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Manuel Bernabé Mujica Lainez (Buenos Aires, 11 de septiembre de
1910-La Cumbre, 21 de abril de 1984) fue un escritor, crítico de
arte y periodista argentino. Era conocido en el ambiente literario
porteño con el sobrenombre «Manucho». Es reconocido por su ciclo
de novelas históricas llamadas «La Saga Porteña», conformada por
Los ídolos (1953), La casa (1954), Los viajeros (1955) e Invitados
en El Paraíso (1957), por su ciclo de novelas históricas-fantásticas
constituidas por Bomarzo (1962), El unicornio (1965), El laberinto
(1974) y El escarabajo (1982), y célebre por sus dos primeros libros
de cuentos, Aquí vivieron (1949) y Misteriosa Buenos Aires (1950).
Su novela El laberinto (1974) es considerada como una de las últimas
novelas pertenecientes al realismo mágico en el continente. Recibió
a lo largo de su vida numerosas distinciones y premios, entre los
que se destacan la distinción de Oficial de la Orden de las Artes
y las Letras (1964), la distinción de Comendador de la Orden de
Mérito (1967) ofrecida por el gobierno italiano y la Legión de Honor
del Gobierno de Francia (1982). En 1964, recibió el Premio John
F. Kennedy por su novela Bomarzo, compartido con Julio Cortázar
por su novela Rayuela.

Manuel Mujica Lainez "Manucho" nació en Buenos Aires el 11 de septiembre
de 1910, en una familia de orígenes aristocráticos y emparentada
con las familias patricias y fundadoras de la Argentina. Era hijo
de Manuel Mujica Farías (1870-1939) y Lucía Láinez Varela (1883-1975).
Tenía un hermano menor, Roberto Lucio (1913-1993). Su madre, que
dominaba el idioma francés, escribía obras de teatro. Por eso Manuel
tuvo sus comienzos literarios a los seis años escribiendo una obra
de teatro. El padre era un hombre que "fue una especie de solterón
siempre"; según el mismo Manucho podría haber sido su abuelo, ya
que fue su padre cuando tenía cuarenta años siendo 13 años mayor
que la madre (de 27). Su abuelo paterno era Eleuterio Santos Mujica
y Covarrubias —un descendiente de Juan de Garay, quien fuera gobernador
de Nueva Andalucía del Río de la Plata desde 1578 hasta 1583 y fundador
de las ciudades de Santa Fe en 1573 y Buenos Aires en 1580— que
le inculcó el amor a la tierra natal. El abuelo materno era Bernabé
Láinez Cané, quien le transmitió el gusto por la literatura. La
abuela materna era Justa Varela, una sobrina de Juan Cruz y Florencio
Varela.
La infancia de Manuel Mujica Lainez estuvo muy influida por un
accidente que sufrió: siendo muy niño cayó sobre una cacerola con
agua hirviendo, por lo cual se quemó gran parte de su cuerpo, y
durante su convalecencia sus parientas para consolarlo le contaban
cuentos, muchos de ellos basados en anécdotas reales de la historia
argentina. De esta manera sus cuatro tías le influyeron mucho y
siempre las recordó con mucho afecto; por ejemplo, Ana María Láinez
le influyó con su orientalismo, relatándole creencias de Asia. También
fue muy influyente su abuela materna. Tenía un hermano que tras
criarse en París se dedicó a ser periodista en Estados Unidos. En
1923 su familia se trasladó a Europa, una costumbre habitual de
la clase alta de la época. Residieron primero en París, donde estudió
en la École Descartes, y posteriormente en Londres, donde continuó
su formación con un tutor, Mr. White. Regresó a su país natal en
el año 1928 junto con su hermano menor y su padre, y terminó sus
estudios en el Colegio Nacional de San Isidro. Por insistencia de
su familia, comenzó la carrera de Derecho.

A 114 años de su nacimiento, recordamos a uno de los escritores
argentinos más destacados del siglo XX.
