora pequeña ultraderechista Alternatif fur Deutschland (o 'Alternativa a Alemania', conocida por el acrónimo AfD) ganó impulso en ese país. Obtuvo el 12,6% de los votos en las elecciones de 2017 y amplió su presencia en el Bundestag, el Parlamento alemán, a 94 de los 709 escaños. La canciller enfrentó una fuerte oposición dentro del propio partido, que entró en crisis con su hermano, la Unión Social Cristiana (CSU). "La alianza CDU-CSU casi se rompió", agrega Münch. Neugebauer piensa que, si bien muchos alemanes consideraron plausible el esfuerzo de acoger a quienes buscaban refugio, en parte se preocuparon por las consecuencias: cómo financiar la política con los brazos abiertos e integrar a quienes llegaban a la sociedad alemana. El politólogo ilustra la complejidad del desafío migratorio con una historia personal, un comentario desagradable que escuchó cuando, en 1957, sus padres alemanes decidieron dejar Alemania del Este y cruzar al lado capitalista, donde planeaban ir desde el fin de la guerra. Ya "en el otro lado", un migrante dentro de su propio país, escuchó de una tía: "Gero, ¿conoces la diferencia entre el Sputnik (satélite ruso lanzado ese año) y un refugiado? Sputnik emite un "bip-bip" (pitido), y el refugiado hace "geb-geb" (dar, dar)".

Incluso hoy, tres décadas después de la reunificación, todavía existen profundas diferencias económicas entre Alemania oriental y occidental.

Römmele señala que en 2015 Merkel corrió riesgos, algo bastante inusual en su carrera política. "Enmarcó la crisis de los refugiados como una crisis humanitaria, que realmente fue. Y tuvo que lidiar con todos los malentendidos en ese sentido... La narrativa de que había abierto las fronteras, ella no abrió las fronteras, se trataba de una crisis humanitaria", señala. Cuando se le preguntó en agosto de 2020 si lamentaba las decisiones tomadas durante ese período, la canciller dijo que lo volvería a hacer.

Mucho antes de 2015 y unos años después de llegar al poder, Merkel tuvo que lidiar con la crisis financiera de 2008 que sacudió a Europa y puso a prueba el euro. La política de ayuda a los países del bloque tejida por ella, por un lado, generó un enorme descontento entre españoles, portugueses, italianos y griegos, que tuvieron que someterse a las políticas de austeridad impuestas a cambio de la liberación de ayudas económicas. Al mismo tiempo, dice Römmele, contribuyó a solidificar la imagen de la canciller como una de los principales líderes mundiales.

Se trató de una crisis financiera (específicamente de crédito) que estalló en Estados Unidos a finales del 2007, pero sus efectos empezaron a notarse a principios del 2008. Esta puso bajo presión a muchos países y negocios, además fue el desencadenante de otras crisis como la deuda pública.

Las entidades financieras prestaron dinero a muchas familias y negocios sin capacidad para devolverlo, las conocidas como hipotecas sub-prime.

Así que se pusieron a inventar formas ‘creativas’ para ofrecer productos financieros con mejor interés, y con un (supuesto) riesgo mínimo. En seguida se fijaron en el mercado inmobiliario. Creían que el precio de la vivienda nunca bajaría. Sí baja a veces.

Durante este período, también dio una señal importante a los alemanes que le garantizó el apoyo interno que necesitaba. Al imponer medidas de austeridad, opina Neugebauer, le dijo al contribuyente alemán que estaba cuidando su dinero. "La idea (que llegó a los alemanes) fue: 'No vamos a dar dinero a países que no pueden controlar sus cuentas, ahorrar y generar empleo". "A nivel nacional, ella siempre trató de actuar como 'embajadora' de la economía alemana, de la industria alemana", añade. Y lo hizo. La economía alemana ha estado creciendo durante una década y -con la ayuda de las reformas realizadas por el antecesor de Merkel, Gerhard Schröder, especialmente la que se conoció como Hartz IV, que generó las polémicas jornadas parciales que, para muchos, contribuyeron a precarizar el mercado laboral- el desempleo se desplomó. "Más alemanes están viviendo de manera más próspera en los últimos 15 años que en cualquier otro momento", destaca Neugebauer. Aunque la gestión de la crisis del euro fue un gran éxito para la canciller, la idea de fortalecer la Unión Europea fue más difícil de poner en práctica. Merkel sale del poder con el bloque en crisis, con resaca por la salida de Reino Unido, un largo proceso que comenzó con un referéndum en 2016 y concluyó recién en 2020.

