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Nos acercamos a Islandia desde ...
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Paisajismo >> Faros.
Y ...
Reynisfjara, una playa negra en Islandia, se alza como una de las
más espectaculares y peligrosas del planeta. Aquí, las olas no simplemente
llegan a la costa, sino que acechan. Las llaman sneaker waves, olas
dormidas que se ocultan detrás de las más pequeñas hasta el último
segundo, cuando ya es demasiado tarde para esquivar su embestida.

Este rincón del Atlántico Norte, cerca de la ciudad de Vik, no
tiene nada de idílico, aunque no por ello deja de ser fascinante.
Con su arena volcánica oscura y su paisaje casi extraterrestre,
Reynisfjara parece de otro planeta, pero con una trampa: la belleza
de este lugar esconde una furia natural capaz de atrapar hasta al
visitante más precavido. De hecho, las olas aquí han llegado a alcanzar
los 40 metros, lo que equivale a un edificio de diez pisos, según
registros del propio portal de turismo de Islandia.
El glaciar islandés Ok perdió su condición, mermado y finalmente
agotado por efecto del cambio climático. En su recuerdo, varios
investigadores instalaron en su lugar una placa que pretende, más
allá de constatar la desaparición de Ok, alertar sobre los efectos
devastadores del cambio global.
En los destacados de Septiembre de 2019.
Los glaciares del Ártico no están tan desprovistos de vida como
podría parecer a primera vista: en realidad, están prácticamente
repletos de formas de vida microscópicas. Muchos de estos organismos
permanecen inactivos en invierno y se despiertan de su sueño helado
solo con el deshielo del verano: según un nuevo estudio, un pequeño
charco de agua de deshielo en un glaciar puede contener fácilmente
4.000 especies microbianas diferentes. Un grupo de investigadores
encabezados por el profesor Alexandre Anesio, de la Universidad
de Aarhus, en Dinamarca, ha descubierto este año que los
glaciares del Ártico están repletos de vida: microbios que se han
adaptado a la vida en esas condiciones proliferan tanto por debajo
de las capas heladas como en la superficie del hielo. Y no se trata
de un par de variedades, sino de varios miles de especies microbianas
que dominan las regiones heladas de Groenlandia e Islandia.
El impacto de las comunidades microbianas superficiales y subterráneas
no es menor, ya que fuertes indicios marcan que pueden colorear
las masas de hielo y hasta acelerar el derretimiento de los glaciares,
a partir del calor producido por la actividad biológica. Los científicos
daneses publicaron recientemente sus conclusiones en un nuevo estudio,
que apareció en la revista Geobiology.

En enero de 1974, un adolescente de Reikiavik salió de un bar nocturno
y jamás regresó a casa. Apenas diez meses después, otro hombre recibió
una llamada por la noche y cogió el coche para dirigirse a una cafetería.
De él, solo quedaron las llaves puestas en el contacto del vehículo.
La policía, poco acostumbrada a los delitos graves y prácticamente
desconocedora de cómo investigar un homicidio, no tenía ninguna
pista. Sin embargo, acabaron apareciendo seis sospechosos. Y algunos
de ellos llegaron a declararse culpables de las desapariciones,
aunque no recordaran haber cometido ningún crimen. Sombras de Reikiavik
es mucho más que un escalofriante true crime sobre un caso que ha
marcado durante décadas a la sociedad islandesa. Es una reflexión
sobre la justicia y una disección de una sociedad como no existe
otra en el mundo, incapaz de entender algunas de las facetas más
oscuras del ser humano.

Out of Thin Air, 2017, es un documental alrededor de aquellos echos.

Cómo funciona en Islandia la primera planta que captura el CO2
y lo transforma en roca.


En la antigua Islandia, al hombre que había entrado en un grave
conflicto con la sociedad (de ordinario a causa de un homicidio)
le quedaba un recurso: la emboscadura. Aquel hombre se retiraba
al bosque, se convertía en un emboscado. Allí vivía de sus propias
fuerzas, apoyado en sí mismo. Se convertía en su propio sacerdote,
su propio médico, su propio juez. A veces lo acompañaba su esposa.
El «bosque» es aquí un lugar espiritual, metapolítico. Hay bosque
en los desiertos y hay bosque en las ciudades; lo hay en la soledad
y en la colectividad. El Emboscado es, según Jünger, la tercera
figura de este siglo, junto al Soldado Desconocido y el Trabajador.
Y también es la persona singular, soberana, que se enfrenta a toda
forma de opresión.
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Islandia está muy aislada del mundo y su densidad
de población es muy reducida, históricamente ha recibido muy poca
inmigración por lo que actualmente el país entero acoge prácticamente
a los mismos habitantes que Vigo. Ya antes de la era Smartphone
había muchas posibilidades de conocer a una persona y descubrir
el parentesco con el paso del tiempo, por eso en el país los árboles
genealógicos se enredan unos con otros: las relaciones endogámicas
son muy frecuentes. Las aplicaciones de citas y las redes sociales
producen mayores interacciones sociales y también sexuales. El hecho
de que sólo la ubicación como Tínder sea un filtro facilitaba el
hecho de que sin ser conscientes, los Islandeses mantuvieran relaciones
íntimas entre primos.
De ahí la necesidad de los ciudadanos de instalarse
Íslendigabók, que a partir de una base de datos genealógica reconoce
a 700.000 islandeses vivos y muertos (los vivos rondan los 300.000).
ÍslendingaApp permite consultar el parentesco que se tiene con otra
persona y decidir si es o no demasiado cercano antes de ir más allá.
En el Libro de los Pobladores, del siglo XII, están consignados
los nombres de los 400 colonos que recalaron en la isla y, a partir
de ellos, se puede trazar el árbol genealógico de la mayoría de
islandeses contemporáneos.
Eso sí, únicamente pueden usarla los ciudadanos de
Islandia registrados, es decir, los habitantes nacidos en la isla
o los que tengan residencia permanente, ya que tienen que inscribirse
en un registro en el que se les otorgan un número de identificación
conocido como kennitala. Asimismo, muestran a las diez personas
de Islandia más emparentadas con el resto de la población, como
la cantante Björk (nacida en 1965), el explorador nórdico Leifur
Eiríksson -nacido en el año 970 y quien fuera el primer europeo
en desembarcar en América del Norte, unos 500 años antes que Cristóbal
Colón- o la política Vigdis Finnbogadóttir -nacida en 1930, que
fue la cuarta presidenta de Islandia, entre 1980 y 1996-.