En 1932, el mismo año que abandonó la carrera de derecho, accedió
como redactor al diario La Nación, inicialmente en la sección de
noticias de sociedad. Continuaría colaborando tanto en La Nación
como en otras publicaciones (como la revista El Hogar) como crítico
de arte y cronista de viajes. Muchos de sus artículos fueron recogidos
y publicados en libro. En 1936 se casó con Ana de Alvear Ortiz Basualdo,
también de familia aristocrática, con quien tendría tres hijos (Diego,
Ana y Manuel). Ese mismo año publicó su primer libro, Glosas castellanas,
una serie de ensayos centrados en su mayor parte en el Quijote.
En 1939 publicó su primera novela, Don Galaz de Buenos Aires. Le
siguen las biografías de su antepasado Miguel Cané (padre) (1942)
y de los poetas gauchescos Hilario Ascasubi (Vida de Aniceto el
Gallo, 1943) y Estanislao del Campo (Vida de Anastasio el Pollo,
1947).
En 1949 y 1950 publicó dos libros de cuentos que, por su semejanza
de temas, formas y estilo, marcan el comienzo de su madurez literaria.
El primero, Aquí vivieron, recorre, a través de cuentos ambientados
en distintas épocas, la historia de una quinta ubicada en San Isidro,
desde su construcción hasta su demolición. El segundo, Misteriosa
Buenos Aires, sigue una estructura similar, aunque en lugar de una
casa recorre la historia de la capital argentina, desde su fundación
en 1536 hasta el año del centenario de la Revolución de Mayo, en
1910. Son cuentos en los que se mezclan sucesos históricos y personajes
reales con personajes ficticios, y van desde el realismo histórico
hasta lo fantástico. En ambos libros están presentes elementos característicos
de la prosa de Mujica Lainez, los cuales aparecen también en sus
novelas, como el uso de un lenguaje cultivado y elegante sin llegar
a ser ostentoso u opaco, el interés por la historia (tanto argentina
como europea) y el retrato del auge y la decadencia de la alta burguesía
argentina. En los años siguientes publicó una tetralogía conocida
como Saga porteña o Ciclo porteño: Los ídolos (1953), La casa (1954),
Los viajeros (1955), e Invitados en El Paraíso (1957). Son novelas
que pueden leerse como piezas autónomas, en las que evoca el mundo
de la aristocracia argentina, desde una perspectiva que muchos consideran
decadente. Un sector de la crítica incluso las considera como lo
mejor de su producción, «no sólo por su magistral construcción literaria,
sino también por lo que contienen de testimonio profundamente sentido.
Son narraciones luminosas, pobladas de personajes contemplados con
humor, con mirada no torva ni demoledora sino piadosa y hasta jovial.»

Entre sus pares, se vinculó con autores como Alfonsina Storni,
Arturo Capdevila, Adolfo Bioy Casares, Victoria y Silvina Ocampo,
y Jorge Luis Borges; muchos de ellos, colaboradores de la emblemática
revista Sur. Admiraba a Marcel Proust, Henry James y Virginia Woolf;
pero en cuanto a su escritura, el propio Manucho expresó una vez
que nunca perteneció a ninguna escuela literaria. Aún así, creó
una gran cantidad de obras cuyo reconocimiento, con el tiempo, traspasó
la cartografía nacional.
