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El telescopio Gemini Sur, situado en Chile, logró la imagen más
precisa hasta ahora del cometa interestelar 3I/ATLAS, que avanza
hacia el Sol con una cola en expansión y ofrece a la ciencia pistas
sobre mundos más allá del sistema solar.

La nueva fotografía revela una amplia y brillante coma de polvo
y gas alrededor de la bola de hielo a medida que acelera hacia el
Sol, y también una cola más extendida que en tomas anteriores, como
la obtenida recientemente por el telescopio espacial Hubble.

El nuevo registro confirma que el visitante interestelar
se está volviendo más activo a medida que avanza por nuestro sistema
solar, según detalla el informe. "Estas observaciones proporcionan
imágenes impresionantes y datos científicos fundamentales. Cada
cometa interestelar es un mensajero de otro sistema estelar y, al
estudiar su luz y su color, podemos empezar a comprender la diversidad
de mundos que hay más allá del nuestro", afirma en el comunicado
el investigador Bryce Bolin de Eureka Scientific.

Abren plazo varios concursos.
reFocus celebra el poder duradero y el espíritu indomable
de la imagen fotográfica y su capacidad única para comunicar ideas,
cautivar a los espectadores y expresar intenciones artísticas.

BIA es una plataforma dedicada a amplificar las voces
de creativos emergentes de todo el mundo.
Comienza la apertura de recepción del concurso de
fotografía apícola de APISCAM.

Y en breve los premios “Foto Apicultura Calier",
que pretenden dar visibilidad a la dimensión, labor y profesionalización
del sector de la apicultura en Europa, abrirán el plazo de
recepción.
The Independent Photographer abre plazo de recepción
y sigue celebrando la fotografía, apoyando el talento emergente.
La Universidad de Córdoba (UCO), a través de su Cátedra
de Fotografía Pilar Citoler, convoca el Premio Bienal Internacional
de Fotografía Contemporánea Pilar Citoler (PBIFCPC), que abre plazo.

Tambien abrirá plazo Revela´t, dedicado
a la fotografía analógica.

El Premio de Fotografía «PHoTO EC», es una iniciativa
de la Fundación Santa Josefina, Centro de Cultura Contemporánea
CelebrArt y The Collector’s Club Art Gallery. Envia tu trabajo.

Y para acabar, los World Street Photo Awards, especializados
en fotografía callejera.

Los Exposure One nos enseñan el poder del blanco
y negro.

Pásate por la selección de concursos.
BIA es una plataforma dedicada a amplificar las voces
de creativos emergentes de todo el mundo.
En breve abrirán plazo para nuevas vacantes.

Visual Poetry Journal es una revista digital e impresa
que publica y promueve la poesía visual, una forma de arte donde
la imagen tiene una importancia predominante sobre el texto. La
publicación acepta y presenta el trabajo de fotógrafos y artistas
visuales de todo el mundo, seleccionados a través de convocatorias
abiertas, y su difusión incluye ediciones digitales, impresas y
en redes sociales.
En breve abrirán plazo para nuevas vacantes.

FOTCIENCIA es una iniciativa organizada por el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Fundación Española
para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). El objetivo de FOTCIENCIA
es acercar la ciencia a la ciudadanía mediante la fotografía científica.
También es objetivo de esta iniciativa promover entre la comunidad
científica la importancia de divulgar su trabajo al conjunto de
la sociedad.


Para celebrar el Día Mundial de las Abejas el 20 de
mayo de 2025, la FAO nos invita a participar en un concurso de fotografía.

Pásate por la selección de concursos.

Afganistán en los años 70 del pasado
siglo. Una época donde Kabul era conocida como la París
de Asia. Las mujeres estudiaban en universidades, trabajaban en
oficinas y podían vestirse con libertad.
Al tiempo, llegaron unos malparidos.
Creado en 2018 por Forestry England, la Royal Geographical
Society y Parker Harris, Earth Photo es un programa líder a nivel
mundial que involucra a creadores de imágenes fijas y en movimiento
para mostrar los problemas que afectan al clima y la vida en nuestro
planeta.