Según explica la web de Íslendigabók, cuyos datos
se han usado para crear la aplicación, la base de datos contiene
información genealógica de los habitantes de Islandia desde hace
más de 1.200 años. El objetivo es rastrear todas las conexiones
familiares entre los islandeses desde los tiempos del primer asentamiento
hasta la actualidad, y registrar esa información en una base de
datos. Para crearla, indican han usado fuentes varias, documentos
públicos y otros que no se han publicado con información genealógica:
registros de iglesias, censos nacionales o registros de población.
También han recurrido a crónicas históricas -como los libros de
las sagas, que describen los acontecimientos ocurridos en la isla
durante los siglos X y XI-, libros de condenas, publicaciones sobre
genealogía, libros sobre personas con ocupaciones específicas, listas
de descendientes u obituarios, entre otros. Para crear la base de
datos han colaborado con el proyecto deCODE -una compañía de investigación
en medicina genética- y el emprendedor de software antivirus Fridrik
Skúlason. La base de datos únicamente está disponible en islandés
y por el momento solo pueden consultarla los ciudadanos registrados
y los residentes con identificación.
Una investigación publicada en el repositorio de acceso
abierto PLOS Genetics, reveló, a través de estudios del ADN de 68
esqueletos medievales, que la genética de los ascentros islandeses
está más cerca de los escoceses, irlandeses y escandinavos actuales
que de la moderna población de la isla.
Examinar la información estadística de la población
de la isla también permite confirmar que han recibido muy poca inmigración.
Por ejemplo, en 1986 Islandia recibió 662 habitantes extranjeros,
1.111 en 1990 o 2.741 en 2000.

Caballo islandés en la localidad de Storhofthi, en
la región de Suðurland.
El caballo islandés es una raza antigua que se originó
en Islandia hace más de 1.000 años, traído por los colonos nórdicos.
Esta raza ha mantenido su pureza a lo largo de los siglos y es considerada
un símbolo de fertilidad en la cultura nórdica. Además, el caballo
islandés es conocido por su resistencia y versatilidad, siendo utilizado
tanto para la equitación como para el trabajo en granjas. Nacida
de los ponis de los escandinavos entre los siglos IX y X, la primera
referencia a esta raza se encuentra en el XII, cuando estos caballos
eran objeto de culto en la mitología nórdica. Su aspecto actual
se debe a siglos de selección natural y genética. En 1780 una gran
parte de su población autóctona falleció debido al Móðuharðindin,
una erupción del volcán Laki. La primera Sociedad del Caballo Islandés
se creó en la isla en 1904. Hoy la raza está representada por organizaciones
en 19 naciones, reunidas en la Federación Internacional de las Asociaciones
del Caballo Islandés.
Es la única raza indígena de Islandia, pero se fue
difundiendo en muchas partes del mundo, y también existen poblaciones
considerables en otras partes de Europa y de Norte América. En Islandia
se usa en las labores agrícolas, en muestras equinas, en la hípica
y también para el consumo de su carne. El caballo islandés es resistente
y sufre pocas enfermedades. La legislación islandesa prohíbe que
los ejemplares exportados regresen a la isla, para prevenir posibles
contagios. Tiene además la característica de conocer dos maneras
de andar suplementarias además de las tradicionales paso, trote,
canter y galope.

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El lago Skaftárkatlar es uno de los mejores lugares
de la Tierra para estudiar cómo podría evolucionar la vida en los
océanos de lunas como Encélado o Europa, ya que se encuentra debajo
de una capa de hielo de 300 metros de espesor y sus aguas probablemente
nunca han sido expuestas a la atmósfera. Un estudio preliminar realizado
por un equipo dirigido por el científico Gregory Farrant,
en este lago islandés, halló evidencias en 2017 de nuevas
cepas de bacterias. «Nuestros resultados preliminares revelan nuevas
ramas de la vida en esta zona – explicó Farrant en un comunicado
–. Es difícil de analizar el ADN de microbios totalmente nuevos
para la ciencia, porque no hay conocimiento previo sobre ellos,
por eso precisamos más tiempo. Nos enfrentamos a muchas incógnitas.”
La investigación se enmarcó en un proyecto de investigación
financiado por la Unión Europea llamado AstroLakes y analizó
diversas muestras a lo largo de varios meses.

El lago Skaftárkatlar es uno de los mejores lugares
de la Tierra para estudiar cómo podría evolucionar la vida en los
océanos de lunas como Encélado o Europa.
Para obtenerlas se lanza un chorro de agua caliente
que derrite el hielo y luego se envía un dispositivo para recolectar
pequeñas muestras de agua rica en azufre. El descubrimiento sumaba
otra nueva esperanza de encontrar vida en las lunas heladas de Saturno
o Júpiter. De hecho, a principios de ese año, la sonda Cassini de
la NASA detectó moléculas orgánicas simples despedidas de cientos
de kilómetro por los géiseres de Encélado, el sexto satélite más
grande de Saturno. Se consideró otro viaje a Encélado en
una misión llamada Enceladus Life Finder y otra a Europa, la más
pequeña de los cuatro satélites galileanos, en la misión Europa
Clipper. “Nuestra esperanza – concluyó Farrant – es que en
ambos sitios existan organismos con metabolismos similares. En este
sentido, Europa presenta condiciones adecuadas para que exista este
tipo de vida”.
Thiomonas islandica es una bacteria gramnegativa del
género Thiomonas. Fue descrita en el año 2011. Su etimología hace
referencia a Islandia. Es aerobia y móvil. Tiene un tamaño de 0,4
µm de ancho por 1,7 µm de largo, y crece de forma individual. Forma
colonias grisáceas, redondas y pequeñas. Temperatura de crecimiento
entre 30-55 °C, óptima de 45 °C. Se ha aislado de una fuente termal
en Islandia.
Las praderas de Islandia y los seres vivos que conviven
en ella reaccionan de manera muy intensa ante el aumento de temperatura
durante los primeros 5-8 años, pero trascurridos más de 50 años
el ecosistema vuelve a un estado estacionario más parecido al estado
inicial. Es lo que demuestró una investigación en 2019 publicada
en Nature Ecology & Evolution. Este hallazgo ayudará a inferir cómo
afectará el cambio climático a los diferentes ecosistemas de la
Tierra.