Un episodio reciente ilustra los desafíos del bloque ante el avance del nacionalismo y del populismo de derecha en algunos países. A fines del año pasado, Polonia y Hungría intentaron bloquear la aprobación del paquete de ayuda para la pandemia covid-19 porque querían la extinción del mecanismo de protección del estado de derecho propuesto. La legislación preveía sanciones o un acceso reducido a los fondos de la Comisión Europea si se identificaba una violación concreta del estado de derecho, y ambos países están gobernados por líderes antidemocráticos que podrían verse perjudicados por la medida. En la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, Alemania negoció con ambos países y logró desatar el nudo. Finalmente se ha liberado el dinero para amortiguar los efectos económicos del coronavirus. El costo, sin embargo, fue muy alto para algunos. Los críticos incluyen al columnista de Bloomberg Andreas Kluth, quien dijo que el bloque estaba "vendiendo su espíritu democrático" y que la canciller se había "merkelizado" nuevamente: el mecanismo del estado de derecho fue aprobado, pero en una versión tan deshidratada que, en la práctica, puede que no signifique mucho en el futuro.

En Alemania, Merkel deja el poder con una aprobación récord, gracias a la pandemia del covid-19. El 18 de marzo, en una transmisión nacional, durante 12 minutos explicó en forma docente lo que estaba pasando y lo que había que hacer. "Es serio. Tómelo en serio", dijo, solo para añadir más tarde que probablemente sería el mayor desafío del país desde la Segunda Guerra Mundial.

Manejar la crisis causada por la pandemia del covid-19 elevó la popularidad del canciller.

A partir de ese discurso, obtuvo el apoyo popular que necesitaba para presionar a los ministros-presidentes (algo similar a los gobernadores) de los estados federales para que realicen los primeros cierres. Hasta entonces, muchos de ellos se mostraban reticentes debido al costo político de las medidas. Una vez más, abandonó el "estilo Merkel". "Fue mucho más emocional -sin ser populista- y la comunicación fue directa", dice Jasmin Riedl, profesora de ciencias políticas en la Universidad de las Fuerzas Armadas (Bundeswehr) en Munich. Quizás el cambio de humor se deba a que efectivamente estaba conmovida por todo lo que estaba pasando, quizás fue el hecho de que ya no era presidenta de su partido y se estaba yendo. Pero el hecho es que la retórica halló eco entre los alemanes. "Estábamos viendo todo lo que pasaba a nuestro alrededor, en Italia, en Reino Unido, en Estados Unidos, en Brasil... líderes políticos anti-ciencia, populistas. Todo parecía una locura", dice la politóloga. "Entonces parte de la población estaba feliz de tener una líder centrada y sí, muchas veces vacilante, que no toma decisiones apresuradas", agrega. En diciembre, cuando Alemania ya estaba experimentando los efectos de una segunda ola más dura de la pandemia, la canciller pronunció su discurso más emotivo. En un debate en el Bundestag, gesticulando más de lo habitual, defendió las medidas de distanciamiento social en las vacaciones: "Esta podría ser la última fiesta que pases con tus abuelos", dijo. La aprobación de la canciller alcanzó el 90% en abril pasado y en la actualidad se mantiene en torno a 70%, lo que le da a su partido una gran ventaja de cara a las elecciones de septiembre de este año, en un escenario de sucesión que aún está completamente indefinido.