Pásate por la selección de concursos.
Los Abbey Road Music Photography Awards construyen
el futuro de la narrativa musical.

Pásate por la selección de concursos.
En un tranquilo día de febrero de 1927, el poderoso
dirigible USS Los Angeles — un coloso volador de casi 200 metros
de largo — descansaba plácidamente en el suelo de Lakehurst, Nueva
Jersey. El cielo estaba despejado, el viento era suave, y la tripulación
se preparaba para lo que parecía un día ordinario en la vida de
este majestuoso dirigible. De repente, sin advertencia, una potente
ráfaga de viento golpeó su costado. Lentamente, casi con gracia,
la cola del dirigible comenzó a elevarse — centímetro a centímetro
— como si el gigante intentara liberar su cuerpo de la tierra. En
cuestión de momentos, sucedió lo inimaginable: la enorme nave se
puso vertical, con la nariz apuntando hacia el cielo, erguida como
un rascacielos plateado que tocaba el firmamento. El tiempo pareció
detenerse. Dentro de la estructura de acero, la tripulación contenía
la respiración — aferrándose a vigas y cables, con el corazón latiendo
al darse cuenta de que un solo movimiento en falso podría significar
el desastre. El casco rígido crujía bajo la inmensa presión, pero
milagrosamente se mantuvo firme, desafiando tanto a la física como
al destino. En tierra, los testigos miraban incrédulos.

La escena parecía sacada de una película de ciencia
ficción más que de la vida real — un gigantesco dirigible equilibrado
sobre su nariz, inmóvil contra el cielo azul. Durante más de un
minuto, permaneció suspendido en esa postura imposible, como si
el mundo mismo hubiera dejado de girar. Luego, tan suavemente como
había llegado, el viento cambió. La cola descendió lentamente, y
el USS Los Angeles volvió a su posición natural, horizontal — firme,
intacto y asombrosamente ileso. No se perdió ninguna vida. Las fotografías
capturaron ese instante sobrecogedor — un dirigible colgando vertical
en el aire, un símbolo perfecto de cómo el poder de la naturaleza
y la ingeniería humana pueden chocar y coexistir en un solo latido.
Sigue siendo un recordatorio eterno de que, por más alto que alcance
la humanidad, cada gran logro todavía se inclina ante las fuerzas
del mundo que le dieron vuelo.
La icónica fotografía de la picota de Jarandilla de
la Vera (Cáceres), que tomó el inglés Charles Clifford en 1858,
es uno de los préstamos con los que la Col Fernández Rivero colabora
en la gran exposición, que sobre este fotógrafo, acaba de inaugurar
el Museo de la Universidad de Navarra. Un ejemplo de la extraordinaria
obra que nos legaron Charles Clifford y su esposa y coautora Jane.
Charles Clifford (1819-1863) fotógrafo galés, considerado
uno de los pioneros de la fotografía del S. XIX. se instaló en Madrid
en la década de 1850. Fue nombrado fotógrafo de cámara de la Reina
Isabel II. Clifford recopiló fotográficamente los mejores monumentos
de España, para lo cual recorrió el país, incluyendo en sus fotografías,
extraordinarios paisajes y personajes. También acompañó a la Reina
Isabel II en sus viajes como fotógrafo oficial de la casa real.
Clifford, por su condición de fotógrafo real, hace amistad con personajes
de la nobleza, entre ellos el Duque de Osuna y de Frías y el Marqués
de Mirabel. Ambos propietarios de tierras y castillos en Extremadura.
En su primer viaje a estas tierras en la primavera
de 1858, publicada en su obra, Photographic Scramble Through Spain
dice, “...Desde Toledo emprendimos una de nuestras excursiones por
caravana de mulas, y visitamos Talavera, Maqueda, Oropesa, Rosario,
Jarandilla, Aldeanueva, Cuacos y Yuste; un paseo encantador conocido
y visitado sólo por los campesinos de la comarca. El más afanoso
cazador se encontrará aquí a pleno gusto, pues los jabalíes, las
liebres, los conejos y las perdices se ofrecen como abundante cosecha
al invasor de sus dominios. Su Merced el joven Duque de Frías es
propietario de grandes fincas en esta comarca, y de forma personal
podemos atestiguar la mucha cortesía y hospitalidad que a los ingleses
demuestra. Cuacos es una antigua aldea encantadora y pequeña, y
aquí reside el buen cura, el guardián actual y representante del
dueño de Yuste; un tipo, éste, bueno, sano y jovial, a quien para
siempre nos sentiremos endeudados por sus atenciones amables y su
compañía, durante la estancia de dos días y noches en aquel lugar
solitario y desolado, Yuste. Todo es humedad, ruina, caducidad,
y queda no más que poco–muy poco- para dejar constancia del último
descansadero de aquel gran monarca que, alejado en este lugar de
los cuidados molestos del gobierno activo, en una rígida clausura
monástica, quiso prepararse para el final que, su salud en declive
indicaba con demasiada claridad, pronto terminaría su larga y brillante
carrera.... En este artículo, Clifford nos deja constancia de su
estancia en la Vera y más concretamente en Jarandilla.
Se sabe que realizó al menos cuatro fotos en esta
villa, la de la picota, y tres en el castillo, hoy parador de turismo.
Casi con toda seguridad, esta fotografía fue realizada a partir
de un negativo de vidrio (38x30 cm) nunca antes utilizado, por su
nitidez. Es un positivo en albumina de gran calidad. Posiblemente
se tomó a una hora avanzada de la mañana, por varias razones: la
sombra de la picota es alargada y tiene una gran cantidad de luz,
además que las imágenes no se ven difusas ni sobreexpuestas. Los
tiempos de exposición de este tipo de fotografías eran enormes y
de ahí que los personajes debían permanecer inmóviles durante mucho
tiempo. En esta imagen podemos ver que el clérigo se está moviendo.
Los personajes que aparecen en esta fotografía, son amigos o familiares
que le acompañaban en sus viajes. Por esta razón, dichos personajes
se repiten en varias fotografías a lo largo de este viaje.