Sara Marañón en Islandia.
El cambio climático calentará el aire, el mar, pero
también el suelo. Bajo nuestros pies suceden procesos claves para
nuestra supervivencia, el reciclaje de la materia orgánica o la
fertilidad del suelo son ejemplos de ello. Era la investigación
más global que existe sobre los efectos del calentamiento del suelo
a corto y a largo plazo. La investigación la llevó a cabo
el consorcio ForHot en Islandia. El consorcio lo formó en 2012 un
grupo de científicos, convencidos de que Islandia es el mejor laboratorio
europeo para estudiar el calentamiento global. Entre los científicos
que lo conformaron y que son co-autores del estudio: Sara Marañón,
Jordi Sardans y Albert Gargallo investigadores del CREAF, Josep
Peñuelas investigador del CREAF y el CSIC y Mireia Bartons, investigadora
de la Universitat de Vic - Universitat Central de Catalunya (UVic-UCC).
Durante el trabajo, observaron que los primeros años
de calentamiento del suelo el ecosistema sufre una súper-reacción:
el metabolismo de los microorganismos se acelera, se libera carbono
a la atmósfera y la composición del suelo cambia. No obstante, a
largo plazo, alcanza un nuevo equilibrio en el que ya no se observan
cambios bruscos: las especies de seres vivos son diferentes o se
han adaptado y, aunque hay una menor concentración de carbono, nitrógeno
y materia orgánica en el suelo, el ecosistema ha alcanzado un nuevo
estado estacionario. Los investigadores compararon los efectos del
calentamiento en 124 elementos del ecosistema que representaban
a diferentes organismos vivos (plantas, comunidades de microorganismos,
hongos) e inertes (composición del suelo).

Investigadores del consorcio ForHot en el suroeste
de Islandia, lugar de la investigación.
“Uno de los puntos fuertes de nuestro estudio es que
contamos con un consorcio de investigadores que estudian diferentes
variables en los mismos lugares: comunidades microbianas, variables
químicas del suelo, la biomasa de las raíces, los nematodos, la
vegetación, la cantidad de carbono, entre otras muchas variables,
frente a otras investigaciones que se centran una cantidad más limitada”,
comentó Sara Marañón, investigadora del CREAF y co-autora
del estudio. La investigación se llevó a cabo cerca de Hveragerdi,
en el suroeste de Islandia. Lo especial de este lugar es que existe
una actividad geotermal que provoca que la temperatura en el suelo
esté entre los 0,5°C a los 40°C, dependiendo de la distancia a los
puntos calientes subterráneos. Esto permite estudiar cómo afecta
el aumento de temperatura al ecosistema sub-ártico.

Además, existen gradientes de temperatura con diferente
antigüedad. Por un lado, hay suelos que han evolucionado con estos
gradientes durante más de 50 años, por otro lado, un terremoto en
2008 generó nuevos gradientes geotermales en otros suelos. Gracias
a esto, los investigadores pudieron comparar los efectos que tiene
aumento de temperatura sobre el ecosistema del suelo a corto plazo
(de 5 a 8 años) con los efectos a largo plazo (más de 50 años).
“Normalmente los experimentos para medir el impacto de la temperatura
del suelo no son tan antiguos y rara vez duran más de 10 años. Lo
innovador de nuestra investigación es que nos permite observar los
cambios en los ecosistemas a muy largo plazo, y determinar por primera
vez qué adaptaciones sufren los diferentes elementos y procesos
en el ecosistema. Esto es extremadamente valioso”, comentó
Sara.

Suroeste de Islandia, lugar de la investigación.
La clave de esta investigación no está en intentar
extrapolar los cambios específicos que ocurren en las diversas comunidades
vegetales, de microorganismos y de animales de este zona a otros
ecosistemas, sino en que permite identificar los elementos de un
ecosistema que son más útiles para predecir los efectos del cambio
climático a largo plazo. “No podemos pretender que todos los estudios
de calentamiento global duren más de 50 años. En este contexto,
nuestra investigación proporciona un marco para comprender los cambios
que se desencadenan en el ecosistema ante este aumento de temperatura.
Además, facilitará a futuras investigaciones escoger las variables
que, estudiándolas a corto plazo, permitan predecir mejor lo que
ocurrirá a largo plazo”, finalizó Sara.
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La búsqueda de potenciales signos de vida en Marte
es un verdadero desafío para los científicos, principalmente por
la escasa presencia de compuestos orgánicos y las condiciones extremadamente
oxidantes en su superficie. Actualmente se considera que los hipotéticos
restos biológicos que pudiera haber en el planeta rojo se hallarían
en nichos geoquímicos localizados bajo la superficie marciana, formando
complejos minerales que los protegerían de la elevada radiación
ionizante. Por este motivo, la búsqueda de vida, pasada o presente,
en Marte requiere de un conocimiento previo de qué y dónde buscar.
En un estudio de 2020, realizado por un equipo multidisciplinar
del Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA) y publicado en la revista
Scientific Reports, se exploraron las “huellas dactilares” microbianas
y su mineralogía asociada en sistemas hidrotermales islandeses análogos
a Marte, con el objetivo de identificar ubicaciones potencialmente
habitables en ese planeta.