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La canciller alemana intentará aprovechar sus últimos meses en el cargo para forjar una relación cercana con el cuarto presidente estadounidense de su mandato: su buena sintonía con Bush y Obama fue interrumpida por su falta de química con Trump.

Angela Merkel y Joe Biden en el Congreso de EEUU, en 2009.

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Merkel ha presidido el G8 y también fue presidenta del Consejo Europeo, siendo la segunda mujer en la historia en desempeñar ambos cargos, solo precedida en dicho mérito por la ex-primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher. Ello ha favorecido una tendencia de la prensa europea que ha comparado a ambas líderes de derecha que comparten una formación científica. En 2020, Merkel fue considerada por la revista Forbes como la mujer más poderosa del mundo por decimocuarta ocasión según el listado anual de la publicación.

Angela Merkel nació en Hamburgo (RFA) en 1954, es hija del pastor luterano Horst Kasner (1926-2011) y de Herlind Jentzsch, nacida en 1928 en Danzig (ahora Gdansk, Polonia), profesora de latín e inglés. Tiene dos hermanos menores, Marcus (nacido el 7 de julio de 1957) e Irene (n. el 19 de agosto de 1964). Al poco de nacer, su padre recibió un pastorado en la iglesia de Quitzow, en la República Democrática Alemana, por lo que la familia se mudó a la ciudad de Templin, unos 80 km al norte de Berlín, aunque durante años el régimen permitió a la familia cruzar libremente la frontera interalemana. Merkel fue militante de la Juventud Libre Alemana. En 1977 se casó con el físico Ulrich Merkel, de quien tomó su apellido, que no solo mantuvo tras el divorcio en 1982, sino tras haberse casado en segundas nupcias, en 1998, con Joachim Sauer, catedrático de química en Berlín. No tiene hijos. Fue estudiante de física en la Universidad de Leipzig entre 1973 y 1978, en la que se doctoró en 1986 con una tesis sobre física cuántica titulada «Influencia de la correlación espacial de la velocidad de reacción bimolecular de reacciones elementales en los medios densos», donde obtuvo una calificación de «sobresaliente».

En 1989 Merkel se sumó al creciente movimiento democrático tras la caída del muro de Berlín y se unió al nuevo partido Demokratischer Aufbruch. Tras las primeras elecciones democráticas en la República Democrática Alemana (RDA), se convirtió en la viceportavoz del nuevo gobierno de Lothar de Maizière. Participó también en las primeras elecciones tras la reunificación alemana.

Una canciller made in RDA. Angela Merkel en sus años mozos. "Simplemente, me adapté", dijo en una entrevista.

Merkel fue nombrada ministra para la mujer y la juventud en el gobierno del canciller federal Helmut Kohl, en diciembre de 1990. En 1993, fue designada presidente regional de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) en Mecklemburgo-Pomerania Occidental. En 1994 fue nombrada ministra de medio ambiente y seguridad nuclear. La carrera política de Merkel fue tutelada por el entonces canciller Kohl, que la llamaba mein Mädchen (mi chica). Tras las elecciones federales de Alemania de 1998, un gobierno de coalición dirigido por Gerhard Schröder reemplazó al gobierno de Kohl el 27 de octubre de 1998. Posteriormente, como resultado de un escándalo de financiación ilegal de su partido, que comprometía a varios de sus líderes (entre ellos el propio Kohl y el entonces presidente del partido, Wolfgang Schäuble), Merkel ganó fuerza. Criticó a su antiguo mentor, Kohl, y pidió una renovación de la CDU, que debería comenzar por prescindir del excanciller. De modo que Schäuble fue destituido y Merkel le reemplazó al frente de la CDU.

El excanciller alemán Helmut Kohl falleció en 2017 a los 87 años.