El transbordador Atlantis fue fotografiado el 12 de
mayo de 2009, cuando se cruzaba por delante del Sol respecto a la
Tierra en su trayectoria hacia el telescopio espacial Hubble. La
silueta de la nave se aprecia perfectamente a contraluz sobre el
fondo de la estrella en las imágenes presentadas por la NASA.

La imagen resalta la silueta del transbordador espacial
durante su tránsito solar antes de que Atlantis y la tripulación
del STS-125 llegaran al telescopio espacial Hubble para comenzar
las reparaciones.
Un evento único y gratuito que reúne a fotógrafos,
profesionales y amantes de la naturaleza para compartir, aprender
y celebrar el arte de capturar la belleza del mundo natural. Organizado
por FUJIFILM y con la colaboración de los reconocidos fotógrafos
Javier Ramos y Rafael Ramos y presentado por Álvaro Sanz. El encuentro
ofrece dos días de ponencias inspiradoras, charlas técnicas y exposiciones
fotográficas, donde los asistentes pueden descubrir nuevas perspectivas,
conocer las últimas tendencias en fotografía de naturaleza y perfeccionar
sus habilidades. Una oportunidad para explorar la naturaleza desde
el lente de la cámara, aprender técnicas avanzadas y descubrir el
impacto de la fotografía en la conservación del medio ambiente.
Un encuentro dedicado a la inspiración, el aprendizaje y la conexión
con la esencia de la naturaleza a través de la fotografía.


Tras la explosión del reactor n.º 4 en 1986, la radiación
en Chernobil era tan intensa que los robots enviados se descomponían
en segundos. Por eso, el gobierno soviético envió a miles de hombres
conocidos como “liquidadores”, soldados y voluntarios que arriesgaron
su vida para limpiar los restos del desastre. Con apenas 40 segundos
de tiempo, subían al techo del reactor, recogían fragmentos de grafito
radiactivo y los arrojaban de nuevo al cráter. Muchos de ellos murieron
poco después o quedaron gravemente enfermos, pero su sacrificio
evitó una catástrofe aún mayor.