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La península de Reykjanes, en el suroeste de Islandia,
ha vuelto a temblar con una nueva erupción volcánica, la quinta
en la región desde diciembre. "Ha comenzado cerca de Sundhnúksgígar,
al norte de Grindavík", ha informado la Oficina Meteorológica de
Islandia (OMI), poco después de que las autoridades evacuaran la
cercana ciudad de Grindavik. "Las plumas de erupción tienen al menos
50 metros de altura", ha escrito el OMI en su página web, en referencia
a los chorros de lava que salen expulsados de la fisura. Solo hace
tres semanas del final de un suceso geológico anterior, que empezó
el 16 de marzo. La OMI también ha informado de una "intensa actividad
sísmica" previa a la erupción, y la longitud de la fisura ha aumentado
de un kilómetro a 3,4 kilómetros, 90 minutos más tarde.. Según la
OMI, los flujos de lava son importantes: entre 1.500 y 2.000 metros
cúbicos por segundo, consta en el escrito del Instituto. Dos horas
después del inicio de la erupción, la lava ya fluía a menos de un
kilómetro de una presa que protege Grindavik. En cuanto al penacho
volcánico (la nube de gas y vapor), ha alcanzado una altitud de
unos 3,5 kilómetros.

Las autoridades islandesas han declarado el estado
de emergencia y tanto la localidad de Grindavík como la Laguna Azul,
el famoso balneario geotermal situado en la zona, han vuelto a ser
evacuados. Tanto en noviembre, diciembre, enero y febrero las erupciones
en la misma zona provocaron el desplazamiento de casi 4.000 residentes
de la pequeña ciudad portuaria de Grindavík. Unos 20 millones de
metros cúbicos de magma se habían acumulado en la cámara magmática
bajo Svartsengi. Allí opera una central geotérmica que suministra
electricidad y agua caliente a 30.000 habitantes de la península
de Reykjanes. Como medida de precaución, la central ha estado funcionando
en gran medida a distancia desde la primera erupción en la región
en diciembre. Se han levantado vallas alrededor de la central para
protegerla.
Ya este lunes, la OMI anunció que se habían medido
unos 400 seísmos en los últimos siete días cerca de la línea del
cráter de Sundhnúksgígar. Islandia alberga 33 sistemas volcánicos
activos, el mayor número de Europa. Está situada en la Dorsal Mesoatlántica,
una falla en el fondo oceánico que separa las placas tectónicas
euroasiática y norteamericana, lo que provoca terremotos y erupciones.
La actividad registrada desde 2021 en la península de Reykjanes
atestigua el despertar, tras 800 años, de una larga falla que permite
que el magma fluya hacia arriba, según los vulcanólogos.

Si algo están comprobando los grandes destinos internacionales
a medida que el flujo de visitantes recupera —e incluso supera—
los niveles previos a la pandemia es que la gestión del éxito turístico
es una cuestión de equilibrios. Equilibrio entre su peso en el PIB
y las molestias para los residentes, su relevancia en las economías
locales y su factura en términos medioambientales y sociales… En
esa complicada cuerda se encuentran Japón, Ámsterdam, Hawái, Venecia,
Barcelona, Canarias y Baleares… E Islandia, que estudia ya cómo
ajustar su política fiscal para que la cada vez mayor afluencia
de turistas no acaba saturando el país insular.
Sus autoridades ya han recuperado este año un impuesto
para turistas que se aplicaba antes de la pandemia y reconocen estar
estudiando cambios en su modelo de tasas. El objetivo: beneficiarse
del turismo... sin caer en el sobreturismo. "Que pague el usuario".
La noticia la avanza hoy la CNBC, que revela que las autoridades
islandesas quieren cambiar el modelo fiscal que aplican al turismo
para alcanzar el deseado (y complejo) equilibrio entre turismo y
sostenibilidad.

"Todavía estamos intentando moldear el sistema impositivo
del sector turístico para el futuro", reconoce el primer ministro
del país, Bjarni Benediktsson. Y si bien el dirigente no entra en
detalles ni concreta qué tienen exactamente en mente las autoridades,
sí da algunas pistas de hacia dónde quieren dirigirse en el futuro.
"Nos gustaría inclinarnos más hacia un sistema en el que pague el
usuario", avanza. Benedkiktsson reconoce su apuesta por centrarse
en lo que denomina "imanes" turísticos. "Al hacerlo podríamos controlar
el tráfico. Así, en el momento de mayor demanda podríamos tener
una tasa más alta y controlarla modificando las tasas tanto dentro
del día como entre meses, o diferentes partes del año", explica
el recién nombrado primer ministro de Islandia, que aclara en cualquier
caso que el plan está aún en una fase inicial. "Está en proceso".
La prioridad para Benedicktsson es garantizar que
el sector turístico crezca en sintonía tanto con la sociedad como
con la naturaleza. Con ese propósito el Gobierno trabaja en su propio
"balance de sostenibilidad".
Si se piensa en casos de éxito en igualdad de género,
Islandia suele ser uno de los países paradigmáticos. Los datos hacen
que, desde fuera, el estado nórdico se vea como un paraíso en términos
de igualdad. Islandia es el país que encabeza la última edición
del ranking 'Global Gender Gap Index', que cada año elabora el Foro
Económico Mundial analizando la situación en paridad en el mundo.
El país está muy por delante de la media global —según los datos
del estudio, de media se ha cerrado en el mundo el 68,5% de la brecha
de género aunque todavía se tardarán 134 años en alcanzar la plena
igualdad— gracias a que ya ha cerrado el 93,5% de la brecha. Finlandia
y Noruega, los siguientes clasificados, lo han hecho al 87,5%. Les
siguen Nueva Zelanda (83,5%) y Suecia (81,6%) en el top cinco (el
top 10 de los mejores lo cierra España, con un 79,7%). En realidad,
la posición de Islandia no es exactamente nueva: en la propia nota
de prensa de presentación de datos, el Foro apunta que «se mantiene»
como líder en igualdad de género. Islandia desbancó a Noruega como
el país más igualitario del mundo en 2009 y se ha mantenido en esa
posición desde entonces. Este liderazgo se ha mantenido porque ha
seguido mejorando. De hecho, en 2006, todavía estaba en un ratio
de igualdad del 78,1%. Los datos del estudio apuntan que en esta
edición presenta una subida de 2,3 puntos porcentuales en igualdad,
logrados gracias a un crecimiento en la paridad económica y en la
participación de las mujeres en el mercado de trabajo.
A lo largo de los últimos años, también han mejorado
la presencia femenina en política: el informe recuerda que 26,6
de los últimos 50 años han tenido a una mujer como jefa de estado
y que en 2024 las mujeres eran ya la mitad del gabinete ministerial
y el 47,8% del Parlamento. Igualmente, el país muestra datos muy
positivos en educación, aunque sigue necesitando mejorar en salud
o participación en el mercado laboral. «Por supuesto que, entre
el cielo y el infierno, aquí lo estamos haciendo mejor en la mayoría
de lugares», le dice la profesora de Estudios de Género Thorgerdur
Jennýjadóttir Einarsdóttir a Egill Bjarnason en 'Cómo Islandia cambió
el mundo'. «Pero ser el mejor lugar del mundo en este aspecto esconde
muchas variables detrás de cada indicador», puntualiza. El estudio,
recuerda Bjarnason en su ensayo, que acaba de publicar Capitán Swing,
no mide la violencia de género o el reparto de los cuidados. En
Islandia, las cifras de denuncias por violación suponen una de las
tasas más altas de Europa, ejemplifica.