Considerando agotado el tema argentino, Mujica Lainez guardó un
silencio creativo de cinco años, durante los cuales se dedicó a
viajar por el mundo y escribir crónicas para La Nación. La experiencia
de estos viajes lo motivó a escribir una segunda serie de novelas
históricas ambientadas en Europa entre la Edad Media y el Renacimiento,
y que la crítica extranjera considera como sus obras más logradas:
Bomarzo (1962), El unicornio (1965), El laberinto (1974) y El escarabajo
(1982). Bomarzo es una historia sobre el Renacimiento italiano narrada
por un muerto, Pier Francesco Orsini, el noble jorobado que dio
nombre a los famosos y extravagantes jardines italianos de Bomarzo,
conocidos como Parque de los monstruos. En esta novela se asiste
a la coronación de Carlos I de España, a la batalla de Lepanto,
pasando por las poco edificantes costumbres de papas y personajes
de la época y crímenes de copa y puñal. Es citada a menudo como
la más lograda de la serie, y su mejor novela. Sirvió de base para
una ópera, con música de Alberto Ginastera y libreto del mismo Mujica
Lainez. Se estrenó en Washington D. C. en 1967 y fue prohibida por
la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, por lo que en la Argentina
no se estrenó hasta 1972. El unicornio está ambientada en la Edad
Media francesa de los trovadores. Su protagonista es el hada Melusina,
víctima de una maldición por la que, todos los sábados, adopta cuerpo
de serpiente y alas de murciélago; testigo de los avatares de la
época de las Cruzadas, sigue las peripecias de su prole de Lusignan
hasta la toma de Jerusalén por Saladino. El laberinto está protagonizada
por Ginés de Silva, el chico que sostiene un cirio encendido y mira
al espectador en la parte inferior del cuadro El entierro del Conde
de Orgaz de El Greco, y en el que, según algunos autores, estaría
retratado Jorge Manuel Theotocopuli, el hijo de El Greco.
Esta novela presenta la sociedad española en tiempos de Felipe
II, su esplendor y su miseria, antes de que el protagonista partiera
hacia América. Este declara ser hijo de la La ilustre fregona cervantina,
y sobrino del Caballero de la mano en el pecho, y con esos nombres
presenta a personajes que van desde Lope de Vega al Inca Garcilaso,
pasando por Fray Martín de Porres o Juan Espera-en-Dios, el Judío
Errante (que, de una forma u otra, aparece en todas las obras de
la trilogía formada por Bomarzo, El unicornio y El laberinto). A
fines de la década, aparecen los cuentos de Crónicas reales (1967)
y la novela De milagros y de melancolías (1968). Agotado por la
labor de documentación y reconstrucción de época de sus novelas
anteriores, en estas obras Mujica Láinez adopta un tono deliberadamente
burlesco, irónico, reescribiendo la historia europea (en Crónicas
reales) y la de la conquista de América (en De milagros y de melancolías).

Una de las primeras notas que encargaron en La Nación al joven
Manuel Mujica Láinez, según él mismo contaba, fue entrevistar en
Mar del Plata a Alfonsina Storni, a quien menospreciaba como tantos
por razones extraliterarias. Era invierno. Había un temporal espantoso
cuando Manucho entró al hotel y de pronto en la cafetería la vio:
estaba de espaldas. Alfonsina miraba tan abstraída el mar a través
de los grandes ventanales que el escritor, tímidamente, solo atinó
a acercarse y comentar: “Feo día, ¿verdad?”. “No crea”, le dijo
Alfonsina, mirándolo encantada de arriba abajo. “Ideal para estar
en la cama con un jovencito como usted”.
En 1969 se jubiló de su empleo en La Nación, vendió su casa del
barrio de Belgrano, donde vivía desde 1936, y se trasladó con su
familia a una casona de estilo colonial ubicada en la zona de Cruz
Chica, a unos 3 kilómetros del centro de La Cumbre, Córdoba, llamada
"El Paraíso", diseñada por León Dourge y edificada en 1922. Ya instalado
allí, escribió la novela Cecil (1972), relato autobiográfico narrado
por su perro, el whippet Cecil. Posteriormente publicó El viaje
de los siete demonios (1974), novela de tema esotérico (Mujica Láinez
era un gran aficionado a las ciencias ocultas, y se sabe que en
su biblioteca poseía algunos antiguos libros de demonología, los
cuales aún se conservan), y una serie de novelas (Sergio, Los cisnes,
El Gran Teatro) que retoman el ambiente aristocrático porteño de
sus primeras obras. Su última novela, El escarabajo (1982), cierra
el ciclo de novelas históricas. Recurriendo a un procedimiento ya
usado con anterioridad, la novela es protagonizada por un anillo
egipcio que, hundido en el fondo del mar, cuenta su vida y la de
sus posesores, desde la reina Nefertari hasta una millonaria estadounidense,
pasando por la mano de uno de los asesinos de Julio César o la de
Miguel Ángel, entre otros. Su último libro de cuentos, Un novelista
en el Museo del Prado (1984), retoma a su vez tópicos fantásticos:
los cuadros del museo de Madrid cobran vida durante la noche.