La "pata de elefante" de Chernóbil es una masa de
material altamente radiactivo compuesta por corio, que se formó
tras el accidente nuclear de 1986. Es una de las formaciones de
material radiactivo más conocidas y fue descubierta en diciembre
del mismo año. Este material es una cristalización de silicatos
de circonio y se ha descrito que su consistencia ha cambiado con
el tiempo, pasando de una masa similar al vidrio a una parecida
a la arena.

En los archivos de Kings College, una institución
universitaria en el centro de Londres, se guarda el original de
una de las fotos más famosas en la historia de la ciencia. La pequeña
placa mide apenas unos 10 centímetros de lado, pero su legado es
gigantesco. No solo fue una pieza clave en uno de los mayores descubrimientos
del siglo XX. También simboliza el talento y la dedicación de una
científica joven, blanco de lo que muchos consideran una injusticia
"imperdonable". La química británica Rosalind Franklin tenía 31
años cuando logró, el 6 de mayo de 1952, la famosa foto junto al
estudiante de doctorado Raymond Gosling. La imagen, que ella llamó
Foto 51, fue esencial para descifrar la estructura del ADN, la molécula
que transmite la información genética y es responsable por la continuidad
de la vida. En 1962, el descubrimiento le valió el Premio Nobel
de Medicina a tres científicos: el genetista estadounidense James
Watson y los físicos británicos Francis Crick y Maurice Wilkins.
Franklin había fallecido cuatro años antes, sin saber
cuán crucial fue su aporte al hallazgo.

Esther Lederberg descubrió el factor lambda, un virus
bacteriano esencial para la genética moderna, y desarrolló técnicas
que revolucionaron la biología molecular. Su esposo Joshua Lederberg
ganó el Nobel en 1958. A ella ni la nombraron. Jocelyn Bell Burnell
detectó en 1967 las primeras señales de un púlsar, estrellas
de neutrones que giran a una velocidad inimaginable. El Nobel fue
para su supervisor. Ella dijo con elegancia: “No me sentí robada.
Pero tampoco fui reconocida.” Chien-Shiung Wu demostró que el principio
de conservación de la paridad no siempre se cumple, un hallazgo
que cambió la física cuántica. Sus colegas, Lee y Yang, recibieron
el Nobel en 1957. A Wu la historia la bautizó como “la primera dama
de la física”. Pero los premios no la acompañaron. Lise Meitner
descubrió la fisión nuclear junto a Otto Hahn. Él obtuvo el Nobel.
Ella, exiliada por ser judía, fue borrada del mérito de una de las
ideas que definirían el siglo XX.
Una madre está sentada tranquilamente con sus dos
hijas. Podría ser cualquier retrato familiar de esa época: tierno,
ordinario, sin nada destacable. Pero no hay nada ordinario en lo
que se desencadenaría a partir de este momento. La mujer es Marie
Curie. Ya había hecho historia como la primera mujer en ganar un
Premio Nobel. Más tarde se convertiría en la única persona en ganar
Premios Nobel en dos ciencias diferentes: física y química. Sus
descubrimientos sobre la radiactividad transformaron nuestra comprensión
de la materia misma. Pero su legado más grande podría no haber sido
los elementos que descubrió. Podría haber sido lo que les enseñó
a sus hijas. Irène, la niña mayor en la fotografía, creció viendo
trabajar a su madre. No desde la distancia, sino dentro del propio
laboratorio. Vio a Marie medir, cuestionar, probar, fallar, persistir
y finalmente desbloquear secretos que el universo había mantenido
ocultos durante milenios. Ese ejemplo echó raíces profundas. Años
más tarde, Irène y su esposo, Frédéric Joliot-Curie, hicieron su
propio descubrimiento revolucionario: la radiactividad artificial.
Demostraron que los elementos estables podían transformarse en radiactivos,
una revelación que revolucionó la física atómica y sentó las bases
de la medicina nuclear y la energía. En 1935, Irène ganó el Premio
Nobel de Química, recorriendo el mismo camino que su madre había
abierto. Pero aquí es donde la historia se vuelve aún más poderosa.
Ève, la hija menor, eligió algo completamente diferente. Dotada
para la música y los idiomas, Ève se convirtió en una pianista de
concierto, actuando por toda Europa. Cuando su madre murió en 1934,
Ève escribió "Madame Curie", una biografía que se convirtió en un
fenómeno internacional, presentando a millones la tranquila determinación
y el espíritu revolucionario de Marie.