Aun así, los datos del informe del Foro Económico
Mundial y la propia historia reciente del país hacen que, desde
fuera, se quiera saber cuál es el secreto de Islandia; conocer cuál
es el secreto que les permite lograr datos tan positivos. Cuando
se habla de la lucha por la igualdad de género, una de las historias
que habitualmente se referencian es la huelga general de las mujeres
que paralizó Islandia el 24 de octubre de 1975. Aunque como apunta
en su libro Bjarnason, es difícil encontrar quién de forma específica
tuvo la idea, la huelga está conectada al trabajo que las feministas
islandesas estaban desarrollando en esos años. Lo que se pidió fue
que las mujeres se tomasen «un día libre» de todas sus ocupaciones.
El paro fue apoyado por el 90% de las mujeres islandesas. Ese día
no salieron vuelos desde Reikiavik, por ejemplo. Una antropóloga
con la que habló Bjarnason le cuenta que el olor a carne quemada
siempre le recordará a esa jornada: era a lo que olían las calles
islandesas en un día en el que muchos hombres tuvieron que hacer
por primera vez la cena. La huelga fue potentemente simbólica y
tuvo un impacto directo sobre las decisiones políticas: en los años
siguientes se aprobó la baja de maternidad y se empezó a trabajar
para legalizar el aborto.
En junio de 1980, Vigdís Finnbogadottir se convirtió
en la primera presidenta de la historia de Islandia y también, como
explica el ensayista, en la primera mujer en el mundo en convertirse
en presidenta de un país «mediante voto directo». Hasta 1983, como
recuerda Bjarnason, solo 12 mujeres habían logrado entrar en el
Parlamento islandés y, cuando intentaban promover iniciativas para
lograr la igualdad, se encontraban con rechazo entre sus colegas.
«Hubo legisladores que se subieron al estado para afirmar que no
había ninguna necesidad de promulgar más leyes por la equidad, ya
que el país ya tenía una», escribe Bjarnason. En 1961, habían aprobado
una ley que ilegalizaba pagar menos a las mujeres que a los hombres
por desempeñar el mismo trabajo. Sin embargo, como recuerda el ensayista,
en los años 70 seguían ganando el 70% del salario que recibían los
hombres, tanto que una de las acciones de protesta de las feministas
islandesas de esos años fue pagar el 70% de los precios en las tiendas.
Finnbogadottir se convirtió en un elemento inspirador, porque contar
con referentes ayuda a ver las cosas de otro modo y a alentar la
presencia de mujeres en puestos de poder, pero también un símbolo
de un cambio más profundo. Bjarnason señala que, si en los años
90 se había enfriado el trabajo por el cierre de la brecha, la crisis
financiera de 2008 —en la que Islandia salió muy mal parada— fue
un inesperado revitalizador de la cuestión.

En esos años se teorizaba —con estudios y cifras en
la mano— que la debacle no hubiese sido tan abrupta si hubiese más
mujeres en puestos de decisión. «La idea caló profundamente en Islandia»,
explica el escritor. Desde entonces se han ido multiplicando los
puestos claves que han ido ocupando mujeres e Islandia ha aprobado
leyes que apuntalan la igualdad. Por ejemplo, la fiscalidad ya «se
analiza activamente desde una perspectiva feminista» y se hacen
«presupuestos de género». Islandia ha acabado convirtiendo a su
trabajo en la reducción de la brecha de género en un símbolo-país,
en algo que les permite destacar frente al resto de Europa, pero
igualmente en un elemento con un impacto directo en la vida del
país. Bjarnason recuerda que Islandia tiene una de las tasas de
fecundidad más altas de Europa y su trabajo para eliminar la brecha
de género tiene mucho que ver con eso.
Islandia se ha convertido en un ejemplo mundial de
cómo reducir la jornada laboral sin perder productividad. Entre
2020 y 2022, años coincidentes con la crisis sanitaria global derivada
de la pandemia de Covid-19, aproximadamente el 51% de los empleados
islandeses adoptaron una reducción de horas de trabajo sin experimentar
pérdida de salario, según datos recopilados por los centros de investigación
Autonomy Institute del Reino Unido y la Asociación para la Sostenibilidad
y la Democracia (Alda) de Islandia. Este cambio ha contribuido al
crecimiento de la economía, un aumento de la productividad y una
significativa mejora en el bienestar de los trabajadores, generando
interés global en el modelo islandés.
El interés por una semana laboral más corta en Islandia
comenzó con dos pruebas en el sector público realizadas entre 2015
y 2019. Estas pruebas incluyeron a unos 2.500 empleados, lo que
representaba más del 1% de la fuerza laboral islandesa en ese momento.
Los trabajadores pasaron de una semana de 40 horas a una de 35-36
horas sin reducción de salario. La finalidad de estas pruebas era
comprobar si una jornada laboral más corta podía mantener o aumentar
la productividad, mejorando a la vez el equilibrio entre la vida
laboral y personal de los trabajadores.