Falleció en su casa el 21 de abril de 1984, a los 73 años de edad,
a causa de un edema pulmonar, y fue sepultado en el cementerio de
la cercana localidad de Los Cocos. Dejó inconclusa una novela, Los
libres del sur, en la que se encontraba trabajando al momento de
su deceso.

Cruz Chica, en el Valle de Punilla, es una tranquila zona a unos
90 kilómetros la ciudad de Córdoba.
Por idea y gestión de su viuda, Ana de Alvear, la casa se convirtió
en museo y se abrió al público en el año 1987, creándose en el año
1989 una fundación privada que pudiera hacerse cargo del sostenimiento
de la misma. Ana de Alvear fue la presidente de la fundación hasta
su fallecimiento, en el año 1994. Durante la gestión de Eduardo
Arnaud e Inés de Goyanes Allende (1994-2006) miles de libros de
la biblioteca del escritor y muchos de sus objetos fueron robados
y vendidos ilegalmente por el presidente de la fundación, dando
pie a una causa que al día de la fecha se encuentra prescrita y
de la cual pocos objetos han sido recuperados. En julio de 2014
la Fundación Mujica Láinez (presidida por la hija del escritor)
anunció el inminente cierre del Museo por falta de recursos para
mantenerlo, ante lo cual la ministra de Cultura Teresa Parodi manifestó
su intención de otorgar un subsidio mensual a la institución, mientras
que en el Congreso se presentó un proyecto para declararlo Monumento
Histórico Nacional, algo que finalmente se realizó en el año 2015,
aunque la primera ayuda económica -segmentada- llegó recién a mediados
del 2022.
En septiembre de 2016, Ana Mujica se reunió con el Ministro de
Cultura, Pablo Avelluto; aunque hubo acuerdos de colaboración, no
se concretó ninguna ayuda. A marzo de 2017, la situación seguía
siendo precaria, debido a dificultades burocráticas y desinterés
del gobierno provincial. Actualmente, la casa museo de sostiene
exclusivamente con la venta de entradas y el alquiler de dos propiedades
que están dentro del predio y pertenecen a la fundación.


La prosa de Mujica Láinez se considera "fluida y culta, de sabor
algo arcaico, detallista y preciosista; rehúye la palabra demasiado
común, sin buscar sin embargo la desconocida para el lector". Es
en especial hábil en reconstruir ambientes, gracias a un dotado
talento descriptivo y una gran formación como crítico de arte, aparte
de su rica inventiva y su exquisitez literaria, enriquecida por
los conocimientos de historia legados a través de sus antepasados.
El autor, seducido por las doctrinas esotéricas, creía con firmeza
en la reencarnación y declaró escribir "para huir del tiempo". Ese
es el tema de la mayor parte de sus obras. En su narrativa pueden
establecerse dos vertientes principales: el tema argentino (La casa,
Los viajeros, Invitados en El Paraíso, El Gran Teatro) y las novelas
históricas (Bomarzo, El unicornio, El laberinto y El escarabajo).
Una característica recurrente en su obra es el tratamiento de la
sexualidad y el erotismo. Cultor de una imagen de dandy frívolo
y ambiguo, Mujica Lainez nunca ocultó su homosexualidad, y son numerosas
las anécdotas sobre sus relaciones con hombres jóvenes. En su literatura,
esta orientación está presente en varios libros, donde en más de
una ocasión narró encuentros de características homoeróticas (como
en Bomarzo o Sergio) o bien presentó personajes que encarnaron algún
tipo de disidencia homoerótica, como en el caso de Melusina, protagonista
de la novela El Unicornio. También escribió cuentos alegóricos como
La cabellera negra, donde el escamoteo de referencias de género
sobre los protagonistas del cuento permite inferir que se trata
de dos amantes varones.
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