Durante la Segunda Guerra Mundial, mientras su hermana
trabajaba en laboratorios avanzando en la ciencia, Ève viajó como
corresponsal de guerra, documentando a la humanidad en sus horas
más oscuras. Más tarde, se dedicó al trabajo humanitario, abogando
por los niños de todo el mundo a través de UNICEF. Una hermana desbloqueó
los secretos atómicos. La otra desbloqueó historias humanas. Una
siguió a la ciencia. La otra siguió al arte y la defensa de causas.
Y ambas llevaron adelante el legado de su madre, no copiando su
camino, sino encarnando sus valores: curiosidad implacable, valor
moral y propósito inquebrantable. Una fotografía, tres Premios Nobel
y una lección atemporal sobre la grandeza.
En mayo de 1991, un avión Boeing 747 de la aerolínea
El Al despegó de Etiopía con una carga humana sin precedentes: 1.087
judíos etíopes viajaban rumbo a Israel. En pleno vuelo nacieron
dos bebés, lo que convirtió aquel aparato en una cápsula de esperanza
y récord mundial: nunca antes había volado un avión con tantos pasajeros
a bordo. La misión formaba parte de la llamada Operación Salomón,
un puente aéreo secreto organizado por Israel para trasladar en
apenas 24 horas a miles de judíos etíopes, conocidos como los Beta
Israel o falashas (“exiliados” en lengua arábiga). La operación
fue celebrada como un acto de rescate, una epopeya aérea que unió
logística militar y la promesa de una tierra segura.

Pero con el paso de los años, la historia se volvió
más compleja. Aunque la operación fue recordada como una hazaña,
la comunidad Beta Israel ha enfrentado en Israel exclusión, discriminación
y marginación social. La odisea del 747 se convirtió en símbolo
de supervivencia, pero también en recordatorio de que llegar a un
lugar no siempre significa encontrar aceptación. Aquella fotografía
del avión abarrotado, con pasillos llenos de familias enteras y
niños sobre las rodillas de sus padres, resume la paradoja: un instante
de gloria humanitaria y, al mismo tiempo, el inicio de una nueva
lucha por dignidad e igualdad.
Un grupo de leones del desierto en Namibia ha abandonado
sus tradicionales zonas de caza para trasladarse a la costa atlántica
y convertirse en los únicos leones marítimos del mundo. Una fotógrafa
capturó este cambio drástico de comportamiento. Es una foto impactante:
una leona en una playa de piedras de Namibia mira a lo lejos mientras
las olas tempestuosas rompen en el fondo. Ella vigila a su presa,
los restos de un lobo marino del Cabo, que está fuera del campo
de visión. La fotógrafa belga Griet Van Malderen capturó estas imágenes
impresionantes de Gamma, una leona que es parte del grupo y que
ha aprendido a cazar focas para sobrevivir en el duro entorno de
la Costa de los Esqueletos de África. El registro fotográfico de
Van Malderen fue muy elogiado en el prestigioso concurso Wildlife
Photographer of the Year, organizado por el Museo de Historia Natural
de Londres.
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Concursos.


Su pasión por la fotografía comenzó
con un safari. Lo que empezó como una simple fascinación
acabó siendo una profesión que nos permite ver su
mirada a través de la lente.