Los resultados fueron contundentes: la productividad
se mantuvo igual o mejoró en la mayoría de los casos y los trabajadores
informaron mejoras significativas en su bienestar general. Diversos
indicadores, desde el estrés percibido hasta el agotamiento físico
y emocional, mostraron una disminución notable. Los trabajadores
informaron sentirse más saludables y con un mayor control sobre
sus vidas, lo que les permitió ser más efectivos en sus puestos
de trabajo.
Tras el éxito de estas pruebas, los sindicatos islandeses
negociaron una reducción de la jornada laboral para decenas de miles
de trabajadores en todo el país. Hoy en día, esta semana laboral
de cuatro días o de menos horas se ha extendido por diversos sectores,
incluyendo tanto el ámbito público como el privado. Esto ha sido
posible sin pérdida de salario, gracias a una negociación efectiva
y al compromiso de demostrar que la productividad puede mantenerse
o incluso aumentar con menos horas de trabajo.

La adopción de la jornada laboral reducida ha impactado
positivamente en sectores clave de la economía islandesa. A finales
de 2023, Islandia había logrado un crecimiento económico del 5%,
siendo la segunda tasa de crecimiento más alta entre las economías
europeas avanzadas, solo superada por Malta, según el Fondo Monetario
Internacional (FMI). Este crecimiento es notablemente superior al
promedio de casi un 2% que el país experimentó entre 2006 y 2015.
A pesar de que el FMI prevé una ralentización en el crecimiento
en 2024, en parte debido a una menor demanda interna y a una disminución
en el turismo, los datos actuales reflejan una economía en expansión.
La adopción de una semana laboral más corta también
ha repercutido en la salud mental y el bienestar de los empleados.
Los datos de las pruebas indicaron que los trabajadores que pasaron
a una jornada de cuatro días reportaron menos estrés y una mejora
general en su equilibrio entre la vida laboral y personal. Estos
trabajadores señalaron que disponer de más tiempo libre les permitió
descansar mejor, pasar tiempo de calidad con sus familias y dedicar
más tiempo a actividades de ocio o ejercicio, lo que en última instancia
benefició tanto su salud física como mental. Además, Islandia ha
logrado mantener una de las tasas de desempleo más bajas de Europa.
En 2023, esta tasa fue del 3,4%, en comparación con el promedio
del 6,5% de los países europeos avanzados, según el FMI. Para 2024
y 2025, se espera que esta tasa aumente ligeramente al 3,8%, pero
aún se mantendría como una de las más bajas del continente. Esta
baja tasa de desempleo se considera un indicador de la vitalidad
económica del país, ya que refleja la estabilidad laboral y la capacidad
del mercado para absorber a los trabajadores.

Pese a los éxitos, Islandia no es ajena a los desafíos.
Al ser una economía altamente dependiente del turismo, los ingresos
pueden fluctuar considerablemente según la demanda internacional.
El FMI ha señalado que se espera una ralentización del crecimiento
económico en los próximos años, en parte debido a un enfriamiento
en el turismo, un sector clave en la economía islandesa. Sin embargo,
la baja tasa de desempleo y el crecimiento logrado en los últimos
años reflejan la resiliencia del país y su capacidad para diversificar
su economía. La experiencia islandesa ha sido seguida de cerca por
otros países. La prueba de una semana laboral de cuatro días realizada
en 2022 en varias empresas de Estados Unidos e Irlanda también mostró
resultados positivos, lo que indica que este modelo de trabajo podría
aplicarse en diferentes contextos y sectores. En el Reino Unido,
varias empresas han optado por adoptar la semana de cuatro días
de forma permanente, alentadas por la evidencia de los beneficios
en la productividad y el bienestar de sus empleados.
El año 2025 se presenta en Islandia como realmente
excepcional para presenciar las auroras boreales en todo su esplendor.
Este fenómeno, causado por la interacción de las partículas solares
con la atmósfera terrestre, ilumina el cielo nocturno con tonos
verdes, rosas y violetas. Pero, ¿por qué 2025 es especial? El ciclo
solar, que dura aproximadamente 11 años, alcanzará un pico en 2025,
lo que significa una mayor actividad geomagnética. Este aumento
hace que las auroras boreales sean más brillantes y frecuentes,
ofreciendo un espectáculo absolutamente impresionante. Algunos de
los mejores lugares para observar auroras boreales incluyen la región
de Mývatn, la península de Snæfellsnes o el Parque Nacional Þingvellir.
Estos sitios ofrecen cielos oscuros y despejados, alejados de la
contaminación lumínica de las ciudades.
Acertar con la mejor época: si deseas presenciar este
fenómeno natural en todo su esplendor, planifica tu viaje entre
septiembre y abril, cuando las condiciones son ideales para disfrutar
de estas mágicas luces del norte.
Ser previsor: antes de emprender tu aventura, utiliza
herramientas como el portal de la oficina meteorológica,
donde encontrarás un detallado pronóstico de actividad de auroras,
evaluado en una escala del 0 al 9. Este sitio también incluye información
meteorológica precisa, ayudándote a elegir noches con cielos despejados
para una experiencia inigualable.
Elegir el momento: para maximizar tus posibilidades
de disfrutar de este espectáculo celeste, es fundamental buscar
cielos libres de nubes y evitar noches con luna llena. Además, conviene
alejarse de la contaminación lumínica de las ciudades y adéntrarse
en áreas rurales o naturales. La oscuridad total es esencial para
apreciar los colores vibrantes y las formas cambiantes de las auroras
boreales.