La elección de Merkel como presidenta de la CDU en abril de 2000 fue una sorpresa: sus características y creencias no encajaban en el partido que había conseguido liderar. Merkel pertenece a la mayoría protestante del norte de Alemania y la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), el partido hermano de la CDU, es un partido de profundas raíces católicas, dominado por hombres, conservador y originario del sur de Alemania. Bajo su dirección, la CDU encadenó una serie de victorias cristianodemócratas en seis de las siete elecciones provinciales que se celebraron hasta 2002, rompiendo la mayoría de la coalición rojiverde (socialdemócratas y verdes) en el Bundesrat, la cámara alta del parlamento alemán. Sin embargo, la coalición CDU/CSU, liderada por Edmund Stoiber, fue derrotada en las elecciones federales de Alemania de 2002. Entonces Merkel se convirtió en la líder de la oposición conservadora en el Bundestag, la cámara baja, sustituyendo a Friedrich Merz. En la primavera de 2003, Merkel reprochó al Gobierno de Gerhard Schröder el no haber contribuido a evitar la invasión de Irak, sino hacerla incluso más probable al debilitar la amenaza de represalias contra el Gobierno del líder iraquí Sadam Husein.

El 30 de mayo de 2005 Merkel fue elegida candidata por la CDU/CSU a la cancillería federal. Se enfrentaría al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) de Schröder en las elecciones federales de ese año. Su partido comenzó con una ventaja de 21 puntos sobre los socialdemócratas en las encuestas de opinión. No obstante, su popularidad fue cayendo al mismo ritmo que Schröder recuperaba el apoyo perdido. El mayor golpe que recibió durante la campaña electoral fue cuando confundió los conceptos de renta neta y renta bruta en un debate televisado. Finalmente, la CDU ganó las elecciones, obteniendo tan solo un punto de ventaja sobre los socialdemócratas. En número de escaños, la CDU consiguió 226 contra 222 del SPD. Estos resultados tan ajustados imposibilitaban tanto la alianza rojiverde (entre Alianza 90/Los Verdes y el SPD) como la negro-amarilla (entre los conservadores y los liberales de la FDP). De este modo se abrió la posibilidad de una gran coalición entre los dos partidos mayoritarios, aunque previamente había sido descartada por los dos candidatos. Al cabo de tres semanas de negociaciones, el 10 de octubre de 2005 se llegó a un acuerdo, por el cual Merkel asumiría la cancillería. A cambio, el SPD obtendría más carteras ministeriales. El documento definitivo para crear la gran coalición se cerró el 11 de noviembre de 2005.

El partido demócratacristiano (CDU) que preside la canciller Angela Merkel sellaba su peor resultado electoral en la capital germana desde el final de la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo con un nuevo éxito electoral del partido populista de derechas Alternativa para Alemania (AfD). La derecha radical y xenófoba lograba el acceso en 2017 a la cámara de la ciudad-estado y capital del país.

En su segundo mandato, a mediados de 2013, el marco de las revelaciones sobre vigilancia masiva, se descubrió que el teléfono móvil de Merkel había sido espiado durante años por la inteligencia estadounidense; más tarde se conoció que Estados Unidos, desde su céntrica embajada en Berlín, había estado interceptando las comunicaciones del distrito gubernamental de Berlín, sede del Gobierno y el Parlamento. Ante esto, Merkel comparó a la NSA estadounidense con la Stasi; en respuesta, Susan Rice, consejera de Seguridad Nacional, prometió que Estados Unidos abandonaría estas prácticas, aunque aclaró que no se firmaría ningún acuerdo de «no espionaje» entre ambos países.

En el tercer mandato, las políticas adoptadas por el Gobierno de Merkel en cuestión a la traída de refugiados a la UE ha sido duramente criticada por un espectro político y social de Alemania y de la Unión Europea, especialmente tras la sucesiva de atentados ocurridos en 2016 con la firma de refugiados y bajo el Estado Islámico. Bajo el contexto de la crisis migratoria en Europa diversos medios de comunicación le otorgaron el título de Mutter Angela (traducido como mamá Angela) en referencia a las políticas de solidaridad con los refugiados víctimas de los conflictos sociales y militares en el Medio Oriente.

El cuarto gabinete de Angela Merkel constituye el gobierno actual de la República Federal de Alemania.

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