En el verano de 1941, un soldado alemán llamado Willy
Georg tomó una decisión que desafiaba las órdenes, la lógica y el
miedo. Armado solo con su cámara Leica, cruzó los muros del gueto
de Varsovia, donde miles de personas vivían hacinadas, hambrientas
y sin esperanza. A riesgo de su propia vida, comenzó a fotografiar
lo que veía: calles llenas de silencio, miradas que aún conservaban
dignidad, niños descalzos entre los escombros. No buscaba propaganda,
sino verdad. Sabía que el horror debía tener testigos. El gueto
había sido establecido por los nazis un año antes, encerrando a
más de 400.000 judíos en un espacio donde apenas cabrían 40.000.
La miseria y las enfermedades eran el pan de cada día. Georg fue
descubierto por una patrulla alemana; su cámara fue confiscada,
pero logró ocultar tres rollos de película. Esas imágenes sobrevivieron.
Muestran la vida antes de las deportaciones masivas y del levantamiento
de 1943, cuando los últimos judíos prefirieron morir luchando antes
que ser enviados a los hornos de Treblinka. Las fotografías de Willy
Georg son un testimonio silencioso de humanidad y resistencia. Un
recordatorio de que, incluso dentro del uniforme del opresor, hubo
quien se atrevió a mirar el sufrimiento de frente y no apartar la
mirada.
En los primeros meses de 1944, cuando el ejército
alemán retrocedía ante el avance soviético, en Bielorrusia se ejecutó
uno de los episodios más crueles y menos conocidos de la Segunda
Guerra Mundial. En los alrededores de la ciudad de Ozarichi, los
alemanes levantaron campamentos que no eran campos de concentración
al estilo de Auschwitz, sino algo aún más perverso: trampas humanas.
Allí, miles de personas fueron abandonadas deliberadamente a la
intemperie, en medio del barro, el frío y la nieve, sin refugio
ni alimentos. Los prisioneros eran en su mayoría ancianos, mujeres
enfermas y niños pequeños, aquellos que no podían ofrecer resistencia.
Muchos fueron trasladados a la fuerza desde pueblos enteros. Y en
un acto de cálculo atroz, los nazis llevaron también a enfermos
de tifus, con la esperanza de que la epidemia se propagara entre
los cautivos y, luego, a los soldados soviéticos que acudieran en
su rescate. El resultado fue devastador: entre 17.000 personas murieron
en apenas dos semanas, consumidas por el hambre, las enfermedades
y el frío.

Los supervivientes estaban tan debilitados que apenas
podían mantenerse en pie cuando, en marzo de 1944, las tropas soviéticas
llegaron al lugar. Los soldados quedaron horrorizados ante la visión
de aquel “campo que no debía existir”: un espacio creado no para
explotar mano de obra ni exterminar con cámaras de gas, sino para
dejar morir lentamente a los más indefensos. Tras la guerra, en
1946, varios responsables fueron llevados a juicio y condenados
por crímenes de guerra. Hoy, en Ozarichi, un monumento recuerda
a las víctimas, como advertencia silenciosa frente al olvido. La
historia de Ozarichi es poco mencionada en los libros de texto,
pero su horror nos obliga a recordar que la guerra también inventó
infiernos donde las armas no eran fusiles ni bombas, sino el frío,
la enfermedad y la deshumanización.
Después de su dramático escape de Berlín Este en 1961,
Konrad Schumann fue llevado inicialmente a un centro de refugiados
en Berlín Occidental. Luego se mudó a Alemania Occidental, instalándose
en Baviera, donde comenzó una nueva vida. En 1962, se casó con Kunegunde,
y tuvieron un hijo. Schumann trabajó primero en una bodega y más
tarde en la fábrica de Audi en Ingolstadt. El soldado Conrad Schumann
tenía 19 años cuando comenzó a correr hacia el alambre de púas que
dividía Berlín. Su historia, épica y trágica, la de un héroe griego,
le pesó toda la vida y lo llevó a la muerte. Su imagen quedó inmortalizada
en una foto que se convirtió en símbolo. A pesar de su nueva libertad,
Schumann luchó contra la depresión, ansiedad y sentimientos de aislamiento.
Temía que la Stasi, la policía secreta de Alemania del Este, intentara
asesinarlo. Incluso después de la caída del muro de Berlín en 1989,
Schumann dudó en visitar a su familia en Sajonia, ya que muchos
parientes y antiguos camaradas lo rechazaron, considerándolo un
traidor. Describió sentirse verdaderamente libre sólo después de
que el muro cayera. Sin embargo, los años de rechazo y lucha interna
pesaron mucho sobre él. Pero nunca es fácil romper con el pasado.
Sus padres le habían escrito decenas de cartas en las que le imploraban
que regresara a Berlín Oriental. Cuando Schumann por fin lo hizo,
ya caído el Muro, descubrió que esas cartas familiares habían sido
dictadas por la Stasi, la temible policía secreta comunista. De
nuevo en su tierra, descubrió algo más, y más doloroso: “Cuando
volví, descubrí que mi gesto nunca había aceptado por algunos parientes
y por viejos amigos que ya no quisieron hablar conmigo. Pero la
verdad es que sólo desde el9 de noviembre de 1989 me sentí realmente
libre”.