La marca nos transporta a un Reikiavik futurista.
La Asociación Psicológica Islandesa ha desarrollado una prueba que
mide los niveles de empatía de una persona. Insisten en que es simplemente
una herramienta para identificar potenciales conductas antisociales
y facilitarles recursos para convivir. El Parlamento está a punto
de votar si la prueba será obligatoria para todos los islandeses,
y la opinión de la ciudadanía está polarizada. Algunos creen que
la prueba hará de la sociedad un lugar más seguro; otros la tildan
de transgresión. A medida que se acerca la fecha, Vetur, Eyja, Tristan
y Óli se verán atrapados en el centro del debate. Cada uno tendrá
que enfrentarse a verdades incómodas sobre sí mismos y sobre la
sociedad en la que viven. Fríða Ísberg, autora revelación de las
letras islandesas, compone una novela provocadora y original, que
despliega un detallado mural de temas sumamente relevantes por su
contemporaneidad.

Narrados desde el punto de vista de unos personajes
que son espejo de las contradicciones del desarrollo tecnológico,
esta historia de no-tan-ciencia ficción ahonda en el debate filosófico
sobre hasta qué punto la corrección política y la inclusión son
sinónimos de empatía y pone en tela de juicio aquello que consideramos
«beneficioso» como sociedad. Ísberg ha escrito un texto sumamente
visionario que cautiva por su prosa, por el complejo retrato de
sus protagonistas y que fascina por la crítica social y política
que entraña. Una novela imprescindible para comprender cómo hemos
transformado las tecnologías en herramientas de hipervigilancia.
Se trata de un libro que, sin duda, cuestiona la moral incuestionable.
Islandia decidió suspender nuevamente la temporada
de caza de ballenas, una medida drástica que responde, en esta ocasión,
a la inestabilidad económica mundial. La empresa Hvalur hf., la
más grande y prácticamente la única operativa en el país, anunció
que no cazarán este verano, lo que convierte a este en el segundo
año consecutivo sin actividad. La razón principal, según su director
general Kristján Loftsson, es que la caza ya no es económicamente
viable. De acuerdo a Euro News, Hvalur hf. tenía permiso para cazar
hasta 200 rorcuales comunes durante la temporada que normalmente
va de junio a septiembre. Sin embargo, la compañía optó por no participar.
“Dada la situación económica actual, Hvalur hf. no ve otra opción
que permanecer atracado y esperar a que lleguen días mejores”, declaró
Loftsson. La decisión se comunicó oficialmente a su personal lo
que anticipa un año más sin arpones ni exportaciones de carne de
ballena.
Hvalur hf. exporta casi la totalidad de sus productos
a Japón, país que también permite la caza comercial de ballenas.
No obstante, la inflación y la caída de precios en ese mercado hicieron
insostenible continuar con la práctica. “El precio de nuestros productos
es ahora tan bajo que no se justifica la búsqueda”, explicó Loftsson
al medio islandés Ice News. De hecho, el año pasado la empresa tampoco
participó en la temporada debido a que el permiso oficial fue emitido
solo un día antes de su inicio, lo que dificultó la planificación
logística y operativa. La situación no ha mejorado en 2025 y con
el contexto de una economía global volátil y aranceles impredecibles,
la caza de ballenas ya dejó de ser rentable.

En 2024 la compañía Hvalur hf. fue autorizada a cazar
hasta 128 ejemplares en la zona de Groenlandia, vertientes occidental
y este de Islandia e Islas Feroe, según informó el Ministerio
de Pesca en un comunicado.
La decisión de suspender la temporada no solo tiene
impacto económico para la empresa, sino también para comunidades
como la de Akranes, donde muchos trabajadores dependen directamente
de la caza. Según RUV News, Vilhjálmur Birgisson, presidente del
sindicato de trabajadores de Akranes, lamentó profundamente la noticia
y la calificó como “un duro golpe para el oeste de Islandia y para
la economía en su conjunto”. Birgisson destacó que los ingresos
por exportaciones de productos de ballena rondan los tres mil millones
de coronas islandesas y que los salarios pagados por Hvalur durante
la temporada alta alcanzan los 1,200 millones. “Esto ocurre aquí
mismo, en nuestra comunidad local”, señaló. A pesar de la tristeza,
el dirigente sindical también consideró positivo que la decisión
se haya tomado con tiempo, lo que permitirá a los trabajadores buscar
otras opciones laborales.
La práctica de cazar ballenas fue desde hace tiempo
objeto de controversia tanto en Islandia como en la escena internacional.
De acuerdo a Barron’s, revista y un periódico semanal estadounidense,
solo tres países mantienen esta tradición: Islandia, Noruega y Japón.
Sin embargo, la presión de organizaciones defensoras de los animales
ha aumentado considerablemente en los últimos años. En 2024, Islandia
ya había suspendido la caza de ballenas durante dos meses tras una
investigación gubernamental que reveló que los métodos utilizados
no cumplían con las leyes de bienestar animal. Este tipo de medidas
han avivado el debate público sobre si debería permitirse o no esta
práctica.
Wendy Higgins, directora de comunicación de la organización
Humane World for Animals, celebró la reciente cancelación para la
temporada 2025. “Ya es hora de que los barcos balleneros de Islandia
dejen de teñir el mar de rojo. Es momento de establecer una prohibición
total de la caza comercial de ballenas”, afirmó en declaraciones
a Barron’s. Aunque la suspensión de la caza este año ha sido motivada
principalmente por cuestiones económicas, la tendencia apunta a
un cambio estructural más profundo. La segunda mayor empresa del
país, IP-Utgerd, cesó sus actividades en 2020 debido a la falta
de rentabilidad, especialmente durante la pandemia de COVID-19,
cuando la demanda de carne de ballena disminuyó drásticamente. Como
señaló Euro News, cumplir con las cuotas de caza ha sido cada vez
más complicado en los últimos años. A pesar de que Islandia cuenta
con permisos vigentes, la falta de incentivos económicos, las regulaciones
más estrictas y el creciente rechazo social están bajando a la industria.
Y en otro orden ...
Un equipo internacional de científicos encontró en
la costa oeste de Islandia una serie de rocas que fueron transportadas
desde Groenlandia por icebergs durante un breve pero intenso episodio
de enfriamiento climático, ocurrido a partir del año 540 d. C. Según
publicó la Universidad de Southampton en un comunicado, el hallazgo
aporta evidencia física directa de la Pequeña Edad de Hielo de la
Antigüedad Tardía, una crisis climática que coincidió con el declive
del Imperio Romano. El estudio fue desarrollado por especialistas
de la Universidad de Southampton, la Queen’s University de Canadá
y la Academia China de Ciencias, y sus resultados se publicaron
en la revista Geology. Los científicos analizaron rocas encontradas
en una terraza de playa elevada en Islandia, cuya composición no
correspondía al basalto predominante en la región.
El hallazgo se originó a partir de imágenes satelitales
que mostraban una playa de color claro en contraste con el típico
color negro de origen volcánico de la mayoría de las playas islandesas.
El Dr. Christopher Spencer, autor principal del estudio y profesor
asociado en la Queen’s University -colaboró en el estudio-, relató
a New Scientist que, mientras inspeccionaba el lugar, encontró piedras
de granito del tamaño de guijarros.

“Es un poco vergonzoso lo fácil que fue descubrirlo”,
contó. El color claro de la playa se debía a una alta presencia
de conchas, pero las piedras, según Spencer, no podían proceder
de Islandia. Los investigadores identificaron que estas rocas redondeadas,
conocidas como cantos rodados, no se encuentran en ninguna otra
capa de sedimentos de esa zona, lo que indica que fueron depositadas
en un evento único y concentrado.
Para rastrear el origen exacto de las rocas, el equipo
utilizó un método geológico basado en circones, unos cristales microscópicos
que actúan como registros de tiempo geológico. Las rocas fueron
trituradas en fragmentos y de ellas se extrajeron cientos de circones.
Estos datos permitieron identificar que los fragmentos provenían
de diferentes regiones geológicas de Groenlandia, con edades comprendidas
entre los 500 millones y los 3.000 millones de años. “Los circones
son esencialmente cápsulas del tiempo que preservan información
vital, incluyendo su fecha de cristalización y sus características
compositivas”, explicó Spencer en el comunicado de la universidad
inglesa. “La combinación de edad y composición química nos permite
identificar las regiones actualmente expuestas de la superficie
terrestre, de forma similar a como se hace en la ciencia forense”,
cerró. Ross Mitchell, del Instituto de Geología y Geofísica de la
Academia China de Ciencias, explicó el impacto visual que provocó
el descubrimiento: “Por un lado, te sorprende ver algo que no sea
basalto en Islandia; pero al verlos por primera vez, sospechas instantáneamente
que llegaron en un iceberg desde Groenlandia”.

Erupciones volcánicas entre 536 y 547 d. C. iniciaron
la crisis climática.
La datación de los sedimentos donde se encontraron
las rocas coincide con el periodo 540–700 d. C., asociado con la
llamada Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía. Según explicaron
los científicos, este episodio fue iniciado por tres grandes erupciones
volcánicas entre los años 536 y 547, que arrojaron cenizas a la
atmósfera y bloquearon la luz solar, lo que provocó una baja significativa
de las temperaturas globales.
El profesor Tom Gernon, de la Universidad de Southampton,
uno de los coautores del estudio, señaló en el medio británico The
Telegraph: “En lo que respecta a la caída del Imperio Romano, este
cambio climático puede haber sido la gota que colmó el vaso”. Según
su análisis, el clima en el hemisferio norte era lo suficientemente
frío en ese momento como para permitir que icebergs con carga mineral
alcanzaran la costa de Islandia, un fenómeno sin precedentes documentados
anteriores. El profesor también explicó en el comunicado: “El hecho
de que las rocas provengan de casi todas las regiones geológicas
de Groenlandia evidencia su origen glaciar”. Asimismo, planteó que
los glaciares erosionaron el terreno y transportaron una mezcla
diversa de fragmentos que luego quedaron atrapados en el hielo.
Los investigadores vinculan esta actividad glaciar
con el evento climático conocido como Bond 1, una oscilación que
afectó al Atlántico Norte. Durante este periodo, las capas de hielo
comenzaron a derretirse, el terreno se elevó y grandes fragmentos
de glaciares se desprendieron, transportando rocas hasta las playas
lejanas. “Este momento coincide con un importante episodio conocido
de rafting en el hielo, en el que grandes trozos de hielo se desprenden
de los glaciares, se desplazan por el océano y, finalmente, se derriten,
esparciendo escombros por las costas lejanas”, afirmó Gernon. En
tanto, Spencer reforzó esta idea al decir: “Lo que estamos viendo
es un claro ejemplo de la interconexión del sistema climático. Cuando
los glaciares crecen, los icebergs se desprenden, las corrientes
oceánicas cambian y los paisajes cambian. La actividad de los icebergs,
impulsada por el clima, podría haber sido uno de los muchos efectos
en cascada del enfriamiento rápido”. Este fenómeno coincide temporalmente
con la crisis del Imperio Romano, afectado también por plagas, hambrunas
y malas cosechas. Además, diversos estudios lo relacionan con la
caída de la dinastía Wei del Norte en China y el colapso de la ciudad-estado
de Teotihuacán en Centroamérica, de acuerdo con información de New
Scientist.
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