Schumann nunca pudo sobrellevar ni el vacío de sus
amigos, que le reprocharon su traición al mundo comunista, ni el
reproche en términos parecidos que le hicieron sus padres y hermanos,
a quienes dudaba visitar en la vieja casa familiar de Sajonia. Algo
se había roto en él antes, durante o después de su huida legendaria
y de la caída de aquel fantasma de piedra que de una manera muy
especial había moldeado su vida. El 20 de junio de 1998 lo hallaron
colgado de un árbol cerca de Riesa y de la ciudad de Kipfenberg,
en la Alta Baviera, casi a orillas del Elba. Tenía 56 años. Su salto
a la libertad es hoy monumento nacional en Alemania.

Tratamiento Neumáticos Usados (TNU) amplía el plazo
de participación del 6º Concurso de Fotografía e Imagen “El neumático
en positivo”, una iniciativa que une arte, sostenibilidad y economía
circular.

Un día como hoy, el 29 de octubre de 2000, el palestino
Faris Odeh, de 14 años, se plantó solo frente a un tanque de las
Fuerzas de Defensa de Israel en Gaza y le arrojó una piedra, durante
la segunda intifada contra la ocupación israelí. El fotógrafo de
Associated Press Laurent Rebours tomó esta icónica foto de este
momento de "David y Goliat". Odeh había empezado a faltar a la escuela
para lanzar piedras contra los tanques israelíes, a pesar de que
sus padres hacían todo lo posible por impedirlo: lo encerraban en
su habitación, lo golpeaban e incluso lo ataban. Debido a estos
castigos, intentaba evitar que lo fotografiaran. Su madre, Anam
Odeh, lo recordó más tarde: "tenía miedo de que si lo filmaban en
televisión su padre lo vería, así que huía de las cámaras. Un día,
después de arrastrarlo lejos de los enfrentamientos todos los días
durante una semana, le dije: 'Bien, ¿quieres tirar piedras? De acuerdo.
Pero al menos escóndete detrás de algo. ¿Por qué tienes que estar
en primera fila, incluso más adelante que los mayores? Y me contestó:
'No tengo miedo'." Diez días después, el 8 de noviembre, Odeh volvía
a tirar piedras en el cruce de Karni cuando las tropas israelíes
le dispararon en el cuello.

Los soldados lo dejaron desangrándose en el suelo,
pues estaba tan cerca del tanque que sus amigos no pudieron recuperar
su cuerpo hasta una hora después. Lo declararon muerto al llegar
al hospital. De la fotografía, comenta su madre: "Cuando veo su
foto se me rompe el corazón... Supongo que me siento orgullosa de
que lo llamen héroe, por estar delante de un tanque y todo eso.
Pero cuando veo a sus compañeros venir después de clase, lo único
que puedo hacer es llorar". A octubre de 2023, casi la mitad de
una población aproximada de dos millones en Gaza eran niños. Desde
el año 2000 hasta el 6 de octubre de 2023, las fuerzas israelíes
habían matado a 1741 niños palestinos. A octubre de 2025, sólo en
los últimos 2 años de genocidio, las cifras superan los 20.000 niños
asesinados a manos del ejército israelí.
"Vi cuerpos sin cabeza, cuerpos completamente desfigurados":
el fotógrafo que siguió durante 24 horas el operativo policial que
dejó más de 120 muertos en Río de Janeiro.


Bruno Itan creció en las favelas. El fotoperiodista
relató la magnitud del operativo que dejó más de 130 muertos y mostró
escenas de horror en las favelas de Río.

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